LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

viernes, 28 de marzo de 2014

EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE

Siempre hemos escuchado que el perro es el mejor amigo del hombre, y no tengo ninguna duda de que es un animal fiel y cariñoso que nos da mucho a cambio de poco. Sin embargo tenemos un amigo mucho mejor y más importante..uno mismo. A veces nos despertamos peleados con nosotros mismos, cansados de estos dolores o de aquellos problemas. Nos miramos al espejo y apenas reconocemos al ser que vemos reflejado (algo que se agudiza con los años). Sin embargo somos nosotros nuestros mejores amigos porque sólo en nuestro interior encontraremos las respuestas a casi todas las preguntas que seamos capaces de hacer. Tendemos a mirar alrededor cuando tenemos problemas para ver si alguien puede escucharnos, para descubrir que importamos a los demás y que nos ayuden a solucionar un problema determinado. En el fondo no se trata de otra cosa que, cierto temor a la responsabilidad. Aquellos que aprenden a mirar en su interior, los que analizan con frialdad lo que les ocurre; quienes son capaces de conocerse lo suficiente como para ver reflejado en el espejo una solución y no un problema..tienden a tener una vida mucho más amable para con ellos mismos. Desde mi punto de vista el poder ser tu propio mejor amigo te da una autonomía brutal frente a los que no tenemos esa facilidad. Al igual que pasa con el amor, donde primero uno debe aprender a quererse para poder querer después a los demás, conviene en el caso de la amistad aprender a conocerse a un mismo, a confiar en lo que somos. Así podremos salir fuera y afrontar una amistad desde una óptica diferente....

lunes, 17 de marzo de 2014

ME GUSTA....¡ME GUSTAS TU!

Me gusta cerrar los ojos e imaginarte a mi lado, acompañándome en cada despertar como el alba acompaña a la mañana para poder avanzar. Me gusta el aroma que desprende tu cuerpo en la cercanía con el mío; ese perfume que un día me atrapó y todavía me tiene prisionero. Me gusta la capacidad de sacrificio que tienes para con los demás en un momento en el que prima el “yo” por encima del “nosotros”. Me gusta el corazón que ocultas tras una coraza que amenaza con romperse por la inmensa presión de los sentimientos. Me gusta el modo en cómo caminas, aun cuando muchas veces ni siquiera necesitas moverte para desplazarte por mi mente. Me gusta el estoicismo con el que afrontas los malos momentos cuando otro, quizás yo mismo, hubiesen tirado la toalla. Me gusta la sonrisa que se dibuja en tu cara cuando me miras sin apenas darte cuenta de que yo también te miro. Me gusta que existas porque terminarás haciendo posible aquella utopía de vida que un día cree en mis sueños. Me gustas tú, porque simplemente...estás...

AQUELLA VIDA

Casi nunca estamos contentos con lo que tenemos, nos quejamos a menudo del modo de vida que tenemos y deseamos aquella vida que otros tienen. Suele ser más fácil ver de color de rosa la vida de los otros en comparación con la nuestra. ¿Por qué? No debe de haber una respuesta sencilla cuando esta pregunta nos la hacemos desde que el hombre es hombre. Una vez somos dueños conscientes del desempeño de nuestra existencia, comenzamos a construir un modo de vida. Situamos en el eje central una casa, un trabajo, un sueño...e iniciamos la construcción de nuestro castillo particular. Mientras construimos no dejamos de mirar alrededor para ver cómo son las demás construcciones, casi siempre ante la inseguridad de estar haciéndolo mal con respecto a los demás. Sin tener en cuenta que cada uno usamos nuestros particulares materiales de construcción. Son muchos los castillos en el aire que terminan desmoronándose. En ocasiones no por una mala planificación de base, sino porque en el tiempo hemos ido eligiendo defectuosos materiales a los que apenas prestamos atención. La vida pasa por ser un complejo entramado de circunstancias que nos llevan por unos derroteros u otros. Nuestra capacidad para elegir camino nos va a llevar a toparnos con quienes sumen y quienes resten. Y a todos nos sucede lo mismo. Solemos mirar aquella vida que otros tienen o nosotros deseamos cuando no estamos contentos del todo con esta vida, la que nosotros tenemos. Y sucede que sólo somos dueños de la nuestra y no siempre. Así que no estaría de más disfrutar y vivir para no tener que un día añorarla...

EL DEPORTE, LOS JUGADORES Y SUS PADRES

Estoy casi seguro de que, si le preguntan a cualquier entrenador les diría tres cosas, entre otras muchas: Qué el deporte en el que desempeñan su labor de técnicos ha sido parte importante de su vida, qué los jugadores hay que entenderlos dentro de su propia idiosincrasia y que los padres, generalmente, son la parte que desentona en la ecuación. Que el deporte es sano no es algo que vaya a descubrir ahora; demostrados están sus beneficios en la salud física y metal de quién lo practica, siempre que hablemos del deporte como una práctica no profesional. A ese nivel habría mucho que discutir sobre los excesos del deporte. Intentar que nuestros hijos introduzcan el deporte dentro de su rutina diaria irá en beneficio de ellos a lo largo de su desarrollo; en un tiempo en el que los niños tienden a pasarse la vida frente a una pantalla, descubrir un deporte les reportará un gran beneficio personal. Una vez que se descubre un deporte y éste se comienza a practicar de un modo más o menos organizado uno suele encontrarse con jugadores de todo tipo: están los que aúnan cualidades físicas y capacidad de sacrificio para aprender; los que teniendo un físico privilegiado nunca alcanzan nivel porque su actitud no es la correcta; aquellos que esforzándose al máximo ven acotados sus objetivos por un físico que no le permite más; y aquellos que se acercan al deporte porque alguien le ha dicho que fuesen pero que, en su foro interno, disfrutarían mucho más en cualquier otro lado. Y aquí es dónde los padres juegan un papel esencial. De entrada, y sobre todo a una edad temprana, existen pocos argumentos físicos que sean óbice o cortapisa para la práctica deportiva. Todo el mundo puede practicar un deporte siempre que atienda de una forma veraz a sus capacidades. Muchos padres acercan a sus hijos a clubes deportivos con la esperanza de que sus hijos practiquen un deporte y se alejen de otras prácticas habituales menos saludables: como las videoconsolas. Tengo muy claro que los jugadores que tienen claro que deporte quieren hacer (en cada momento de su vida) apenas necesitan que sus padres les lleven a ningún club, ya son ellos los que se buscan la vida. Para un entrenador formar un grupo partiendo de un montón de jugadores más o menos heterogéneo es una labor que lleva un tiempo pero qué, normalmente se consigue. El problema llega cuando los padres ejercen de “managers” de sus hijos. No es la primera vez, ni será la última, que un padre se acerca a un entrenador para reprocharle que su hijo no juega lo suficiente o que (y esto ya raya muchas veces el paroxismo) para aclararle al adiestrador cómo debe de jugar su hijo dentro de la dinámica del grupo... y se quedan tan anchos. Honestamente creo que los padres deberían ocuparse de acercar a sus hijos a las instalaciones donde practiquen deporte y elegir entre dos actitudes: marcharse a la cafetería y charlar con los demás padres o permanecer en la grada en silencio viendo a sus vástagos. Desgraciadamente para los jugadores noveles muchos padres se comportan en las gradas como verdaderos imbéciles, lo que repercute en el jugador de dos formas muy claras: o se siente humillado por la actitud de su padre y termina sintiéndose incómodo; o se convierte en la continuación de su progenitor trasladando al terreno de juego un lenguaje soez, y una actitud que termina por desquiciar a sus compañeros. Afortunadamente son más los padres que deciden acercar a sus hijos a la práctica de un deporte para que se diviertan; ejercicio éste último, el de divertirse, que debe de ser parte esencial en los inicios de cualquier práctica deportiva. Pretender que nuestros hijos sean unas figuras cuando todavía desconocen los fundamentos teórico técnicos del deporte que comienzan a practicar sólo los llevará al fracaso personal. El deporte, sobre todo en sus inicios, debe de ser una parte de la vida de nuestros hijos y no el eje central sobre el que vertebrar su desarrollo. Son muy pocos quienes llegan a vivir de la práctica de un deporte y muchos menos los que pueden permitirse el llegar sin un tremendo sacrificio. Es preciso que los padres entiendan que la formación de sus hijos debe ir pareja en todos los campos. Vivir de un deporte es, hoy día, mucho más difícil que hacerlo de una formación no deportiva. Vivir practicando un deporte se puede hacer toda la vida siempre y cuando su práctica reporte beneficios físicos y mentales. Invitaría, por tanto, a los padres a dejar que el deporte que elijan sus hijos (importante que sean ellos quienes decidan) les ayude a desarrollarse como personas. Los valores que aprenderán con la práctica deportiva harán de ellos mejores personas. Si, además, tienen la fortuna de que destaquen bien estará que sean la referencia a la que siempre puedan regresar y no la lanzadera que les despeñe por la vida...

miércoles, 5 de marzo de 2014

ESTA VIDA Y NO OTRA

Muchas veces reflexiono sobre la vida, sobre las cosas que suceden a mi alrededor y sobre aquellas en las que participo de forma activa. La certeza de la muerte hace que me plantee mi existencia como una experiencia continua. Podría pasar mi tiempo viviendo una vida más tranquila, sin lanzarme a aventuras físicas y mentales que rara vez terminan sin molestias; sin embargo hace un tiempo que me planteé seriamente que lo interesante es vivir esta vida y no otra. No creo que haya vida después de la muerte, lo que quizá me haga estar en desventaja sobre aquellos que sí lo creen, pues su mente puede aligerarse fácilmente bajo la premisa de que hay “cierto margen” para hacer las cosas, aunque quizá las termine en “otra vida”. En mi caso esa otra vida no es plausible por lo que, tiendo a mirar el futuro como una frontera límite ante la que debo agotar todas las experiencias que pueda. No se trata de lanzarme a aventuras que no pueda controlar, pues no soy un adicto a la adrenalina (tal vez porque no he sido tan valiente como otros). Pero sí que soy de mente inquieta, alguien a quien le gusta descubrir nuevos lugares y personalidades. Con frecuencia me han dicho aquello de: “Ya tienes edad para hacer las cosas con mas tranquilidad”. A uno se le ocurren cien respuestas sobre el particular mas es una pregunta lo que cabría hacerse: ¿por qué? Ante la certeza de que no hay nada más allá de la muerte (nadie me ha demostrado lo contrario) nada mejor que vivir esta vida lo más intensamente posible. Creo que uno debe de elegir los compañeros de viaje que en cada instante le acompañen. Puede que sea mucho tiempo la misma persona, puede que no sea así, incluso uno puede vivir en soledad. El día que todo concluya, seguramente echaré de menos el haberme quedado sin realizar muchas cosas que un día soñé hacer; pero miraré el interior de mi bolsa de viaje y sonreiré al ver que la he ido llenando de experiencias, de ilusiones, de sentimientos...

domingo, 2 de marzo de 2014

EN UN RICÓN

Las cosas interesantes de la vida casi siempre ocurren en un rincón. Buscamos el resguardo hipnótico de las esquinas para sentirnos fuertes o protegidos de las más diversas cosas. Las conversaciones trascendentales difícilmente tienen lugar en medio de un patio de butacas lleno de gente y prensa. Las declaraciones de amor ocurren con mucha más frecuencia en un rincón que en medio de la calle. En un rincón del alma guardaba el cantante los recuerdos del adiós de su amor... Los rincones son, a menudo, sitios lóbregos donde uno podría pensar que ocurrirían las cosas más desagradables y, sin embargo, acontecen las situaciones más gratificantes que más tarde se agolpan en las estanterías de nuestra memoria. Los primeros besos; aquellos escarceos amorosos llenos de torpeza; las primeras caladas a los cigarros adolescentes; las miradas furtivas a los enamorados; las escenas más tórridas... todo ocurre en ese pequeño espacio físico...el rincón. Nuestra mente; ese gigantesco espacio en el que guardamos todo está llena de pequeños rincones en los que, celosos, guardamos aquellos episodios conscientes que queremos para nosotros. También se guardan, y no siempre para nuestro agrado, los episodios inconscientes. Algunos de ellos garantes de nuestras capacidades y otros auténticas minas capaces de derribarnos. Nuestro corazón, diáfano en un principio, se va poblando de pequeños rincones en los que guardamos las experiencias emocionales de nuestra vida. En ocasiones estos rincones duelen, otras...nos provocan una sonrisa eterna. En un rincón he descubierto que la vida siempre te da revancha....

LOS DIAS DIFÍCILES

Tenemos por costumbre arrogarnos los mayores problemas del mundo, incluso los de los demás cuando ni somos parte ni nos afectan. Atribulada nuestra mente en estas y otras diatribas pasamos por la vida sin apenas prestar atención a los días difíciles que se viven no muy lejos de nosotros; pero sí lo suficiente como para que, la mayoría, pasemos de puntillas. Las revueltas sociales de Venezuela y de Ucrania llenan cada día los telediarios y las páginas de opinión de los diferentes medios escritos y digitales. Ambos países viven el desasosiego de una sociedad partida en dos por muchos más intereses externos que internos. Cuando un Estado comienza a mostrar signos de flaqueza y vulnerabilidad en sus dirigentes, todos aquellos que están interesados en su caída o en su continuidad tienden a intentar manipular la opinión pública en su beneficio. Los muertos no hablan; las viudas, los huérfanos o los padres que entierran a sus hijos son lo que, verdaderamente, viven días difíciles. El consuelo, de los más avezados, de que su muerte no sea en vano no deja de ser un canto de cisne de el sueño de una vida que ya se fue. Es cierto que los cambios sociales nunca se han producido sin violencia; mas no es menos cierto que en ciertos lugares y en ciertas comunidades la violencia ha sido siempre una parte más del todo. Y por ello difícilmente cambiará nada. Son días difíciles, sí, pero en muchos lugares del planeta. Algunos situados en puntos tan lejanos que difícilmente los situaríamos en un mapa; otros tan cercanos que buscamos olvidarlos viendo en los telediarios lo que sucede en otros lugares. Cerca, muy cerca, al otro lado de la calle tal vez, vecinos nuestros viven momentos y días difíciles. Días en los que el paro sacude con fuerza los cimientos de hogares construidos sobre el lodo político que todo lo corroe. Son días oscuros de incertidumbre, de búsqueda de recursos para subsistir; días de dolor y depresión, días difíciles. Mientras, los que afortunadamente no los vivimos, tendemos a mirar en dirección contraria. Desde siempre ha sido mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Los días difíciles que estén por llegar tendremos que afrontarlos con optimismo. Es la única receta para afrontar las fatigas de la vida. Una excesiva dosis de realidad tal vez nos acerque todavía más al precipicio. Los días difíciles...