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jueves, 7 de marzo de 2013

AFERRARSE A LA VIDA

Hace años que considero que en la vida hay enfermedades y enfermos. Las primeras son las que nos diagnostican los médicos, las que ponen a prueba nuestro organismo y la resistencia de éste frente a la invasión de patógenos externos o propios. Los enfermos son lo que marcan la diferencia en cada enfermedad. Un enfermo es mucho más que una persona que sufre una enfermedad; puede llegar a ser una epidemia en sí mismo. Lo que verdaderamente marca la diferencia entre un enfermo y otro es el cómo afronta la dolencia que tiene. Tenemos a los que aprovechan para ser el centro del universo que les rodea y atraer la atención de todos hasta un punto tal que convierten su problema en el problema de todos provocando una suerte de epidemia. Están los que se aíslan del mundo y buscan un lugar donde lamerse sus heridas, sin dejarse ayudar o, siendo reticentes a ello. Esta clase de enfermos pone en jaque la capacidad de quienes le son cercanos y ofrecen su ayuda incondicional; no es fácil ayudar a quien no desea ser ayudado. Tenemos a los enfermos que minimizan sus dolencias, que no quieren llamar la atención y que buscan quitar hierro al asunto, procurando que la vida de quienes le rodean sea lo mejor posible sin pensar en ellos. El en punto contrario se sitúan los que necesitan ser el ombligo del mundo, en este caso suele corresponderse con quienes también lo quieren ser estando sanos y no lo consiguen. La búsqueda de la atención de los demás encuentra un paraíso en la enfermedad. En otro orden de cosas, asumiendo que uno está gravemente enfermo existen dos posibilidades: dejarse llevar o aferrarse a la vida. Muchas veces nos hemos encontrado a dos personas que sufren la misma dolencia, una se deja llevar por la desesperanza y la negatividad y la otra se aferra a cualquier esperanza y afronta su lucha con optimismo. Si, ya sé que hay muchos que dejándose ir se curan y otros que luchando perecen, pero... afrontar una dolencia grave no sólo es cosa del enfermo, sino de todos y cada uno de los que le rodean. Hay quien acude a visitar a un paciente y se presenta con cara sombría, con la pena reflejada en el rostro e insistiendo con su comunicación en la desgracia de estar mal. Si a eso le sumas a un paciente con pocas ganas de luchar el resultado suele ser fatal. Aquellas personas que afrontan sus dolencias con el optimismo de la pronta recuperación, que encuentran en quienes le rodean y en ellos mismo motivos para seguir adelante, suelen tener más posibilidades de superar las adversas circunstancias en las que se encuentras inmersos. Con total seguridad quienes le rodean y cuidan también serán optimistas. Aferrarse a la vida es algo que la gran mayoría haremos en caso de una situación complicada. ¿por qué? Pues porque, en la gran mayoría de los casos, vivir merece la pena.

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