LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 28 de julio de 2010

EL RIO

Me gusta ir al río, me gusta tocar el agua fresca con las manos, me gusta el sonido del agua al fluir; en el río me siento diferente, observador de un mundo que no me pertenece. No tenemos aletas ni escamas, no estamos diseñados para el agua, por eso vamos por encima de ella; sin embargo me embriagan los olores que se perciben en el interior de un río, la sensación de libertad individual que te da el estar en tu canoa por el recorrido itinerante del agua dulce que un día se hará salada.

Hay muchas clases de ríos, muchos tipos de agua, muchos paisajes, todos con su encanto. Yo me referiré al mío, al que conozco, por el que transito de cuando en cuando desde hace casi treinta años.

Es curioso como la juventud, siempre inconsciente, te permite hacer cosas que no harías aplicando el sentido común. El grupo de amigos al que he pertenecido en mi niñez comenzó a remar cuando apenas teníamos ocho o diez años, en una barca de madera. Pocos eran los afortunados que sabían nadar. Sin embargo jamás fue óbice ni cortapisa para que nos aventurásemos a recorridos donde remar a ocho manos era lo habitual cuando el cansancio afloraba o la corriente se resistía.

Recuerdo aquellos tiempos como unos momentos de emociones intensas, donde debíamos achicar agua porque de lo contrario la barca amenazaba con convertirse en bañera. Y ninguno pensábamos en el peligro de aquello, estábamos en nuestro río y allí no pasaba nada.

Años después, con la prudencia propia de la edad, acudo semanalmente al río para navegar por él en un kayak de propulsión humana donde puedo encontrarme por momentos conmigo mismo. Son un par de horas en las que me concentro en el paisaje, en el viento, en el agua, donde mis pensamientos suelen limitarse a la mera observación. Podría parecer un lugar adecuado para la meditación y sin embargo es mi reducto de paz.

Si comparto el trayecto con algún amigo, entonces se convierte en una experiencia igual de gratificante pero compartida y, por lo tanto, amenizada con un sinfín de anécdotas de unos y otros.

Algún día me gustaría tener tiempo y preparación suficiente para poder acometer el recorrido de un gran río en algún punto del planeta y adentrarme en su alma para ver como la fuerza del agua es capaz de moldear, caprichosa, la orografía que se resiste a la transformación. Seguro que disfrutaría de ese viaje.

Por el momento debo contentarme con los 18 Km. que hay entre presa y presa en el lugar donde yo remo, Barra de Miño. Con todo, es distancia suficiente como para terminar agotado y disfrutar, con sus crecidas y bajadas, de un río diferente cada día. El Miño tiene tramos mucho más hermosos para navegar, mas sólo en este tramo encuentro mi pasado y mi presente.

1 comentario:

  1. De pronto sentí el río en mí, corría en mí con sus orillas trémulas de señas, con sus hondos reflejos apenas estrellados...

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