LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

jueves, 30 de septiembre de 2010

LA DECISIÓN

Cada uno de nosotros, a lo largo y ancho de nuestra vida, hemos tenido dudas en algún momento por la decisión que debíamos tomar en un momento dado. El ser humano se ha desarrollado hasta donde está sobre la base de que alguien tomó la decisión adecuada en un momento dado.
Para decidir valemos todos pero no en todas las circunstancias; precisamos llegar al momento de decidir armados de razones para hacerlo. La duda que se genera en nuestro interior alrededor de una decisión por tomar sólo es el reflejo de nuestras inseguridades interiores, de nuestros temores para con nosotros mismos y para con los demás.
Cómo decidir, sin equivocarse, cuando queremos dejar una relación, en el momento que pensamos abandonar el trabajo, al retirarse de la práctica deportiva, etc. No es fácil. Sobre todo si cuando tomar una dirección u otra implica a más personas, a familiares, a niños, a ancianos, a animales, a cosas...
La experiencia, la mía que no es patente de corso de nada, me dice que uno debe decidir únicamente en función de sus propios pensamientos. Pensar en los demás hace que tomemos una decisión que en realidad, quizá, no querríamos haber tomado. En eso momento, y aún sin querer, serán los condicionantes los que paguen los platos rotos de una decisión que debería correspondernos a nosotros únicamente.
Decidir implica renunciar, y a nadie le gusta renunciar. Cuando decides casarte renuncias a la soltería, lugar donde muchos quisieran regresar al cabo de no mucho tiempo; cuando decides tener un hijo, implica no sólo renunciar a un estilo y modo de vida, sino a una manera de ver la vida. Decidir pues, conlleva un riesgo que no muchos quieren sobre su espalda.
Así las cosas, el mundo está lleno de pusilánimes que se dejan llevar, de personas que vagan por la vida en un tránsito paralelo a su propia vida, imaginando un mudo ficticio donde son lo que desean, cuando en el mundo real se convierten en lo que odian. ¿Les compensa? Seguro que no, pero cambiar la situación implica decidir...
Una decisión implica que aceptamos el fracaso como parte inherente de la realidad que queremos tener de ahora en adelante. No es baladí esta situación porque el fracaso es uno de los mayores temores del ser humano y un condicionante sobre la conducta operante y no, del mismo.
Mas la decisión en sí misma puede convertirse en un éxito rotundo cuando lo que queremos es cambiar una situación personal en la que nos vemos encerrados, ahogados, hundidos, dolidos... nada cómo un golpe sobre la mesa, un cambio de actitud y de aptitud. Creo honestamente, que cuando nos vemos en una tesitura tal, decidir siempre será el menor de nuestros males. He creído que arriesgar siempre te lleva a crecer. Respeto el conservadurismo en ciertos modos de vida, pero ha sido siempre el ir un paso más allá lo que ha cambiado el mundo.
Copérnico, Méndel, Cristóbal Colón, Núñez Cabeza de Vaca, Franklin, Moebius... todos ellos decidieron, un día, dar un paso al frente y cambiar la historia.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

ESCUCHANDO: SOME KIND OF WONDERFUL

Escuchando esta melodía fantástica de Peter Cincotti me dejé llevar por la imaginación, alcanzando con esta a tocarte, a sentarme a tu vera y observar, sin premura alguna de tiempo, lo bella que puede resultar la cara de alguien cuando los ojos que la miran están enchidos de deseo y admiración.
Quién no se ha sentado alguna vez próximo a una de esos seres humanos que por su singularidad o belleza, nos deja embelesados, con cara de tontos. Seguro que todos hemos pasado en algún instante por ello.
Después, camino de casa iba recordándote, analizando las facciones de tu cara, el suave pelo que descansaba sobre tu espalda al modo de una cascada de agua descendiendo la ladera de una montaña. La profundidad de tus ojos se prestaba a un intento loco de perderse en ellos; tus manos, de largos dedos y coloreadas por el sol las imaginaba sujetanto las mías...
Cuando la música cesó abrí los ojos, sólo habían sido cuatro minutos, pero te había tenido tan próxima que siempre que la escucho, te siento.

EDUCACION

Un día, como otro cualquiera, haciendo lo mismo que otros días caí en la cuenta de que se habían perdido los «buenos días», se habían cambiado por una gesto adusto de movimiento de cuello, eso en el mejor de los casos.
Decidí entonces observar como se comportaba la gente que entraba y salía de mi oficia, la que compraba el pan en la tienda de la esquina, la que se cruzaba en un paseo por la orilla del río, etc; y descubría que además casi habíamos perdido el «hola», el «buenas tardes», el «hasta mañana».
Me fui a mi casa pensando en ello, pensando en la pérdida de eduación tan grande que hemos tenido en nuestro país en los últimos veinte años. En lugar de una pretendida igualdad, que en realidad no existe, nos hemos instalado en una mala eduación tremenda, con una degeneración del léxico y del lenguaje que nos llevará en breve, no más de diez años, a gruñir en lugar de hablar.
Mucha culpa de ello lo tienen las nuevas tecnologías, encaminadas a favorecer la comunicación, sobre todo entre los más jóvenes, y que han logrado encumbrar a modo de nuevo Código Morse, este lenguaje procaz que aparece cada día en los sms de los adolescentes, y no tan adolescentes, de nuestro país.
No estoy en contra de ello si paralelamente se desarrollase, se estudiase y se mejorase nuestra manera de hablar. Al paso que vamos un día nos encontraremos con personas que dominan el lenguaje escrito en esa forma moderna pero que es incapaz de argumentar, con un léxico suficiente, cualquier cosa que necesite.
Convendría, en los centros educativos, mostrar cómo se puede hablar en castellano utilizando mil un una palabras, como ejemplo podrían mostrar una entrevista a un director de cine joven de nuestro país, hecha por Iñaki Gavilondo en fechas pasadas en su programa Hoy. Entenderían entonces lo amplico que puede llegar a ser nuestro idioma, la conjunción de palabras extraordinarias que dicho director (Rodrigo Cortés) pronunciaba con una facilidad asombrosa, rara por lo anormal hoy en su rango de edad.
Muchos son los padres que creen que la educación consiste en enviar a nuestros hijos al colegio, como si ese fuese un lugar donde ellos se convertirán en personas adultas, pocos son los que caen en la cuenta de que esos son centros de formación sobre todas las cosas. Allí nuestros hijos aprenderán lo necesario para comenzar a defenderse en la vida dentro del universo formativo - académico. Mas es en nuestras casas donde debemos incidir en la educación, en los buenos modales, en la adquisición de más y más vocabulario por parte de nuestros menores.
En estos momentos, que entreno un equipo de balonmano, me choca el hecho de que muchas veces, cuando les hablo utilizando tiempos compuestos u otro vocabulario fuera del habitual, no me entienden o me piden que les repita... tremendo.
Uno debería darse una vuelta por un instituto de secundaria, una escuela de primaria y osbervar, a la par que escuchar, el comportamiento de toda ese océnano humano lleno de especies por descubrir. Muchos serían los padres que se asombrarían, o no, de ver a sus hijos allí. Claro que negarán la mayor.
La educación debería ser el pilar fundamental, la clave de bóbeda sobre la que sustentar los valores de una sociedad moderna. En mucho estamos fallando cuando lo que está de moda es colgar vídeos en Youtube de agresiones, insultos, vejaciones, sexo, etc.

lunes, 27 de septiembre de 2010

EL PAÍS EN EL QUE QUIERO VIVIR

A escasas 48 horas de la huelga general prevista en nuestro país para el próximo día 29 uno no puede hacer otra cosa que preguntarse por qué hemos llegado a esta situación y sobre todo debemos preguntarnos qué país queremos para vivir.

Por si alguien no se ha dado cuenta vivimos en un país que vive la crisis atada de pies y manos; da igual quien llegue al poder y lo que pretenda hacer, somos una economía de tercera con aspiraciones, nada más. Porque la verdad es taimada y siempre sale a la luz.

Tenemos 18 plantas de ensamblaje de vehículos en nuestro territorio, y no tenemos capacidad de decisión sobre ninguna de ellas, ninguna. Todas las decisiones que se toman con respecto a ellas vienen de fuera de nuestras fronteras. Da igual qué quiera hacer un gobierno si, al cabo de un tiempo, desde fuera se decide recortar producción, hacer un ERE o simplemente cerrar. ¿Qué puede hacer entonces el Gobierno? nada, absolutamente nada, pues vivimos en una economía de libre mercado. Al final lo único que consiguen es subvencionar a las empresas con la condición de que no cierren. El empresario sale de rositas. ¿De quién ha sido la culpa de que las plantas que aquí existen, estén en manos de otros?.

Un país como el nuestro, donde no producimos más energía que la que produce el agua, la escasa energía atómica y poco más, resulta que nuestro Estado no controla ninguna de las empresas imporantes, no puede hacer nada excepto controlar el tope de tarifa eléctrica, lo que genera una deuda con las eléctricas que jamás prodrán recuperar. ¿Por qué se ha producido esto? ¿Por qué sobre la mayor empresa de gas de nuestro país está el capital de una empresa foránea?

Los trabajadores, nosotros, nos situamos entre los peor cualificados de europa; somos la mano de obra barata. A la mano de obra en España no le falta capacidad de trabajo, sino capacidades para desarrollarlo, ¿por qué? porque, lamentablemente para nosotros, jamás nos hemos preocupado de mejorar, sino de ir tirando; nunca hemos querido prosperar en la empresa, sino trabajar lo justo para sobrevivir y durar mucho tiempo; no hacemos cursos de reciclaje; no estamos a la altura en tecnologías; etc.

¿Qué clase de sindicatos tenemos en España? sindicatos de clase. En su día, hace mucho, luchaban por la incorporación de unos derechos que nosotros teníamos vetados durante los cuarenta años de dictadura; ahora, al cabo de treinta años estamos ante sindicados que amarillean por lo viejo de sus ideas, que no avanzan con el paso de los tiempos y que cada día son más incapaces. Ahora mismo en algunos el olor a podrido es más elevado que en la Dinamarca de Hamlet.

La entrada en la Unión Europea supuso para nuestro país el dejar de estar en el vagón de cola de Europa y situarnos a mitad de tren; nos hizo modernizar el país a pasos agigantados contribuyendo con abundantes fondos. Estos fondos, muchos de ellos terriblemente utilizados y dilapidados sin el menos tapujo hicieron de la piel de toro de nuestra nación un nido de vagos, de trapicheros, de maleantes bajo la aureola de políticos representativos. ¡Aquí se subvencionó por no trabajar, para no producir! Así las cosas, no podemos esperar que tras años viviendo a la sopa boba ahora demos un salto al vacío y nos convirtamos en lo que no somos, una nación productiva.

Así podríamos seguir párrafos y párrafos, mas uno se pregunta qué país quisiera tener y no tengo dudas de que querría un país donde el sistema representativo fuese equitativo, donde la representatividad del pueblo fuese real y no ficticia como ahora. Una nación que pudiese controlar los servícios básicos de un Estado, como la energía y otras. Al modo de Francia, que en lugar de privatizar y regalar a los amigos del poder; privatizó una parte controlando la otra parte a través de empresas de capital estatal. No se dejaron llevar por lo fácil.
Quiero vivir en un país donde los sindicatos luchen de verdad por la mejora del mercado laboral, que expliquen, junto con los partidos políticos, que las reformas estructuturales no lo son de hoy para mañana: cambiar la productividad de este país requiere un cambio generacional, un tránsito de no menos diez a quince años.
Quiero vivir en un país donde la enseñanza sea el buque insignia de la representatividad de nuestra nación. Deberíamos presumir de gente formanda y no de grandes trabajadores, pues eso lo llevamos haciendo trescientos años.

Aun y así, los problemas sociales seguirían existiendo, pero de un modo mucho más mermado, mas tranquilo. No es lo mismo tener la capacidad de ir a trabajar a cuaquier punto del globo porque esto y cualificado; que tener que quedarme en la calle porque no se hacer la o con un canuto.

Está bien subvencionar la industria, los nichos de producción, pero sólo aquellos que sean productivos; hacer que los empresarios tengan que responder con su capital de las barbaridades que puedan cometer con las empresas, y sobre todo que las penas de cárcel sean efectivas y no mero entretenimiento del papel de prensa.

Vivo en un gran país, en una nación que tiene siglos de historia, con altos y bajos, pero con una Historia que para sí quisieran muchas naciones. Lamentablemente nuestra imagen no es la que se correspondería con ella. Y en nosotros está el cambiarla. Yo quiero implicarme en ello.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

EXPULSIONES DE GITANOS Y OTROS

En estas semanas estamos asistiendo a un episodio peligroso en el ámbito social, que bien podría alterar el orden establecido a la fuerza tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y lo curioso del caso es que, como en otras épocas históricas, hemos decidido mirar hacia otro lado.

Vivimos épocas difíciles en lo económico, lo saben bien quienes deben subsistir en trabajos remunerados en condiciones infrahumanas o de manera ilegal. Ellos, esa mano de obra que los ricos utilizamos sin escrúpulos cuando nos va bien, son los primeros en molestarnos cuando vienen mal dadas.

Nos pasa eso con los trabajadores que vienen a nuestros países de otras latitudes en busca de fortuna, los utilizamos hasta que nos son útiles para declararlos, a la vuelta de dos días, como ineficaces o carentes de utilidad.

Los sistemas democráticos sólo son posibles en situaciones de bonanza económica, cuando la situación económica está sólidamente instalada; cuando la balanza oscila demasiado y se ve afectada la economía en sus pilares básicos, la democracia se mece con ella. Y con ese vaivén se mecen los derechos fundamentales. Que dejan de serlo al antojo de unos cuantos.

El pueblo gitano siempre se ha caracterizado por una falta de adaptación a las sociedades plurales con las que le ha tocado vivir, eso es cierto; pero no es menos cierto que han estado denostados desde tiempos inmemoriales lo que, en cierto modo, justifica su encerramiento sobre sí mismos.

Durante las deportaciones nazis no sólo se deportaron judíos (pues parece que eso es lo que quieren vender) también fueron exterminados casi un millón de gitanos, pero parece que no cuentan igual; tal vez porque desde la altivez de occidente siguen siendo ciudadanos de segunda clase.

Ahora se está produciendo un hecho similar, como bien decía la comisaría Reding. La diferencia estiba en que se está haciendo de manera “alegal”, con el beneplácito de los demás países que forman el núcleo duro de la Unión. Y uno no puede más que preguntarse ¿por qué?. Si son ciudadanos de Rumania y Bulgaria y ambos países forman parte de la Europa de los 27, y por tanto se benefician del tratado de libre circulación de ciudadanos, ¿qué les hace susceptibles de ser deportados? ¿Vamos a suspender el tratado y regresar a las fronteras?

No lo creo, más bien podríamos estar hablando de dos cosas diferenciadas: por un lado un utilitarismo desmesurado por parte de los países fuertes de la zona Euro de los recién llegados en plan (esto lo usamos y esto no lo queremos. O por otro lado, y esto es lo más denigrante, utilizamos a los gitanos, cíngaros y demás etnias, como chivos expiatorios de una situación económica interna de la que sólo somos culpables nosotros.

Para el ciudadano medio, que ve como su sueldo alcanza cada día para menos cosas, estas políticas de expulsiones pueden incluso ser como un bálsamo interno que suavice su enfado con la clase dirigente. Lo peor es que estamos mostrando al mundo que no somos mucho mejores que los dictadorzuelos de cualquier país de África u otras latitudes. Salvo porque lo hacemos abrazados todos juntos, y es conocido que si ten dan todos no puedes quejarte de ninguno.

A lo peor, de estos barros, un día tendremos lodos que no seamos capaces de limpiar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

TU RECUERDO EN MI MOCHILA

Hoy nos has dejado, amigo Labordeta, y contigo se ha ido una parte de la historia reciente de nuestro país. Aquí, en España, donde acostumbramos a convertir en iconos a gandules del tres al cuarto, habría para ti un lugar muy cerca de la cumbre de las celebridades que un día poblaron este territorio añejo que tú recorriste con tu mochila a la espalda.

Contigo descubrí mi país, comprendí la importancia de escuchar a quien puede enseñarte algo, a los muchos oficiales que encontrabas a tu paso y que, día a día, se empeñaban en dejar su impronta en forma de artesanía. Descubrí una España diferente, lugares de tránsito, lugares para quedarse, para visitar.

No he podido disfrutar tu faceta docente, y poco en tu faceta como cantautor, te descubrí ya mayor y con la mochila a cuestas. Sin embargo he procurado, con los años, saber más de ese personaje que un día entró en el Congreso de los Diputados alborotando un gallinero lleno de creídos que se piensan algo cuando en realidad no son nada. Me enfadé contigo cuando algunos trataron de reírse de ti, sin darse cuenta de que con ello se estaban intentando mofar de buena parte de esta tierra que tanto te respetaba.

No he nacido en Aragón y no sé de las luchas singulares de esa región que tanto defendías, mas habría sido un honor ser conciudadano tuyo y poder sentir como propias tus composiciones.

Te he visto, leído, escuchado… nada encontré en tu persona que no mereciese la pena. Sin duda eres de esas personas que merece la pena conocer. No lo ha sido en persona, pero créeme si te digo que he llegado a conocerte bastante.

Mi querido beduino, confío en que este no sea el último viaje que recorras. Para siempre tu recuerdo en la mochila de mi memoria, allí donde guardo los recuerdos que pretendo imborrables. Ahora más que nunca podrás gritar: “Libertad”

jueves, 16 de septiembre de 2010

AL OTRO LADO DE LA VENTANA

El aroma embriagador del pan recién tostado atrapó mi pituitaria de una manera tal que no tuve más que despertarme, abrir los ojos y dejar que mi cuerpo se incorporase, persiguiendo tal aroma.

Con los ojos a medio abrir, el pijama de cualquier manera y la pereza agarrada con fuerza a mis huesos, caminé hacia la ventana de la cocina, de dónde procedía un aroma tan agradable...y allí estabas tú.

Como una diosa, con una camiseta blanca larga, dos o tres tallas más grandes que la que deberías llevar; el pelo recogido en un moño asimétrico engarzado por un palillo chino...

Sin asomarme de todo a la ventana, apoyado sobre la encimera de mi propia cocina y, mientras el café se hacía, me quedé mirándote. Observando como un adolescente travieso las turgencias de tu cuerpo; dejando volar una imaginación libre de cualquier otro pensamiento, aquel sábado por la mañana.

La mantequilla recorría, cremosa, la rebanada que tenías sujeta, llevabas a cabo tu tarea con lentitud, como recorriendo una espalda, que para entonces soñaba mía, acariciando los bordes del pan para no dejarte nada sin untar.

El café comenzó a hervir, la cafetera, ajada por el paso de los años y los muchos cafés, silbaba en un concierto individual, tan absurdo como habitual.

Seguía mirándote, no podía retirar la vista de tu ventana, a sólo tres metros de la mía y tan lejana como para no poder alcanzarla jamás. Ya tenías las dos rebanadas preparadas y el café a punto, todo en una bandeja; sin duda en breve desparecerías de mi pantalla panorámica. Quise entonces retirar mi cafetera del fuego, con tan mala suerte o torpeza, que se dio la vuelva vertiendo todo su contenido por la cocina y mi mano. El alarido fue de órdago, dolía.

Abrí rápido el grifo situando la mano bajo aquel chorro de agua fría, calmante momentáneo de un dolor posterior difícil de mitigar. Levanté la cara y allí estabas tú, haciéndome gestos por la ventana. Dudé, pero terminé por abrir el cristal, tu ya tenías la cabeza fuera.

Habías escuchado mis gritos y te brindabas a aplicarme una crema reparadora en mi mano, así como a invitarme a desayunar; por un momento el tiempo se paralizó y mi mano no era mía, pues dejó de dolerme. Asentí, acepté tu invitación.

Sujeté con la mano buena una bata, raída por el paso del tiempo y el mucho uso, y me acerqué hasta tu puerta y allí estabas tú.

Aún estoy viendo tu imagen en el quicio de la puerta con la misma camiseta que veía de lejos, con cara de susto y una sonrisa nerviosa; en la mano la crema... mis ojos recorrieron todo tu cuerpo posándose en los tuyos de manera definitiva, aquel fue el primer día que pude contemplar unos ojos que jamás dejaría de ver.

En el salón todo dispuesto, las tostadas (ya había dos más, qué celeridad), el café, el zumo, todo colocado con mimo. Me obligaste a sentarme en un sillón; de rodillas, frente a mí, comenzaste a aplicar la crema en el dorso de mi mano, observando mi cara por si torcía el gesto con el dolor. Yo no sentía más que el placer infinito de tu presencia; el aroma, otrora maravilloso de las tostadas, había sido sustituido por el olor de tu cuerpo. Curiosa la pituitaria, incapaz muchas veces de oler lo obvio y sustituirlo por lo oculto...

Tras comentar el incidente, comenzamos a desayunar, riendo las gracias de ambos. Sobre todo ella, cuando descubrió que había sido mi ensimismamiento para con ella, lo que había originado aquel embrollo.

Acabado el desayuno me pediste que me quedase un rato tranquilo, mientras recogías todo para llevarlo a la cocina. Mis ojos, impíos ellos, no dejaban de observar tu cuerpo, el ir y venir de tus senos bamboleándose bajo aquella camiseta blanca que ahora creía ver más ceñida a tu bonito cuerpo.

Al fin, cuando terminabas de recoger, me incorporé para salir de tu casa. Partes de mi cuerpo comenzaban a tener vida propia y ya había tenido suficiente con el ridículo de la quemadura. Sin embargo te pusiste en mi camino. No querías que me fuese, querías charlar un poco más conmigo. Un vecino al que habías visto muchas veces, que te parecía encantador y que querías conocerme más. Mi corazón se aceleró, y entonces...

Entonces sujeté tu cintura con la mano buena y te di un beso en los labios con toda la intensidad de que fui capaz. Me apartaste, creí que hay terminaría todo. Pero no, me agarraste de la mano sonriente y nos fuimos de vuelta al salón. Donde me empujaste al mismo sillón del que había partido.

A horcajadas sobre mí comenzaste a besarme, sin más. Mis manos estaban paralizadas, sorprendido por lo que pasaba. Fuiste tú quien las sujetó acercándolas a tus nalgas, con una pequeña carcajada...

Entonces, y sólo entonces, comprendí que debía dejarme llevar, que no era un sueño, que estabas allí. Sujeté tus nalgas con fuerza, no sentía dolor, mientras mi lengua era invadida por la tuya y mis labios se dejaban ir, sometidos por el fuerza de los tuyos.

Cuando me di cuenta mis manos y mis labios recorrían tus senos, mordían tus pezones, con cabeza inclinada hacia atrás mostrándome ese cuello maravilloso que tantas veces había visto en el ascensor.

Y allí mismo, hicimos el amor, con una intensidad tal que para cuando habíamos terminado mi cuerpo quedó inerte al lado del tuyo, sujetos únicamente por un par de dedos entrelazados.

Poco a poco nos incorporamos, mirándonos de manera cómplice, sonriendo... fue el principio del todo. El inicio de un futuro que vive hoy su presente.... bueno en esas estaba cuando el timbre de la puerta me despertó.

Tan vívido había sido mi sueño que estaba sudando. El timbre continuaba sonando, así que, con la bata colocada de manera más o menos correcta me dirigí a la puerta. Volvió a sonar el timbre, quien fuera tenía prisa.

Abrí la puerta, y allí estabas tú, con una taza en la mano pidiendo café para el desayuno, pues te habías quedado sin él. Te invité a entrar en mi casa y lo hiciste... sonreí.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

ANARQUISMO

No con tanta fuerza como en el los inicios del siglo XIX, sobre todo después de la Revolución Francesa, pero si con mucho ruido, salen a la palestra movimientos anti-sistema, anti-industria, anti-…. Y muchos de estos grupos están formados por personas, por individuos que se autodenominan a sí mismos anarquistas.

Como cualquier otra denominación socio-política, esta tiene matices; si cabe, en este caso muchas más. En principio ser el Anarquismo es la carencia de normas, de regidores, de legisladores, de orden. El anarquismo buscaba en su origen la absoluta libertad del individuo y sus circunstancias. Nada que objetar salvo algún que otro imponderable al que muchos de los denominados “anarquistas” tendrían una difícil respuesta.

Por ejemplo: Dónde establecemos el límite entre tu libertad y la mía. En qué lugar situamos mis derechos con respecto a los tuyos.

Contrariamente a lo que propugnan, contra lo que exteriorizan, se trata de organizaciones perfectamente estructuradas donde los líderes están en la cima de una pirámide organizativa. Lo cual se aleja, hoy día, de las ideas de los anarquistas fundadores, tales como: Pierre Joseph Proudhon, Max Stirner , Mijaíl Bakunin, etc.

Unos hablaban de la absoluta libertad del individuo, otros del derecho de hacer lo que a uno le da la gana… como teoría no está mal; como realidad social es totalmente idealista y de difícil ubicación en un mundo donde nadie es verdaderamente anarquista.

A los anarquistas los ha caracterizado siempre su habilidad para dinamitar cualquier momento social, iniciar revueltas, oficializar luchas imposibles, etc. Después de doscientos años de movimiento, la realidad sigue siendo tozuda; y la sociedad occidental ha avanzado por otros derroteros totalmente diferentes. Y en otras sociedades donde el etnocentrismo no está tan metastizado movimientos seudo-políticos como este y cualquier otro son, sencillamente, hilarantes.

Posiblemente la democracia, como decía Churchill, sea el menos malo de los sistemas conocidos. Incluso puedo situarme al lado de quienes creen que la democracia es la dictadura de las mayorías. Mas en una sociedad moderna y del SXXI, no hay sitio para la libertad absoluta, para la ausencia de jerarquías, para el anarquismo entendido como lo que era. ¿Por qué? Por sentido común. A lo largo de la Historia Moderna, siempre han estado los anarquistas detrás de las grandes guerras, de los grandes magnicidios, de las mayores vilezas, y qué han conseguido… poco, lamentablemente poco.

Quizá la regeneración de los movimientos anarquistas pasen por una mirada hacia el interior, por una reprogramación de lo que es verdaderamente importante. Quizá una mirada más próxima, más cercana a su propia vida, les haría afrontar el futuro encarando temas para los que verdaderamente puedan tener sentido.

Finalmente habría que responder a preguntas reales cuyas respuestas quizá harían enrojecer a más de uno: ¿Quién financia los movimientos anarquistas? ¿Están los grandes lobbies detrás de la financiación de grupos violentos capaces de moverse entre continentes con lo que ello supone en costes? ¿Si se imbuyen dentro del pensamiento anarquista, cómo es que están jerarquizados?

jueves, 9 de septiembre de 2010

VIVIR EN LA OTRA REALIDAD, EL VALOR DE VERDAD

Muchas son las personas que viven una realidad que no les toca vivir, es posible que para muchos su propia vida sea lo suficientemente anodina como para querer sentir como propia, la vida de los otros.

Para una gran parte de la sociedad occidental o “desarrollada” la realidad es aquello que ven y escuchan a través de los medios de comunicación. Son éstos los que les indican de qué deben hablar, en qué momento y cuándo.

Mediatizada por la inmensa influencia de los medios de comunicación actuales, nuestra sociedad absorbe con valor de verdad toda información e imagen mostrada en la televisión, ofrecida a través de un video en youtube, o escuchada en voz de un periodista, de credibilidad indiscutida, a través de las ondas.

En 1898 Herbert George Wells publicaba “La Guerra de los mundos” una gran novela de ficción que significaba un avance imaginativo sin precedentes sobre el mundo que podría llegar de otros lugares. Casi 40 años más tarde Orson Wells, en 1938 sacaba en las ondas americanas su programa radiofónico: “La Guerra de los Mundos”, adaptando la novela de Wells, haciendo coincidir su invasión marciana sobre un lugar determinado de Estados Unidos. Para los oyentes de aquel mítico programa, el caos estaba cerca, se creían invadidos por marcianos, se protegían de ondas indeterminadas con los más peregrinos sombreros, etc. Demostró Orson, que la sociedad es manipulable cuando se otorga valor de verdad a alguien. En este caso, la radio.

Hoy día, casi un siglo más tarde, seguimos en las mismas. Vivimos deprisa e intensamente, pero lo hacemos sobre instantes efímeros, dejando de prestar atención a la realidad que subyace bajo cualquier momento vivido, aparentemente, de manera real.

Nos sentamos a la mesa y encendemos la televisión, que es la que dicta de qué hablaremos en las siguientes horas, sin tener en cuenta qué realidad se oculta tras una noticia. Podemos pasar de sentirnos tristes por el terremoto de Haití a discutir sobre la Crisis económica, sin reparar en que mientras estamos en crisis siguen muriendo en Haití.

Por otro lado, decidimos que una persona u otra tengan sobre nosotros una ascendencia tremenda cuando le otorgamos el valor de verdad. Un hijo no discute, hasta una cierta edad, lo que le dicen sus padres. Para él, lo que ellos digan tiene valor de verdad y no lo tiene que poner en entredicho. Sin embargo sí lo hace cuando crece.

La sociedad, como conjunto del todo, debería madurar de la misma manera y poner en cuestión qué es verdad y qué no, en un mundo donde los intereses de unos pocos terminan por arrollar a muchos. Obviamente el ser humano necesita líderes, encaminados a guiarle por los caminos singulares que encuentra tras cualquier esquina, mas debe aprender de la dicotomía inherente al ser humano que le convierte en un ser errático cuando se dan las circunstancias precisas. A un líder de damos el privilegio de otorgarle valor de verdad, pero no por ello debemos claudicar sin pensar, agachar la cabeza y asentir.

Claro que para ello nuestra sociedad debería dejar de estar formada por seguidistas y convertirse en una comunidad de participación, donde la búsqueda de las interrogantes fuese el verdadero camino hacia el encuentro entre iguales. ¿Utopía? Claro que sí, pero… ¿acaso existe algo más interesante que terminar con la incertidumbre y averiguar la verdad?

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿LA VERDAD ESTÁ AHÍ FUERA?

Así rezaba la mítica frase con la que se iniciaba una conocida serie de televisión: Expediente X. Y son muchos los que, a pies juntillas, se creen que eso puede ser cierto. Pero la realidad es que la verdad siempre ha estado dentro, dentro de nosotros mismos, de nuestra propia realidad, de nuestras fobias, de nuestros miedos y angustias… ahí radica la verdad.

Pero, ¿qué verdad? Pues cada uno de nosotros tenemos la nuestra propia, aquella que nos es dada desde el comienzo de nuestros días. Cada uno elaboraremos después el desarrollo de esa verdad.

A la búsqueda de “la verdad” se dedicaron muchos místicos en todas partes del mundo, siempre marcados por la invariable creencia en un ser superior que lo controlaba todo. La realidad, al menos la mía, es que no hay nadie entre mi verdad y yo. No existe tal ser superior, no hay más intangibles que los que yo quiero que existan. Soy el dueño de mi vida, en tanto en cuanto a mis actos, y como dueño de ellos no puedo ser tan egoísta como para creer en la existencia de ese ser superior al que acudir si se dan mal dadas o al que culpar.

La verdad no es sólo el contrario de la mentira, sino lo tangible, lo medible, lo observable. Otra cosa es el valor de verdad, ese valor que damos a algunas personas o medios, como verdades absolutas de las que no tenemos dudas… pero eso da para mucho.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

EL VALOR DE LOS INTANGIBLES

Vivimos en una sociedad donde a las personas, lamentablemente, se las valora mucho más por lo que tienen de manera tangible (coches, casas, dinero...) que por lo intangible que puede tener.

Se vive demasiado deprisa, se premia el ahora; se obvia lo fundamental y nos quedamos con toda la superficialidad que forma esa pátina de apariencia que da color al mundo.

Aquí no se trata de ser alguien en cuanto a personalidad, formación o méritos; si no de ser alguien a toda costa, de tener cuanto más mejor.

Así las cosas, florecen como setas los nuevos pobres, esos que inundan la prensa rosa o amarilla, pobres que tan sólo tienen dinero. Son personas que sonríen siempre, que se ven forzadas a mantener su statu quo sobre la base de la apariencia.

Con los años, con la experiencia de la vida, observando lo que sucede a mí alrededor, he comprendido el verdadero valor que tienen esos intangibles que nos rodean y que tan sólo valoramos cuando somos capaces de percibirlos. Y no siempre es fácil, pues es fácil caer en el boato, lo brillante...

La lealtad es uno de esos valores que no se ven, pero que son muy importantes. Sin la lealtad de los tuyos y para con los tuyos, sería muy difícil caminar por la vida sin estar pendiente de nuestra espalda, atentos a las puñaladas.

El respeto, otro valor en descenso; cada día, cada nueva información en los medios, es una continua regresión en la importancia que el respeto debería tener para nuestra sociedad, para nuestra vida. A los mayores, nuestros ancianos, se les usa hasta que se los tira; los menores son usados como arma arrojadiza entre padres que son víctimas de sí mismos. Sin respeto, el camino sólo puede conducirnos a la aberración social.

La educación, otro valor definitivamente en desuso. Hasta no hace mucho, pilar sobre el que se habría de asentar una sociedad moderna, ha caído hasta límites insospechados. El alza de la igualdad social ha dado paso a situaciones tremendas, donde adolescentes tratan de igual a igual (cuando no peor) a profesores o adultos, que no están en su mismo nivel. En nuestras televisiones priman los bocazas que, con palabras gruesas, hacen del insulto el arma de defensa de sí mismos. Lo que inevitablemente nos indica el bajo nivel intelectual del que habla así.

Los otros intangibles, como el amor, el afecto, el valor, la osadía, etc., forman parte de todos nosotros, son valores que mostramos u ocultamos dependiendo del grado de seguridad en uno mismo que podamos tener en un momento dado. Sin embargo, sí creo que estos son intangibles que habitan en nuestro interior. Hay quien cree que demostrar amor es mostrar debilidad; yo, por ejemplo, sostengo lo contrario. Pero siempre es algo que pertenece al yo interno de cada uno.

Una sociedad como la nuestra, heredera de más de 2000 años de tradiciones, cultura, sabiduría, errores, etc.; debería ser más selectiva en aquellos valores que, de verdad, importan. No se puede despreciar el dinero en una cultura capitalista, ni se deber pretender situar la igualdad en todos los niveles (entendida la igualdad, no como entre sexos que es impepinable, sino en situaciones más comunes como la enseñanza. El respeto, la educación y otros intangibles deberían ser los verdaderos pilares de nuestra sociedad y de cualquier otra. Está bien luchar por la igualdad entre hombres y mujeres (una diferencia que está marcada sobre todo por la imposición de las diferentes religiones); mas no deberíamos dejar de instruir a las generaciones posteriores en intangibles que tendrían que ser parte de ellos. Si lo conseguimos, las disputas, los debates, los ajustes, etc. Se producirán dentro de un clima muy diferente.