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miércoles, 12 de febrero de 2020

EL MUNDO DE LAS PERSONAS VACÍAS


Una de las razones por las que suelo escaparme a la montaña radica en la necesidad de estar un poco alejado de una sociedad ciertamente opresiva y cada día, a mi juicio, menos humana.
En la medida en el que el desarrollo ha atropellado la mayoría de los enlaces que nos mantenían como sociedad gregaria, y ha creado nuevas manera de comunicarse, me siento menos cómodo. No se trata de un ejercicio de nostalgia generacional, sino de la certeza de vivir en un mundo lleno de personas vacías.
La inmediatez de las comunicaciones; la creación de noticias falsas; el desarrollo de falsas realidades; la desaparición del pensamiento crítico en favor de la crítica sin más… deja un universo social en el que las personas, cada vez, tienen menos vida interior.
Hace muchos años, los periodistas, decían: “el rumor es la antesala de la noticia”. Hoy día el rumor es, para muchos, la noticia. Incluso aunque jamás se produzca. La gente no busca certezas, no cuestiona el origen (salvo una minoría que siempre será el asidero de la sociedad). Los más se suman a una corriente u otra según les convenga y sólo levantan la cabeza para mirar cuando se topan personalmente con asuntos desagradables.
La movilización social de hoy día está demasiado mediatizada por las nuevas tecnologías que por las razones y argumentos de peso que otrora movían a las personas. Si uno compara a los países más desarrollados de occidente, con aquellos en vías de desarrollo o que se han quedado atrapados en el pasado podrá observar que, a nivel de tejido social humano, nuestro mundo va camino de ser un lugar donde los autómatas  sólo reaccionen cuando se vean atropellados.
En el plano individual uno puede observar como las personas se dedican más a rumor que a la noticia. Pasan las horas entre las habladurías y las invenciones. No mastican la información que les llega, no la diseccionan para comprobar su veracidad. Dan valor de verdad a comentarios que se alejan de la reflexión. Lo que les convierte en personas vacías, incapaces de valorar por sí mismos.
Y no es que no tengan la capacidad de discernir la verdad de la mentira, el bulo de la certeza… sí la tienen. Pero enfrentarse a ella supone afrontar las propias miserias. Ser una oveja más en el redil puede resultar cómodo si vives acodado en la barra de un bar o permaneces inane detrás de una pantalla. Mas si te gusta reflexionar sobre lo que ves y miras; si realizas de cuando en cuando cierta introspección, caerás en la cuenta de que es preciso convencer a las personas que quieres de lo fascinante que puede resultar,  ser el protagonista de tu vida en lugar de un mero espectador de ella convirtiéndote en una persona vacía más.