Una de las razones por las que suelo
escaparme a la montaña radica en la necesidad de estar un poco alejado de una
sociedad ciertamente opresiva y cada día, a mi juicio, menos humana.
En la medida en el que el desarrollo ha
atropellado la mayoría de los enlaces que nos mantenían como sociedad gregaria,
y ha creado nuevas manera de comunicarse, me siento menos cómodo. No se trata
de un ejercicio de nostalgia generacional, sino de la certeza de vivir en un
mundo lleno de personas vacías.
La inmediatez de las comunicaciones; la
creación de noticias falsas; el desarrollo de falsas realidades; la
desaparición del pensamiento crítico en favor de la crítica sin más… deja un
universo social en el que las personas, cada vez, tienen menos vida interior.
Hace muchos años, los periodistas, decían: “el
rumor es la antesala de la noticia”. Hoy día el rumor es, para muchos, la
noticia. Incluso aunque jamás se produzca. La gente no busca certezas, no
cuestiona el origen (salvo una minoría que siempre será el asidero de la
sociedad). Los más se suman a una corriente u otra según les convenga y sólo
levantan la cabeza para mirar cuando se topan personalmente con asuntos
desagradables.
La movilización social de hoy día está demasiado
mediatizada por las nuevas tecnologías que por las razones y argumentos de peso
que otrora movían a las personas. Si uno compara a los países más desarrollados
de occidente, con aquellos en vías de desarrollo o que se han quedado atrapados
en el pasado podrá observar que, a nivel de tejido social humano, nuestro mundo
va camino de ser un lugar donde los autómatas sólo reaccionen cuando se vean atropellados.
En el plano individual uno puede observar
como las personas se dedican más a rumor que a la noticia. Pasan las horas
entre las habladurías y las invenciones. No mastican la información que les
llega, no la diseccionan para comprobar su veracidad. Dan valor de verdad a
comentarios que se alejan de la reflexión. Lo que les convierte en personas
vacías, incapaces de valorar por sí mismos.
Y no es que no tengan la capacidad de
discernir la verdad de la mentira, el bulo de la certeza… sí la tienen. Pero enfrentarse
a ella supone afrontar las propias miserias. Ser una oveja más en el redil
puede resultar cómodo si vives acodado en la barra de un bar o permaneces inane
detrás de una pantalla. Mas si te gusta reflexionar sobre lo que ves y miras;
si realizas de cuando en cuando cierta introspección, caerás en la cuenta de
que es preciso convencer a las personas que quieres de lo fascinante que puede
resultar, ser el protagonista de tu vida
en lugar de un mero espectador de ella convirtiéndote en una persona vacía más.