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jueves, 19 de agosto de 2010

DOLOR

¿Quién no ha sentido dolor en algún momento de su vida? Casi nadie. El dolor físico va parejo al desarrollo humano, desde las épocas de desarrollo hasta el momento del ocaso.
El dolor es como la muerte, es una certeza que también tienes al nacer. Quizá no descubras el placer en muchas cosas, mas el dolor físico lo experimentarás seguro.
Es, sin embargo, el dolor interior el que te revienta por dentro, el que destroza tu ánimo, el que mutila tus ganas de reír.
Sentimos dolor con la pérdida, incluso con el encuentro y el desenlace. Construimos nuestro universo particular intentando caminar por los bordes del dolor, sabiendo que en cualquier momento un resbalón nos hará caer en ese pozo del dolor del alma, del dolor del corazón...
Si tuviese que elegir entre el dolor físico y el dolor interior no tengo ninguna duda sobre mi elección. El dolor físico puede llegar a ser insufrible, me acuerdo ahora de quien debe abusar de la morfina para mitigar su sufrimiento, pero más tarde o más temprano uno termina por superarlo o acostumbrarse a una vida así. El dolor interno es más lacerante, pues puede evitar que te desarrolles como individuo, que trastorne tu mente hasta un punto donde la racionalidad de paso a la locura. El sufrimiento no físico se convierte, para muchos, en el detonante de conductas erráticas que un día desemboca en un dolor físico consecuencia de una mala acción, o de una terrible elección.
He sufrido dolor físico y también del otro y no tengo dudas sobre cual prefiero. Siempre es mejor un analgésico que un ansiolítico.

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