LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

jueves, 15 de diciembre de 2016

ABALEAR

Todas las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas son determinantes en la misma medida en que seamos capaces de abalearlas. De separar el grano de la paja. Lo mollar casi siempre viene rodeado de diferentes distracciones que nos llevan a tomar el camino largo y tortuoso en lugar del recto y corto.
Como el fígaro que se afana en marcar la crencha de sus clientes, así debería de funcionar nuestro cerebro, sin embargo suele ser víctima de esa parte que algunos llaman corazón y gusta de sufrir y sentir.
El amor no siempre es real y sincero; torna por momentos zaino y fatuo. Aunque tiene el inmenso poder de arrastrarnos y de sumergirnos en el azaroso universo de los sentimientos desnudos. Allí donde la razón  no suele ganar a la impulsividad. Ese lugar lleno de espinas que nos laceran y brisas calmantes que nos empujan a seguir. Un torbellino de idas y venidas.
¿Cómo acertar con las decisiones? Qué pregunta! Se me ocurre pensar que la mejor manera de acertar es evitar tomar aquellas que vayan en contra de lo que sentimos. Mas es posible que dicho camino nos avoque a un error. En mi caso prefiero el error por dejarme llevar que cercenar un sueño.
Siempre podemos toparnos con personas que sienten amores de siesta. Esos que  se perciben intensos y profundos hasta que uno se despierta al cabo de un rato con cuerpo de mala noche. Tal vez quien concurra a nuestro encuentro sea alguien de siesta de pijama y orinal; esas tardes de Alcarria donde uno despierta feliz y ávido de seguir compartiendo.

Quien no ha cometido a la hora de abalear desconoce la esencia de la vida.

LA DESAZÓN, EL ABATIMIENTO Y UNA SORPRESA

Vivir es toda una aventura, nos despertamos cada mañana con multitud de cosas por hacer, de planes por realizar; tal vez tengamos a alguien con quien compartir nuestros sentimientos o quizás no…
Intentamos que cada momento que vivimos tenga un sentido, un propósito que dé validez a nuestro día a día.
Ocurre, sin embargo, que la vida tiende a dar sorpresas desagradables de cuando en cuando. Imponderables que convierten nuestra existencia en algo insoportable.
La desazón que produce una pérdida, del tipo que sea, nos acerca a esos instantes en los que nuestras acciones son erráticas, los pensamientos se agolpan en nuestra cabeza a la par que los razonamientos complejos enturbian las labores cotidianas. El resultado es un abatimiento físico y mental. Perdemos las ganas de todo, nos adentramos en la penumbra de nuestra propia mente; allí donde los sentimientos nos dejan desnudos ante la falacia de una felicidad que creíamos nuestra.
Los círculos mentales en los que podemos llegar a caer cuando vienen mal dadas siempre han tenido la misma salida recta. Que no es otra que la sorpresa del hallazgo inesperado. Todo lo que creíamos haber perdido vuelve a aparecer ante nuestros ojos. Miramos incrédulos, nos negamos a creer…pero ahí está. Rebosante de dicha para hacernos crecer internamente y volver al ciclo de la vida.

Toda noche termina al alba, por larga que haya sido. Es cierto que las largas noches de invierno, cuando llegan en primavera, saltan por los aires todo cuando florece alrededor. Sin embargo pocos jardineros son tan capaces como el corazón.