LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

viernes, 30 de julio de 2010

EL CAMINO DE LA FELICIDAD

Supongo que este es uno de los caminos que todos queremos recorrer en la vida, para muchos será el objetivo primordial de ella; para otros un atajo que tomar si lo encuentran en su transitar por la vida.

Cabría preguntarse qué es la felicidad para saber qué camino tomar y en qué momento. No es fácil encontrar una definición que englobe todo lo que significa ser feliz, y mucho menos si lo que se pretende es separar el concepto felicidad del hecho de poseer algo material, algo tangible. Es quizá esta última felicidad, la que no requiere nada material, la más difícil de conseguir, la que uno persigue toda su vida y, si acaso, en algún momento puede saborear, casi como el aroma o la fragancia de alguien que ha pasado y ya no está.

Uno puede encontrar felicidad en la mirada de un hijo, en al abrazo de un padre, en el apoyo de un compañero... ¿y sólo? Somos capaces de conseguir ese estado de felicidad intangible estando solos, ausente cualquier forma material de placer. No es sencillo pero sí, claro que se encuentra, pero para ello es necesario huir de prejuicios, hacer un ejercicio de, sana, liberación de pensamientos malos.

Para mí, por ejemplo, sentarme en la costa, con el viento azotando mi cara, con el sonido del mar ocultando en mis oídos el ruido sordo de mis pensamientos; logra que me sienta capaz de no pensar, tan sólo de sentir. Y sintiendo uno puede alcanzar un estado de felicidad momentáneo que dura el tiempo justo para no olvidarlo y querer repetir de cuando en cuando.

Ver como duerme mi hija, como se queda plácidamente durmiendo el sueño de los justos; supone para mí otro estadio de felicidad que difícilmente alcanzo con otras personas. La miro, la observo como quien observa una parte de sí mismo, y permanezco absorto de un mundo manirroto donde prima lo tangible sobre los valores reales que deberían forjar una sociedad: el respeto, el afecto...

El camino que lleva a la felicidad suele estar trufado de zanjas por las que es fácil caer y no ver jamás el siguiente tramo de camino. Muchos dejan el mundo sin haber podido disfrutar su minuto de gloria, sin poder alcanzar con la yema de los dedos ese preciso instante en el que, sin importarte nada ni nadie, te sientes pleno.

¡Ah la felicidad, cuánto te anhelamos y cuan lejos te hayas! Pero te alcanzaré.

TOROS

Que nuestro país es un lugar diferente lo sabe todo el mundo, que somos un pueblo cainita, también lo saben. Así que nadie se sorprenderá al ver como en una parte del Estado español se prohíbe lo que se permite en otros lugares, a la vez que se permite lo que está prohibido en otros puntos. Nada nuevo bajo el sol.

En Cataluña no permitirán que ningún torero pueda dar pases de pecho a un toro, pero permitirá que el “toro embolao” ilumine las noches de verano. Ahí el toro parece que no sufre, en fin.

Más allá de la burda demagogia que se hace a cuenta de la mal llamada “Fiesta Nacional”, cabría preguntarles a los que llevaron la iniciativa al parlamento catalán qué piensan hacer para eliminar el maltrato que sufren los pollos en las granjas, donde viven en condiciones lamentables, deberían hacer un ejercicio de reflexión cada vez que comen fuet a fin de aclarar cómo se produce, de dónde viene su carne y en qué condiciones vive el animal.

Está claro que para el profano, como yo, una corrida de toros puede resultar: burda, cruel, hortera, etc. Y estoy de acuerdo en que el toro sufre, pero… no sufren los animales de granja de los que nos alimentamos todos los días?, entonces dónde situamos la línea? El toro de lidia existe porque existen las corridas de toros, sino, no existirían porque no tendría sentido criar a un animal que sale carísimo para el rédito que supondría la venta de su carne. No toda, pues toda no puede comerse.

Cuando adjetivamos a los animales, como a los toros, solemos incurrir en la “personalización” de los animales, cuando existe una diferencia clara entre el ser humano y los animales. Entre otras muchas cosas por la capacidad de pensar y reflexionar.

No se asesinan toros, sino que se sacrifican puesto que sólo podemos asesinar a un humano. Aclarado este punto, convendría hacer un ejercicio de crítica para con la doble moral que existe en una sociedad que critica la muerte del toro, a la vez que abandona animales domésticos día a día. Hacemos leyes que legislan el abandono de mascotas, ¿por qué no hacemos leyes que permitan un mejor fin para el toro? Pues no, aquí buscamos prohibir, en lugar de legislar, prohibimos. Con lo que se dará una curiosa circunstancia en breve, y sino al tiempo, que habrá comunidades donde se potencie la fiesta de los toros y que harán de ello un punto de beneficio económico enorme. En Cataluña tendrán que templar gaitas cuando los hosteleros pidan cuentas, cuando la industria que mueve el toro (que es enorme) abandone una tierra en al que lleva muchos siglos.

Para que esto hubiese ocurrido todo parte de una recogida de firmas, en el número necesario, para una iniciativa popular que llega obligatoriamente al parlamento. Se somete a votación y… en uno de los mayores ejercicios de demagogia que he visto en años, se decide prohibir. Bien, todo lícito. Bochornoso pero lícito.

Imaginemos que en Madrid, por poner un ejemplo, 250.000 personas reúnen firmas para prohibir el fútbol, y llega a la Asamblea, y los membrillos de “sus señorías” votan a favor. ¿Qué sucedería?

Alguien dirá: no se puede comparar la matanza de animales con un partido de fútbol. Habría que responderle que efectivamente, en los toros se matan animales, pero es cierto que la entrada está prohibida a menores. Que en el fútbol la entrada el libre, y que los grupos radicales que están allí asesinan, esta vez sí, a personas. Que cuando un hijo va con un padre y observa que éste insulta gravemente una y otra vez, la aportación moral y educativa que hace a la sociedad no tiene precio. Todo el mundo sabe que lo que hacen los padres suelen repetirlo los hijos. Así tenemos el lenguaje escolar.

No me gustan los toros, pero prohibir una fiesta que hace siglos que forma parte de la idiosincrasia de un país, es cuando menos un ejercicio de estupidez. ¿No se podría legislar?¿no habría manera de encontrar un punto de equilibrio? ¿Y si en la próxima legislatura, los taurinos reúnen firmas, lo llevan a votación?¿Y si ganan? Ridículo.


miércoles, 28 de julio de 2010

EL RIO

Me gusta ir al río, me gusta tocar el agua fresca con las manos, me gusta el sonido del agua al fluir; en el río me siento diferente, observador de un mundo que no me pertenece. No tenemos aletas ni escamas, no estamos diseñados para el agua, por eso vamos por encima de ella; sin embargo me embriagan los olores que se perciben en el interior de un río, la sensación de libertad individual que te da el estar en tu canoa por el recorrido itinerante del agua dulce que un día se hará salada.

Hay muchas clases de ríos, muchos tipos de agua, muchos paisajes, todos con su encanto. Yo me referiré al mío, al que conozco, por el que transito de cuando en cuando desde hace casi treinta años.

Es curioso como la juventud, siempre inconsciente, te permite hacer cosas que no harías aplicando el sentido común. El grupo de amigos al que he pertenecido en mi niñez comenzó a remar cuando apenas teníamos ocho o diez años, en una barca de madera. Pocos eran los afortunados que sabían nadar. Sin embargo jamás fue óbice ni cortapisa para que nos aventurásemos a recorridos donde remar a ocho manos era lo habitual cuando el cansancio afloraba o la corriente se resistía.

Recuerdo aquellos tiempos como unos momentos de emociones intensas, donde debíamos achicar agua porque de lo contrario la barca amenazaba con convertirse en bañera. Y ninguno pensábamos en el peligro de aquello, estábamos en nuestro río y allí no pasaba nada.

Años después, con la prudencia propia de la edad, acudo semanalmente al río para navegar por él en un kayak de propulsión humana donde puedo encontrarme por momentos conmigo mismo. Son un par de horas en las que me concentro en el paisaje, en el viento, en el agua, donde mis pensamientos suelen limitarse a la mera observación. Podría parecer un lugar adecuado para la meditación y sin embargo es mi reducto de paz.

Si comparto el trayecto con algún amigo, entonces se convierte en una experiencia igual de gratificante pero compartida y, por lo tanto, amenizada con un sinfín de anécdotas de unos y otros.

Algún día me gustaría tener tiempo y preparación suficiente para poder acometer el recorrido de un gran río en algún punto del planeta y adentrarme en su alma para ver como la fuerza del agua es capaz de moldear, caprichosa, la orografía que se resiste a la transformación. Seguro que disfrutaría de ese viaje.

Por el momento debo contentarme con los 18 Km. que hay entre presa y presa en el lugar donde yo remo, Barra de Miño. Con todo, es distancia suficiente como para terminar agotado y disfrutar, con sus crecidas y bajadas, de un río diferente cada día. El Miño tiene tramos mucho más hermosos para navegar, mas sólo en este tramo encuentro mi pasado y mi presente.

TRAS LOS SUEÑOS, LA REALIDAD. EN LA REALIDAD UN SUEÑO

Sucede a menudo que nos dejamos atrapar por los sueños en un intento de evadirnos de una realidad que no nos gusta, o por el contrario en la que pretendemos tener una mejor vida.

Los sueños suelen ser de lo más variopinto y cabría distinguir entre los sueños que tenemos cuando dormimos, cuando nuestro subconsciente hace de las suyas y los que tenemos siendo conscientes de ello.

Quizá en los primeros poco tenemos para intervenir, tan sólo nos dejamos llevar por lo que dicta nuestro cerebro, por el conjunto de vivencias, por los recuerdos, por los deseos; nada está organizado, es pura improvisación. El resultado a veces nos gusta otras no, pero...

En los segundos si intervenimos con toda nuestra capacidad, somos nosotros los que decidimos qué queremos soñar, que universo es el que queremos explorar en este preciso instante, controlamos el aquí y el ahora. Si lo que nos apetece es tener dinero pues imaginamos qué haríamos con esto, con aquello, alguno incluso se imaginaría comprando voluntades. Si no tenemos pareja soñamos con un amor verdadero, con un mundo de color. Si queremos estar solos entonces nos imaginamos en un mundo sin prisas, en una dimensión paralela donde el tiempo lo marcamos nosotros y del devenir de los acontecimientos también.

Pasado este período de ensoñación, de elucubración, de deseos, llega la realidad. Y ésta, nos muestra que el aquí y el ahora son diferentes, que tenemos que trabajar, que no podemos llegar con suficiencia a final de mes, que el amor que creíamos se ha marchado por el sumidero de la memoria, que la soledad buscada y ansiada hemos de encontrarla en medio del bullicio que nos rodea.

Y entonces, cuando la realidad se torna incómoda, cuando podemos llegar a sentirnos incómodos incluso con nuestra propia presencia; cerramos los ojos y los abrimos con la mente en blanca, mirando alrededor y descubrimos que la vida, nuestra vida, es sueño. Y lo es porque tenemos al alcance de nuestra manos tanto como queramos, al alcance de nuestra imaginación todos los imposibles, a tiro de piedra de nuestros sueños todo cuanto creemos que puede ser.

Cuando seamos capaces de vivir nuestra realidad como un sueño será porque estemos preñados de nuestra propia felicidad. Henchidos de la gloria que da el ser dueño de nuestro propio destino.

viernes, 23 de julio de 2010

SOMOS COMO SOMOS... O NO

Dicen que mirando a la cara a las personas, que fijándose en los ojos del otro, uno se da cuenta de muchas cosas. Lo cierto es que vivimos en una sociedad donde casi todo el mundo sabe fingir lo suficiente como para hacer difícil valorar por una cara o por una mirada si quien está delante nuestra, está feliz o no.

Lo que es indudable es que la sonrisa se puede fingir durante un tiempo, pero la actitud persiste en el tiempo sólo puede ser real, de lo contrario se transforma en mueca.

El espejo del alma era la cara hasta no hace mucho, hoy día quien sabe, incluso puede ser un perfil en facebook o similar. Cada día que pasa aprendemos a ser una cosa en la red y otra en la vida diaria. Nos creamos una especie de avatar, en este caso con nuestra misma cara, donde decimos y hacemos lo que...

En ocasiones no es fácil ser como realmente somos, por lo que tendemos a crearnos una pantalla, un personaje, que mostramos a los demás, mostrando sólo nuestra verdadera personalidad a unos pocos afortunados o desgraciados que creemos dignos de nuestra confianza.

¿Por qué lo hacemos? Sin lugar a dudas por temor, por no ser como se espera de nosotros, porque en nuestra sociedad las personas cada día están menos valoradas, en un mundo superfluo donde lo que importa es lo que pareces ser, muchos se empeñan en ser otra cosa.

La personalidad de uno suele estar muy acusada a poco que uno rasque en la superficie. Quizá nuestra manera de ser no guste a muchos de los que nos rodean, sin embargo, en lugar de mantenernos firmes en nuestra manera de ser, intentamos adaptarnos al medio. El ser humano es un experto en ello, en la adaptación. Lo mismo se adapta a la dictadura de la moda como a la imposición del marketing, y no pasa nada por ello, se trata de supervivencia.

Convendría, sin embargo, hacer una breve reflexión sobre lo que implica vivir cómo lo hacemos, sobre un mundo en pretérito imperfecto que nos estamos creando, donde vivimos lo que no sentimos, sentimos lo que no vivimos y actuamos como no somos. Al final, cuando queremos ser... no alcanzamos.

No es fácil ser de una manera determinada y sostenerlo en el tiempo sin llevarnos unos cuantos golpes. Los que son capaces de mantenerse impertérritos a pesar de los cambios de nuestra sociedad, son afortunados, pues conocen el terreno que pisan. Y lo que es más importante, en el fondo se conocen a si mismos.

La mayoría de la sociedad es capaz de mantener una cosa y su contraria en breve espacio de tiempo y sin el menor rubor. Todos tenemos algo que ocultar en nuestro pasado, todos tenemos un marrón en nuestras vidas. Unos no se esfuerzan en ocultarlos; por el contrario hay quien es capaz de invertir el arco iris para evitar ser descubierto.

Está claro que en la imperfección del ser humano es donde encontramos el atractivo, la diferenciación, lo puro. Entonces... por qué buscamos la perfección; por qué razón nos vemos empujados a ser cortados por un mismo patrón social...

Somos como somos, eso es indudable....¿o no?

miércoles, 21 de julio de 2010

QUIERO DECIRTE QUE

Cada día a tu lado es una experiencia nueva, un juego de colores sin un claro principio ni fin. Una enseñanza para mi vida. Desde que te conozco, cada minuto es diferente al anterior. Algunas veces, me he sentado contigo en el alfeizar de la ventana para poner mi hombro a tu alcance y que sollozases en él. He sido testigo de tu crecimiento como persona, de tu desarrollo como ser humano, y sin quererlo, has sido la causa de mi cambio personal, de hacerme un poco mejor cada día.

El presente a tu lado, es un mundo de sorpresas, un universo de sabores diferentes, donde cada día tiene algo que lo hace totalmente diferente al anterior. Contigo las emociones son intensas, conduces generalmente a la carcajada, el llanto o directamente a la felicidad.

El futuro nos pertenece, eso lo sabemos, y lo escribiremos juntos hasta ese preciso instante en el que decidas que yo no tengo que estar; ese momento que hará de ti una persona libre en todos los sentidos. Ese día saldrás de mis brazos, atrás dejarás a alguien triste y orgulloso.

Así es nuestro amor, incondicional, terriblemente intenso, absolutamente blanco, hermoso. Por eso quiero disfrutar de estos instantes, de estos breves momentos de mi vida donde uno no acierta siquiera a explicar cómo de grande es un sentimiento, este que tengo.

Eres la absoluta dueña de mi corazón, la mujer de mi vida, y lo serás toda la vida. Como niña de mis ojos y dueña de mi corazón que eres, sólo me queda esperar que un día, siendo ya mayor, te sientes conmigo en el ocaso de mis días y compartas un tiempo conmigo, recordándome los tiempos que ahora vivimos. Quizá sean estos sólo mis recuerdos y ellos están plagados de ti.

Te quiero y siempre lo haré.

CONSUMOS

El ser humano siempre h atenido dificultades para asimilar el conjunto de problemas y dificultades que la vida va situando a su paso. Unos pocos recurren a soluciones inocuas, como el pensamiento, la razón y la consulta. Los más tratan de superar sus problemas acariciando, cuando no sujetando con las dos manos, las más variadas sustancias.

Así las cosas son muchos los bebedores sociales, los que buscan ahogar sus penas en alcohol, un día tras otro. Pese a que ven que, no sólo no perecen entre tanto líquido, sino que los efluvios del alcohol les hacen ver el mundo desde una perspectiva irreal.

El consumo de ansiolíticos, antidepresivos y diversos fármacos destinados a la relajación, cuando no anulación, de la voluntad humana, ha aumentado de forma exponencial. El estrés, una enfermedad del mundo desarrollado, ha logrado que sea más conocido el Tranquimazín que el chocolate Nestlé. Y su consumo se ha disparado sobre todo a consecuencia del boca a boca.

Siempre hemos consumido algún tipo de droga: unas blandas y otras duras, entre otras muchas razones por nuestra presunta incapacidad para comprender, y asumir nuestros problemas. Hay muchos que consumen por el mero hecho de transgredir, de investigar qué sucede durante el consumo de esta o aquella droga. La búsqueda de ese vuelo sin motor ni prisa, al que parece que te pueden trasladar algunos psicotrópicos.

Lo curioso de toda esta espiral de consumo politoxicómano es que ninguna de estas sustancias soluciona, retrasa o aleja el problema de base. Así corremos el riesgo, innecesario, de seguir consumiendo a la espera de que desaparezca sólo; cuando la realidad, siempre tozuda, lo incrementará.

Por encima de las instigaciones comerciales y de todo interés particular de quien vende un tipo u otro de sustancia, lo cierto es que subyace en el mundo occidental la necesidad de no vivir la vida que tenemos, sino de intentar una vida extra corpórea. Pretendemos que lo lento vaya rápido y viceversa.

Nos preocupamos de hacer campañas contra el consumo de drogas como la heroína, la cocaína, etc. Y por el camino aparece la cultura del botellón que todo el mundo obvia, donde nos mostramos complacientes con las borracheras repetidas de adolescentes. Adolescentes a los que después será imposible coartar en el consumo de otro tipo de cosas, porque no tendremos ascendencia ninguna sobre ellos.

Campañas gubernativas “luchan” para mejorar la calidad de nuestro “Estado de Bienestar”, una forma de sociedad a la que nos hemos acostumbrado todos sin dificultad; y para ello miramos hacia otro lado ante el aumento de medicamentos que no precisamos, creando una sociedad del medicamento. ¿Alguien ha podido valorar la relación causa – efecto entre el consumo de ansiolíticos en España y los accidentes laborales? ¿Podría estar la baja productividad nacional relacionada con el consumo de antidepresivos? ¿Hasta dónde llegan los tentáculos de las farmacéuticas? ¿Realmente interesa luchar contra el tráfico de drogas? ¿Existirían entonces los fondos reservados y las brigadas especializadas?

AMOR Y NARCISISMO

Todo el mundo habla del amor, todos creemos conocerlo, llenamos páginas de libros explicando qué sentimos y cuan maravilloso resulta estar enamorado. Y desde luego uno se siente en la gloria cuando llega ese momento.

Sin embargo cabría preguntarse si nos gusta estar enamorados y amar por la necesidad de querer a otro, o por un ejercicio de narcisismo que nos hace sentirnos perfectos cuando somos el objeto de deseo de otro.

Muchos son los que se sienten cómodos en ese papel de centro del universo del otro, siéndose amados, deseados, queridos. Y no es ninguna barbaridad pensar que para ellos amar es un ejercicio de narcisismo puro y duro. Pues no les gusta tanto amar como que les amen.

Amar es toda una labor, es algo que compete a los cinco sentidos, al corazón, a la cabeza, incluso a las vísceras, pues son muchos los amores que nacen de las tripas. La personalidad narcisista la tenemos un poco todos; así que no es una opinión descabellada reflexionar de esta manera.

En todo caso, es el amor algo que todos buscamos, que no siempre encontramos y que cuando lo hayamos lo sentimos como algo tan intenso e interno que no reparamos en si amamos o nos aman… o sí?

sábado, 17 de julio de 2010

CUANDO SE PONGA EL SOL

Pocos momentos del día son más hermosos que cuando el sol se empeña en esconderse tras una montaña, tras un edificio, tras el mar, privándonos de su luz y dejándonos en la retina juegos de luces y colores que no pueden ser comparables a ningún otro momento del día. Después llegará el lusco-fusco, un momento este más propio de inicios de aquelarres o fiestas paganas, que de recogimiento.

Cuando se ponga el sol en mi vida, confío en poder mirar atrás y contemplar desde tan lejano lugar que un día, puede solucionar a lo largo de la mañana y la tarde, los errores que pude cometer desde el alba. A partir de ese instante sólo me queda esperar a que me atrape la madrugada, con ella lo negro, lo oscuro…

Mientras ese momento llega, son muchas las puestas de sol que espero ver a lo largo de mi vida. Confío en ver muchas de ellas acompañadas de mis seres queridos, de las personas que aporten algo a mi vida. Cada puesta de sol es diferente, como cada instante, como cada individuo. Todos aportamos algo a ese momento y por ello lo hacemos particularmente nuestro, intenso.

Nunca comprenderé a los que prefieren la noche, a quienes se privan de pasar una hora y media observando como el día agota sus ultimas bocanadas de luz. Es un momento romántico sin duda, que se puede tornar triste si se ve cerca del mar y en compañía de quienes un día enviaron a los suyos en busca de fortuna y encontraron sólo la pérdida. Así y todo, si un día alguien me debiera recordar una vez deje de estar presente que sea ahí, al lado del mar.

Este verano quiero iniciar a mi hija, pretendo enseñarle que momentos como esos siempre quedarán en su cabeza, que el día que sea una anciana venerable, en su retina brillará el sol que un día vio, siendo la niña que es. Ojalá lo comprenda. Y si no lo hace… persistiré.

Cuando se ponga el sol…

viernes, 16 de julio de 2010

Y SI UN DÍA ME DESPERTASE MUJER

De pronto me despierto por la mañana, el ruido de los coches en la calle ha logrado despertarme; somnoliento camino hacia el baño de mi casa, enciendo la luz con los ojos a medio abrir; la luz infame del espejo me ciega. Me siento en la taza como todos los días y dejo que mis fluidos salgan del cuerpo; ya casi he terminado, los ojos ya se han adaptado a la claridad.

Voy a incorporarme, algo no va bien, quiero sacudírmela y no la encuentro. Observo con pasmo que dónde colgaba una verga la noche anterior ahora se aventura un botón oculto entre los pliegues de una piel que jamás he tenido.

De un salto me incorporo ante el espejo y me miro, con la esperanza de que los pelos de mi barba delaten mi masculinidad y que al volver a mirar hacia abajo sólo haya sido un susto.

El pelo me llega por los hombros y no hay rastro de barba, la nariz afilada, y unos enormes senos se muestran en su esplendor bajo mi camiseta. ¡Rediós! Caigo de culo, asustado o asustada, ya no lo sé. Me miro con detenimiento, los pelos que recubrían mi cuerpo la noche pasada han desaparecido. Absorto en mis pensamientos intento recrear lo que pasó antes de dormir, “nada”, no pasó nada. Así que debe de ser un sueño.

Y si es un sueño…por qué no vivirlo. Me levanto del suelo, la baldosa está fría. Me quito la camiseta a la vez que instintivamente busco una goma para recoger el pelo en la parte de atrás de mi cabeza, yo que normalmente me peino con dos dedos pues con tres me sobran.

Me introduzco en la ducha, donde el agua caliente me parece hirviendo, sin duda mi temperatura corporal ha cambiado. Me ducho recorriendo mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza. ¡Tengo culo! ¡Y no tiene pelos! Que cosas tiene la naturaleza. Los pezones se me han puesto duros, debe de ser por el roce de la toalla al secarme; siempre he sido un hombre de mañanas bobaliconas y ahora he tornado en dama de mañana ardiente. En fin.

¿Qué me pongo? No tengo nada de mujer, pienso camino de la habitación. Abro el armario con la esperanza de encontrar una camiseta amplia y un vaquero, tendré que comprar ropa al salir. Pero no hace falta, en el lado izquierdo, donde estaban mis camisas descubro unos cuantos vestidos para salir a la calle y zapatos que van a juego. ¿Pero si gasto un 47? Pues no, el pié ha mermado.

Después de media hora eligiendo zapatos que vayan con tres vestidos que no me he puesto, he logrado lo que buscaba, encajar una minifalda de infarto con unas botas hasta las rodillas y una camiseta ajustada. Encima pondré una cazadora, sí, una de las ocho que he sacado del armario. Me miro al espejo de la habitación… uff ¡que putón! Pienso para mí, y sonrío. En el fondo el que sufre siempre es el que mira y yo estoy mono, o mona.

Media hora para poner el rímel en las pestañas sin que parezca Alaska, un cuarto de hora para pintar mis labios sin parecer una mujer de alquiler por horas; ¿qué pendientes me pongo? Da igual tengo melena y para una vez que tengo pelo lo llevaré suelto, así que unos pequeños que las orejas no se verán.

Hecha un pincel salgo a la calle, en le portal me encuentro con el argentino, nunca me saluda, pero hoy me ha dado los buenos días y me ha mirado de una manera muy irreverente, sin duda es un viejo verde. Estoy por enseñarle el culo para que se restriegue en el garaje…

Entro al bar a desayunar, aquellos que parecen mirar el periódico; a mi paso, sólo miran mis piernas y mi culo. Sin duda hay mucha hambre por las mañanas. Tras un desayuno sosegado con un croissant integral y un zumito me voy al trabajo. Los comentarios a mis espaldas sobre la cortedad de mi minifalda son equivalentes a la cortedad mental de quien los pronuncia. Ser mujer comienza a ser incómodo en algunos lugares.

A media mañana comienzo a estar harta de las botas y la minifalda; sin duda debí haberme decidido por el vaquero y los zapatos bajos; estaría más cómoda y me mirarían menos.

Se ha terminado la jornada laboral, hace calor. Voy a ir a por una pieza de fruta, cambiarme de ropa nuevamente y salir a tomar el sol. Atrás quedan las comidas pantagruélicas que me metía a las tres de la tarde cuando entre mis piernas colgaba algo.

Al sol, con los pechos al aire se siente uno cómodo, pese a vivir en una ciudad donde los viejos hacen cola para situarse en los bancos desde los que pueden observarse las orillas del río. Alguno sufrirá un desmayo y contará en casa que tiene el azúcar alto. Alto, lo que se dice alto ya no tienen nada, pero…lo sueñan; y claro.

Vuelvo a casa, estoy abrasada, sudo; necesito una ducha. Me lavaré el pelo también, pues la crema solar me lo ha manchado. Acondicionador, champú, gel, crema exfoliante, crema hidratante… secador. Va a resultar que el baño es el lugar donde más tiempo he estado hoy.

Se hace de noche, estoy guerrera, quiero ver hasta donde soy capaz de llegar. Esta noche me visto para matar.

Y salgo de casa como una auténtica loba, dispuesta a dejarme seducir. Al cabo de una hora tres me han dicho lo mismo, cuatro sólo quieren tocarme las tetas, uno me ha rozado con su verga contra el culo. Casi le parto la cara al último por decirme lo que me dijo al oído. ¡Que se lo diga a su madre!

Este me gusta, sí, me lo voy a llevar a mi casa. Bueno mejor no, que me lleve él a algún lado. Jajaja, me propone el coche el muy gilipollas, pero si mido casi 1.90, ¡Que pretende!

Al final vamos a un motel, en el hotel no porque le da corte que lo vean. Igual está casado y todo, pero… no lo quiero para dormir con él, sino para que me de una alegría al cuerpo.

¡Que horror! ¡No sabe ni para que le vale! He estado media hora con las piernas abiertas y un inútil lamiéndome no sé muy bien qué ni con qué. Gusto, lo que se dice gusto algo sentía pero… le he sonreído porque sino pega el gatillazo padre. Al final, una que es apañada y tiene los dedos largos, logra lo que este no logró.

Tras media hora de empujones, no sé donde leches me quería transportar a través de la pared, el llegó y con ello el final de su fuerza, su paciencia y su gracia. Le entraron las prisas por regresar a casa; y dicho sea de paso, a mí también.

Una ducha breve, y a cama. Mañana tendré tiempo de acomodarme. Me acuesto.

Suena el reloj, mi mano derecha busca entre las piernas, sí, ¡estás ahí! Me rasco una y otra vez…que gusto por Cristo. Me voy al baño, me siento, salen mis fluidos, mis ventosidades. ¡He vuelto! Entro en la ducha, gel para todo el cuerpo y cabeza, cinco minutos, salgo. Dejo la toalla en el suelo, después la recojo. Voy al armario, hoy tengo que ir a la oficina para hablar con el jefe. Cojo una camiseta entre blanca y amarilla “Que miras con cara de gilipollas” tiene inscrito en el pecho. Me irá bien con los vaqueros de ayer. Me calzo. Salgo a la calle….

LA ESPERA

¿Hay algo que desespere más al ser humano que la espera? Posiblemente sí, pero la desesperación por una espera larga y tediosa puede alcanzar cotas inenarrables.

Pero cuantos tipos de espera conocemos, cuantos somos capaces de soportar, hasta dónde, en qué circunstancias.

La espera por las notas, cuando somos estudiantes, es uno de los momentos más tensos de esa edad, en la que de una apreciación, que nosotros siempre creemos errónea, por parte de un profesor se derivarán no pocas consecuencias, unas buenas otras…

La espera por el primer beso se torna tan eterna como efímero su desenlace, todo los más que alcanzas es a rozar los labios. Sin embargo las consecuencias son terribles para el ser humano, que se vuelve adicto con la sola sensación de contacto. Curioso episodio éste de una adicción magnífica y poco estudiada.

La espera por el test de embarazo mientras rezas cuanto sabes en la puerta del baño, esperando que las rayas del aparatito no den al traste con tus ilusiones o por el contrario te den la mejor noticia del mundo, aquella que esperas con anhelo y desesperación. Los laboratorios no estudiaron, o sí, el grado de satisfacción o dolor que uno de esos “chismes” pueden producir. El terremoto que se produce a continuación, tanto en un sentido como en el otro.

La espera por el que no llega, por el hijo que tarda, por el esposo que no regresa, por el amigo que se ha perdido. Es el momento de las elucubraciones, de ponernos casi siempre en lo peor, porque es condición humana pensar en la muerte o en el dolor. Casi siempre estas esperas tienen final feliz, pues es condición nuestra no tener en cuenta a quien nos está velando en casa, mientras nos divertimos y reímos ajenos a todo.

La espera por los resultados de una enfermedad, aquellos que te sitúan en esa delgada línea que va de la alegría a la tristeza. La incertidumbre suele matarnos a casi todos, la certeza de un diagnóstico puede abrumarte, hacerte fuerte o débil. Mas la espera por unos resultados inciertos puede destruir el mejor de los caracteres, derribar la mente más fuerte.

La espera por el que se sabe no va a volver, por el que un día nos ha dejado y jamás volverá a mirarnos a los ojos, salvo en los momentos oníricos donde nos reconfortará su presencia. Quizá sea esta una de las esperas más difíciles de llevar. Otear un horizonte imaginario con la certeza de no encontrar nada y enfrentarlo a la ilusión de nuestra memoria que lo ve acercarse como si nunca se hubiese ido.

La espera.


AGUJEROS EN LA MEMORIA

Esta tarde me he topado con un buen amigo de cuando era un niño y he visto de cerca la cara oculta de la memoria, ese oscuro lugar donde se guardan los recuerdos del ayer, donde se pierden las huellas del hoy.

No es demasiado mayor, no creo que llegue a los setenta años, y la degeneración de su mente ha avanzado a pasos agigantados desde la ultima vez que me lo encontré, dónde las pérdidas de memoria se circunscribían a dónde había puesto las llaves.

Ahora lo azoran los momentos recientes y revive con intensidad aquellos hechos acontecidos en su tierna infancia, en su adolescencia, en los momentos en que conoció a su mujer y descubrió el amor. Lo de hoy, lo de ayer, lo de hace dos meses, carece ya de importancia. Vive el presente en pasado imperfecto, esperando un mundo pluscuamperfecto donde un día se encontrará con el vacío.

Para quienes viven con este tipo de enfermos la cuesta arriba se empina cada vez más. Si ya resulta duro cuidar a un enfermo terminal, mucho más estar al lado de quien un día te preguntará “cómo te llamas”. Nos consuela pensar que ellos no sufren, que no padecen, que se irán al final de sus días sin más pena que la de abandonar un mundo en el que no han recordado vivir.

Yo me pregunto si es cierto esto, o si por el contrario nuestro cerebro, ante la imposibilidad de hacer frente a una pérdida galopante de memoria, no hace un esfuerzo numantino por anclarse en el pasado para no perder un referente, un horizonte. Me resisto a creer que los agujeros en la memoria sean tan grandes que nuestros días los terminemos como un conjunto vacío e inconexo. Es un consuelo para los que estamos bien que la ciencia nos diga que ellos no sufren, pero… ¿cómo se mide el sufrimiento de la ausencia de recuerdos? ¿Cómo se mide la imposibilidad de recordar como se llama el individuo que día a día nos lava, nos asea, nos da de comer? No conocemos el cerebro más que un océano. Sin embargo nos aventuramos a despreciar la capacidad de éste para actuar por su cuenta y riesgo. Mientras que somos capaces de aseverar a viva voz que lo mejor del océano está por descubrir.

Los agujeros en la memoria nos ayudarán a una gran parte de la población a morir sin tener que recordar episodios penosos de nuestras vidas. Porque son los últimos años los que solemos perder, aquellos donde las enfermedades hacen mella, donde la pérdida de iguales es común. Quizá por ello deberíamos intentar mejorar en lo posible el aprendizaje temprano, hacer de la infancia, adolescencia y juventud un universo lleno de color, olor y sabor. Para que cuando viejos podamos reverdecer unos laureles primigenios que nos hagan llegar al ocaso con una sonrisa pícara en la cara.

Algún día la ciencia descubrirá cómo detener el deterioro neuronal del Alzheimer, de la Demencia Senil, entonces, en esos momentos, ya serán otras las enfermedades que nos superen. Afortunadamente para la raza humana, nunca seremos capaces de vencer a la muerte. Ésta, por dura que sea, es tan necesaria como la vida.

jueves, 15 de julio de 2010

HORIZONTE

Siempre es una meta inalcanzable, un lugar que uno persigue con ahínco con la esperanza de lograr alcanzarlo algún día, aun sabiendo que quizá sea imposible.

Como perseguidor de utopías siempre he buscado mi propio horizonte, aquel donde se asientan mis deseos remotos, mis anhelos imposibles. Acudo siempre que puedo a la misma recta que me llevará hacia él, camino por ella: unas veces rápido otras lento; Al final siempre que levanto la cabeza, el horizonte sigue ahí, en lontananza.

Cuál es el horizonte del amor sino la conquista del cuerpo y el alma del sujeto amado. Y cual el horizonte del rencor, sino satisfacer las ganas de venganza que el ser humano arrastra en sus entrañas.

Dice Mario que el único horizonte que un día alcanzamos es el de la muerte, pero quienes lo atraviesan jamás vuelven para contar cómo es aquello. Signo inequívoco de que: o bien están en un lugar genial, o no hay nada; pues el ser humano no resistiría estar en un lugar malo sin quejarse y hacerse notar. En todo caso es ese un territorio ignoto para la mayoría de nosotros.

El horizonte se esconde cada noche para volver aparecer al alba; cuando los últimos estertores del sol se anuncian en él, cae de pronto la noche y nuestro horizonte se esfuma. Al alba, cuando la luz anuncia vida, cuando el sol inunda el día, entonces vuelve a aparecer para indicarnos que es hacia allí, hacia dónde debemos ir.

Hay quien confunde horizonte y horizontal; como hay quien se resiste a diferenciar entre cariño y amor; entre placer y gusto. Para ellos sólo cabría desearles que un día se atrevan a perseguir su propio horizonte y que lo atraviesen. Quién sabe si así se encontrarán a sí mismos.

Continuaré mi camino, perseguiré aquello que diviso desde el balcón de mi mente; y si un día lo atravieso, si un día lo alcanzo, entonces prometo regresar y contar cómo me fue.

AMOR

A lo largo de la historia del hombre son muchos los que han escrito sobre el amor, los que han expresado con palabras cargadas de belleza, cómo es y qué se siente. Es por ello que yo también me he decidido a escribir sobre él. Aun a sabiendas de que jamás lograré expresarme como un poeta, un dramaturgo, un artista; todo lo más que puedo hacer es escribir como un soñador.

Y como un soñador he de describir el estado de completa indefensión que produce el estar enamorado, el amar, el querer. Pocas veces en mi vida he amado de verdad, y muchas menos he estado verdaderamente enamorado. Y resulta paradójico que alguien que ha buscado tanto el amor lo haya encontrado tan poco. Intuyo pues que la búsqueda del amor es un artificio imprudente que te puede llevar al desaliento personal, y a causar un daño innecesario en los demás.

Ahora comprendo que el amor es el que te encuentra a ti, el que te abraza sin que te des cuenta, el que te desarma y de deja sin argumentos cuando quieres revelarte contra él.

Pero ¿qué es el amor? ¿Cómo lo descubres?¿Cómo sabes que lo estás sintiendo? Comienza por el deseo de ver, de hablar, de tocar, de tener cerca; por ese impertérrito sentimiento de ausencia cuando no está presente la persona amada. Lo descubres cuando te ves añorando, cuando la dureza del alma da paso a la bondad del corazón. Sabes que lo sientes porque cuando lo dejas de sentir el vacío es tan grande que cabría cualquier cosa en medio.

Difícil explicar el amor sin atender a la piel, al olor, al color, al sabor, a la percepción. La piel se te eriza con su presencia, con su ligero roce o con el intenso calor. El color del amor es de una belleza superior a la del arco iris, pues un universo de color te rodea cada vez que te hayas en su presencia, los rojos son más intensos, los verdes muestran más esperanza que nunca... El sabor del amor es una delicatesen que no todos estamos acostumbrados a percibir, la explosión de placer gustativo y sensorial es de tal magnitud que puede hacerte llorar. La percepción del amor se hace latente en cada esquina, en cada instante, cuando te paras un minuto a reflexionar y te das cuenta de que tu vida ha cambiado, de que ya no haces las mismas cosas, que sueñas de otra manera.

Hay quien afirma que se puede morir de amor, no diría yo que no. La pérdida nunca es superable fácilmente cuando esta se produce de una forma natural, sin traumas personales. La pérdida física de un amor no tiene parangón en cuanto al dolor. Perder de otra manera hace que nuestros mecanismos mentales suplan con explicaciones varias la sensación de vacío.

Amar, amor, amante, amatorio... cuantas palabras iniciadas con la misma vocal y cuantas palabras que parten de una misma raíz. Y cada una significa una cosa distinta y la misma. Uno puede amar muchas y variadas cosas, desde una persona a un perro. Puedes sentir amor por una persona pero, y es mi opinión, difícilmente puedes sentir amor por un animal, aunque hay de todo claro... Ser amante es una parte esencial del juego del amor; cómo no ser el amante de la persona que amas, de la persona que quieres y deseas; también se puede ser amante de quien no se ama, pero ese es un sentido diferente de una misma palabra.

Amor, que complejo eres y aún así, cuanto me gustas.

miércoles, 14 de julio de 2010

MISERABLES

Hay varias especies de miserables. Están por supuesto los asesinos, los canallas, los uxoricidas, los degolladores, los verdugos, los envenenadores, los parricidas. Pero hay miserables recónditos, ladinos, furtivos, solapados, que se enmascaran de honestos, se camuflan de héroes, se fingen generosos.

La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque el alma no admite cirugías.

Una loca ambición del miserable suele ser el poder. Aclaro que no todos los poderosos son miserables, pero sí los más encumbrados, los hacendores y financiadores de armas atómicas, los invasores de paisitos, los blancos que discriminan a negros y amarillos, los cazadores de palomas y de liebres, los inventores de calumnias. Hay miserables diplomados, que a veces llegan a ser miserables diplomáticos, y no fallan los que son miserables consigo mismos, esos que le hacen zancadillas a su buena fe, o sea los que se borran de su propia memoria para convertirse en solemnes granujas.

Dicen que Dios creó a los miserables para proporcionar trabajo a los ángeles justicieros. Pero los miserables son capaces de cortarles las alas.

Benedetti.

Abundaría en esto añadiendo a los muchos miserables que teniéndolo todo se quedan con lo de los demás; a los que te birlan el cariño bajo el pretexto más absurdo; a los que no quieren darse por aludidos cuando se les señala por su prepotencia. Miserable es aquel que se aprovecha de otro a sabiendas de ello y estando en mejor condición de partida.

Hay muchos tipos de miserables, todos con un denominador común: su ombligo. Pues es siempre fétido el ombligo de los miserables, ese al que se miran cada día, cada mañana, buscando la aprobación a una conducta grotesca, marcada por el desafecto y la autarquía personal.

EL MUNDO PASA

Son muchos los días y las noches que me siento en el balcón de mi casa dispuesto a ver como el mundo se mueve a mí alrededor, como pasan las cosas, como se mueven de un lado a otro.

Y son muchas las cosas que van deprisa, tanto que apenas da tiempo a percibirlas; cada día tenemos más necesidad por el “ya” por el “deprisa”. Queremos las cosas para ayer, apuramos los minutos para restarle segundos. Quizá creamos, obviamente equivocados, que podemos hervir agua a 90º simplemente, por que sí.

Los niños de hoy ya no serán adolescentes, estamos empujándolos a que pasen de niños a adultos, tras un breve paso por una pubertad manirrota, quitándoles el derecho a la juventud.

Ya no esperamos la llegada de la noche para dormir, ni el alba para despertar; nuestro mundo transita sin horarios definidos, sin principio ni fin; con el único objetivo de hacerlo con la mayor premura de tiempo; obviando toda consecuencia.

¿Y cuáles son las consecuencias? Muchas, y casi todas tienen mucho que ver con lo que nos perdemos.

Maduramos a marchas forzadas a nuestros hijos, sin dejar que se lleven los golpes y magulladuras suficientes que la vida enseña, no permitimos que maduren sus conciencias con las equivocaciones de su inconsciencia. Queremos manipular sus vidas para que vivan las nuestras.

Nos perdemos el maravilloso desarrollo de la sociedad por nuestra propia necedad, al no preguntarnos más sobre nuestro mundo, sobre él por qué de las cosas.

Pocos pueden contar en primera persona, sobre todo en las grandes ciudades, cómo es el desarrollo de una planta, de una flor, de la vida natural. Casi todo lo damos por hecho, como si las rosas no precisasen espinas para resultar hermosas. Nada es porque sí.

Sí, el mundo pasa delante de nuestras narices, da giros inesperados, se pone por montera a la especie humana y ésta se cree que realmente es ella la que torea. Nos creemos capaces de todo, incluso de reventar y destrozar el mundo que conocemos, incapaces de ver que nosotros pasaremos, dejaremos este lugar y otros vendrán, pues el mundo es mundo sin el hombre y con él.

Observando lo que tengo a mí alrededor creo que hay muchos individuos que optan por dejarse hacer, por no participar de nada, por esperar a que los acontecimientos sobrevengan y los atrapen, por no interferir en el devenir de los acontecimientos; quizá, sin saberlo, sean la lacra verdadera de la sociedad.

Pero también hay muchos que quieren cambiar el curso de los acontecimientos; románticos empeñados en demostrarse a sí mismos que el esfuerzo, la oportunidad y algo de fortuna, son cualidades necesarias para cambiar el curso de las cosas, modificar el mundo que conocemos y adaptarnos a él.

Desde este, mi balcón, observo muchas más cosas; también a mi hija, a la que me gustaría ofrecerle la oportunidad de ser hermana, de ser parte de una familia mayor, para que pudiese ejercer ese liderazgo del mayor, del que va por delante. E intentar que con ello se implicase más en el cambio de lo que existe.

Son nuestros hijos nuestro futuro y es nuestro presente quien debería facilitarles el desembarco en una inmediatez que se presenta dura. Quiero enseñarle a ella una visión optimista de la vida, incluso soñadora; la realidad, empero, mostrará su cara menos halagüeña.

¡Ah el mundo! Que bello lugar para estar a pesar de nosotros mismos.

viernes, 9 de julio de 2010

TE OBSERVO

Muchas veces lo hago, en la distancia, con la prudencia necesaria para que no seas consciente de mi presencia. Otras veces simplemente cierro los ojos y te imagino. No es lo mismo una cosa que otra; pero son más las veces que te miro imaginando que las ocasiones en las que te imagino observándote.

Veo ante mí la oportunidad de mi vida, el deseo, el anhelo, el sueño, las ganas de vivir a tu lado. Trato de comunicártelo de todas las maneras posibles, me hago presente en cada oportunidad que tengo, intento llamar tu atención como el niño llama la atención de un padre mirando sin pestañear la máquina de los peluches. Así paso muchas veces mi tiempo; comportándome como un niño.

Te observo en tu quehacer diario, trato de aprender como es el aire que se mueve a tu lado para poder disfrutar un día de ese mismo oxígeno que mima y rodea tu ser. Quiero ser capaz de captar con la sensibilidad de una madre las necesidades que puedas tener en cada momento; pero no para complacerte en todas ellas, sino para que descubras que podemos viajar en el mismo tren y que puedo ayudarte cuando lo necesites, mas es mejor que el camino lo hagas tú.

Te observo cuando me miras; y lo hago más allá de lo que mis ojos muestran y los tuyos enseñan. Trato de hacerlo en la profundidad de la vida, para que puedas descubrir el fondo de la mía.

Observo tantas cosas que precisaría miles de páginas para explicarte lo importante que eres para mí. Todo comienzo tiene un primer paso… y yo estoy aquí y te observo.

PÉRDIDAS

Todos sufrimos pérdidas a lo largo de nuestras vidas, a veces irreparables por lo que significaron en el conjunto espacio tiempo de nuestras vidas; quien más y quien menos ha sido víctima de una pérdida en forma de óbito, quizá la más evidente y dolorosa pérdida. Es este tipo de pérdida el más terrible y sin duda el definitivo. Sin embargo no quiero hablar de este tipo de pérdidas.

Quiero hablar de lo que hemos perdido, lo que vamos perdiendo en largo caminar de nuestra vida. Hablar de los labios que nos besaron y que ya no lo hacen, de los olores que descubrimos y que han cambiado.

En casi treinta y ocho años he perdido no pocas cosas, otras también las he ganado. Mas estas últimas las tengo presentes, vívidas y no las recuerdo. Son las otras, la que ya no están, las que ahora quiero recordar.

He perdido la capacidad de sorprenderme con algunas personas; personas que un día anunciaron una gran amistad y al cabo del tiempo devinieron en un vacío absoluto.

He perdido gran parte de la inocencia del ignorante, esa bendita ignorancia que hace que unos pocos fastidien a otros muchos días sí y día no.

He perdido el tiempo en tomar diferentes caminos: unos desconocidos por mí, otros impenetrables, los más lo que ya sabía que serían infranqueables y aún así los intenté superar. Pese a todo, de nada me arrepiento pues arrepentirse de haber tomado un camino de manera consciente no deja de ser un ejercicio vacío de autocomplacencia.

Dice el escritor que lo perdido tuvo color pero ahora es incoloro, lo que nos demuestra que es necesario perder para darse cuenta de lo importante que era lo que perdimos.

Con los años perderemos unos recuerdos y encontraremos otros; añadiremos una experiencia vital a todo ello y con suerte, habremos perdido menos de lo ganado.

Lo perdido jamás vuelve a ser encontrado, si acaso nos toparemos con un símil que se tornará diferente en cuanto nos apostemos en un costado y comencemos a rascar. No hay dos personas iguales, dos momentos iguales, dos días iguales. Podemos tener un dejavu, podemos situarnos en el día de la marmota, pero la única realidad es que lo perdido…se ha marchado.

Y afrontar lo nuevo es la única manera de operar sobre el pasado perdido de manera aséptica.

EL FIN DE LA NADA, EL COMIENZO DEL TODO

A lo largo de nuestras vidas vivimos momentos intensos, de esos que van labrando poco a poco nuestra alma. Otros momentos van dejando muescas en nuestra piel, muescas que miraremos en nuestra madurez para ver cómo ha pasado el tiempo y cuán dura ha sido nuestra vida.

Pero qué sucede cuando uno se para a pensar en el momento que está viviendo y se encuentra, por sorpresa, que lo que hay a su alrededor es “nada”. Esa “nada” es el conjunto de situaciones y vivencias del día a día que no aportan nada a nuestro interior, momentos vacíos, experiencias baldías con las personas equivocadas que nos hacen seguir una senda marcada pero sin que nosotros seamos verdaderos partícipes de ello.

Vivimos muchas veces incluso años una vida que no nos a bien, soportando tensiones que no nos llevarán jamás a un puerto que sea de nuestro agrado; pero por una extraña razón continuamos viviendo esa farsa. Hasta que un día te das cuenta y lo valoras, lo analizas, le ves los pros y los contras y decides poner punto y final.

Algo que significa el fin de la nada, de esa vida ficticia que no ha hecho más que hacer mella en tu estado de ánimo, en tu cuenta corriente, en tu salud, etc. Una nada que ha ocupado un tiempo indeterminado en tu vida con el único propósito de dejarte sin reservas; una nada que termina con el principio del todo.

Ese nuevo comienzo que significa la ilusión por vivir, por recuperar tu lugar en el mundo, por un nuevo amor, por la esperanza de un mañana que seguro supera al hoy.

El principio del todo es el comienzo de una nueva vida, la apertura a nuevas muescas en nuestra piel, pero esta vez conscientes de cómo son o cómo serán. El todo es el sueño que perseguimos en nuestra mente; el todo es el encuentro con ese nuevo amor llamado a suturar los rotos del pasado; el todo es la superación del dolor para alcanzar el bienestar; el todo es llegar al día siguiente cuando la quimio te destroza por dentro; el todo es ver los ojos de ese niño recién nacido tras nueve meses de embarazo; el todo es el abrazo de reconciliación con tu hermano, con tu padre, con tu amigo; el todo es aquello que perseguimos sin saberlo.

En fin de la nada es la mejor manera de acometer el principio del todo. Para ello sólo tenemos que dejar la mente en blanco, hacer un reseteado de nuestra mente, reiniciar nuestro corazón y alejar los fantasmas con una buena dosis de nueva realidad.

lunes, 5 de julio de 2010

UTOPÍAS

Siempre nos hemos sentido atraídos por los imposibles, por los mitos, por lo inalcanzable. Soñamos lo que no tenemos para poder ser felices con lo que en realidad poseemos. Aspirar a la riqueza es característica mayoritariamente del pobre, ser poderosos suele estar asociado al que ya lo es. El ser humano nace con la obsesión de alcanzar imposibles. Y, como dice Mario, cuando tomamos conciencia de que el imposible es eso: un imposible, ya es tarde para refugiarnos en la sensatez.

Quizá por esto siempre he sido un poco insensato, un bastante soñador y un mucho amante de la utopía. Creo que como individuo debo aspirar siempre a conseguir un mundo utópico donde se den las características que yo desee y ser consciente de que el porcentaje máximo con el que me acerque a ese mundo utópico será, sin duda, mi paraíso utópico.

Siempre nos atraerá lo prohibido, lo que nos es difícil de alcanzar. Sabemos que será una tarea compleja y quizá inalcanzable, pero en la mente humana está el estar lo más próximo posible a aquello que le parece vetado.

El conformismo es el resultado de la vaguedad del alma, de la deserción del interés por lo futuro. Conformarse es una manera de morir lentamente, pero morir al fin y al cabo. Yo ya tengo la certeza de mi muerte, desde el mismo momento en que llegué al mundo, entonces… ¿por qué no aspirar a un mundo utópico? Por qué no adentrarme en la maravilla de la quimera. Quizá habría que aprender desde niños, que no pasa nada por toparse con la pared vertical de la realidad, que llegar a un callejón sin salida no implica terminar allí, sino buscar el camino de regreso para poder tomar otra dirección y adentrarse nuevamente en lo imposible, en lo improbable.

Para el cuerdo, para el que cree que la utopía es la necedad del hombre, sólo habría que decirle que ha sido la persecución del desafío lo que ha hecho avanzar a la humanidad, que no habría sociedad sin la vulneración de los imposibles sociales, que no habría vida sin la persecución de su conquista. La utopía mueve al hombre desde que éste ha tomado conciencia de sí mismo. Sin el sueño de un cielo maravilloso y duradero, jamás el creyente podría sobrevivir. Y acaso ¿no es éste, el cielo, un mundo utópico?

Me propongo continuar con mi camino hacia lo poco probable, con la ilusión de la meta soñada y quizás, jamás alcanzada; quien no es capaz de perseguir su sueño difícilmente será capaz de asimilar su realidad.

viernes, 2 de julio de 2010

ESTA NOCHE

Esta noche puede que no sea una noche más, o puede que sí, mas intentaré que sea diferente, que salga de la monotonía, del calor del verano, del tedio del calor nocturno.

Esta noche cerraré los ojos y pensaré que mañana puedo hacerlo mejor, que la vida es una lucha constante donde todo está pensado para hacértelo más difícil, y no me conformo.

Esta noche acudiré a los brazos de Morfeo como cada día, aceptando sus vaivenes como una parte esencial de mi otro yo, ese yo que inunda mis momentos oníricos día tras día.

Esta noche quizá me arrime a ti y te abrace en plena madrugada, acechando tu cuerpo con el mío.

Esta noche sentiré tu calor a mi lado, sentiré tu corazón latir, las perlas de sudor descender por la curvatura de tu espalda, camino del lugar donde residen muchas pasiones.

Esta noche me sentiré vigoroso y fuerte al mismo tiempo que tierno y vulnerable. El conjunto de sumas y restas siempre es agotador y satisfactorio.

Esta noche tendré tiempo también para imaginar mis vacaciones con ella, con la dueña de mi alma, con la propietaria de éste, mi tiempo. Con mi hija.

Esta noche viviré un tiempo que no me pertenece, estaré en lugares que no visitaré en la vida, tendré la ilusión de lo imposible, y la certeza de lo improbable.

Esta noche tal vez hable un idioma que no conozco, salude a quien no me habla, niegue la palabra a quien adoro. Así son las cosas cuando uno cierra los ojos.

Esta noche terminará cuando comience el alba, cuando los pájaros comiencen a despertar al mundo de los dormidos con el piar distraído de quien madruga sin saberlo.

Esta noche será…una más.

El optimista escéptico

Quizá me podría definir así, o tal vez no, la cuestión es que puedo ser las dos cosas juntas, y también de manera individualmente.

Si echo la vista atrás y miro mi infancia todo invitaría a ser una persona introvertida, crédulo y otras muchas cosas que, por suerte, no he sido. Siempre he creído que la personalidad, para lo bueno y para lo malo, se tiene o no. Y el carácter va implícito en ello.

Mi lado escéptico me hace ver la noticias y cuanto sucede a mi alrededor con distancia, siendo partícipe de lo que pasa, pero a la vez tomando cierta distancia para analizar lo que tengo delante. Uno no puedo creerse cuanto ve o le cuentan pues las mismas cosas que a uno le parecen blancas, tal vez a mí me parezcan marrones, y viceversa.

El lado optimista me hace ver que el futuro siempre será mejor, que la crisis está camino de irse, que el amor me espera a la vuelta de la esquina, que la lotería un día tocará. Quizá no sea fácil analizar esta dualidad, pero… que aburrido sería el mundo sin controversia.

Pese a todo, a la hora de situarme en un lado o el otro, diría que soy abiertamente optimista, incluso demasiado. Sólo para algunos temas soy más escéptico.

El optimista, como diría Benedetti, guarda a menudo algo de gloria, que no es siempre la de hoy ni la de antes. Hace un nudo con las certidumbres y llena su bolsillo de poesía.

Y así es cómo quiero afrontar este futuro en ciernes que me aguarda.

jueves, 1 de julio de 2010

Desaparecer a propósito

Es difícil comprender qué puede llevar a una persona a prescindir de sí misma en un momento de su vida. El universo mental que todos tenemos en nuestro cerebro está todavía tan inexplorado como el universo espacial. Por ello los simples mortales, aquellos que no disponemos de los conocimientos (si los hubiese) para entender una decisión de este calado, no podemos hacer otra cosa que acompañar a los que quedan, a los que han decidido participar en los días siguientes, en la vida que les queda.

Afrontar la pérdida de un ser querido cuando, motu propio, decide quitarse la vida es algo prácticamente imposible. Pero si estamos de acuerdo en que ningún padre debería sobrevivir a un hijo, cuando el óbito se produce por esta singular manera, el sufrimiento puede llegar a cotas imposibles.

Los por qué tienen casi siempre difícil respuesta cuando no tenemos las herramientas suficientes para hacer frente a una pregunta. Mas cuando a una pregunta no encontramos respuesta ¿qué nos queda? Casi siempre desesperación y abatimiento. Nadie comprende una decisión de este calado, nada mitiga un dolor semejante, nada puede impedir un sentimiento de culpa por lo que “pudo haber hecho”. Sólo se puede decir a los que quedan que hiciesen lo que hiciesen nada habría impedido el hecho, a no ser un encierro y ni así.

La psicología no tiene todas las respuestas a la mente, mucho menos la psiquiatría. Podemos interpretar un fallo en la sinapsis de las neuronas, un problema tumoral en una parte de nuestro cerebro, pero cuando hablamos de personas sanas que deciden terminar con su vida, nada hay que lo impida y, de momento, que lo explique. Todo son conjeturas.

Y esas conjeturas son las que debemos evitar a quien sufre una pérdida así. Pues tendremos a buscar cinco patas a un gato que siempre tendrá cuatro.

El grado de desesperación, de sufrimiento, de abatimiento de cada uno es muy difícil de evaluar, incluso para un profesional. Todos afrontamos a lo largo de nuestras vidas situaciones que nos pueden empujar a una debilidad emocional que termina por conducirnos a una depresión, a una crisis de ansiedad, al estrés… el paso siguiente, el último, el dejar de vivir, no debe de distar mucho.

Haciendo un símil entre un suicida y un psicópata asesino, diríamos que un asesino puede ser cualquiera en un momento de enajenación, pero psicópata sólo será el que no tiene sentimiento de culpa, el que aprieta el gatillo sin más. Un suicida no avisa, no deja señales, simplemente lo hace.

Por ello los que quedan deben de llorar, de lamentar la pérdida, de tratar de pasar el duelo (si son los padres no lo pasarán nunca) y deben de mirar al frente por duro que sea, asirse a dónde sea y salir. Nada cambiará lo ocurrido y cualquier explicación se tornará peregrina.

Juan J. Corral

El color del mundo

De cuando en cuando uno observa a través de los diferentes medios de comunicación la gran diversidad de colores y olores que nos rodean. Quizá los más cercanos, los próximos, aquellos que vemos con cierta cotidianidad son demasiado conocidos. Por eso cuando uno se aventura en otras ventanas suele descubrir que hay más.

Aprovechando el mundial de fútbol no están mostrando los diferentes medios de comunicación la diversidad de Sudáfrica, en un ejercicio de “presunto interés” por la distinción de clases existente allí, inundan nuestros periódicos, nuestras televisiones con: niños jugando descalzos, con casas de hojalata, con miseria…

Uno se da cuenta de que es mucho más fácil mostrar las miserias de otros que las nuestras propias; pero aquí también juegan descalzos al fútbol, y duermen en casas similares. No, no es ese el principal problema de un país que ha vivido uno de los casos más sangrantes de segregación racial de la historia. Al menos de la historia reciente.

El problema de Sudáfrica es que después de veinte años de cambio político, la mayoría de sus recursos sigue en poder de empresas extranjeras o lideradas por líderes raciales que se han vendido por un módico precio. No es algo extraño en un continente donde el autogobierno es, a menudo, confundido con el “todo para mí”. Mandela ha habido uno, y no habrá más. El resto vivirán a su cuenta y enarbolando su bandera, mas su lucha fue solo suya.

Muchos son los que han perdido la vida en todo el mundo en aras de garantizar la igualdad a los que quedaron atrás; lamentablemente, en muchos casos, esa lucha tuvo como consecuencia la llegada al poder de líderes tribales que han masacrado al clan rival sin el menor rubor y con la complacencia de los demás.

Asomarse al universo de colores y olores que pueblan el mundo debería ser un ejercicio de aprendizaje, donde poder observar cada sociedad, cada individuo, cada tribu, de una manera totalmente aséptica, participando de su realidad social y no opinando desde nuestra visión de ciudadanos de este o aquel país.

Sólo así uno podrá disfrutar de las maravillosas telas que preparan con esmero los indígenas en las orillas del Titicaca, los ponchos bolivianos, las telas multicolor africanas, los adornos de barro de muchas tribus centroafricanas, etc. Acercarnos, asomarnos a una ventana tan excepcional como es la humanidad en su conjunto, debe hacerse desde una página lo más en blanco posible, y rellenarla entonces con los colores que uno percibe.

Existe un mundo civilizado, dicen unos, pero ¿acaso para los que nosotros llamamos incivilizados, no seremos nosotros los que lo somos? ¿Cuál es la óptica válida? La nuestra ¿por qué?

Si nos asomamos al color del mundo teniendo en cuenta los sentimientos podremos adivinar que son éstos los que nos otorgan un nombre y que con ese nombre somos lo que somos.

Llamarnos a nosotros mismos “civilización” puede ser un error… o no.