La conducta violenta es
inherente al ser humano; se trata de algo atávico que nace quizás antes de las cavernas
y perdura hoy en día. Con el devenir de los siglos el ser humano ha aprendido a
enmascarar esa conducta, a educarla y, en muchos casos, a suprimirla. Pero ahí
sigue.
No estamos ahora en uno de
esos períodos bélicos en los que uno debe de elegir entre ser el violento o el
violentado. Sino que continuamos avanzando en una sociedad que presume de ser
mejor que la anterior, aun y a pesar de los errores cometidos.
Las conductas violentas que
vemos en prensa, son un problema de todos. De quien la ejerce, de quien la
sufre y de quien observándola la permite.
En nuestro país se producen
más muertes detrás de las puertas de un hogar que dentro de las Fuerzas Amadas
(misiones incluidas). Y no puede ser. Algunos tratan de enmascarar esta
realidad llamando a la violencia de género de otro modo mas la realidad es que
nuestra sociedad está enferma de machismo; enferma de arrogancia; enferma de impasibilidad
ante lo que ocurre tras la puerta de la casa de al lado.
En España han muerto más
mujeres víctimas de violencia de género en los últimos 20 años, que víctimas
del terrorismo. Un dato que habla a las claras de lo que, de verdad, ocurre
aquí. Si, además, abundamos un poco más en lo que ocurre tras esas puertas,
descubriríamos un gran número de lesiones medulares, de fracturas de huesos;
sin contar las innumerables víctimas silenciosas que están muertas en vida, subyugadas
por el maltratador de turno.
¿Cuántas mujeres han sido
condenadas por abusos sexuales a menores? No creo que muchas, si las hay. ¿Cuántos
hombres?... y después algunos tratan de negar la mayor. O rebuscan en los periódicos
cuando sale algún caso de maltrato de mujer a hombre para publicitarlo como si
fuese más habitual de lo que, en realidad, es.
Tenemos pues un problema, y
no se resuelve sólo con penas más elevadas. Ni siquiera con una necesaria
reforma del Código Penal. Se ha de resolver desde la Educación. Verdadero pilar
de cualquier Estado decente que se precie.
Y si aceptamos que es con la
Educación cómo podemos cambiar el curso de las cosas, tendremos que aceptar también
que el único modo de educar es hacerlo en igualdad y eso no pasa por hacerlo en
centros de segregación por sexos. No es posible enseñar que eres igual al otro
sexo cuando ni siquiera está presente.
Se trata de un problema serio
que va más allá de la creación de ministerios de Igualdad, de la Mujer, etc. Va
de EDUCACIÓN, de construcción de un nuevo modelo social; de establecer nuevos
valores alejados de la moralina católica en la que nos hemos educado hasta
ahora.
Tendríamos que intentar que,
las generaciones que surjan allá por los años 50 de este siglo, lo puedan hacer
en una sociedad más igualitaria. Sabemos dónde nos duele, pongamos remedio.