LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

jueves, 31 de diciembre de 2020

EN LA MADRUGADA

 

Llevo unas cuantas noches tropezándome con ella; no sé si es por casualidad o porque de manera inconsciente voy en su busca, el caso es que llevo unas cuantas noches tropezándome con ella.


Y no le quito ojo, esbozo mi mejor sonrisa y trato de caminar cerca, a buena distancia. No se trata tampoco de pisarle los pies, ni de ser un entrometido, tan solo camino cerca, observando como levita sobre la acera; como ilumina las calles con su luz.


Quizás un día tenga el valor de acercarme un poco más; de entablar una conversación; de proponerle un cruce de miradas, puede que unas sonrisas...a veces cualquiera puede ser un valiente.


Y me despierto y me enfado; ofuscado por haber perdido el rastro y, a la vez, ansioso porque llegue la noche y resgresar a ese encuentro, a ese caminar sereno, a esa inquietud que me mantiene vivo.


Uno de estos días me plantaré frente a ella, la miraré a los ojos y haré lo posible por... seguir respirando...¿y si me sonríe?¿y sí me habla?...tendré que estar preparado, aunque es posible que me despierte y todo acabe de manera abrupta.


A veces, en la madrugada, me despierto sintiéndola cerca, real...y sonrío. Pues como decía Picaso: “todo lo que puedas imaginar es real”


UN PROBLEMA DE TODOS

 

La conducta violenta es inherente al ser humano; se trata de algo atávico que nace quizás antes de las cavernas y perdura hoy en día. Con el devenir de los siglos el ser humano ha aprendido a enmascarar esa conducta, a educarla y, en muchos casos, a suprimirla. Pero ahí sigue.

No estamos ahora en uno de esos períodos bélicos en los que uno debe de elegir entre ser el violento o el violentado. Sino que continuamos avanzando en una sociedad que presume de ser mejor que la anterior, aun y a pesar de los errores cometidos.

Las conductas violentas que vemos en prensa, son un problema de todos. De quien la ejerce, de quien la sufre y de quien observándola la permite.

En nuestro país se producen más muertes detrás de las puertas de un hogar que dentro de las Fuerzas Amadas (misiones incluidas). Y no puede ser. Algunos tratan de enmascarar esta realidad llamando a la violencia de género de otro modo mas la realidad es que nuestra sociedad está enferma de machismo; enferma de arrogancia; enferma de impasibilidad ante lo que ocurre tras la puerta de la casa de al lado.

En España han muerto más mujeres víctimas de violencia de género en los últimos 20 años, que víctimas del terrorismo. Un dato que habla a las claras de lo que, de verdad, ocurre aquí. Si, además, abundamos un poco más en lo que ocurre tras esas puertas, descubriríamos un gran número de lesiones medulares, de fracturas de huesos; sin contar las innumerables víctimas silenciosas que están muertas en vida, subyugadas por el maltratador de turno.

¿Cuántas mujeres han sido condenadas por abusos sexuales a menores? No creo que muchas, si las hay. ¿Cuántos hombres?... y después algunos tratan de negar la mayor. O rebuscan en los periódicos cuando sale algún caso de maltrato de mujer a hombre para publicitarlo como si fuese más habitual de lo que, en realidad, es.

Tenemos pues un problema, y no se resuelve sólo con penas más elevadas. Ni siquiera con una necesaria reforma del Código Penal. Se ha de resolver desde la Educación. Verdadero pilar de cualquier Estado decente que se precie.

Y si aceptamos que es con la Educación cómo podemos cambiar el curso de las cosas, tendremos que aceptar también que el único modo de educar es hacerlo en igualdad y eso no pasa por hacerlo en centros de segregación por sexos. No es posible enseñar que eres igual al otro sexo cuando ni siquiera está presente.

Se trata de un problema serio que va más allá de la creación de ministerios de Igualdad, de la Mujer, etc. Va de EDUCACIÓN, de construcción de un nuevo modelo social; de establecer nuevos valores alejados de la moralina católica en la que nos hemos educado hasta ahora.

Tendríamos que intentar que, las generaciones que surjan allá por los años 50 de este siglo, lo puedan hacer en una sociedad más igualitaria. Sabemos dónde nos duele, pongamos remedio.

domingo, 31 de mayo de 2020

El trasluz



A lo largo de nuestras vidas abrimos la puerta a un innumerable número de personas. Unas pasan por ella sin dejar el menor rastro de su presencia. Otras, al contrario, dejan una huella indeleble que pasa a formar parte del paisaje perenne de nuestra existencia. Mas también hay determinadas personas que, presuntamente destinadas a dejar huella, puestas al trasluz de sus propios actos terminan por ser apenas un rastro casi pedido en la memoria del tiempo.
Son éstas las personas que entran a ese grupo que todos tenemos del "y si..." ; del "quizás"... Qué uno no sabe muy bien qué ocurrió para no llegar a ser lo que presumían ser. También nosotros seremos parte de estos tres grupos en las vidas de los demás.
En ocasiones son los "quizás" quienes se quitaron de enmedio sin tiempo a profundizar. Otras veces, tamizados, se encaminan indefectiblemente al olvido.
Y la vida continúa, entre errores y aciertos. Entre la felicidad y la no felicidad. Que no tiene que ser siempre infelicidad, pues la vida está regada de matices.

lunes, 27 de abril de 2020

EN EL AIRE



Muchas veces te he imaginado estando despierto, ensimismado en ti mientras escuchaba una conversación, una canción…. Otras tantas te he soñado, a propósito y sin querer, si es que eso es posible cuando se cierran los ojos sin darse cuenta.

El deseo de tenerte cerca ha sido una constante, en perfecta contradicción con las muchas cosas que he hecho por alejarte. Posiblemente porque, llevarme la contraria a mi mismo haya sido una de las cosas que más y mejor he hecho.

Reconozco que muchas han sido las ocasiones en las que me he adentrado en tu piel sin tu permiso; casi tantas como sueños; y éstos, siempre nítidos, vívidos, incluso con sabor a ti.

Arremolinado en torno a tu cintura bien podría perder la cabeza. Confundida esta por el debate entre subir y bajar; entre girar sin parar en la rotonda de tu ombligo; ascender hacia las cumbres; tal vez dejarse ir por la vereda que desciende a…

Unas veces me he visto asido a tus caderas como náufrago al madero; otras, te he sentido a la grupa de tu corcel como una amazona, cabalgado sin parar, la mirada perdida y la sonrisa en la cara.

Nada como despertar al lado de quien es capaz de provocar en ti la lujuria y la ternura. Si encuentras a la persona que logra eso, habrás encontrado el eslabón perdido que todos buscamos en la vida.

Dicen que, cuando uno salta en paracaídas, afloran dos dudas razonables: ¿se abrirá? Y en caso de hacerlo ¿cómo será el aterrizaje?. Por eso mucha gente es incapaz de saltar. En mi caso, pese a haber nacido sin alas ya estoy en el aire; no he reparado mucho en la mochila.




MERCADERES DEL DOLOR


En nuestra sociedad, siempre han tenido cabida personas cuyo mayor mérito radica en su habilidad para enfangarlo todo. Personas incapaces de convencer a nadie con sus argumentos, pero que se dedican a intentar confundir al mayor número de personas posibles.
En este tiempo tan complicado abundan en medios de comunicación, en la política y en los medios de opinión, allí donde tras una máscara se esconden muchos malnacidos ávidos de mortificar a quienes pillan en un momento de debilidad emocional o faltos de conocimientos.
Nadie puede comprar nada con el dolor; pero esos necios creen que si. Se posicionan detrás de trincheras ideológicas para mercadear con el llanto, la pérdida, la desazón… no son más que alimañas en busca de un titular, casi siempre falso, o de la ganancia de unos pocos votos (que por otro lado sus acólitos ya le tenían otorgados).
No son conscientes, o sí, de que el dolor es transversal. Que en una pandemia como la actual el virus no entiende de obligaciones para con unos y dádivas para otros. Mata por igual, amedrenta de singular manera y lleva camino de modificar muchos de lo hábitos que nos definen como sociedad.
Desde que soy consciente de la existencia del dolor siempre he sospechado de los que, sin formar parte, aparecen compungidos en medios de comunicación; en funerales de Estado o en misas (no irán a una sinagoga o una mezquita aunque también se mueran ciudadanos de otras creencias) . ¿Por qué? Pues por un razonamiento simple. A todos se nos ha muerto algún familiar directo, y siempre aparecerá alguien a darnos el pésame diciendo aquello de :”cuanto lo siento, yo quería mucho a…” y, las más de las veces, esa persona ni la conoces, ni la habías visto antes, y mucho menos se preocupó antes por la situación del fallecido. Y eso me ocurre a mí cuando veo a un personaje público mercadeando con el dolor de los demás.
Yo no quiero plañideras en los medios de comunicación o en la política. Deseo que estén donde tienen que estar. Evitando los óbitos antes si les es posible, o tratando de que no continúen. Los muertos ya los lloran los familiares. A los políticos se les espera en la política y no en el teatro.

Respecto a los medios de comunicación poco habría que decir. Mercadear con la muerte lo han hecho siempre. Venderá siempre más la impactante imagen de la muerte que la celebración de la vida. La mayoría de los medios hacen hincapié en el número de fallecidos por millón de habitante; fallecidos por cada cien mil habitantes; fallecidos por…
A una parte de la población le impacta, a otra parte la hastía. Pero podría ser de otra manera, podrían resaltar que muchos miles de personas se han salvado; que el porcentaje de muertos cada vez en menor en relación con el número de enfermos diagnosticados pero… cómo le vamos a pedir a los medios de comunicación que celebren la vida si el fango, la angustia de los demás, el dolor ajeno y la muerte...es lo que les pone!

Cada día, desde que empezó esta crisis sanitaria, he intentado resaltar la parte positiva de una mala situación. Trato de mirar hacia el futuro con optimismo, porque al final de una larga noche siempre estará el alba. Paso de dejarme oscurecer los días por vaticinios de mercaderes de la muerte que gozan hundiendo la moral de los débiles de espíritu.

La muerte es un negocio que mueve muchos millones de euros al año en el mundo y que, en nuestro país, siempre ha estado en manos de mafias que se llenan los bolsillos en el momento más duro.
Las funerarias se hacen de oro en un nicho de negocio exclusivo; en el que las tarifas se disparan, enmascaran o falsean cuando los dolientes están en su momento más bajo. Los sacerdotes hacen su agosto bajo pretextos inverosímiles, montando una suerte de verbenas sacerdotales con montajes aparatosos para, a fin de cuentas, enterrar a un creyente. Eso sí, bajo pago de las tarifas mas variopintas.

Y finalmente estamos nosotros, los ciudadanos. Agarrándonos del pecho para magnificar nuestro dolor por la pérdida, afligidos. Muchos con la misma expresión del político o periodista de turno. Una pose, un sentimiento vacío de quien apenas se interesó en los últimos años por la vida del finado. Al otro lado los que sienten, los que padecen, quienes sienten en su interior la pérdida de esas personas que formaron parte de sus vidas hasta el final. Y son esas personas las que se merecen el respeto de sentir el dolor sin que alrededor pululen mercaderes del dolor.


lunes, 20 de abril de 2020

ELLA


Ella es el trazo sutil que lleva a un lienzo de cuadro a obra maestra; de una pared cualquiera a la galería de un museo.
Ella vive con la sencillez de quien no necesita mucho para ser feliz, apenas lo preciso para seguir camino y encontrar su lugar.
Ella siente para dentro, como hacen quienes son capaces de destrozarse el alma por mantener un sentimiento.
Ella se aferra a los ideales en los que cree, como harían los estoicos, en un tiempo en el que las convicciones están en desuso o en venta.
Ella brilla con luz propia, sin necesidad de adornos vacíos o atavíos estériles. Brilla con la luz que desprende su mirada, con su sonrisa.
Ella ha estado siempre, a pesar de mi estupidez, a pesar de no haber sido merecedor de un sacrificio para el que todavía no sé si es suficiente recompensa.
Ella representa la lealtad de los que, conociendo tus debilidades, nunca se hacen a un lado aportando esos intangibles que tanto valor tienen.
Ella despierta todas mis pasiones; sujeta con maestría la aguja de marear que convierte la pasión en diversión, en goce e ilusión.
Ella es merecedora de que dé lo mejor de mí; de que me esfuerce; de que camine de su mano; de que emprenda ese camino que ambos conocemos.
Ella…

RECUPERAR EL RASTRO


Observar el mundo a través de una pantalla, de un cristal o desde el balcón no es la mejor manera de formar parte de él. En este tiempo estamos pasando de miradas furtivas detrás de los visillos de a una exposición de ventana digna de un estudio social.
Lo que hasta hace bien poco era una observación a hurtadillas del vecino/a con el fin de invadir su intimidad se está convirtiendo en una búsqueda de notoriedad desde el balcón de enfrente, tal vez para llamar la atención y empezar una conversación. Estamos pasando de hablar del vecino a hablar con él. Lo que no deja de resultar paradigmático cuando, en muchas ocasiones, ese vecino lleva un montón de años enfrente sin importarte nada.
Somos seres sociales, necesitamos de los demás para reafirmarnos en nosotros mismos. La condición humana nos hace esclavos de las relaciones. Incluso el ascetismo precisa de una conversación con alguien. Por eso, en unos días, podremos empezar a recuperar el rastro de lo hemos sido, de lo que quizás somos y tal vez seremos.
Nos advierten que nuestra sociedad no volverá a ser la misma. Que nos vamos a convertir, a la fuerza, en personas más distantes. Con una menor carga de efusividad y cercanía. Personalmente niego la mayor. Es posible, incluso probable que el miedo a contraer una enfermedad coarte nuestra manera de mostrar los sentimientos. Incluso cabe la posibilidad de que cercene muchos lazos que no tienen la resistencia de una amistad. Es posible, el tiempo dirá.
Mas yo creo que cabe una reformulación de cómo seremos sin dejar de ser quienes somos. El rastro que hemos dejado hasta ahora está sembrado de vivencias, sentimientos, certezas, dudas, risas y lágrimas… se trata de un rastro visible, para el que no hace falta arrastrarse por el suelo o tener vista de lince. Si no podemos desandar el camino, nada nos impide hacer uno paralelo. Quizás este tiempo nos haya ayudado a observar nuestros errores y a reiniciar el camino de un modo mejor, pero sin renunciar a la esencia de lo que somos.
Por mi parte pretendo reemprender mi camino con la mirada en el horizonte, la mochila cargada con abundantes provisiones para el recorrido y dispuesto a avanzar con respeto, pero no con miedo. Creo que nos queda mucho bueno por vivir. Y que de todo se aprende. La coerción de lo invisible suelta fuertes andanadas a nuestro espíritu de lucha; pero qué sería de nosotros si no fuésemos capaces de seguir caminando a pesar de las heridas en las rodillas por los tropiezos y caídas. No podemos dejar de ser quienes somos, sería un error.


sábado, 18 de abril de 2020

LOS LUGARES SOMBRÍOS


Dicen que cuando las cosas vienen mal dadas es cuando aflora lo mejor y lo peor de las personas. En las situaciones de estrés cada uno respondemos en función de nuestra fortaleza interna, del entorno que tengamos y de las emociones del momento. Eso es fácil de comprender. Y también es bueno tomar cierta distancia con esas reacciones para valorarlas con posterioridad en su justa medida.
Sin embargo, con el paso de los días, van aflorando conductas en algunos que muestran cuan mezquina puede resultar alguna gente. Pintadas en coches, carteles o notas insultando; políticos mintiendo sin pudor; noticias falsas o creadas con el único fin de hacer daño… Hay individuos a los que observándolos con una mirada amplia se les descubren muchos lugares sombríos en los que dejan salir pensamientos perturbadores que nos afectan a todos.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar; yo no estoy tan seguro cuando de lo que se habla es de medrar a costa de quien sea. No importa como de fangoso sea el camino o la ristra de suciedad que dejes a tu paso.
Nos acercamos a las redes sociales para, parapetándonos tras ellas, lanzar todo tipo de acusaciones o aplausos (dependiendo de los intereses) sin tener en cuenta nuestro día a día. Cabría, en este punto, ver cómo es el mundo que nos rodea, ese universo cercano en el que vivimos y al que no siempre prestamos la atención debida. ¿Hacemos todo lo necesario? ¿Nos comportamos de manera ejemplar? ¿Podemos hacer algo más? Honestamente creo que no. Pero es mucho más fácil hablar de lo mal o bien que lo hacen a 200km.
Como sociedad este encierro demuestra muchas cosas buenas, estupendas. Entre ellas alguna que no esperaba de un pueblo como el español, paciencia. Tal vez porque no queda otra o porque salir a la calle implica jugarnos el bolsillo o la salud, pero estamos siendo mucho más pacientes de lo esperado. Lo mismo que los italianos o franceses. A los latinos nos hierve la sangre con facilidad. Pero también este encierro está mostrando cómo somos con los que no piensan o sienten como nosotros. Y uno no puede más que recordar la trágica Represión que vivió este país durante los quince años posteriores a la Guerra Civil. Años en los que unos vecinos señalaban a otros para que “la autoridad” se los llevase por delante. No es muy diferente cuando pintamos un coche a una doctora que lo único que hace es cuidarnos. Esa parte es una de las que más detesto de nuestra sociedad.
En muchos españoles anidan, en los lugares sombríos de su alma, pensamientos maniqueos y cainitas. Anida un odio por el diferente que está ahí, que siempre ha estado y que hace poco aflora desde los partidos políticos de carácter ultra. Partidos que no están para hacer política, que va; están para llenarse las alforjas de dinero público e invadir el pensamiento colectivo de ese hedor nauseabundo que desprende el odio al diferente. Su arbitrariedad les nubla el entendimiento si es que alguna vez lo tuvieron.
España nunca será una nación de patriotas, somos de mirarnos demasiado al ombligo y de señalar la falta de redondez del de al lado. Somos de guerra de guerrillas, de emboscadas al alba; de cuchilladas por la espalda. Podremos unirnos en ocasiones, como lo hicimos cuando España ganó el mundial de fútbol, pero durará poco. Tan poco como lo que tardaron entonces algunos en decir que la mitad de aquella selección era catalana y que ganaron por ellos. Argumentario tan falaz como cualquiera de los de ahora. Entroncado con los lugares sombríos de las mentes de muchos.


viernes, 3 de abril de 2020

ESE ESTRECHO CALLEJÓN


No es nada nuevo afirmar que la vida cambia en un instante. Que todos los preceptos aprendidos sobre una determinada materia son susceptibles de cambiar en cualquier momento. Pero no todo el mundo está preparado para afrontar estos cambios.

En este tiempo, en el que salimos cada tarde noche a aplaudir a nuestros sanitarios y fuerzas de seguridad, lo hacemos como una muestra de gratitud para con ellos; es el modo en que podemos darle las gracias a esa parte visible de la sociedad que ahora mismo lucha contra un virus que ha cambiado nuestras vidas. Pensamos, para nosotros, que nadie mejor que ellos para desarrollar su trabajo y cuidarnos. Se trata de un pensamiento adaptativo de nuestra manera de entender la vida.

Sin embargo muchos de ellos se verán conducidos día tras día a un callejón estrecho en el que no encontraran sosiego con nuestros aplausos. A la tensión diaria del trabajo para salvar vidas, para evitar que la gente se contagie o sea imprudente; deben de sumar el natural miedo a contagiar ellos mismos a sus seres queridos; deben sumar también la frustración de no haber podido salvar a ésta o aquella persona; añaden la falta de descanso efectivo: el enfado por la parte de medios… y no será fácil para muchos de ellos salir indemnes de tamaña labor.

En casa, los que tienen a seres queridos en situaciones críticas, y no sólo por el virus, sino por miles de causas más, acumulan a la pena la agonía de la espera. La incertidumbre suele ser el mayor enemigo de la paz. Nuestras cabezas bullen en una lucha desesperada por racionalizar el equilibrio entre lo que podemos hacer y lo que creemos que podemos; entre la información y la desinformación… no es sencillo irse a dormir.

La tan nombrada estos días, resiliencia, no es en todo el mundo igual. Se puede aumentar con conocimientos, se puede fortalecer con técnicas grupales o individuales. Pero la base de la que partimos no es igual para todos. Desde la infancia hasta nuestra vejez, el entorno en el que desarrollemos nuestra vida supone tener o no fortaleza interior. Así pues a mayor grado de adaptabilidad mejor será nuestra capacidad de resiliencia.

Pero al final todos podemos adentrarnos en el callejón. Muchos pensarán que se trata de uno sin salida. Pero siempre la hay, aunque no todos la vean. Posiblemente para una mayoría sea relativamente fácil encontrar los asideros necesarios como para salir indemnes. La red de amigos, familia, capacidades… ayuda a poder ver el final. Pero otros no podrán salir solos, no encontrarán asideros y sí sufrirán golpes que vayan poco a poco mermando sus capacidades. Y tendremos que ser generosos con ellos; tender una mano y asirlos si fuese necesario.

Todo esto pasará, en el camino se habrán quedado muchas personas; sus familias echarán de menos a esos seres queridos y sufrirán la ausencia de duelo en estos días donde ni siquiera eso es fácil. Mas la vida sigue y al final de una larga noche siempre espera el alba. Y con la distancia debida este estrecho callejón se convertirá en una avenida con salida al camino que elijamos. Si en la salida nos encontramos con alguna de esas personas a las que ayudamos a huir del callejón, nos sentiremos mucho mejor.

jueves, 2 de abril de 2020

TENGO GANAS


Tengo ganas de volver a verte, de verte sonreír mientras tomamos una cerveza. Mientras compartimos un pincho o unas patatas en cualquier cafetería. Tal vez un paseo por un andén que recuerde a otro tiempo.

Tengo ganas de salir a la carretera en tu compañía y dejarnos llevar por la música mientras el coche nos lleve de un lugar a otro. Nada es más grato que descubrir lugares con encanto a tu lado.

Tengo ganas de abrazarte, de transmitirte en un abrazo mucho más que un sentimiento. Abrazarte para hacerte sentir que todo puede ser posible. Que pese a la aspereza del camino, merece la pena caminar.

Tengo ganas de besarte, de sentir tus labios en los míos. De volver a sentir la emoción de esos besos que nunca se acaban aunque duren breves segundos. Besos que expresan mucho más las palabras.

Tengo ganas de recorrer la piel de tu cuerpo con los dedos de la mano; de seguir memorizando con los labios aquellos lugares en los que ambos sabemos que todo cambia en un segundo.

Tengo ganas de hacerte el amor, de soslayar los malos momentos y abandonarme contigo a un torbellino de emociones, placer y gozo. Estar en ti y que tú estés en mí. De mirarte cuando todo termine sin que nada acabe.

Tengo ganas de arramblar con la vida, de cambiarlo todo para dejar las cosas igual y contribuir a nuestra mutua utopía. De emprender un camino sin retorno, en el que los viajeros finales seamos nosotros más allá de la compañía.

Tengo ganas de que todo acontezca, de que todo sea verdad, de que el futuro sea eso...futuro. Pero al que se pueda acceder desde el presente. Masticando muy despacio, para que la digestión sea buena y el sueño plácido.

Vienes?

DESCUBRIR.


En este tiempo de reclusión que estamos viviendo, nos va dando tiempo a descubrir muchas cosas que llevaban ahí tiempo y en las qué, apenas habíamos reparado. Tal vez también podamos redescubrir emociones, tiempos e incluso a personas.

A buen seguro la mayoría de nosotros no practicamos el ascetismo, ni tampoco tenemos alma de eremitas. La mayoría somos esclavos del modo de vida que tenemos y víctimas en este caso de las muchas necesidades creadas. Sin embargo uno siempre debe de sacar lecturas positivas, aún navegando en medio de un océano informativo que está entre lo perturbador y lo desgarrador.

A diario nos miramos en el espejo sin darnos cuenta de quienes somos, apenas reparamos en lo que creemos que somos. Estos días, al fin y al cabo, pueden enseñarnos muchas cosas de nuestra propia personalidad. Somos animales de costumbres que se nos han alterado sin previo aviso; modificando nuestro statu quo personal. Quizás estamos descubriendo que no somos tan fuertes; o que lo somos mucho más que antes. Ese sillón en el que antes nos sentábamos a ver la tele ahora se puede convertir en un lugar de recogimiento personal; también en la representación del hastío y el cansancio.
Tal vez, no estoy seguro, sería un buen momento para repensar lo que hemos vivido, analizar lo que tenemos y vislumbrar el futuro con un tiempo que hace nada no teníamos.

Si tenemos a alguien a nuestro lado: pareja, hijos, padres, hermanos, amigos… este tiempo será una prueba de fuego importante. No son unas vacaciones en las que puedes estar pero puedes salir. Son muchas horas al lado de personas que crees conocer, que puede que así sea, pero que también puedes observar de otro modo.
Adoramos a nuestros hijos, pero de común los dejamos en el colegio antes de irnos a trabajar y los vemos poco tiempo al día. Ahora es momento de disfrutarlos, conocerlos, prestarles toda la atención que no de damos, abrazarlos...y sí, también pueden cansarnos con su vitalidad, sus ganas o su apatía cuando “son adolescentes incomprendidos en un mundo de mayores avejentados “.
Queremos a nuestros padres, les respetamos, mas estamos acostumbrados (la mayoría) a vivir con ellos pero sin ellos. Les tratamos de un modo parecido a cómo lo hacen los adolescentes con nosotros. Con cierta condescendencia. Tal vez sea el momento de aprender de nuestro pasado, de prestar atención a las emociones que manifiestan cuando hablan de tiempos pretéritos que siempre es bueno conocer.
A nuestros amigos, posiblemente les conozcamos mejor que a nuestros hijos o padres, pero no así, no confinados, no atrapados en la misma casa. Las verdaderas amistades no se forjan al compartir los buenos momentos; se labran en el respeto a los espacios y en los malos momentos compartidos. Aunque esto no sea un guerra, ni sea una cárcel. Tan sólo la vida nos ha enseñado lo frágiles que somos.
Con nuestras parejas, esas que elegimos libremente, nos toca vivir un tiempo complejo. Tanto si estamos con ellas en la misma casa, como si el azar ha querido que estemos lejos. Sin duda son situaciones diferentes. En la primera, cuando estamos en casa 24 horas, todos los días sin más espacio que la vivienda, la vida puede ser placentera y fantástica; una montaña Rusa sobre un tornillo de Arquímedes; o un laberinto del que será difícil escapar. En todo caso, aprovechando el tiempo se puede ahondar en la personalidad de nuestro par. En la segunda, cuando la distancia separa los deseos, lleva las emociones al límite y amenaza con lanzarnos a la aventura irresponsable de salir en su búsqueda, la comunicación es básica y fundamental. Habrá a quien la verborrea se le encasquille con el fluir de las emociones; y otros, al contrario, deberán de buscar en el trasfondo de su lenguaje la mejor manera de transmitir cuan importante es una persona para ellos.

Dicen que una golondrina no hace primavera, pero intento ser optimista. Quiero pensar que en unos días, los que sean, la vida volverá poco a poco a ser como antes. De lo que sí estoy seguro es de que nosotros, no seremos los mismos. Este tiempo supone todo un examen para con nosotros mismos y nuestro entorno.

miércoles, 1 de abril de 2020

ERA PARA EL OTRO LADO


El continuo trasiego de la vida, apenas nos da para poder ser conscientes del camino que tomamos. Desde la más tierna infancia empezamos a elaborar planes de futuro a largo plazo. Las más de las veces se quedan en meros recuerdos en apuntes de libreta adolescente. El paso de los años nos pone blanco sobre negro la distancia existente entre lo planeado y lo conseguido.

Cierto es que muchos planes se cumplen, el tesón de cada uno logra que podamos evitar las barreras que puedan surgir y alcanzar ese plan anhelado. Pero siempre habrá más de uno que no completemos. Y lo mejor, no pasa nada. Nuestra adaptabilidad nos empodera frente a las adversidades y terminamos en otro plan, tal vez mejor.

Siempre he visto la vida como una red de carreteras, transita uno por una vía principal sin más preocupación que mirar al horizonte. En la medida que he ido, primero creciendo y después cumpliendo años, he podido disfrutar de grandes autopistas y de las mas fabulosas carreteras de montaña. Y he sufrido, claro que he sufrido, las penosidades de vías desconchadas, muchas sin asfalto , otras apenas una trocha de cabras por la que evitar el despeñe.

En todo este viaje uno se detiene en lugares en los que cree poder quedarse toda la vida; en los que se aventura incluso a construir un hogar. Algunos se quedan en ese recodo para siempre (bien por ellos). Otros, sin embargo, seguimos viaje hasta el siguiente alto en el camino que nos haga sentirnos bien; y en nuestro interior nos decimos “esta vez sí”, y tomamos el martillo y los clavos para edificar una nueva estancia. También esta vez muchos se quedarán (bien por ellos). Y seguimos adelante, unas veces con los huesos molidos por tantos baches; otras veces sintiendo el aire en las manos que sacamos por la ventana...seguimos camino.

Un día sufrimos una avería, de esas que te dejan destrozada el alma y con pocos arrestos para continuar; todo se vuelve oscuridad, huele a barro. Mas cuando más improbable parece que salgas de atolladero alguien llegar para socorrerte, para impulsarte, para hacerte ver que es posible la utopía. Los planes a futuro están, de nuevo, más vigentes que nunca.

Es el mejor trayecto: comidas, charlas, encuentros, risas… aprietas el pedal hasta el fondo porque allí, lejos pero más cerca, está tu destino. A medida que la claridad lo invade todo, hasta parece que respiramos mejor. Buen vehículo, mejor compañía, asfalto liso. A toda velocidad te adentras en el último tramo y ahí está. Tienes delante tu sueño, has alcanzado tu propia utopía, ese plan de futuro a largo plazo. La majestuosa última parada está delante de ti. Desciendes casi con miedo, pero feliz. Te acercas a la puerta y llamas. Cuando ya estás a punto de reventar de la emoción, alguien, al otro lado, en un susurro te dice: ERA PARA EL OTRO LADO

Te subes al coche, sonríes, sujetas el volantes y arrancas…. La vida resulta siempre una caja de sorpresas.

martes, 31 de marzo de 2020

LA PUERTA DE ATRÁS


Nuestra mente suele ser un arma poderosa, cuando la utilizamos bien; y una terrible herramienta de autodestrucción cuando la empleamos de manera incorrecta. Ocurre, que para el primer cometido, solemos ser conscientes de ello y para el reverso no siempre percibimos lo que ocurre.

El cerebro es permeable a un aprendizaje continuo. El conocimiento puede ser adquirido a cualquier edad, depende de las capacidades de cada uno y, sobre todo, de la curiosidad intelectual personal. La evolución es constante, en nuestros primeros años somos verdaderas esponjas capaces de introducir en nuestro disco duro una cantidad de información que no será la misma a posteriori. La evolución de nuestro cerebro se produce a la par que nuestro crecimiento y en la medida en la que nuestra personalidad se va asentando, el cerebro se empieza a mostrar más receptivo hacia unos temas frente a otros. Todos, en mayor o menor medida conocemos como funciona.

Hay individuos que en este proceso sufren momentos de disfunción en el aprendizaje. Por razones químicas, físicas o sociales la permeabilidad no es la misma, el desarrollo cognitivo es diferente, etc. Lo que puede traducirse en comportamientos erráticos. En trastornos diversos que nos lleven a una necesidad de ayuda. O en el peor de los casos de una dependencia emocional no diagnosticada que lleva implícitos no pocos problemas.

Sin embargo, hay personas, con un desarrollo normal, con las mismas capacidades que los demás que albergan dentro de sí una puerta que les lleva a un espacio interior en el que desarrollar ideas peligrosas; comportamientos perniciosos o extravagantes. Individuos capaces de adentrarse de cuando en cuando en ese laberinto y encontrar la puerta de salida para ser, aparentemente normales. Estoy seguro de que un profesional de la Psicología o Psiquiatría podría describirlo mejor, no es mi caso.

Este tipo de personas son, a mi modo de ver, peligrosas. Y no tanto para el daño que se pueden infringir a sí mismas como por el daño que van a causar en los demás; porque una relación con personas así lleva implícito un proceloso caminar por un campo de minas. Decir una cosa y la contraria suele ser una habilidad desarrollada por los políticos que vemos a diario; pero sufrirla en el ámbito del hogar llega a desestabilizar a niveles épicos. Asistir desde la cercanía a la trama que van urdiendo cada vez que cruzan esa puerta puede causar pavor. A mi modo de ver las personas mezquinas entran y salen todos los días de esos recovecos personales en los que se llenan de insidia y acaban siendo sujetos con una personalidad cainita que hace imposible una relación normal con ellos. Alguno pensará: “pobres, se hacen daño a sí mismos”, no lo tengo yo tan claro. Tal vez porque cuando cierran la puerta al salir, no tienen dudas sobre el cometido que tienen. Están absolutamente seguras de su verdad. Seguro que muchos personajes públicos que vemos en los medios estos días cruzan de cuando en cuando la puerta de atrás.

Todos somos susceptibles de una introspección en la que poder ser conscientes de nuestros actos. Quiero pensar que la gran mayoría de las personas están englobadas en dos grupos más o menos amplios y, hasta cierto punto, comunicantes: los que voy a llamar “cuerdos” y los que “no lo son”. Mas estoy seguro de que un grupo, también numeroso navegan entre ambos mundos. Con una puerta trasera que traspasan con cierta frecuencia, buscando ese lugar donde se sientes seguros y elaboran ideas (generalmente dañinas) con las que salir al mundo real para llevar a cabo su plan mental.
A nivel social todos nos habremos encontrado con personas así. Algunas seguramente necesiten ayuda profesional. Otros, en mi humilde opinión, lo que precisan es estar lejos de cualquiera a quien aprecies. Porque pueden resultar terriblemente destructivos.

La vida siempre estará llena de matices. Una continua subida y bajada por la cordillera de los acontecimientos. Precisaremos bidones de agua, el apoyo de los demás; tal vez nuestro propio espíritu aventurero o de lucha…. Y es bueno que en ese recorrido demos la mano a quien lo precise, empujemos a los demás colina arriba si nos alcanzan las fuerzas y frenemos la caída de los que se arriesgan a lanzarse sin frenos. Pero si en el trecho nos encontramos con personas que cruzan la puerta de atrás con frecuencia, es mejor desviarse del camino y emprender otro. No merece la pena remar en ríos sin agua.

domingo, 29 de marzo de 2020

Y DESPUÉS ¿QUÉ?


En estos días de zozobra para el Mundo tal y cómo lo conocemos se me vienen a la cabeza muchas preguntas, pero sobre todo una: Y después, ¿qué?. Deberíamos detener todos claro que las cosas nunca deberían de volver a ser como antes, o no todas.

Crecí en una época en la que se nos venían las veleidades del sistema capitalista frente a un fracasado comunismo. Tiempos en los que el demonio tenía cara de hoz y martillo y Dios se vestía con una túnica blanca y dólares como decoración.

Estoy seguro de que el Comunismo fracasó. No tengo ninguna duda; no le he tenido nunca. Entre otras muchas razones porque fue aplicado en lugares y comunidades que estaban muy lejos de los expuestos en sus razonamientos fundadores. Pero esa es otra conversación.

Tras la Gran Depresión del siglo XX, llegaron los Acuerdos de Bretton Woods, que sentaron las bases de las nuevas sociedades, del sistema capitalista que nos ha traído hasta hoy. Un sistema falaz que ha sabido articularse con el paso de los años y el correcto adoctrinamiento para traernos a donde hoy estamos. Nos vendieron el libre mercado y la igualdad de oportunidades. Una quimera que jamás nos hubiesen permitido alcanzar.

Ya en la anterior crisis global, y ahora en esta, el Capitalismo a puesto de manifiesto que su único interés radica el la supervivencia de las grandes Corporaciones. Razón por la que los poderes nacionalizan grandes empresas, salvan bancos etc. El hundimiento de las pequeñas industrias, la pérdida de trabajos etc son lo que ellos llaman : daños colaterales.

En esta crisis sanitaria global se han puesto de manifiesto no pocos pecados permitidos por la sociedad. El mayor de todos radica en pensar que somos dueños de nuestras vidas. Es obvio que no. En el mejor de los casos se nos permite decidir sobre temas domésticos. De cuando en cuando nos llevan a las urnas para darnos la falsa esperanza de que con nuestro voto podemos cambiar las cosas.

Está muriendo gente en todo el mundo, y más que va a morir (la gente no es consciente todavía de que van a ser muchos) y uno se da cuenta de lo frágil que es nuestra conciencia de grupo. Siguen manejándonos a través de su arma más eficaz, los medios de comunicación y las redes sociales modernas donde un sólo ordenador en las manos acertadas multiplica por millones las falsas informaciones.

En estos días de confinamiento global uno se da cuenta de la dependencia que tiene de cosas superfluas. Como diría Mujica, perdemos demasiado tiempo en comprar cosas que no necesitamos. Ese ha sido el caramelo del capitalismo.

Nunca habrá igualdad de oportunidades en sentido absoluto, aunque sí pueda darse en sentido amplio en determinados momentos. Cuando Churchill digo aquello de: “sobre el mundo ha caído un Telón de Acero” refiriéndose a las hoces y martillos que estaban del otro lado; era consciente de que el negocio del capitalismo daba un paso de gigante. USA nunca dejó de tener intercambios comerciales con la URSS, tan sólo disimulaba bajo banderas de conveniencia. A ambos lados del Muro les interesaba vender su particular burra.
La primera se desplomó por su propio peso e ineptitud en los 90, la segunda se desplomó en 2008, la salvaron soportando todos nosotros el peso, y ahora se ha vuelto a desplomar. ¿Por qué? Porque está construida sobre una falacia. No eres más feliz cuanto más puedes comprar (dictado 1 del Capitalismo); eres más feliz cuanto menos necesites.
La necesidad siempre será apremiante.

No sé cual es el modelo de Mundo que deberíamos dejar a nuestros descendientes, pero este se me antoja demasiado quebradizo. Eso sí, rompe siempre por el mismo lado.
El mundo está gobernado por poderes que están lejos del alcance de marionetas como Trump o Putin.

Cambiar el modelo no parece tarea fácil, pero se puede hacer. Todo lo que tenemos que hacer es tener pensamiento crítico. Ver qué carencias tenemos y qué estamos haciendo mal. No vamos a poder cambiar el poder que maneja el mundo desde los mercados de cereales capaces de producir hambrunas a tres mil kilómetros, para provocar inestabilidad, hambre y guerra. Pero sí podemos hacer algo para no tener países como Brasil, gobernados por psicópatas que hablan de un virus que mata a miles de persona como si lo hiciesen de un catarro.

Es responsabilidad de todos cambiar las cosas. Ojalá me equivoque, pero no lo haremos. Pasará este tiempo e iremos a los hospitales a decirles que son unos ineptos bien pagados por no atendernos de un corte en un dedo. O iremos a mítines para aplaudir a políticos que nos estarán mintiendo en nuestra cara. La droga que nos han vendido desde aquellos acuerdos en los EE.UU, nos han convertido en verdaderos yonkies del consumismo. Sabemos que un drogadicto, lo será siempre. Consuma o no.


EL CRUJIR DE LAS RAMAS


Dicen que cada uno encuentra su espacio en un momento dado en la vida. Ese lugar en el que uno desea permanecer el máximo tiempo posible. No quedarse para siempre, somos humanos y seguro que acabaríamos destrozándolo, pero si al que acudir cada vez que lo precisemos.

Si digo que el lugar donde mejor me siento es en medio de la Naturaleza, ninguna de las personas que me conocen se sorprenderían. Pues ha sido siempre mi refugio. El crujir de las ramas cuando el viento las mece siempre me ha provocado una sensación de paz difícil de explicar. Caminando en medio del bosque voy poco a poco dejando de lado la presión del día a día; las angustias y las penas… Podría decir poéticamente que entro en trance, pero no sería verdad, ya que soy consciente plenamente de que sólo estoy tomando aire para afrontar la realidad.

Las playas, el sonido de las olas golpeando la playa; el ulular del viento en las tempestades puede resultar una gran sinfonía a la vez que sobrecoge el corazón cuando uno se imagina en un cascarón a 20 millas de la costa. No soy hombre de mar, y sin embargo me gusta pasear por la playa mojándome, tirarme a las olas…

Han sido muchas las ocasiones en las que he emprendido viaje a montañas o costas con la única compañía de una cámara de fotos, los bastones para caminar y una mochila. Nunca me he sentido sólo. Tal vez porque siempre que recorro caminos o visito lugares lo hago con la misma ilusión que un niño. Me admiro de los paisajes que veo alrededor, descubro rincones nuevos en lugares que ya había estado, o simplemente hago un alto en el camino y escucho. Si prestas atención, la naturaleza siempre está en comunicación con uno.

En estos años he descubierto, en medio de la montaña, que nos perdemos demasiadas cosas en el mundo urbano. Y no hablo de paisajes idílicos o de momentos hermosos al descubrir unas vistas. Me refiero a la extraordinaria cantidad de tiempo que perdemos en nimiedades. Tres horas caminando se me hacen mucho más cortas que 20 minutos en un autobús camino del trabajo. El ritmo de vida que llevamos nos impide, muchas veces, darnos cuenta de lo importante que es para uno tener un lugar en el que hacer clic y dejar todo a un lado, atrás.

Cuando era niño tuve la fortuna de criarme en un pueblo, vivir en simbiosis con el entorno que teníamos y hacer que cuanto nos rodeaba formase parte de nuestros juegos. Desde la vía del tren hasta el río, pasando por los montes que teníamos cerca. Y sí, ya sé que hoy día los niños prefieren la realidad virtual de una consola a la vida real...o no; porque muchos nunca han tenido la oportunidad de vivir la naturaleza.

Y eso, vivir la naturaleza, escuchar como crujen las ramas cuando caminas por un soto; mojarte los pies mientras el agua de lluvia se desliza por el tronco de los árboles...son experiencias que hoy apenan disfrutan los niños y poco los adultos. En lo personal, creo que me han ayudado mucho en el desarrollo personal.

Uno nunca puede detener el tiempo. No puede tampoco negar una realidad que le golpea la cara cada mañana. Pero uno si puede acudir a una terapia tan barata como intensa, como es vivir la naturaleza con los 5 sentidos. Estoy seguro de que el mundo interior de las personas sería mucho más rico. Tendría más asideros a los que agarrarse y acudiría mucho menos a ese otro “mundo mágico” que reproducen las muchas drogas que reparte la medicina en forma de ansiolíticos, benzodiezapinas y otras drogas de uso legal.

No importa si bosque, prado, montaña, playa, río, desierto…..pasear por la naturaleza en soledad o acompañado es una píldora al alcance de todos que estimula sin efectos secundarios.



viernes, 27 de marzo de 2020

NUNCA EL TIEMPO ES PERDIDO


En estos días, en los que un enemigo invisible se ha metido en nuestro inconsciente haciendo aflorar los miedos atávicos que todos llevamos dentro, un elemento común nos arrolla un día si y otro también. El tiempo.

Otrora enemigo inexorable de nuestra existencia; caballo que nos lleva más o menos al trote hasta la vejez. Se ha convertido, de pronto, en una suerte de etapa estacional en la que tenemos la sensación de vivir como el personaje que interpretaba Bill Murray en “Atrapado en el tiempo”, donde el personaje revive cada mañana el mismo día.

En los primeros días el encierro sirvió para que muchos sacasen a relucir su lado cómico, su parte creativa, tal vez indolente. Miles de memes, con más o menos gracia, inundaron nuestros teléfonos móviles. El paso de los días nos ha trasladado a una cierta incertidumbre que provoca inquietud. La cantidad de informaciones falsas que llenan hoy los espacios de las gracietas de antes, merma nuestra capacidad de síntesis en la medida en que seamos proclives a dar valor de verdad a las informaciones de unos u otros.

Debería de imperar el pragmatismo, la cordura y, sobre todo, el escepticismo para con según que informaciones. Uno debe de ser clarividente sobre un hecho que tangencial para todos, los virus son más rápidos que las informaciones. A estas altura de la película seguramente los contagiados sean o seamos más de medio millón de personas. Una información valiosa teniendo en cuenta el ratio que más nos acongoja, el de los decesos. Pues no es lo mismo 1 de 100 que 1 de 1.000, o 1 de 10.000.

Mas allá de los números, la estadística; los enfermos o los tristemente fallecidos, deberíamos pensar que nunca el tiempo es perdido. Estamos en una etapa de redescubrimento de nuestros hijos, de los amigos (de los que parecía que eran, de los que son y de los que, ahora, demuestran que están). Es también un tiempo para mirarnos al espejo con más frecuencia de la habitual y reconocernos en él.

La introspección, tan necesaria siempre como dejada de lado, debe de ayudarnos a ordenar nuestra mente. En una sociedad que apenas mira el pasado y se deja atropellar por el futuro; este parón, puede y debe de significar un antes y un después. Lo queramos o no, nada será igual. Hoy todos somos más conscientes que nadie de lo vulnerables que somos en realidad. Y no sólo como personas físicas, sino como sociedad.

Es un tiempo para valorar también la libertad, ese bien que nuestra generación y las posteriores no ha valorado suficientemente y que las anteriores han masticado de manera lenta, viniendo como venían, de la ausencia de ella. Esa libertad coartada por nuestra incapacidad como especie de hacer frente a un enemigo tan temible como insignificante.

Estamos también ante una oportunidad fabulosa para apagar los televisores y las radios y sumergirnos en un buen libro; quizás escuchar música… cualquier otra actividad que estimule nuestras neuronas. Tenemos conocimientos adquiridos, otros muchos que son inherentes a la propia vida y que se aprenden existiendo.. mas muchos parecen dormidos, sedados por los pensamientos de otros que invaden las ondas con las que nos percuten día tras día. Es un tiempo fantástico para emanciparse de la estupidez de otros.
El tiempo, cuando está desordenado, puede provocarnos desazón. Eso sí, sólo cuando somos conscientes de la realidad que nos rodea. El personaje de “Atrapado en el tiempo” era el único que se daba cuenta de la repetición constante de los mismos hechos; incapaz de entender como los demás repetían siempre los mismos patrones. ¿Cuántos son hoy esos ciudadanos de la película que repiten día tras día el mismo patrón?¿Cuántos escuchan siempre a los mismos, leen a los mismos y piensan lo que piensan los mismos? La toma de distancia favorece una elaboración propia del pensamiento. El aburrimiento en necesario. Ser capaz de abstraerse será el mejor asidero para afrontar los días venideros.

Nunca el tiempo es perdido cuando tantos son capaces de unir sus conocimientos para lograr el bien común. Aunque siempre habrá empresas y particulares que soslayen esos valores con tal de enriquecerse. Tenemos que obligar, en el futuro inmediato, a que nuestros recursos tengan una salida importante hacia la investigación y el desarrollo. Ese lugar común de la política que suele ser un solar en cuanto pasa la emergencia.

Hace muchos años, Perón, decía que “al pueblo hay que darle zapatos, y no libros”. Muchos, a lo largo del tiempo, han pretendido eso. Llenar nuestras casas y mentes de cosas más o menos útiles para que caminemos. Los libros tienen el peligro de abrir las mentes y lograr que el caminante se detenga a pensar sobre la conveniencia o no del trayecto que lleva. Algo que a los poderes nunca les ha gustado. El objetivo último de muchas políticas no es darte las herramientas para que pienses, sino enseñarte qué pesar; o en su defecto darte zapatos para que sigas caminando.

Nunca el tiempo es perdido, para finalizar, si lo dedicamos a permitir que los sentimientos de verdad afloren. No los que creemos sentir en la voracidad del día a día o de la inmediatez; sino los de verdad. Los que te mueven por dentro. Posiblemente muchos se reafirmen en estar en el lugar adecuado y con la persona correcta. Otros, sin embargo, van a descubrir que su camino dista mucho de ser el mismo del que cohabita en casa. Y habrá un grupo, no menos numeroso, al que este tiempo sirva para poner en orden su corazón, su mente; y al que esta aparente zozobra le llevará a una playa magnífica en la que esperar a quien de verdad llenará sus días futuros.

El tiempo….

sábado, 21 de marzo de 2020

EL RETO DE MIRAR – EL PRIVILEGIO DE VER


En la vida uno aprende en base a la experimentación propia sobre los hechos que realiza y por la formación que recibe a lo largo del tiempo. Siempre teniendo en cuenta que, en la curva del aprendizaje, no todas las enseñanzas dadas o aprendidas son buenas. Lo que nos va a diferenciar de los demás no es otra cosa que la permeabilidad que tengamos hacia todas estas variables.
En el plano humano vamos superando obstáculos a lo largo de nuestra existencia y también disfrutando de los placeres que nos depara. Por suerte el equilibrio, para la mayoría de los seres humanos, se suele conseguir en algún punto entre en nacimiento y la muerte. De no ser así el mundo sería un lugar inhóspito.
Cuando atravesamos un momento malo y sufrimos por ello, nuestra respuesta cognitiva varía mucho en función de ese aprendizaje previo que nos ha ido dando la vida. Unos, cuando tratan de mirar al horizonte, sólo ven nubarrones oscuros ante los que su reacción es cerrar todas las puertas que dan acceso a su interior. Ven la vida a través de una mirilla, una suerte de ojo de buey que ofrece una visión distorsionada de la realidad. Vagan así por la vida lamiéndose las heridas, impermeables ante cualquier posibilidad de luz, de vida. Otros, al contrario, miran el horizonte y ven los mismos nubarrones negros (el daño, al fin y al cabo duele a todos), pero en lugar de bajar la cabeza y cerrar las puertas, camina…
Y caminando espera la primera oportunidad para doblar la esquina y trazar una senda nueva, tal vez sin camino cierto pero...¿quién tiene certezas en el plano emocional?. Avanzan día a día, con la piel erizada cada vez que se levanta viento, pero sin cesar en el empeño de alcanzar un lugar mejor.
De pronto, sin que nadie lo espere alcanzan una plaza en la que confluyen muchos otros como ellos. Individuos que todavía no han arrojado la llave de sus puertas al pozo del olvido pero que caminan simplemente al lado de los otros, no se miran.
Y ahí está el reto más importante, el de atreverse a mirar a los otros; pero mirarlos no con ojos de pasado, sino con el cristalino brillante por el presente que puede descubrir. Asomarse al alfeizar del compañero de camino es una tarea dura cuando las laceraciones internas duelen sólo con moverse, pero merece la pena. Ser capaces de superar el reto de mirar hacia dentro lleva parejo, muchas veces, el privilegio de ver el interior de las personas.
¿Están preparados para ver lo que hay dentro de los demás?¿Serán capaces, a su vez, de mostrar su propio interior una vez cruzado el umbral? Otra vez certezas que nadie tiene. Lo único real es el temblar de piernas a cada paso, la sorpresa al descubrir que sólo por nosotros mismos podemos valorar a los demás; y la ansiedad por dejar que otros averigüen cómo somos. El reto de mirar con ojos de hoy es todavía más importante, ser capaz de apear los conocimientos aprendidos de oídas para rellenar los huecos con las certezas descubiertas al ver con nuestros propios ojos, es un privilegio.
En la vida aprendí que sólo lo que he visto, sentido, percibido...era real. Todo lo que me habían contado; incluso enseñado, raras veces se acercó a lo experimentado. Y es para bien o para mal la vida, sólo es, cuando es vivida.

miércoles, 18 de marzo de 2020

VIVIR SIN MIEDO


Levantarte una mañana con los ojos llorosos y sin ganas de nada, con la mente abstraída en los problemas personales...es algo que todos en algún momento de nuestra vida experimentamos.
El fracaso nos acongoja, nos amilana como personas y pone en duda nuestros valores. Esto es una evidencia no científica que todos sabemos. Pocas cosas pueden minusvalorar nuestra valía como hacer frente a un fracaso, sea éste laboral o personal.
Los laborales suelen ser más o menos llevaderos en función de lo que afecten a nuestros bolsillos. Si el daño es grande así será nuestro quebranto. Si, por el contrario, la caja no se resiente mucho, lo superamos con cierta facilidad.
El miedo al fracaso, sin embargo, es mucho más acusado cuando se produce en el ámbito sentimental. Cuando la zozobra inclina nuestro modo de vida de manera incontrolada. Mucho más si afecta a la urdimbre familiar que hemos ido tejiendo con el paso de los años.
He barruntado mucho sobre esto en los últimos meses. Echando la vista atrás me he agarrado a los tablones que flotaban tras la quiebra económica y también he flotado al pairo del viento en el aspecto sentimental. No es fácil erguir la cabeza cuando hierras una y otra vez. No es sencillo mirarte al espejo y ver a una persona que no quieres ser.
Sin embargo, aprendí de pequeño, que uno tiene que vivir la vida sin miedo. Respetando los peligros que la acechan sí, pero sin temor a vivir. Equivocarse forma parte del “encanto” de estar vivos. Nacemos sin manual, y vamos escribiendo día a día la narrativa de lo que será la final de nuestros días el libro de nuestra vida.
Cuando te atenaza el miedo pueden ocurrir muchas cosas: que te quedes inmóvil y no avances; que vayas a salto de mata equivocándote muchas veces; que vivas la vida que otros te digan que hagas; o que aciertes y abras una puerta que te lleve a un lugar tranquilo para empezar de nuevo. Tienes, pues, una cuarta parte de posibilidades de acertar y tres cuartas partes para vivir una vida que no quieres.
Muchas personas optarían por no hacer nada, por no arriesgarse y quedarse varadas allí donde el anterior fracaso les ha dejado. Nunca he creído en ello. Siempre he cerrado una puerta para abrir otra. La vida va en una única dirección, hacia delante. Le manido dicho de: “hoy estás y mañana quién sabe” , resulta tan veraz que tiendo a no tener miedo a vivir.
¿He dejado cosas sin hacer?¿He cerrado puertas que no debería?¿He apartado de mi vida a quién no debía?¿He dejado entrar en ella a malas personas? Sí, claro que sí, me he equivocado muchas veces. ¿Y qué? No soy por ello peor persona. La experiencia dicen que es un grado. Las laceraciones que han quedado en mi interior y las que a buen seguro he dejado en otros están ahí, y estarán. Pero la vida sigue y uno no puede tener miedo a vivir.
Uno cierra el primer libro de una saga y puede sentir pavor ante la apertura del siguiente, creyendo que nada puede superar al cerrado. Y ahí está el error, pues no se trata de que supere al otro, ni siquiera de que sea igual de interesante. Es un nuevo libro, una nueva historia...y así veo la vida. Esperando al próximo tomo.

Vivir sin miedo tal vez sea una utopía, pero la utopía sirve para seguir avanzando.

TIEMPOS PRETÉRITOS


Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que las personas nos comunicábamos de una manera diferente. No nos enviábamos wathsapp, no colgábamos historias en redes sociales, no teníamos esta comunicación tan impersonal que ahora nos arrolla.
Eran tiempos de largas conversaciones cara a cara; de largas esperas para encontrarse con los amigos y escuchar las historias de unos y otros. La narrativa era común en todos nosotros. Tratábamos de expresar de la mejor manera posible aquellas cosas que nos pasábamos o hacíamos. Con suerte, de alguna de aquellas historias, teníamos una instantánea hecha por los pocos afortunados que disponían de medios para ello. Los demás, sentados alrededor del orador, imaginábamos en nuestras mentes las situaciones que nos contaban. Cada uno, en su fuero interno, aportaba los colores y olores a lo narrado.
Hoy día las cosas ya no son así, la inmediatez de la comunicación elimina la incertidumbre, el factor sorpresa...en dos segundos tienes colgado en la red aquello que acabas de hacer por nimio que sea. Buscamos colgar vídeos absurdos, muchos buscando la aprobación de las redes sociales; para saciar una apremiante necesidad de satisfacer el ego.
El avance de la Globalización trae consigo un nuevo modelo social en el que imperan las necesidades creadas de modo artificial frente al las sobrevenidas de verdad. En tiempos pretéritos las necesidades para vivir no eran diferentes a las actuales, prácticamente son las mismas. ¿Qué ha cambiado? La voracidad. Ese innecesario anhelo de tener todo lo que tienen los demás, al precio que sea y lo más rápido posible. ¿Para qué? Para nada.
El futuro que atisbábamos entonces ha traído avances fabulosos, una mejora notable en la comunicación y el enterarnos en tiempo real de las cosas que suceden en el mundo...o no. Porque esta es otra; arguyen los comprometidos con las nuevas tecnologías de la inmediatez de las noticias, de que así nos engañan menos, etc. Creo que no sólo no es así, sino que se magnifican las cosas. Nos enteramos de las cosas que quieren que nos enteremos. Inflaman las redes con pseudo noticias sobre catástrofes en éste o aquel país; sobre guerras en lugares que interesa poner el foco etc. ¿Cuántas noticias hay de África? Y allí hay epidemias en las que ha muerto más gente que con el Coronavirus. Y allí se desarrollan más de la mitad de las Guerras activas en el Mundo. Y allí van todas las potencias occidentales a esquilmar sus recursos pasando por encima de quien sea. Mundo Globalizado dicen….no en todos lados.
Seguro que los tiempos pretéritos tienes muchos agujeros negros, sin duda. Hace muchos años, cuando existía el Congo Belga y otras lindezas europeas en África, tampoco nos esterábamos; o sí lo hacíamos era a tiempo pasado y a través de personas que arriesgaban sus vidas en informarnos.
Pero entonces, quizás ignorantes a ojos de un adolescente actual, vivíamos una vida mejor en el aspecto de relaciones humanas. Valorábamos la amistad, la lealtad, la palabra.
Hoy la palabra vale lo que un like en la mayoría de las ocasiones. Una opinión de “un amigo” de Facebook puede pesar más que la mirada de entonces de un amigo, con la que era suficiente para darte un sí o un no.
Me hago mayor, es cierto, pero echando la vista atrás eso es lo único que recuerdo con nostalgia: el valor de la comunicación cara a cara. Creo en el futuro, claro que creo, pero veo en el comportamiento de mi hija adolescente unas carencias sociales importantes. Hoy los jóvenes viven su vida en vivo, para todos a la vez, ya no tendrán el anhelo de esperar al verano para hablar con los amigos que llegan de fuera y reír escuchando las vivencias de los meses sin verse.

martes, 17 de marzo de 2020

ALARMA


Hace unos días que se instauró en nuestro país el Estado de Alarma, y con él llegaron las escenas propias de series de reciente éxito entre adolescentes. La gente se agolpaba en la puerta de los supermercados como si fuese apremiante llenar las despensas de las casas. Uno podría incluso pensar que los supermercados no abrirían al día siguiente.
Alarma no debe de implicar otra cosa que estar alerta, tendría que despertar en nosotros un interés por situaciones que, en un momento dado, pudiesen ser peligrosas. Sin embargo muchas personas entraron en pánico. De haber decretado el gobierno el Estado de Excepción o Sitio no sé que habría sucedido en nuestras calles.
Nuestro enemigo como sociedad son dos muy poderosos: por un lado tenemos un patógeno que no se ve, pero que está y se manifiesta cuando menos lo esperamos “el coronavirus” y por el otro lado está el miedo; tan poderoso como el primero por ser capaz de pervertir los comportamientos humanos hasta puntos que resultan deplorables. El miedo es mucho más veloz y peligroso que el coronavirus.
El miedo es atávico, está con nosotros desde que somos capaces de reconocernos como especie. Bien enfocado es un activo fabuloso que nos ha hecho avanzar como especie. Mal enfocado nos lleva a vértices demasiado peligrosos en los que el ser humano saca lo peor de sí.
Una sociedad madura es aquella que afronta sus temores de una manera ponderada, no mostrándose altiva pero tampoco moviéndose al vaivén interesado de la prensa o las redes sociales. El miedo unido a una desinformación creciente aboca a la sociedad a los comportamientos aberrantes que observamos estos días a través de las pantallas.
Por suerte, una gran mayoría opta por atender a las advertencias de las autoridades y ser comporta coherentemente. El sentido común suele ser la mejor arma para enfrentar cualquier problema. Pero somos españoles, en ocasiones tan tenaces como estúpidos. La historia de nuestra nación da muestras fehacientes de ello. Y, pese a todo, somos un extraordinario país.
En estos tiempos en los que el conocimiento está al alcance de cualquiera se da una paradoja interesante. Cuando más conocimiento tenemos a nuestra disposición mayor parece ser la confusión. ¿Por qué? Pues posiblemente por eso tan español que es “tener razón”. Aquí nos hemos acostumbrado a que cualquiera opine sobre el tema que sea, tenga o no la especialidad en el mismo. Tertulianos hablando de medicina sin haber estudiado nunca la carrera; políticos dando recetas de cómo hacer las cosas mientras soterran año sí y año también los esfuerzos en investigación que se llevan a cabo y que terminan, muchas veces, con el investigador lejos de nuestras fronteras investigando para otros países.
Este estado de Alarma debería abrirnos los ojos sobre lo más importante que tenemos todos y cada uno de nosotros, nuestra salud. Esta pandemia pasará, y se llevará por delante a muchas personas. Y habrá días de duelo, momentos de conjura política para hinchar el pecho o linchar al vecino. A la vuelta de los meses espero que hagamos una profunda reflexión sobre qué es importante y qué no. Tal vez sea el momento de pensar menos en tener más autovías o trenes de alta velocidad y pensar más en Investigación y Desarrollo. En tener un país verdaderamente preparado en Sanidad y Educación. ¿Y por qué en Educación? Porque sólo un país formado podrá exigir a sus dirigentes que centren su labor política en lo importante. Una sociedad educada y con un buen sistema público sanitario y universal afrontará el futuro con una base sólida y una seguridad que es evidente que hoy no tiene.
El Estado de Alarma debería, también, servir a nuestros dirigentes para que comprendan de una vez lo frágiles que somos. Lo indefensos que nos están dejando frente a un Cambio Climático que traerá nuevas enfermedades y ante las nuevas amenazas que asolarán el planeta en tiempos nada lejanos. Dicen que la política es el arte de buscar soluciones a problemas que no existen.
Yo no creo en los políticos, pero sí en la política. No creo en dogmas de fe, pero sí en la capacidad que esta tiene para aglutinar a personas de diferente raza, etnia, clase social…
ALARMA implica estar alerta, observar y tomar las medidas precisas para evitar el mal.

miércoles, 12 de febrero de 2020

EL MUNDO DE LAS PERSONAS VACÍAS


Una de las razones por las que suelo escaparme a la montaña radica en la necesidad de estar un poco alejado de una sociedad ciertamente opresiva y cada día, a mi juicio, menos humana.
En la medida en el que el desarrollo ha atropellado la mayoría de los enlaces que nos mantenían como sociedad gregaria, y ha creado nuevas manera de comunicarse, me siento menos cómodo. No se trata de un ejercicio de nostalgia generacional, sino de la certeza de vivir en un mundo lleno de personas vacías.
La inmediatez de las comunicaciones; la creación de noticias falsas; el desarrollo de falsas realidades; la desaparición del pensamiento crítico en favor de la crítica sin más… deja un universo social en el que las personas, cada vez, tienen menos vida interior.
Hace muchos años, los periodistas, decían: “el rumor es la antesala de la noticia”. Hoy día el rumor es, para muchos, la noticia. Incluso aunque jamás se produzca. La gente no busca certezas, no cuestiona el origen (salvo una minoría que siempre será el asidero de la sociedad). Los más se suman a una corriente u otra según les convenga y sólo levantan la cabeza para mirar cuando se topan personalmente con asuntos desagradables.
La movilización social de hoy día está demasiado mediatizada por las nuevas tecnologías que por las razones y argumentos de peso que otrora movían a las personas. Si uno compara a los países más desarrollados de occidente, con aquellos en vías de desarrollo o que se han quedado atrapados en el pasado podrá observar que, a nivel de tejido social humano, nuestro mundo va camino de ser un lugar donde los autómatas  sólo reaccionen cuando se vean atropellados.
En el plano individual uno puede observar como las personas se dedican más a rumor que a la noticia. Pasan las horas entre las habladurías y las invenciones. No mastican la información que les llega, no la diseccionan para comprobar su veracidad. Dan valor de verdad a comentarios que se alejan de la reflexión. Lo que les convierte en personas vacías, incapaces de valorar por sí mismos.
Y no es que no tengan la capacidad de discernir la verdad de la mentira, el bulo de la certeza… sí la tienen. Pero enfrentarse a ella supone afrontar las propias miserias. Ser una oveja más en el redil puede resultar cómodo si vives acodado en la barra de un bar o permaneces inane detrás de una pantalla. Mas si te gusta reflexionar sobre lo que ves y miras; si realizas de cuando en cuando cierta introspección, caerás en la cuenta de que es preciso convencer a las personas que quieres de lo fascinante que puede resultar,  ser el protagonista de tu vida en lugar de un mero espectador de ella convirtiéndote en una persona vacía más.