LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

viernes, 20 de agosto de 2010

EL HOMBRE DEL ESPEJO

De un tiempo a esta parte observo el espejo de mi baño con cierta cara de asombro; al otro lado hay un tío que me mira y no sé muy bien por qué razón lo hace. Me suena su cara, mas no recuerdo exactamente de qué; tiene poco pelo, por decir algo, no tengo muy claro si es que la cara se le ha estirado o la raya del pelo se le ha ido de la mano.
En sus ojos puedo observar el paso de los años, las patas de gallo se están convirtiendo en patas de ganso; los surcos de su piel determinan que el tiempo hace un trabajo inexorable, que ya han pasado muchos veranos, que se aproxima el otoño.
Lo de la barba es más curioso, pues cada día que pasa es más blanca. El abuelo de Heidi va apareciendo cada mañana un poquito más; suerte que la lleva más o menos corta y la disimula. Si la deja larga, se pone un pantalón con tirantes y lo plantas en medio de una pradera... listo.
Algunas mañanas, cuando le veo de perfil observo que ya necesita contener la respiración para evitar que la felicidad se muestre donde no debería. En la parte de atrás todo sigue igual, donde no hubo no puedes esperar nada.
Hasta el pelo del cuerpo tiene canas!
Cuando le observo, con menos premura de tiempo, puedo apreciar también que tiene un aire más sereno, como si fuese consciente de quien es, no sé si sabrá muy bien lo que quiere ser en el futuro, pero tiene toda la pinta de conocer su pasado y querer evitar errores de otro tiempo.
Un espejo da para mucho; por eso uno puede percibir, en los reflejos de la luz, como su rostro brilla cuando cierra los ojos he imagina. Y sí, alguna que otra vez los pensamientos son “esos” pues partes de él cambian de postura de manera más o menos repentina.
Lo más divertido de los espejos es que puedes reflejarte en ellos de manera real o de manera ficticia; los hay que engordan, que estilizan, que modifican tu apariencia, etc. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando te miras con detenimiento en ellos te das cuenta de que el hombre que hay dentro es el mismo que se sitúa enfrente. No es fácil, muchas veces, reconocer que aquello que ves eres tú pero para eso los hay de todos los tamaños.
Es posible que a partir de una edad todos deberíamos mirarnos en un espejo de depilar con pinzas, la no-observación del todo puede hacer de la parte algo más interesante.
En mi caso creo que verme a trocitos puede llevarme el tiempo suficiente como para no recordar como era el primer pedazo de carne. La felicidad, muchas veces, consiste en vivir poco a poco, sin observar la realidad absoluta. Para evitar, en la medida de lo posible, el susto de encontrarse a uno mismo y no reconocerse.

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