LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

viernes, 27 de agosto de 2010

CUANDO TE MIRE A LOS OJOS

Cuando te mire a los ojos verás cuanta ilusión hay todavía en ellos, cuantas ganas de descubrir un mañana diferente y más intenso.
Verás que una mirada sincera puede ser el mayor acicate para confiar en quien tienes enfrente. Que las dudas son sólo para los flojos de espíritu.
Quiero que veas reflejados en los míos cuantos sentimientos sea capaz de transmitirte. En una mirada hay emociones, en una mirada hay pasión, en una mirada...
Sí, es cierto, también mirando a los ojos hay quien es capaz de no mostrar nada o dar una impresión equivocada. También me ha pasado a mí, que alguien se ha acercado pensando una cosa y con ellos quería transmitir otra. Lo importante en todo caso es que los ojos transmiten.
Cuando te mire a los ojos quiero que sepas que lo haré sin nada en la mochila, sin prejuicios, sin ambages, con la limpieza que se espera de quien se acerca a uno con el ánimo de conocer el interior de tu alma.
En ocasiones he mostrado una gélida mirada, en la que la frialdad era manifiesta, nunca el desprecio. Todos tenemos un límite, un momento en el que hemos de poner punto y final a un tiempo de nuestra vida. Cuando lo hago suelo ser frío y distante con el pasado. Es sólo una manera de defenderme de la incertidumbre del futuro.
He visto, con el paso del tiempo, como una mirada en medio de una multitud se convertía en un susurro al oído de quienes la interpretaban; como en medio de la locura de una multitud enfervorizada dos almas se encontraban con sólo una mirada sincera.
Cuando me veo reflejado en los ojos limpios y brillantes de mi hija, me siento invadido en lo más profundo de mí. Ella, tan pequeña, es capaz de entrar hasta el interior de la vivienda de mi conciencia y hacer temblar los cimientos de mi ser. Tan grande es el poder que podemos dar a una mirada, como insignificante cuando lo despreciamos.
Así pues, cuando te mire a los ojos espero que sientas la calidez que buscas o por el contrario te topes con el hielo, si lo que buscas es la confrontación. En todo caso mirándome a los ojos te darás cuenta de que no soy buen actor, que es fácil descubrir mi estado de ánimo. Tan sólo hay que mirar con atención.
Cuando mire los tuyos quisiera encontrar verdad, confianza, esperanza, tristeza, alegría... quiero encontrarme con ellos y descubrir que eres tú.

EL AMOR DE MI VIDA (3)

Ya falta poco para volver a verte, para estrecharte entre mis brazos, para decirte al oído lo mucho que te quiero mientras tus mejillas se ponen de un rojo intenso.
Siempre me ha hecho gracia lo colorada que te pones cuando te digo lo que siento; sé que no te lo digo tanto como sería necesario, pero... voy soltándome. Ya sabes que demostrar mis afectos siempre me ha costado y que es, sobre todo, gracias a ti que lo hago más.
Tendremos una semana por delante, pocos días sin duda, así que habrá que hacer todo cuanto podamos para que la mutua compañía resulte tan grata como siempre. Para ello tengo pensado llevarte donde puedas disfrutar en mis ausencias laborales, será una sorpresa como siempre.Te he echado de menos estas dos semanas, pero.... ya han pasado.

POR QUÉ SOY DE IZQUIERDAS

Siempre he creído que en la vida, como en otras circunstancias, uno tiene que posicionarse. No puedes pretender vivir bailándole el agua a todo el mundo; pues al final terminas por convertirte en nadie. Y en la vida hay mucho “don nadie”.
Cuando vas creciendo vas adoptando conocimientos suficientes para saber si tu manera de ver las cosas está en un lado u otro. No existe el centro cuando hablamos de política, la indeterminación no es más que la consecuencia lógica de la incoherencia. Uno puede estar más próximo o más lejano pero nunca en mitad de la hoja.
No siento afinidad por ningún partido político, todos ellos me parecen sacados del mismo saco, destinados al su propio bien. Creo que la clase política en nuestro país es mala tirando a peor. En tanto en cuanto mis ideas radican más en un posicionamiento social que en un razonamiento empíricamente político.
Actualmente vivimos en la paradoja constante de que gobiernos de “iquierda” como el nuestro, hace políticas de derecha y gobiernos de “derecha” como el alemán hacen políticas de izquierda
Dejando de lado cuestiones de carácter dogmático, donde las diferencias se acentúan, quiero centrar mi opinión en lo social; que es el lugar en el cual un ciudadano de a pié, como yo, debe encontrar el argumentario preciso para determinar en que lado de la línea cae.
La ignorancia de muchos ciudadanos hace que voten, muchas veces, en contra de lo que piensan realmente, o de lo que esperan del partido al que votan. Es este un país donde se confunde, con demasiada frecuencia, progresismo con comunismo o conservadurismo con fascismo. Y nada más lejos de la realidad.
Ser conservador significa para muchos estar cerca de posiciones que defienden, por encima de todo a la familia; lo cual es una falacia pues los conservadores defienden un modelo de familia vinculado a una religión determinada, y no defiende en absoluto cualquier otro modelo familiar. Sobra decir que en la izquierda se defienden todos los modelos familiares, todos, y desde luego si alguien ha luchado por la familia, por las familias, han sido los que lucharon por conseguir derechos y libertades.
Ser de izquierdas implica defender la justicia social por encima de la caridad. Es una tendencia natural de las derechas vanagloriarse de las diferentes obras de caridad, sobre todo si es cristiana. Cuando la caridad lleva implícito, desde su mismo nacimiento, un pellizco de lealtad con quien es caritativo contigo. La iglesia católica ha utilizado la caridad como moneda de cambio para tener más fieles. La izquierda siempre ha luchado por la justicia social, cuyo valor principal está en el promover los medios necesarios para que, aquellos que necesiten la caridad puedan vivir de manera digna sin ella. No se trata de dar un plato de comida, sino de lograr que se puede pagar de su bolsillo ese mismo plato.
Ambas cosas: caridad y justicia social, son necesarias en la actualidad. Y lo son porque nuestro modelo social está basado en las clases, derivadas de una sociedad estamentaria que ya existía en la edad media. En ese sentido hemos avanzado mucho pero seguimos manteniendo niveles demasiado distantes.
Me considero de izquierdas porque soy un trabajador, porque pertenezco a la clase obrera, a la que está pagando el pato de los desmanes de quienes viven encumbrados en la cima de sus empresas. Generalmente toda esta clase empresarial y dirigente se encuentra en posiciones más cercanas a la derecha que a la izquierda. Razón por la que defienden tan vehemente sus intereses, que, normalmente chocan de manera frontal con los míos.

Claro que en la izquierda hay empresarios y millonarios; como también hay gente muy vinculada a las diferentes religiones. En esta sociedad, hoy sí, tenemos cierta libertad para elegir dónde queremos estar. Dentro de las religiones existen muchas personas de izquierdas, que su manera de ver la vida está en la defensa de la igualdad. Que las cúpulas religiosas son todas antidemocráticas resulta obvio, que esas mismas cúpulas son conservadoras también, ergo, las decisiones que emanan de ahí también lo son.
Para concluir, ser de izquierdas no significa renunciar a ninguno de los placeres que la vida depara, ni repartir con los demás, ni ningún otro eslogan demagógico al que se agarran los del lado contrario para mitigar sus propias conciencias. Nunca se trata de entrar en lo personal, en lo que uno tiene o el otro no, sino en encontrar la equidad en la medida de lo posible.
Sólo un dato, totalmente objetivo: el 80% de las grandes guerras que ha sufrido la humanidad en los últimos 150 años han sido iniciadas por gobiernos conservadores. Es sólo un dato, pero un dato que habla a las claras de la concepción tan particular que se tiene desde ese lado, de la democracia y de la discrepancia.

INCENDIOS

Cada año, por estas épocas, nuestros montes son víctimas de la inclemencia de las llamas. Son pasto de un fuego que todo lo destruye.
La naturaleza, muy sabia siempre, ha provocado fuegos de manera cíclica en los montes del planeta, con el único fin de regenerar un espacio determinado. Sin embargo el hombre, tan incapaz cuando quiere, se encarga de destrozar la maravillosa obra de años de ingeniería natural, a la misma velocidad con que se toma una caña en cualquier bar.
Pero lo triste es la razón por la que lo hace. Puedo comprender la fascinación que el fuego tiene para un pirómano, ya que basta detenerse una noche a ver cómo las llamas hacen crepitar la madera en una chimenea. Los colores del fuego han sido siempre especiales, atrayentes...
Mas nuestros montes son víctimas de otros pirómanos; los delincuentes naturales. Personas que son capaces de terminar con nuestros bosques por un capricho, por una disputa vecinal, por intereses económicos....
No creo que la solución para este tipo de delincuentes sea la cárcel; debería la justicia encaminarse hacia la restauración del daño causado. ¿Cómo? Pues con el embargo de todos los bienes del pirómano, con la puesta inmediata a disposición de las autoridades para condenarlo a trabajos forzados en los mismos montes que ha quemado, con remuneración, para que pueda hacer frente a los gastos ocasionados.
De esa manera quizá alguno se pensase mejor las cosas. No puede ser que quemar 10000 hectáreas se solucione con cinco años de cárcel, en el mejor de los casos.
Otra solución sería la concienciación social, pero no en cuanto a no hacer fuegos en el monte sino en encaminar las políticas a obligar, por la vía administrativa, a que cada uno limpie su monte. Los incendios serían muchos menos de estar los montes limpios.
Quizá el aumento de las plantas de biomasa haría que los propietarios comprendiesen la utilidad de la limpieza de sus propiedades, siempre que estas plantas revertiesen en ellos mismos algún tipo de beneficio. En forma de energía, por ejemplo.

miércoles, 25 de agosto de 2010

LA VIDA ME HA ENSEÑADO(1)

Que las cosas casi siempre son de una manera diferente de cómo las sueñas.
Que merece la pena vivir porque durante el tiempo que nos toca estar aquí podremos disfrutar y sufrir un sinfín de circunstancias que, en su conjunto, casi siempre tendrán un saldo positivo.
También me ha enseñado que uno no puede creerse ni siquiera lo que ve con los ojos pues todo tiene diferentes tonalidades de color; y lo que hoy te parece maravilloso a la vuelta de dos, tres o cuatro años, puede parecerte nimio y hasta estúpido.
He aprendido que la ignorancia es tremendamente atrevida y osada; que un hombre ignorante es mucho más peligroso que cualquier arma de destrucción masiva, y lamentablemente hay muchos con voz y mando.
Me ha enseñado que la dignidad humana está por encima de cualquier otro valor, sólo conservándola uno podrá decir, al final de sus días, que ha merecido la pena.
La vida me ha enseñado a valorar cada instante despierto tanto como cada minuto soñado durmiendo. El equilibrio entre vida y muerte es tan débil que la balanza se inclina con demasiada facilidad hacia el lado equivocado.
Que traer al mundo una nueva vida se convierte en la mayor obra que jamás podrás crear, nada se le puede comparar.
Durante el breve, porque me lo parece así, espacio de tiempo que llevo aquí he sido testigo de la estupidez humana, de la absoluta falta valores, de la infame actitud de muchos; y a la vez me he sentido orgulloso del hombre cuando lo he visto luchando por otro sin esperar nada a cambio, incluso poniendo en peligro su propia vida; no dejamos de ser seres curiosos, capaces de matar por lo mismo que al cabo de un rato, damos la vida.
La vida me ha enseñado también que el amor hay que vivirlo día a día, que una relación puede durar un minuto y al siguiente terminarse por...
Que el sexo puede ser divertido, aburrido, estimulante, frustrante, libre, intenso, laxo, tedioso, fantástico, todo va a depender de nuestra mente; al final el principal órgano sexual.
La vida es lo mejor que te pasa mientras vives, quizá exista otra ya sea esta en una dimensión o en otra diferente, la cuestión es que nadie ha venido de vuelta a contarnos como es. Yo soy de los que cree que después de la vida no hay nada, absolutamente nada.
Me gusta soñar, sentir, comer, reír, ver, escuchar, observar, pasear, caminar, hacer el amor, tener sexo sin amor, pensar, escribir... me gustan muchas cosas y todas ellas he de hacerlas vivo, así que supongo que soy un enamorado de la vida.

lunes, 23 de agosto de 2010

UN DIA

Un día abriré la ventana de mi vida para que el aire renueve todo su interior y expulse todo el hedor que esté acumulado.

Un día comprenderé, por fin, cual es el motivo de tanto sufrimiento, de tanta desdicha, de tanto naufragio.

Un día sabré que al final del túnel del tiempo tal vez no exista otra cosa que más tiempo.

Un día mi cerebro dirá basta, comenzará a responder por sí sólo, sin tenerme en cuenta; habré llegado sin duda al final.

Un día quizá descubra una nueva vida en mi camino, un brote verde que llene el resto de mi vida de oxígeno nuevo.

Un día podré observar, desde el balcón de mi vida, que a mi paso además de restos he dejado algo más interesante.

Un día me toparé con la muerte, en cualquier camino claro u oscuro, para entonces espero poder saludarla con atención.

Un día, un día no es más que la continuación del anterior, o quizá el principio del siguiente... un día

sábado, 21 de agosto de 2010

OTOÑO

El valle amanece con un color rojo-anaranjado intenso, el sol se apresta a emprender el camino que le llevará a su punto más elevado justo antes de comenzar una lenta caída; es otoño y las hojas de los árboles son, a esta hora de la mañana, dan un intenso colorido a la mañana.

Todos los años muchos árboles se van quedando desnudos cuando llega el otoño, envidiosos de sus vecinos de hoja perenne que muestran orgullosos sus hojas verdes, cuando ellos, sin darse cuenta, se quedan en ramas. Sin embargo la naturaleza es muy sabia, y serán estos árboles, los que pasarán el invierno desnudo quienes disfrutarán del calor que ofrecerá la fermentación de la hojarasca a sus pies.

Siempre me ha parecido el otoño la mejor estación del año, incluso ahora, que me aproximo al otoño de mi vida. Supongo que es en este momento cuando el año y yo, alcanzamos nuestra madurez, esa madurez que le hace sabio para enfrentar el invierno.

En otoño los lobos aúllan con toda la fuerza de la que son capaces, en un intento de capturar tantas presas como le sea posible, y así poder afrontar un invierno de carencias que harán de la malnutrición su día a día. También nosotros en el otoño de nuestras vidas hemos de aprovisionarnos de tantos afectos y recuerdos como podamos; pues en nuestro invierno, además de frío físico, también nuestras capacidades serán menores.

Estos tres meses transforman el valle en un universo de colores que sólo se podrá repetir el siguiente otoño. Para nuestra desgracia, nosotros, tras nuestro otoño, tan sólo habrá un invierno. Así que me apresto cada año a disfrutar de la naturaleza a partir de septiembre.


viernes, 20 de agosto de 2010

LUGARES COMUNES

Un día, hace mucho tiempo, pude descubrir la importancia de encontrar los lugares comunes; sitios donde poder compartir; puntos de encuentro de ideas, sueños, deseos, anhelos...
Desde entonces siempre he querido encontrar a personas con las que compartir esos lugares comunes, esos remansos donde mirar y ver; donde oír y escuchar; espacios en los que la cordialidad, la discusión constructiva, el aporte de ideas, la discrepancia... encuentren su acomodo.
Y no es fácil encontrarte con personas con las que puedas compartir un lugar así. Es posible que el carácter de cada uno, y el mío en particular, haga que el acercamiento no sea sencillo.
Buscar lugares comunes supone un ejercicio de cierta generosidad, de apertura de miras y sobre todo de saber qué lugares quieres visitar y cuales no. Los primeros son siempre víctimas de la curiosidad; los segundos, por explorados, carecen ya de interés y regresar a ellos suele ser una pérdida de tiempo.
Respeto a quien quiere compartir su espacio con muchos amigos pero para mí existe una diferencia notable entre el conocido y el amigo, entre el compañero de trabajo, deporte o lo que sea y a quien yo considero amigo. Dónde radica la diferencia, pues precisamente en la cantidad de lugares comunes que comparto con ellos.
Es cierto que con mis compañeros puedo compartir unos lugares, con otras personas otros y no tienen por qué ser vasos comunicantes. Quizá son los que yo considero amigos los que, en realidad, pueden transitar por todos esos espacios con absoluta libertad.
La amistad, la verdadera amistad, la situaría en aquellas personas ante las que mi desnudez interior no me cause rubor alguno, sabiendo que en su presencia tengo la seguridad de que el halago o la crítica son valores y no comentarios interesados.
Hay lugares comunes en los que es muy difícil entrar, aun cuando te dejen la entrada franca; se convierten estos espacios en reductos restringidos de ánimos, emociones, sentimientos, deseos, que conviene hacer sólo accesibles a quienes pretendan quedarse dentro.

EL HOMBRE DEL ESPEJO

De un tiempo a esta parte observo el espejo de mi baño con cierta cara de asombro; al otro lado hay un tío que me mira y no sé muy bien por qué razón lo hace. Me suena su cara, mas no recuerdo exactamente de qué; tiene poco pelo, por decir algo, no tengo muy claro si es que la cara se le ha estirado o la raya del pelo se le ha ido de la mano.
En sus ojos puedo observar el paso de los años, las patas de gallo se están convirtiendo en patas de ganso; los surcos de su piel determinan que el tiempo hace un trabajo inexorable, que ya han pasado muchos veranos, que se aproxima el otoño.
Lo de la barba es más curioso, pues cada día que pasa es más blanca. El abuelo de Heidi va apareciendo cada mañana un poquito más; suerte que la lleva más o menos corta y la disimula. Si la deja larga, se pone un pantalón con tirantes y lo plantas en medio de una pradera... listo.
Algunas mañanas, cuando le veo de perfil observo que ya necesita contener la respiración para evitar que la felicidad se muestre donde no debería. En la parte de atrás todo sigue igual, donde no hubo no puedes esperar nada.
Hasta el pelo del cuerpo tiene canas!
Cuando le observo, con menos premura de tiempo, puedo apreciar también que tiene un aire más sereno, como si fuese consciente de quien es, no sé si sabrá muy bien lo que quiere ser en el futuro, pero tiene toda la pinta de conocer su pasado y querer evitar errores de otro tiempo.
Un espejo da para mucho; por eso uno puede percibir, en los reflejos de la luz, como su rostro brilla cuando cierra los ojos he imagina. Y sí, alguna que otra vez los pensamientos son “esos” pues partes de él cambian de postura de manera más o menos repentina.
Lo más divertido de los espejos es que puedes reflejarte en ellos de manera real o de manera ficticia; los hay que engordan, que estilizan, que modifican tu apariencia, etc. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando te miras con detenimiento en ellos te das cuenta de que el hombre que hay dentro es el mismo que se sitúa enfrente. No es fácil, muchas veces, reconocer que aquello que ves eres tú pero para eso los hay de todos los tamaños.
Es posible que a partir de una edad todos deberíamos mirarnos en un espejo de depilar con pinzas, la no-observación del todo puede hacer de la parte algo más interesante.
En mi caso creo que verme a trocitos puede llevarme el tiempo suficiente como para no recordar como era el primer pedazo de carne. La felicidad, muchas veces, consiste en vivir poco a poco, sin observar la realidad absoluta. Para evitar, en la medida de lo posible, el susto de encontrarse a uno mismo y no reconocerse.

jueves, 19 de agosto de 2010

SONREIR

Sonreír, todo un gesto. Hay quien en su cara lleva una perenne sonrisa que alegra las caras de quienes se cruzan con ellos. La sonrisa es uno de esos gestos gratuitos que hacen que el día a día sea más agradable.
No soy una persona que vaya por la vida sonriendo, es más, soy bastante serio, sin embargo reconozco que cuando me encuentro de frente con personas más risueñas que yo, el espíritu experimenta en mi interior una notable mejoría.
Una sonrisa de mi hija me hace sentir pleno, una sonrisa mía para ella consigue un efecto dinamizador en el mismo instante que la percibe.
Gracias a ella he aprendido a sonreír mucho más que cuando no la tenía cerca. He podido apreciar el efecto, recíproco, tan intenso que produce el mero hecho de mostrar los dientes de cuando en cuando.
Hace un tiempo, cuando mis dientes todavía eran míos, no sonreía por pura vergüenza; no llevaba bien enseñar un diente roto, otro oscuro y dos alelados, en lugar de una sonrisa bonita tenía un falsete entre los labios. Ahora, que los dientes me los han prestado a precio de marfil puedo sonreír con más seguridad y a fe que lo hago mucho más.
Si el mundo sonriese mucho más, la acritud sería menor. Como poder abroncar al de enfrente si éste de devuelve una amplia sonrisa. A la segunda seguro que cambiaríamos nuestro discurso para decir lo mismo de otra manera.
Hay quien cree que en la vida uno debe ser serio y que así se hará respetar más... está equivocado. Lo digo por experiencia, pues yo también he sido así.

ALEGRÍA

Nada mejor para empezar el día, ninguna otra manera ideal para permanecer en el mundo. La alegría siempre produce bienestar más allá de la mera sensación de fortuna y risa.
La alegría por hecho que sea es el detonante de una subida de todos los buenos niveles de nuestro organismo; es fantástica para la mente, para el otro, para uno mismo.
Cuando descubro los ojos de mi hija mirándome desde la parte de arriba de las escaleras de la casa de su madre, en mi cuerpo algo se mueve, la alegría del encuentro con la reina de mi corazón provoca un sin fin de buenas sensaciones.
Si, caminando por la calle, nos encontramos a un buen amigo de manera inesperada, la alegría nos embarga y nos hace sentirnos dichosos, dure el tiempo que dure.
Y por qué es tan importante la alegría? Quizá porque en un mundo donde odio y rencor llenan telediarios, donde la crisis es la palabra más escuchada, donde muchos no llegan a fin de mes y otros a principios, la alegría por el hecho que sea mitiga todo, hace que veamos por un instante, breve o largo, el mundo por un agujero distinto.
Cuando España ganó el mundial la alegría desbordó el país, incluso quienes no son apasionados del fútbol, quienes no pierden un minuto en ver una jugada, incluso ellos se vieron arrollados por la lengua de alegría que de pronto, como una gota fría, inundó nuestro país.
Fueron horas, días, de júbilo, donde la crisis era menos crisis; donde la precariedad laboral era menor, incluso la pérdida era menor.
Todos los años vemos en los diferentes sorteos navideños la alegría de barrios enteros en los que la diosa fortuna toca con su varita mágica, como las personas saltan, gritan, lloran, sueñan...
Alegría...

DOLOR

¿Quién no ha sentido dolor en algún momento de su vida? Casi nadie. El dolor físico va parejo al desarrollo humano, desde las épocas de desarrollo hasta el momento del ocaso.
El dolor es como la muerte, es una certeza que también tienes al nacer. Quizá no descubras el placer en muchas cosas, mas el dolor físico lo experimentarás seguro.
Es, sin embargo, el dolor interior el que te revienta por dentro, el que destroza tu ánimo, el que mutila tus ganas de reír.
Sentimos dolor con la pérdida, incluso con el encuentro y el desenlace. Construimos nuestro universo particular intentando caminar por los bordes del dolor, sabiendo que en cualquier momento un resbalón nos hará caer en ese pozo del dolor del alma, del dolor del corazón...
Si tuviese que elegir entre el dolor físico y el dolor interior no tengo ninguna duda sobre mi elección. El dolor físico puede llegar a ser insufrible, me acuerdo ahora de quien debe abusar de la morfina para mitigar su sufrimiento, pero más tarde o más temprano uno termina por superarlo o acostumbrarse a una vida así. El dolor interno es más lacerante, pues puede evitar que te desarrolles como individuo, que trastorne tu mente hasta un punto donde la racionalidad de paso a la locura. El sufrimiento no físico se convierte, para muchos, en el detonante de conductas erráticas que un día desemboca en un dolor físico consecuencia de una mala acción, o de una terrible elección.
He sufrido dolor físico y también del otro y no tengo dudas sobre cual prefiero. Siempre es mejor un analgésico que un ansiolítico.

RENCOR

Esta palabra determina uno de los sesgos personales de muchas personas en el mundo, se convierte en la cara de muchos que no son capaces de perdonar una ofensa real o no.
Pero ser rencoroso supone mucho más, supone un ejercicio de hipocresía tremendo, de cierto amarillismo y sobre todo un trabajo que, personalmente, encarece tu día a día hasta un punto tal que no merece la pena.
Nunca he sido rencoroso, cuando alguien no me ha gustado o me ha hecho daño simplemente me he alejado, me he apartado dejando el espacio suficiente como para que el aire enfriase todos los calentones.
Pero el rencor es poderoso, mueve al ser humano a situarse en posiciones radicales, a afianzarse en el lecho seco del perdón y a rellenar los huecos de las dudas de cierto odio.
Un rencoroso es una persona peligrosa, temible para los demás y sobre todo para sí misma. Para el otro porque no es fácil la comunicación con alguien que está pendiente de cualquier fallo tuyo para saltarte, para sí mismo porque ser rencoroso lleva implícito un trabajo absurdo de seguimiento del otro para machacarle.
El rencor mueve también innumerables intereses en el mundo, es capaz de originar una guerra o varias, por el mero hecho de no haber sido “fiel” a los intereses del político o militar de turno, que se creía en ese instante, ávido de pleitesía.
Así las cosas nada puedo situar en el haber del rencor, justo lo contrario que en el debe, donde la carga que supone ser rencoroso ya es suficiente como para agriarte la vida.

martes, 17 de agosto de 2010

EL AMOR DE MI VIDA 2

Llevo unos días pensando en ti, desde el mismo instante en que te separaste de mi lado. No puedo evitar sentir un vacío a mi lado. Nadie sujeta mi dedo al caminar, nadie me cuenta lo interesante que es ese club privado de Patito Feo que has creado con tus amigas.

Soy afortunado por conocer la contraseña para adentrarme en esos mundos que tu me enseñas, eso sí, teniendo claro (como me has dicho) que conocer la contraseña no me da derecho a opinar en ese lugar selecto donde las opiniones son tan importantes.

En menos de diez días volverás a estar conmigo, entonces me contarás sí o sí todo aquello que has hecho y yo reiré, como siempre, aturdido por tanta información. Es increíble que a alguien que habla tanto, como yo, seas capaz de hacerlo callar de una manera tan fácil.

Continuará…

miércoles, 11 de agosto de 2010

LA VIDA QUE NOS ESPERA

Una de las preguntas que nos hacemos muchos a lo largo de nuestras vidas es esa, ¿cuál es la vida que nos espera? La respuesta, siempre difícil, lo sería menos si nosotros tuviésemos la capacidad de prever todo cuanto puede suceder; pero además también si fuésemos seres invariables, y no, no lo somos.

Nuestra vida se establece en el continuo espacio tiempo donde nosotros variamos nuestros afectos, nuestras ilusiones, nuestros anhelos… en función de nuestro estado mental, del momento del día, de la época de nuestra vida…. Así las cosas convendría preguntarse si reflexionar sobre la vida que nos espera tiene sentido cuando difícilmente somos capaces de saber que haremos justo al día siguiente.

Pese a todo, lo hacemos, y sucede así porque necesitamos tener referencias, puntos a los que acudir cuando nos perdemos. Somos seres fuertes, capaces de racionalizar todo, de darle sentido a todos los sucesos de la vida; a la vez esta propiedad nos hace vulnerables, nos infunde un respeto atávico por lo desconocido, por lo que no controlamos. Por eso la vida que nos espera nos preocupa tanto.

La vida que me espera confío en que sea al menos divertida, que tenga tristeza, pues sólo superando una pena te descubres a ti mismo saboreando la alegría. Me gustaría mucho que en ella habitasen nuevos seres, capaces de hacer temblar todos mis esquemas con su mera aparición. Y no, no me refiero a seres de otro mundo, esos no me preocupan.

En medio de la crisis más grande que está conociendo esta, nuestra sociedad occidental, me atrevería a decir que el futuro se presenta tan impresionante que perdérselo sería imperdonable. La vida que nos espera aportará tantas cosas a nuestra vida social e individual que, a duras penas, seremos capaces de asimilarlas. Entonces, cómo no quedarse a verlo.

EL TURISMO QUE TENEMOS

Cada año llegan a nuestro país miles y miles de turistas, personas de diferentes países y culturas que, con su dinero, contribuyen a mejorar mucho la economía de nuestro país.

Desde siempre hemos sido un lugar de ocio escogido por muchos ciudadanos del mundo para pasar sus vacaciones. En los años sesenta fueron los nórdicos los que inundaron nuestras costas en busca de sol y playa. De aguas cálidas y temperaturas aceptables para estar mucho tiempo tendidos bajo el astro rey.

En los setenta, ochenta y noventa nuestro país le disputó a Francia el primer puesto del mundo como destino mundial de turismo; eran tiempos en los que nuestras localidades se inundaban de mareas de asiáticos y sus cámaras, de anglosajones con sandalias y calcetines… las arcas del estado crecían.

De un tiempo a esta parte, y con la crisis mundial en todo el mundo, el turismo bajó de manera notable, sobre todo el turismo de calidad. Ahora competimos con Grecia por atraer a nuestro país a descerebrados que buscan fiestas y alcohol. Turismo de cuatro días, donde el cliente sólo viaja en avión, bebe, fuma, se coloca y regresa a su país. Apenas consume en los restaurantes, apenas se interesan por el legado cultural que nuestro país tiene; se divierten reventando habitaciones de hotel, jugándose la vida en locuras desde balcones de sus habitaciones, etc.

Sería bueno que el sector se replantease la situación y decidiese que tipo de turismo queremos atraer a nuestro país. Con eso también estableceremos el tipo de Estado que queremos para los próximos decenios. No es cuestión baladí, se trata de definir a España como un lugar donde visitar, por encima de todo, un país lleno de cultura, de tradiciones milenarias, de edificios singulares (muchos de ellos patrimonio de la humanidad), etc. O bien queremos que España se conozca en las agencias de viajes internacionales como destino de drogas, alcohol y sexo.

Son muchos los ciudadanos europeos, sobre todos menores de treinta años, que no conocen nada de ninguna tradición cultural de España, y sin embargo saben que en lugares como Ibiza, Mallorca, la Costa Andaluza, etc.; pueden venir, emborracharse por poco dinero y regresar en el siguiente avión.

Qué país queremos, cómo queremos promocionar nuestro país. Sería una pena que después de cuarenta años de la explosión del turismo en España, fuésemos decayendo hasta perecer ahogados en los litros de alcohol que se consumen cada año. Como ciudadano apostaría por promocionar la cultura y ser inflexibles con las conductas inapropiadas de los veinteañeros europeos que, literalmente, se orinan sobre todos nosotros.

lunes, 9 de agosto de 2010

EL AMOR DE MI VIDA 1

Me has mirado desde el quicio de la puerta, casi sin atreverte a entrar, por miedo a despertarme pero con la curiosidad de quien descubre cada día un motivo más para llegar al siguiente.

Por la noche, cuando eras tú quien dormía, me asomé yo a tu habitación, para poder observarte, con tus manos en posiciones imposibles, tu pelo enmarañado y las orejas del conejo sobresaliendo entre las sábanas.

Antes, por la tarde, en la playa, la risa por tu cara cuando te sepulté el cuerpo en con arena, tu manera de decir las cosas, la manera que tienes de mirar a quienes me rodean… ¿cómo no quererte?

Lo haces todo tan sencillo, que ahora, cuando te has quedado lejos de mí, te añoro. El tiempo de tu inocencia es breve, por ello debo disfrutar cada instante de ti. Más tarde, cuando la inocencia vaya dejando paso al conocimiento, serán otras las cosas que compartiré contigo. Entonces tú me exigirás más y yo…yo me contentaré con tenerte cerca.

Continuará…

CONTIGO SEGUIRÉ HACIENDO CAMINO

El verdadero camino no es el de Santiago sino aquel que iniciamos un día en nuestras vidas, cuando somos por fin conscientes de que todo principio tiene un final.

A unos ese conocimiento, esa certeza, les llega a una tierna edad, a otros cuando las huellas de la edad ya van surcando su piel avisándole de la necesidad de tomar ya un atajo.

Creo haber sido consciente de la dirección de mi camino desde siempre, he tenido más o menos claro dónde quería que me llevase, en qué condiciones, etc. No sabía ni el cómo, ni el cuándo, ni el con quién. Por ello me pasé gran parte de mi existencia dando continuos golpes al timón de mi vida. En ocasiones han sido tan intensos que la zozobra se vislumbraba entre las astillas que saltaban tras cada roce con el fondo. Los bajíos de la vida son tan peligrosos como los que jalonan la Costa da Morte desde Vilán a Fisterra.

Ha habido momentos en que, varado en mitad de la nada, no sabía muy bien qué hacer, a dónde asirme, qué decisión tomar. Y en estas, un polizón se introdujo en mi nave. Y así, sin esperarlo, me encontré al gobierno de una nave en la que ya no había un solo timonel y viajero; sino un grumete que apunta maneras y que está llamado a gobernar el barco en un tiempo no muy lejano. Eso sí, será entonces su propia nave.

Así, incapaz de dar con el rumbo correcto, metiéndome en todas las tempestades que encontré a mi paso, haciendo peligrar la viabilidad de la empresa y haciendo aflorar en mí rasgos que no conocía, fue cómo un buen día acudí al puerto que me ofreciste.

No sin dudas, pues al abrigo de esa ensenada corría el riesgo yo, de quedarme encallado sin posibilidad, ni deseo, de salir. Al cabo del tiempo me presté para la aproximación, asomando decidido mi barco sabiendo que sería el lugar donde arriar velas y poner en venta el paquebote.

Un breve encuentro fue suficiente como para descubrir que allí, en aquel puerto comercial, estaba mi parada y fonda. No fue mucho el tiempo que tuve, pero el suficiente para percibir que la continuación de mi camino sería contigo a mi lado.

Asomándome de nuevo al mar, en aquella hermosa playa de arena fina, donde el mar se muestra poderoso; en aquel preciso instante en que mis labios rozaron los tuyos sentí que no daría un paso más sin contar contigo como compañía.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Y ME SENTARÉ FRENTE A TI

Y trataré de ver en tus ojos otra realidad de la vida, la tuya. Quiero darte la oportunidad de que me muestres el mundo que ven tus ojos, que me digas cómo fueron las cosas, como las viviste, cómo las sufriste.

Durante mucho tiempo me he creído en posesión de la verdad, con la certeza de que no había más realidad que la mía, con la osadía de creerme tenedor de la verdad inmaculada. Ahora, con la perspectiva del tiempo y de los años debo asumir que quizá me haya equivocado, que tal vez debería darte la oportunidad de mostrarme esa otra parte que no conozco.

Los prejuicios morales se nos agarran como garrapatas cuando somos nosotros los que juzgamos a otros. Es inherente al ser humano el creerse capaz de sojuzgar a otro desde un punto objetivo, cuando en realidad son nuestro propios tabúes, nuestras propias taras, las que modificarán nuestro criterio según nos convenga, no sea que un juicio objetivo rompa la subjetividad que deseamos plasmar.

Me he alejado muchas veces y otras, cuando creía que me estaba acercando, en realidad lo que hacía era huir; huir de mi mismo, de la incapacidad manifiesta que tenemos para afrontar lo que nos hace daño. Cada uno tenemos en nuestro interior un faro que nos hace mantenernos a la distancia necesaria como para no estrellarnos contra nuestros propios recuerdos. La realidad casi nunca es tan agradable como la, otra realidad, que establecemos en nuestra memoria.

Así pues aquí estoy, dispuesto a humillarme si fuera necesario, a reconocer que me he equivocado, a escuchar lo que tengas que decirme; y lo hago con la tranquilidad que me da el saber que cuando lo hagas habré saldado una cuenta pendiente conmigo mismo y también contigo.
Tan sólo lamento el haber llegado tarde a este preciso instante y no poder escucharte; Hace tiempo que el autobús de la vida sobrepasó tu parada. Ahora tan sólo puedo hilvanar con hilos que no existen los recuerdos que otros tienen.

LAS OTRAS VÍCTIMAS DE LAS GUERRAS

El hombre ha dirimido sus disputas casi siempre por la fuerza de las armas; la diplomacia no es más que el arte de contar las mentiras justas para evitar una contienda irremediable, casi siempre, al cabo del tiempo. Por ello no hemos dejado tiempo en nuestra dilatada estancia en el mundo sin que entablásemos una batalla u otra.

Cuando los vikingos llegaron a América se enfrentaron a los lugareños, cuando los españoles llegamos a América latina nos esforzamos en pelearnos con los mayas, los incas, los aztecas y todo aquello que se pusiese delante; no sin recordar que entre ellos hacían lo mismo mucho antes de nuestra llegada y sometiendo siempre al de al lado por la fuerza.

El fondo de las guerras no ha cambiado, siempre ha sido por intereses económicos, bien por la conquista de territorios que aportarían incentivos a la economía del país agresor o bien porque se establecen dentro de una nación los lobbies necesarios para comprar las voluntades precisas para iniciar una contienda en algún punto del planeta, cuando no instigar otras.

La cuestión es que siempre que hay una guerra se generan víctimas, personas que sufren el impacto directo de la brutalidad y la ausencia de valores que caracterizan una batalla, sobre todo hoy día.

De los muertos, de los heridos, de los daños colaterales, de todo esto ya se ha escrito mucho, se ha hablado incluso demasiado. Mas son pocos los que dirigen su mirada a las otras víctimas. ¿quiénes son estos? Pues aquellos miembros de las fuerzas armadas de países que van a dichas guerras como víctimas de los acuerdos internacionales que tienen suscritos sus respectivos países.

Quienes van a una guerra sin conocer siquiera el país, quienes luchan sin saber muy bien por qué, quienes regresan a sus casas y son olvidados y ninguneados por los suyos porque han estado en un lugar que nadie les ha pedido realizando una labor penosa.

Me imagino siendo el soldado que regresa a casa en un país como Canadá, de una guerra en Irák, donde mi país ha ido porque al vecino de abajo se le metió en la cabeza hacerse con el control del petróleo por si no había reservas suficientes para él. Y al volver me preguntan a qué he ido, por qué he matado a personas que lo único que defendían era su país de la agresión de un ejército de ocupación que no había llegado allí para cambiar nada, sino para apoderarse de todo. Y mi respuesta como soldado no puede ser muy consistente, debo decir que he cumplido con mi deber como militar. Y se me antoja que no me he hecho militar para matar a personas inocentes.

Alguien podrá decir que los militares disparan contra quien les arremete, y puedo entender que alguno lo crea así, pero... si en España entrasen los marroquíes por la fuerza, derrocasen al gobierno y nos impusiesen su manera de vivir...¿no nos defenderíamos contra el agresor? Claro que lo haríamos, como ya lo hicimos desde el 714 hasta 1492. Y cuando un civil dispara contra el militar que ocupa su país ¿quién es el agresor?¿quién el agredido?

Mi opinión es que siempre es el civil el agredido, puesto que es quien sufre la invasión.
Esos soldados, que llegan a casa creyéndose héroes se convierten en piltrafas humanas cuando sus mentes se libran de la música a toda leche que les meten por los cascos, cuando el estrés de la batalla no está presente y recuerdan el por qué de las cosas.

Pero hay otras víctimas, como son los voluntarios de las ONGs que se dedican a ayudar como pueden a los que sufren las batallas, éstos, cuando regresan, no vuelven a ser los mismos, muchos no podrán dormir jamás sin somníferos porque en sus retinas tendrán para siempre los cuerpos mutilados, la ausencia de todo, la falta de lo imprescindible, sí, ellos también son víctimas. En este caso con una contradicción mucho mayor, pues ellos sí son conscientes de que son los mismos que ayudan los que agreden. El que es atacado por un destacamento americano y herido, no entiende que sea una ONG americana quien luego vaya a darle consuelo. Es de un absurdo total.

Para concluir, aunque habría muchas más víctimas, estamos los ciudadanos. En un momento de crisis absoluta, donde casi nadie está sobrado de nada y cada día el dato es peor que el anterior se nos antoja complicado entender que una guerra como la de Irak, cueste por día lo mismo que el PIB de la gran mayoría de los países del mundo. Uno puede aceptar casi cualquier cosa en política, pero yo si fuese belga, por ejemplo, no entendería tener problemas económicos y en mi país y que la guerra de Afganistán me cueste 270 millones de euros al año. Porque con ese dinero se haría...

domingo, 1 de agosto de 2010

QUIERO DECIRTE UNA COSA

Durante muchos años he pensado en este momento, este preciso instante, el momento exacto en el que me sentaría delante de ti y te contaría, te diría todo lo que siento.

Al principio, cuando pasó lo tuyo, lo cierto es que me sentí confundido, no entendía que pasaba; no alcanzaba a comprender cómo una enfermedad podía alejarte de mí. A fuerza de no comprenderlo llegué a enfadarme demasiado contigo. Pero… al poco tiempo estaba feliz con mis amigos de Narón.

Cuando regresaste a casa todo fue distinto, no eras la misma persona, o quizá yo tampoco lo era. El caso es que en pocos días descubrí que lo que te había pasado había transformado tu personalidad por completo; a la par que te alejaba de mí de una manera casi definitiva. Guardo vívido aquella noche durmiendo en la cocina, en un colchón que un vecino nos dejó. Y tú mientras, enrocado en tu postura. Yo, arrebujado contra ella, tan sólo podía sollozar, lamentar la situación y finalmente dormir.

Al día siguiente me fui a vivir a la otra casa, a pocos metros de la tuya, pero para mí era un mundo. Comencé una nueva vida en la que me faltaba de casi todo, pero en la que gozaba de una libertad individual que casi no conocía, bien es cierto que los años también pasaban.

Desde entonces, y por un período de tiempo breve, no más de dos años; nuestros encuentros se limitaban a que te acompañase en aquel estado lamentable desde la casa donde yo vivía hasta la tuya. Ella, no podía ayudarte; pues de lo contrario habrías hecho o dicho cualquier barbaridad. Así que me tocaba a mí, a la hora que te daba la gana, cuando el alcohol hacía de ti una persona aún más difícil de entender, si cabe.

Los años pasaron y comencé a comprender qué era lo que te había pasado, por qué habías llegado a apartarla de tu vida, cuando ella permaneció a tu lado tres penosos meses en los que no sabían si continuarías aquí o te irías a criar malvas. También comencé a escuchar otras cosas de ti, descubrí que entre tus aficiones estaba la de agredir física y mentalmente a la misma persona. Tu modo de vivir era ser un candil en casa y un farol en la calle, de manera que los de fuera viesen lo buena persona que eras, mientras que los que vivíamos contigo, nos contentábamos con poder hablar sin ser humillados.

Y llegó el momento de tu muerte, un momento que celebré con júbilo, a pesar de que te perdía para siempre. Era demasiado joven para poder analizar todas las cosas con claridad y demasiado mayor como para obviarlas. No fue un momento hermoso en mi vida, pero tampoco mucho mejor que los vividos anteriormente contigo.

Eso fue en las navidades de 1987, siempre habías sido un lince en elegir fechas y, como no podría ser de otro modo, te marchaste el día del sorteo de la lotería.

Los siguientes años descubrí cosas de ti que me hicieron mucho daño, ya no se trataba de que mis “amigos” me dijesen que yo era hijo de un borracho, o de alguien que estaba mal de la cabeza, o de otras cosas peores. Se trataba de que fui descubriendo poco a poco a una persona que se alejaba mucho de lo que se desea como modelo de vida; los malos tratos siempre fueron parte inherente a tu personalidad, el alcohol fue tu socializador y la mala educación una manera de ser. Y eso, hizo que me sintiese aliviado por no tenerte cerca, logró que me sintiese orgulloso de salir de una manera diferente a ti, hizo que el dolor inundase habitaciones en mi alma, hasta el punto de tener que abrir una puerta tras otra para poder escapar de quién eras.

He pasado muchos años de mi vida lamentando la mala suerte de haberte tenido como progenitor, de haber sido parte de ti. Sin embargo, ese mismo tiempo transcurrido me hizo ver cómo fueron tus inicios allá por 1945, como con apenas 12 años dejabas tu casa, el calor de tu hogar, a tus hermanos y te marchabas a un peregrinaje por casa de dos tíos que hicieron de ti, y de tu hermano también, un borracho, un fumador y un machista desde la más tierna infancia.

Está claro que ese modo de vida, esa manera de vivir hizo de ti lo que fuiste, convirtió tu personalidad en lo que fuiste. Y ahí comencé a comprender que no podía odiarte por haber sido así con ella y conmigo; aprendí que no debía dejarme llevar por lo que ella decía, que tenía que añadirle el dónde, el por qué, el con quién… nada es como es por el mero hecho de serlo, todos tenemos un origen y, sin duda, marca mucho.

Aprendí que tu comportamiento fue de una manera determinada porque era lo que sabías hacer, porque la ignorancia hizo de ti el ser repugnante que fuiste. Al albur de los tiempos pasados, de los conocimientos adquiridos me queda ahora el decirte que siento mucho no haber tenido una conversación contigo.

Me habría gustado hablar cara a cara contigo, mirándote a los ojos, explicándote que las cosas se pueden hacer de otra manera; que existen otros modos, unos principios que no se pueden vulnerar. Nunca tendré la oportunidad de hacerlo y por eso te lo escribo, por eso te digo que siento no haber sido capaz de aprender mucho antes quién eras para poder ayudarte a cambiar.

Quizá no lo habrías hecho nunca, pero quizá sí y entonces; sólo entonces, las cosas habrían sido de otra manera.

Es curioso como el descubrimiento en mi persona de la misma dolencia que tú sufrías sin saber, me acercó a ti. Cómo estar en un hospital temiéndome que pudiese terminar como tú hizo que me volviese egoísta y a la vez capaz de discernir entre una opinión infundada y una opinión argumentada.

El día que dejaste este mundo, recuerdo que estaba comiendo en la cocina del piso del casco antiguo, me dije a mi mismo que jamás toleraría ningún comportamiento como el tuyo en nadie, y lo he cumplido; o al menos creo haberlo hecho. También me prometí, pero ya mucho antes, que jamás llegaría borracho a mi casa ni a ningún lado, tras ver en ti los efectos del alcohol; y eso, también lo he cumplido. No tengo ninguna adicción y antepongo siempre la reflexión y la palabra a cualquier amago de imposición de fuerza. Y te preguntarás ¿por qué me dices esto? Pues porque gracias a no querer ser como tú, creo haberme hecho mejor persona. Y por disparatado que parezca, te lo debo a ti.

Sé que el tiempo pasado, casi 23 años, ha sido suficiente para conocerte mejor y para descubrir el tipo de persona que soy. Y llegado este momento tengo que agradecerte el que me dieses la oportunidad de vivir, agradecerte aquel regalo de aquella bicicleta, la única que tuve regalada por nadie, agradecerte que jamás hicieses nada para hacerme daño. Tus manías eran con ella, tu rencor también, así como esos celos que te hacían paranoico. Conmigo te comportaste como lo que eras, mi padre. Lo hiciste a tu manera, la que conocías. Y yo no supe que era así hasta muchos años después.

Así que para despedirme sólo quisiera hacer dos cosas: lamentar no haberte perdonado antes y decirte que en el fondo te quería. No recuerdo que jamás me lo dijeses, pero sé que me querías.