LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 25 de marzo de 2013

PROTESTEMOS

na sociedad inmóvil corre el riesgo de verse arrollada por la desfachatez de quien se cree revestido de una pátina de impunidad por el mero hecho de haber sido elegido en las urnas. Manifestar el descontento con ellos no sólo es un deber ciudadano sino una obligación moral para con nuestros hijos. Estamos permitiendo que unos pocos desgraciados terminen con una herencia que nos fue legada tras no pocas penurias pasadas por quienes nos han precedido. La lucha social está más viva que nunca, protestemos. La lucha de clases, ahora más que nunca, está ahí. Los que han cambiado han sido los actores, por un lado cualquiera puede dedicarse a la política y, por tanto, corromperse ante el peso del poder y del dinero. Da igual la procedencia ideológica o social; la única forma de evitar caer en la tentación es tener integridad. Desgraciadamente para nosotros la integridad no es un valor en alza en este mundo que vive a caballo entre un sobresalto financiero y otro político. Nos roban en la cara los ahorros de toda una vida y tenemos que darles las gracias cuando nos devuelven una parte. Eso sí, por la presión social que nosotros hacemos y no por su decisión. No debemos quedarnos en casa esperando a que pase la tormenta o venga alguien a solucionarlo. Todos tenemos un grano de arena que aportar a la montaña que debemos de formar para hacernos visibles. El mundo financiero y político vive en un estrado diferenciado del nuestro, que no diferente. Los tenemos ahí, cerca. Podemos presionarles, abochornar sus actitudes y sus aptitudes; debemos hacer de su día a día un constante recuerdo de que estamos aquí y no somos meras comparsas. Protestemos.

miércoles, 20 de marzo de 2013

FRANCISCO

En estos tiempos de continuos sobresaltos económicos, donde la sociedad vive a salto de mata en función de los arrebatos de uno u otro político, asoma por la ventana el nuevo Papa. El Papa es una figura importante, aun cuando no se es Católico. Es Jefe de Estado, de un país minúsculo en extensión pero de una importancia tremenda para más de mil millones de personas en el planeta. Así pues uno debe de tener en cuenta los posibles actos de este ser humano llamado a ser algo más.. Francisco, así se ha dado en llamar este obispo argentino, tiene ante sí una labor ardua, compleja y, a la vez, trascendental. En sus hombros se va a sostener el devenir de la iglesia de Roma en el futuro inmediato. Los cambios que se avecinan deberían cambiar para siempre la anacronía en la que permanece el Vaticano desde el Concilio Vaticano II. La singularidad de tratarse de un obispo latinoamericano, además de Jesuita, le hace mucho más especial. Por un lado llega del verdadero granero de fieles que el Catolicismo aglutina en el mundo, América; y por otro representa el espíritu Jesuita. ¿cuál es ese espíritu?, aquel que infunde de formación a sus seguidores; el que hace de la búsqueda del conocimiento su piedra angular. La cercanía de la Compañía de Jesús para con su iglesia tuvo un momento álgido durante el mandato del Padre Arrupe. Arrupe, incansable luchador por la defensa de los más desfavorecidos, se alejaba mucho del boato y la opulencia del Vaticano, lo que le trajo innumerables problemas con la Curia. Juan Pablo II pasó de puntillas por asuntos escabrosos como el caso Ellacuría en El Salvador; entonces la Compañía de Jesús cayó en una suerte de ostracismo funcional del que ahora quizá vuelva a salir. A este nuevo Papa uno sólo puede juzgarlo por sus actos recientes. Actos, pocos, que están cargados de simbolismo y que auguran un nuevo rumbo en la Iglesia. De sus palabras “Una iglesia pobre y para los pobres”, se puede deducir que el camino que quiere marcar es la búsqueda de la cercanía con quien lo necesita. Una cercanía de la que la Curia ha huido como alma que lleva el Diablo. Hasta ahora la cercanía o lejanía dependía solamente del cometido de los muchos religiosos que hay en el mundo. No obedecían a una doctrina dada, sino a las convicciones propias. Ahora es tiempo de que esta “cercanía” sea inducida desde el Vaticano, predicando con el ejemplo. La Iglesia del siglo XXI no puede permanecer alejada de la realidad, no debe seguir sujeta a los atavismos que en su día apartaron a la mujer a un elemento meramente decorativo. Uno, que no es creyente, siempre ha tenido en consideración los valores en los que la moral Cristiana ha inculcado. La moralina, ese sucedáneo al que grupos más o menos poderosos (Kikos, Opus Dei, Domus Dei, etc) llevaron a la Iglesia, no hizo sino apartar a muchas personas que vieron en esas nuevas doctrinas una forma de ver la religión elitista y alejada del dogmatismo innato. Francisco llega de un universo donde la necesidad es común; un mundo, el de latino américa, donde el preservativo es una de las pocas armas que tienen las sociedades para evitar que se propaguen enfermedades infecciosas de transmisión sexual. Llega de una sociedad donde las élites se alejaron de la ciudadanía. Unas élites entre las que se instalaron muchos de los religiosos que, en buena lid, deberían haberse situado justo al lado contrario. Espero que el complejo de superioridad, que decía Benedetti, propio de los argentinos, no esté presente en este nuevo Papa. No le haría ningún bien creerse en posesión de la verdad. Quien cree en verdades absolutas suele ser muy peligroso para quienes le rodean. El escepticismo propio de los Jesuitas ha de contribuir a que Francisco tenga los ojos abiertos, los oídos atentos y sepa entender que ha de abanderar este cambio nuevo que todos esperan. Un Concilio Vaticano III no estaría mal.

¿QUÉ FUE DE LA EDUCACIÓN?

Hubo un tiempo en los que la educación se convirtió en la piedra angular sobre la que los padres pretendían hacer de sus hijos unas personas mejores. Era una época en la que se pensaba que una persona educada tendría las puertas abiertas en cualquier lugar, además de tener la capacidad de saber estar en cada momento. Los tiempos, lamentablemente han evolucionado en sentido contrario. Atrás han quedado los días en los que decir: “Buenos días” era lo normal. Ahora, y con suerte, un ligero movimiento de cabeza, a modo de saludo, lo podemos traducir por un: “hola”. Se ha pasado de un respeto, casi reverencial, al maestro (algo que había que modificar pues se trata de personas normales y no personas infalibles), a una situación en la que ser maestro es una profesión de riesgo. La mayoría de los padres que no deberían serlo creen que son los maestros los que deben de educar a sus hijos. Y es un error de concepto. Si digo padres que no deberían serlo me refiero a que hoy día muchos tienen hijos para que se los críen los padres y se los eduquen los maestros. En realidad uno debería plantearse ser padre por algo más que la mera reproducción de la especie. Habría que ser padre para implicarse en el desarrollo personal de los hijos. Es bueno conocer a tus vástagos y que ellos te reconozcan a ti. En estos momentos muchos hijos y padres son desconocidos que cohabitan bajo un mismo techo. Así las cosas la educación es la gran perdedora y, por ende, la sociedad. El asunto no es baladí, basta con sentarse en un parque cualquier tarde y escuchar, además de observar, cómo se comportan los jóvenes de hoy día. Así uno puede darse cuenta, sin mucho esfuerzo, de la ausencia de valores de la mayoría. En muchos casos ni el típico comportamiento grupal se da. La educación, el trato, la conversación inteligente, el debate, la confrontación verbal.... se está marchando por el desagüe. Mientras tanto, los responsables de la educación, los padres, dejan ese peso en manos de los maestros, pero no de una forma coherente y participativa, sino de manera abrupta y sin sentido. Al docente le corresponde el formar a nuestros hijos, mejorar la educación en función de esa misma formación, pero nada más. Es a nosotros a quienes debe de corresponder educar e inculcar nuestros propios valores, nuestra visión de cómo es la vida. Y conviene que sea así para que un día nos podamos mirar y reconocernos. Cuando no educamos ni participamos en la educación corremos el riesgo de cruzar en el futuro nuestras miradas y las de nuestros hijos y no saber quienes son. Educar es mostrar qué valores tenemos y por qué; es acompañar a nuestros hijos en el angosto camino del aprendizaje vital. Educar es también mostrar el camino que lleva a la reflexión, etc. La educación es el principio del todo....

jueves, 7 de marzo de 2013

AFERRARSE A LA VIDA

Hace años que considero que en la vida hay enfermedades y enfermos. Las primeras son las que nos diagnostican los médicos, las que ponen a prueba nuestro organismo y la resistencia de éste frente a la invasión de patógenos externos o propios. Los enfermos son lo que marcan la diferencia en cada enfermedad. Un enfermo es mucho más que una persona que sufre una enfermedad; puede llegar a ser una epidemia en sí mismo. Lo que verdaderamente marca la diferencia entre un enfermo y otro es el cómo afronta la dolencia que tiene. Tenemos a los que aprovechan para ser el centro del universo que les rodea y atraer la atención de todos hasta un punto tal que convierten su problema en el problema de todos provocando una suerte de epidemia. Están los que se aíslan del mundo y buscan un lugar donde lamerse sus heridas, sin dejarse ayudar o, siendo reticentes a ello. Esta clase de enfermos pone en jaque la capacidad de quienes le son cercanos y ofrecen su ayuda incondicional; no es fácil ayudar a quien no desea ser ayudado. Tenemos a los enfermos que minimizan sus dolencias, que no quieren llamar la atención y que buscan quitar hierro al asunto, procurando que la vida de quienes le rodean sea lo mejor posible sin pensar en ellos. El en punto contrario se sitúan los que necesitan ser el ombligo del mundo, en este caso suele corresponderse con quienes también lo quieren ser estando sanos y no lo consiguen. La búsqueda de la atención de los demás encuentra un paraíso en la enfermedad. En otro orden de cosas, asumiendo que uno está gravemente enfermo existen dos posibilidades: dejarse llevar o aferrarse a la vida. Muchas veces nos hemos encontrado a dos personas que sufren la misma dolencia, una se deja llevar por la desesperanza y la negatividad y la otra se aferra a cualquier esperanza y afronta su lucha con optimismo. Si, ya sé que hay muchos que dejándose ir se curan y otros que luchando perecen, pero... afrontar una dolencia grave no sólo es cosa del enfermo, sino de todos y cada uno de los que le rodean. Hay quien acude a visitar a un paciente y se presenta con cara sombría, con la pena reflejada en el rostro e insistiendo con su comunicación en la desgracia de estar mal. Si a eso le sumas a un paciente con pocas ganas de luchar el resultado suele ser fatal. Aquellas personas que afrontan sus dolencias con el optimismo de la pronta recuperación, que encuentran en quienes le rodean y en ellos mismo motivos para seguir adelante, suelen tener más posibilidades de superar las adversas circunstancias en las que se encuentras inmersos. Con total seguridad quienes le rodean y cuidan también serán optimistas. Aferrarse a la vida es algo que la gran mayoría haremos en caso de una situación complicada. ¿por qué? Pues porque, en la gran mayoría de los casos, vivir merece la pena.

EL CHAVISMO DESPUÉS DE CHAVEZ

Pocos personajes públicos han hecho correr tantos ríos de tinta como el sin par Chavez. La historia da, de cuando en cuando, con personas como él, capaces de aglutinar en una misma persona tantas luces como sombras. América Latina es muy dada a que afloren en su universo político personas capaces de levantar pasiones e iras en la mis proporción. Aparecen generalmente en nichos sociales diferenciados y como respuesta a periodos largos de incertidumbre política, social o económica. Si uno echa la vista atrás a América en los últimos treinta años se dará cuenta de que casi todo el cono sur ha sufrido una transformación tremenda. Pasó de años de duras dictaduras, auspiciadas casi todas por Estados Unidos, a periodos de caudillos emergentes. La deriva hacia la izquierda en la parte sur de del continente americano obedece a la lógica, sin entrar en un análisis mucho más profundo. Hablamos de países donde las élites minoritarias sometieron si miramientos a la mayoría pobre en momentos donde el apoyo del gigante americano se antojaba trascendental. La caída, por sus propios desméritos, de las marionetas que gobernaban los diferentes países llevó al poder a personas como Chávez. Chávez represente al tan mentado “populismo”, una forma peyorativa de llamarle a la política que trata de acercar a los pobres a su vera. Siempre ha habido populismo, lo que sucede es que antes era un populismo de clase. Los políticos buscaban en las clases medias su nicho de votos a sabiendas de que las clases menos favorecidas rara vez acudirían a votar. Hasta que, en un momento dado, decidieron hacerlo y dar su voto a quien ofrecía mejorar sus condiciones de vida. Las minorías, cuando se habla de américa latina, suelen ser al final enormes mayorías. Chavez, según todos los datos internacionales, redujo la pobreza en Venezuela del 46% a menos de un 25%, todo ello en 14 años, lo que explica el apoyo que ha tenido entre la mayoría desfavorecida. Puso en el escaparate a una importante masa de población que había permanecido oculta por las clases poderosas de Venezuela, también por la clase media. Nadie puede dudar de que el efecto cascada que surgió desde Chavez es un hecho. Ecuador, Nicaragua, Brasil, Argentina, Bolivia...son países que se vieron arrastrados a llevar a cabo “políticas populistas”; pero, a fin de cuentas, políticas que favorecían a los más desfavorecidos. En todos estos casos, salvo contadas excepciones, hablamos de naciones con ingentes recursos energéticos y minerales. Una riqueza de la que buena parte de su población apenas podía disfrutar no hace mucho. El chavismo, como cualquier poder que busca eternizarse o se alarga en demasía en el tiempo, corre el riesgo de entrar en derivas peligrosas, donde las libertades se suspenden a capricho y dónde o se está con el que manda o se está en contra. A Chávez está claro que le superó su cargo y el poder se le subió a la cabeza. Felipe González hablaba de la “erótica del poder” hace muchos años. El carisma de un líder logra que quienes le rodean apenas sean capaces de percibir sus defectos y si lo hacen, tratan de minimizarlos. Al chavismo le pasará como al “Felipismo” en España, que se terminará al poco tiempo de la desaparición, real o pública, de quien abandera el movimiento. Así pues creo que a Chávez se le utilizará en primera instancia como muñeco de pim pam pum y, con el paso del tiempo, se le valorará en su justa medida. Tal y cómo ha sucedido siempre. Mi opinión personal es que el cambio social que se ha dado en américa latina desde hace unos años es totalmente irreversible. El ser humano no se desprende fácilmente de los logros alcanzados si éstos merecen la pena.

LOS DIAS SOMBRÍOS

La vida es un complejo camino; una senda larga que tardamos un tiempo indeterminado en recorrer. Al contrario que en la mayoría de nuestras actividades diarias, en los que nos apremiamos para terminar, la vida tratamos de terminarla lo más tarde posible. En el devenir del tiempo que permanecemos en este mundo pasamos por días soleados, donde la felicidad y el bienestar lo inundan todo y nos hacen sentir plenos. Pasamos por días de total oscuridad, donde aprendemos que descansar es el único modo de poder avanzar con seguridad. Sin embargo son los días sombríos los que nos hacen crecer y madurar. La incertidumbre es una de las mayores enemigas del ser humano. La ambigüedad de lo que nos puede ocurrir en un determinado momento puede llegar a ser tan dura que termine por minar nuestras verdaderas expectativas. En los días sombríos nos paseamos por el borde del acantilado, son momentos en los que el difícil equilibrio de la vida corre el riesgo de romperse a poco que el viento cambie de sentido. Es en estos días cuando verdaderamente maduramos internamente; aprender de ellos nos hará afrontar los siguientes con mayor tranquilidad y equilibrio. La desesperanza deja paso a la ilusión. Y la ilusión logra que las dificultades sean menores. La vida...

viernes, 1 de marzo de 2013

CARTA DE AJUSTE

De un tiempo a esta parte, trabajando como lo hago de noche, me he dado de cuenta de lo mucho que puedo llegar a echar de menos la Carta de Ajuste. Aquella imagen fija en la que tan sólo se movía el reloj y que implicaba la paralización de las horas de televisión y, por ende, un tiempo necesariamente dedicado a otras cuestiones. La Carta de Ajuste a ha sido, sin duda, inductora de no pocos niños en este país. Ha ayudado a que muchos utilizasen los libros para muchas cosas más que para soporte de mesas o camas. La Carta de Ajuste incluso podía ser un inductor necesario del sueño o de la tranquilidad. Que nadie la confunda con la imagen fija de puntos brillantes que aparecían cuando se iba la señal. En esas pantallas alguno ha visto cosas inimaginables... Ahora, en este tiempo, a la hora en que frecuentaba la famosa Carta, las pantallas se inundan de refritos de programas anteriormente pasados, con los que uno puede disfrutar de las babosadas y lindezas que algunos mamarrachos se dicen a la cara para jolgorio del público asistente en el plató o de los espectadores ávidos de mugre. Por otro lado están los programas alternativos que se podrían dividir en cuatro: Los de juegos y apuestas; los de adivinos y brujos; los de venta por televisión; y, finalmente, los de música. Este siempre ha sido un país de palanganeros, de personas que se han jugado los cuartos aun cuando estos no estaban dentro de los bolsillos. Así que, ahora, con pantallas brillantes y presentadoras encantadoras, las noches se convierten en el paraíso del ludópata y del aspirante a serlo. Para quienes lo son, las noches televisivas son terroríficas, pues pueden practicar el fonambulismo personal sin moverse de casa. Aunque la caída será igual de dura. Al español le ha gustado, desde tiempos inmemoriales, saber qué se cuece en la casa de al lado. Para el castizo siempre es mejor saber quien se la pega al vecino que averiguar de quien son los dos pies que sobran en la cama marital. Así que recurre al adivino de turno para conocer. Los programas de videntes son estremecedores. Si uno se detiene a escucharlos con un poco de interés; descubre, no sin asombro, que el espectador que llama y pregunta no es, ni mucho menos, tan cateto y corto como se espera. Lo que da muestra de lo necesitada que está la sociedad de personas creíbles. Porque una cosa está clara, si uno escucha las sandeces que estos “visionarios” sueltan no puede por más que echarse a reír o a llorar. Son malos pero malos... Lo de la venta por televisión es ya un clásico; muchas son las casas donde los cajones están atestados de todo tipo de accesorios de venta por catálogo. Desde cuchillos que cortan lo incortable, hasta cacerolas que cuecen solas (pero a las que hay que echarle de todo), aspiradores que no sólo aspiran, sino que limpian, acondicionan, humidifican...uno de estos días a algún espectador se va a hacer daño utilizando algún producto de los que anuncian para otras cuestiones... a fin de cuentas casi todos son de plástico... Finalmente, para quienes pasan de puntillas por estos canales y desechan los dos o tres de documentales que de tanto repetirlos uno ya se los sabe, están los programas de música. Esos que dan oportunidades a nuevos artistas o a artistas que ya han tenido su momento de gloria y ahora vagan por los pasillos de la fama esperando un escenario en el que cantar a su público. Un público que ya les ha abandonado, o no les conoce, y que hace rato se ha ido a ver los casinos en tv, las adivinas o los famosos de medio pelo insultándose. La Carta de Ajuste, por tanto, debería ser un concepto obligatorio en una televisión seria que se precie. Sería una buena forma de ordenar el sueño de muchos conciudadanos que están acostumbrados a tragar bazofia cada día. Los libros, incluso los digitales, deberían tener su espacio garantizado. Y, para ello, nada mejor que tener una Carta de Ajuste a unas horas fijas y en todos los canales a la vez. Estoy seguro de que la madurez intelectual de este país se alcanzaría antes. Ahora todo es un despiporre.

NO ESTAMOS TAN MAL

Con la que está cayendo, a todos nos parece que caminamos por una pendiente ya muy empinada de la que va a ser difícil no salir mal parado; sin embargo tengo la sensación de que no estamos tan mal. Cuando uno mira los medios de comunicación, lee las noticia o las escuchar no puede hacer otra cosa que apretar el culo y caminar mirando hacia atrás, no sea que alguien nos la enchufe por la puerta trasera. Sin embargo, mirando alrededor uno puede darse cuenta de que las cosas no son como las pintan. Sí, hay más precariedad; sí, hay menos consumo; sí, los ciudadanos no saben de quien fiarse...y así encontraría muchos síes que añadir. Por contra, cuando entablo conversación con éste o aquel me doy cuenta de qué la precariedad no es tal, qué la angustia no es tan profunda, etc. Sé que hay quienes lo están pasando fatal, que no llegan a final de mes y que, con dificultad comen. Mas afortunadamente son los menos, a la mayoría lo que nos acongoja es que se nos ha movido el statu quo. Lo que sucede es que se nos están desmontando el chiringuito que nos habían montado. Durante los últimos quince años se nos han creado unas necesidades que no teníamos y que no necesitamos en realidad. Aspiramos a tener tantas irrealidades que nos tiramos a la piscina del consumismo masivo, sin la menor preocupación por su verdadera utilidad. A muchos adolescentes no se le ocurre pensar que su casa no pueda tener dos o tres televisores, o que el lavavajillas era, no hace mucho, un artículo de lujo. Toda una generación ha crecido en la abundancia innecesaria del absurdo consumismo. Hoy, que la situación económica nos apabulla, comprendemos que es preciso apagar lo que no usamos; descubrimos que tenemos más cosas en nuestra casa de las que creíamos. Entonces ¿estamos tan mal como nos hacen creer? ¿No será que nos intentan meter esa angustia dentro para que cuando se supere esta crisis, no perdamos los hábitos anteriores? Hace unos días acudí a un establecimiento de comida rápida para comer una hamburguesa. Era tarde, cerca de la media noche, y acababa de salir de entrenar. Pues bien, el establecimiento en cuestión estaba lleno a aquella hora. Si uno se para a pensar en que la gran mayoría de clientes eran jóvenes que podrían haber cenado en sus casas apenas una hora antes o en aquel preciso instante, uno no puede más que sonreír. Quizá no tengan un duro para otra cosa pero no van, por ello, a perder su costumbre. Es una buena época para retomar antiguos hábitos que hacían de nosotros seres mucho más aprovechables. Es un buen momento para hacer actividades saludables, de bajo coste. Excursiones a pie, viajes cercanos aprovechando medios (hasta ahora había en el punto de partida de una caminata tantos coches como personas).... No estamos tan mal

DAR UNA VUELTA A SOLAS

Salir puede ser una ocasión para no quedarnos anclados en la vida ya vivida, acabada aunque no finalizada. Salir implica dar un paso más en el continuo espacio tiempo del que participamos. Salir a solas, además, tiene un plus. El plus radica en la posibilidad de adentrarnos en nuestro propio universo personal, a la par que abandonamos físicamente un lugar del que precisamos salir. Solemos decir a los demás que nos vamos a que nos de el aire; y puede que sea realmente así, que tengamos una necesidad física de sentir el viento en nuestra piel. Mayormente lo que buscamos es una salida del tedio, de la aflicción, del aburrimiento, de la monotonía o un encuentro con el otro yo que conocemos. Da igual qué nos ha impulsado a salir, lo importante es que, estando fuera, descubramos que ha merecido la pena. Paseando corremos el riesgo de encontrar en un escaparate nuestro reflejo desconocido. Hay momentos de la vida en los que apenas reparamos en nuestra propia existencia física y al momento de ser conscientes de que aquel reflejo somos nosotros mismos, podemos entrar en un estado melancólico, añorando lo que un día fuimos y dejamos de ser, sin saber cómo. El inexorable paso del tiempo añade a nuestra vida un poso que es preciso agitar de cuando en cuando. Abandonar la cotidianidad nos puede llevar a atravesar esa maravillosa línea que separa lo común de lo diferente. Estando a solas uno debería de tener la valentía de abrir puertas o ventanas, dejar entrar aire fresco y aventurarse en la fantasía. Lo vivido ya es conocido apenas provoca emociones que no sean recuerdos; lo que está por descubrir enciende los motores de nuestro interior. Unos motores que rugen y nos empujan a vivir....