LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 28 de julio de 2014

ACOSO SEXUAL, UN CANCER EN NUESTRA SOCIEDAD

Hoy ha salido publicado que una Capitana del ejército, con una hoja de servicios intachable, ha pedido la baja voluntaria en el ejército por no soportar el acoso laboral al que se ha visto sometida tras haber ganado una demanda por acoso sexual contra un superior. El corporativismo de las Fuerzas es Institutos Armados en este país es de sobra conocido, al igual que el otros estamentos y por diferentes motivos. El acoso sexual es uno de los cánceres más agresivos de nuestra sociedad, campa a sus anchas entre la juventud (donde muchas adolescentes son sometidas a persecuciones de todo tipo, comenzando por el manido wathsapp), se extiende en todos los estamentos jerarquizados, en los que ascender en muchos casos depende de cuánto y cómo te dejes tocar. Ya en las edades más avanzadas uno no habla de acoso sexual sino directamente de violencia doméstica. Uno se pregunta cómo terminar con esta deriva de valores que nos está llevando a una aproximación, nada metafísica, al albur de la civilización; cuando con palos se iniciaban los romances. Es fácil determinar los por qué de esta situación; vivimos en un país con uno de los peores sistemas educativos de la Unión Europea. Un sistema que penaliza tonterías y permite un nivel tal que nos tenemos que avergonzar cada vez que sale el informe PISA, o simplemente cuando nos vamos de vacaciones y, tras diez años de inglés en nuestro sistema educativo, apenas nos comunicamos como indios de película. Un sistema educativo que descarta las humanidades en beneficio de carreras técnicas que, a lo que se ve, tampoco son nada del otro mundo; no hace más que eliminar de la formación de nuestros jóvenes valores que han estado presentes desde siempre en las sociedades que valoran el respeto al otro. No hace falta ser un lumbreras para conocer que a más formación en humanidades más capacidad de síntesis en las relaciones personales y, con ello, más capacidad para discernir lo que está bien de lo que está mal. El acoso sexual es tan antiguo como la religión; y digo la religión porque crece parejo a la aparición de las religiones monoteístas, aquellas que trajeron consigo la persecución de la mujer. Una persecución primero espiritual y más tarde social. Basta recordar las matanzas llevadas a cabo en la Edad Media por la Inquisición en el centro de Europa contra “brujas”, que no eran otra cosa que mujeres sabias que conocía la alquimia natural. Hoy día, una sociedad que presume de moderna debería serlo ejemplarizando los castigos para quienes acosan a otro sexualmente (hoy día también existe el acoso de mujeres a hombres). Someter sexualmente a otro condiciona en éste todo su carácter posterior. El ultraje a que se ve sometido quien sufre acoso o vejaciones sexuales no es comparable con ningún otro. Habría que obligar a los falaces políticos a elaborar leyes que condenasen de manera efectiva estos comportamientos y, de paso, eliminasen de la judicatura a jueces que viven anclados en el pasado. Jueces que crecieron a la sombra de una sociedad en la que la moralina católica lo invadía todo. Esa clase de moralina que permitía a los hombres irse a un lupanar a aliviar su tensión tras haber “acariciado” a sus señoras con el puño de hierro. En mi cabeza, como padre de una niña de diez años, está el que en la ausencia de valores sociales y la carencia de una formación adecuada reside buena parte de este asqueroso problema. La solución es fácil, tan sólo debemos ayudar a nuestros hijos a utilizar la cabeza para algo más que cortarse el pelo.

miércoles, 16 de julio de 2014

LA SENSACIÓN DE TENERTE

En ocasiones cierro los ojos y me dejo llevar por la imaginación. En ella te encuentro, solícita a mis deseos cómo yo a los tuyos. Lo bueno de los sueños es que en ellos uno puede dar rienda suelta a sus deseos más profundos y apasionados. Así es cómo te descubro, así es cómo enebro los hilos de mi deseo en tu piel. Las yemas de mis dedos se pierden en los surcos de tu piel; descendiendo por los desfiladeros de tu anatomía unas veces, ascendiendo los suaves macizos otras. La búsqueda termina, con cierta frecuencia, en el hallazgo de nuevos lugares en los que no había reparado. Uno, cuando recorre su paisaje favorito, siempre se topa con inesperados senderos que conducen de otro modo a los mismos lugares. La sensación de tenerte casi siempre concluye cuando abro los ojos y veo la lámpara que, inmóvil, pende sobre mi cabeza. Sin embargo, también a menudo, me despierto embriagado por el aroma y el sabor de una piel, la tuya, que he imaginado y sentido aun no teniéndola. La sensación de tenerte...