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viernes, 3 de abril de 2020

ESE ESTRECHO CALLEJÓN


No es nada nuevo afirmar que la vida cambia en un instante. Que todos los preceptos aprendidos sobre una determinada materia son susceptibles de cambiar en cualquier momento. Pero no todo el mundo está preparado para afrontar estos cambios.

En este tiempo, en el que salimos cada tarde noche a aplaudir a nuestros sanitarios y fuerzas de seguridad, lo hacemos como una muestra de gratitud para con ellos; es el modo en que podemos darle las gracias a esa parte visible de la sociedad que ahora mismo lucha contra un virus que ha cambiado nuestras vidas. Pensamos, para nosotros, que nadie mejor que ellos para desarrollar su trabajo y cuidarnos. Se trata de un pensamiento adaptativo de nuestra manera de entender la vida.

Sin embargo muchos de ellos se verán conducidos día tras día a un callejón estrecho en el que no encontraran sosiego con nuestros aplausos. A la tensión diaria del trabajo para salvar vidas, para evitar que la gente se contagie o sea imprudente; deben de sumar el natural miedo a contagiar ellos mismos a sus seres queridos; deben sumar también la frustración de no haber podido salvar a ésta o aquella persona; añaden la falta de descanso efectivo: el enfado por la parte de medios… y no será fácil para muchos de ellos salir indemnes de tamaña labor.

En casa, los que tienen a seres queridos en situaciones críticas, y no sólo por el virus, sino por miles de causas más, acumulan a la pena la agonía de la espera. La incertidumbre suele ser el mayor enemigo de la paz. Nuestras cabezas bullen en una lucha desesperada por racionalizar el equilibrio entre lo que podemos hacer y lo que creemos que podemos; entre la información y la desinformación… no es sencillo irse a dormir.

La tan nombrada estos días, resiliencia, no es en todo el mundo igual. Se puede aumentar con conocimientos, se puede fortalecer con técnicas grupales o individuales. Pero la base de la que partimos no es igual para todos. Desde la infancia hasta nuestra vejez, el entorno en el que desarrollemos nuestra vida supone tener o no fortaleza interior. Así pues a mayor grado de adaptabilidad mejor será nuestra capacidad de resiliencia.

Pero al final todos podemos adentrarnos en el callejón. Muchos pensarán que se trata de uno sin salida. Pero siempre la hay, aunque no todos la vean. Posiblemente para una mayoría sea relativamente fácil encontrar los asideros necesarios como para salir indemnes. La red de amigos, familia, capacidades… ayuda a poder ver el final. Pero otros no podrán salir solos, no encontrarán asideros y sí sufrirán golpes que vayan poco a poco mermando sus capacidades. Y tendremos que ser generosos con ellos; tender una mano y asirlos si fuese necesario.

Todo esto pasará, en el camino se habrán quedado muchas personas; sus familias echarán de menos a esos seres queridos y sufrirán la ausencia de duelo en estos días donde ni siquiera eso es fácil. Mas la vida sigue y al final de una larga noche siempre espera el alba. Y con la distancia debida este estrecho callejón se convertirá en una avenida con salida al camino que elijamos. Si en la salida nos encontramos con alguna de esas personas a las que ayudamos a huir del callejón, nos sentiremos mucho mejor.

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