LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

jueves, 31 de diciembre de 2020

EN LA MADRUGADA

 

Llevo unas cuantas noches tropezándome con ella; no sé si es por casualidad o porque de manera inconsciente voy en su busca, el caso es que llevo unas cuantas noches tropezándome con ella.


Y no le quito ojo, esbozo mi mejor sonrisa y trato de caminar cerca, a buena distancia. No se trata tampoco de pisarle los pies, ni de ser un entrometido, tan solo camino cerca, observando como levita sobre la acera; como ilumina las calles con su luz.


Quizás un día tenga el valor de acercarme un poco más; de entablar una conversación; de proponerle un cruce de miradas, puede que unas sonrisas...a veces cualquiera puede ser un valiente.


Y me despierto y me enfado; ofuscado por haber perdido el rastro y, a la vez, ansioso porque llegue la noche y resgresar a ese encuentro, a ese caminar sereno, a esa inquietud que me mantiene vivo.


Uno de estos días me plantaré frente a ella, la miraré a los ojos y haré lo posible por... seguir respirando...¿y si me sonríe?¿y sí me habla?...tendré que estar preparado, aunque es posible que me despierte y todo acabe de manera abrupta.


A veces, en la madrugada, me despierto sintiéndola cerca, real...y sonrío. Pues como decía Picaso: “todo lo que puedas imaginar es real”


UN PROBLEMA DE TODOS

 

La conducta violenta es inherente al ser humano; se trata de algo atávico que nace quizás antes de las cavernas y perdura hoy en día. Con el devenir de los siglos el ser humano ha aprendido a enmascarar esa conducta, a educarla y, en muchos casos, a suprimirla. Pero ahí sigue.

No estamos ahora en uno de esos períodos bélicos en los que uno debe de elegir entre ser el violento o el violentado. Sino que continuamos avanzando en una sociedad que presume de ser mejor que la anterior, aun y a pesar de los errores cometidos.

Las conductas violentas que vemos en prensa, son un problema de todos. De quien la ejerce, de quien la sufre y de quien observándola la permite.

En nuestro país se producen más muertes detrás de las puertas de un hogar que dentro de las Fuerzas Amadas (misiones incluidas). Y no puede ser. Algunos tratan de enmascarar esta realidad llamando a la violencia de género de otro modo mas la realidad es que nuestra sociedad está enferma de machismo; enferma de arrogancia; enferma de impasibilidad ante lo que ocurre tras la puerta de la casa de al lado.

En España han muerto más mujeres víctimas de violencia de género en los últimos 20 años, que víctimas del terrorismo. Un dato que habla a las claras de lo que, de verdad, ocurre aquí. Si, además, abundamos un poco más en lo que ocurre tras esas puertas, descubriríamos un gran número de lesiones medulares, de fracturas de huesos; sin contar las innumerables víctimas silenciosas que están muertas en vida, subyugadas por el maltratador de turno.

¿Cuántas mujeres han sido condenadas por abusos sexuales a menores? No creo que muchas, si las hay. ¿Cuántos hombres?... y después algunos tratan de negar la mayor. O rebuscan en los periódicos cuando sale algún caso de maltrato de mujer a hombre para publicitarlo como si fuese más habitual de lo que, en realidad, es.

Tenemos pues un problema, y no se resuelve sólo con penas más elevadas. Ni siquiera con una necesaria reforma del Código Penal. Se ha de resolver desde la Educación. Verdadero pilar de cualquier Estado decente que se precie.

Y si aceptamos que es con la Educación cómo podemos cambiar el curso de las cosas, tendremos que aceptar también que el único modo de educar es hacerlo en igualdad y eso no pasa por hacerlo en centros de segregación por sexos. No es posible enseñar que eres igual al otro sexo cuando ni siquiera está presente.

Se trata de un problema serio que va más allá de la creación de ministerios de Igualdad, de la Mujer, etc. Va de EDUCACIÓN, de construcción de un nuevo modelo social; de establecer nuevos valores alejados de la moralina católica en la que nos hemos educado hasta ahora.

Tendríamos que intentar que, las generaciones que surjan allá por los años 50 de este siglo, lo puedan hacer en una sociedad más igualitaria. Sabemos dónde nos duele, pongamos remedio.