LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

domingo, 10 de abril de 2016

NO DETENERSE JAMÁS

La vida me ha enseñado que casi nunca importa lo que los demás piensen. La mayoría de las ocasiones las opiniones parten de personas que no conocen la verdad en la que habitas. Y es posible que en realidad traten de ayudar, pero el punto de partida suele ser la propia experiencia personal; y ésta jamás es igual en dos personas. Si sentamos a una pareja que acabe de superar un problema en una mesa y les pedimos por separado que nos describan qué pasó y cómo, estoy seguro de que las diferencias serán manifiestas. No por ello malas, sino distintas. Ya que cada uno de nosotros tenemos un punto de vista distinto. Ocurre que muchos a nuestro alrededor piensan que dicho punto de vista es el correcto, que su visión de la vida es la que uno debe de seguir. Como padres cometemos ese error, decimos a nuestros hijos cómo deben hacer las cosas porque nuestro criterio, creemos, es el correcto. Lo lógico es darle las armas para que ellos mismos desarrollen sus propios herramientas. El argumentario individual se debe de construir en base a la propia experiencia más la suma de aquello que queremos coger del de los demás. Si es cierto que hay una máxima en la vida, no detenerse jamás. No importa cómo sea de dura o divertida; da igual si los matices son cortos o infinitos. La vida, per se, se acaba sin avisar y detenerse no sirve de nada. Cuando una experiencia no nos es favorable y nos hace daño, debemos aprender de ella y continuar camino hasta la siguiente. Si, al contrario, nos satisface y llena, tampoco será posible detenerse y quedarse; la evolución es constante y nuestro miércoles no será igual al martes. Entonces… ¿se puede disfrutar sin parar, sin contemplar? Claro que se puede, de hecho lo hacemos siempre, pero no lo percibimos. No somos conscientes de nuestra constante evolución y deterioro. Vivir sólo tiene camino de ida (al menos hasta que alguien me demuestre lo contrario). En nosotros está ya la capacidad de disfrutar de cada día; somos capaces de abstraernos sin que por ello dejemos de avanzar. Esto, la abstracción, es lo que nos diferencia de lo animales y lo que hace posible la vida tal y como la entendemos. Uno se sienta en un partido de futbol en la grada y mientras se desarrolla el juego, sin que desviemos la mirada del balón, somos capaces de pensar en miles de cosas. Y muchas veces es el ruido del público gritando “Gol”, lo que nos hace “regresar” a una realidad de la que nunca nos hemos ido. ¿Se detuvo el encuentro mientras nosotros “no estábamos”? No. Y vivir consiste en eso…en avanzar; aprendiendo tras cada experiencia, sobre la marcha.