LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 28 de junio de 2010

¿DÓNDE ESTÁ HAITI?

Víctimas como somos del “aquí y ahora” cada día son menos los recortes de prensa que uno puede sacar sobre Haití, un país devastado, donde la precariedad ya no es noticia. Ya no sale en las noticias, ninguna de las personas que se llenaban la boca hablando de ayudas y de lo “penoso que era la situación” salen ahora hablando del país caribeño.

Es como si no existiese, o lo que es lo mismo, ha vuelto a ser lo que era para la gran mayoría de la población: ese país infame que está al lado del República Dominicana.

Ahora, que llega el verano y las vacaciones, nadie irá con ayuda humanitaria, los más se interesarán por lo que sucede en el vecino país cuando estén en sus tumbonas del hotel que sea en la urbanización que hayan elegido.

Lo que sucede con los haitianos no es mejor ni peor que lo que ha pasado con otras noticias, con otros países, con otros problemas. En el mundo desarrollado, en las sociedades occidentales las calamidades en el exterior nos importan tanto como salgan en los medios de comunicación. Después, a título personal, hay muchas personas que ayudan todo el año, que se mojan por éste o aquel país; pero a los que se les llena la boca hablando son los que primero se olvidan en cuanto la tele deja de emitir desde el “epicentro de la noticia”.

Ahora, en este preciso instante, está de moda Kirguistan, una de las muchas repúblicas que surgieron de la extinta URSS y que, de cuando en cuando, inundan nuestras pantallas con alguna barbaridad en forma de matanza o levantamiento, tan propios por otro lado de estas repúblicas.

Dentro de una o dos semanas ser hará el silencio, nadie volverá a hablar de Kirguistán y su situación geográfica será un punto indeterminado en el mapamundi.

Haití tiene suerte de que el vertido de BP en el Golfo de México no se desplace hasta allí, pues terminaría con los escasos recursos que les pueden quedar; aunque bien pensado quizá les iría bien que el petróleo inundase sus playas, sólo así volverían al primer plano internacional y recibirían más ayudas.

Estamos en medio de una crisis económica que nos hace percibir la sensación de que mañana o pasado no tendremos un euro para comprar el periódico, o no podremos ir al cine, o no podremos salir de noche...y eso es algo que va en contra de países como Haití; En las sociedades del estado de bienestar la caridad nos dura lo que tardamos en percibir que nuestro estatus social puede deprimirse o contraerse un poco.

Porque los que ayudan, los que ofrecen sus manos, sus enseres, sus capacidades; esos lo hacen todo el año, con independencia de las noticias o de la publicidad de sus actos. Los demás, la gran mayoría que somos los demás, sólo sabemos situar algunos países en el mapa cuando sale en la tele.

Hay más de treinta guerras militares abiertas ahora mismo, ¿cuántos europeos podrían decir diez conflictos armados?...no muchos.

A BENEDICTO XVI NO LE GUSTA LA POLICIA

Al papa de los católicos no le gustan las fuerzas de seguridad, ni las investigaciones, ni los jueces; tal vez sea por el especial conflicto de intereses entre la justicia real y la justicia divina. Bien sabemos todos que la primera puede ser manipulable en algunas instancias y países, la segunda sin duda no existe.

Lo que llama la atención es que alguien como él, que vivió la época en que las SS entraban donde le daba la gana en cualquier punto de la Europa sometida a Hitler, se sienta incómodo por la entrada (con permiso y documentada) de la policía judicial en casa de los obispos belgas. Por suerte para él y para la institución que él representa, ahora no es suficiente conque un párroco señale con el dedo, o con que el representante del Santo Oficio diga que eres malo; Ahora es necesario demostrarlo. Y si han entrado en la Iglesia belga será porque tienen indicios más que suficientes para hacerlo.

No se caracteriza la iglesia por su transparencia, y mucho menos por su colaboración con las diferentes policías, sobre todo cuando va en su contra. Lo de ellos siempre ha sido beneficiarse de su arribismo al poder y a las instituciones armadas.

Ahora que la justicia parece haberse puesto de verdad a servicio del ciudadano y en contra de quien comete este tipo de delitos, se le ha terminado la patente de corso que tenían los clérigos hasta no hace mucho tiempo.

La pederastia es, sin duda, uno de los peores delitos que han cometido no pocos miembros de la iglesia, pero no el único. Cabría recordar el caso del Banco Ambrosiano y su relación con la Mafia; los abusos sexuales de innumerables mujeres en el continente americano y en África...

Benedicto debe tener en cuenta que quien comete esas fechorías son delincuentes y que no es suficiente con pedir públicamente perdón, hay que abrirles las puertas de los centros penitenciarios y que disfruten de su estancia.

Se queja el bueno de Benedicto de la profanación de tumbas y uno no puede menos que quedarse con la boca abierta. Alguien debería explicarle, aunque seguro que él ya lo sabe pues por algo es infalible, que en muchas de sus parroquias, en muchos de sus cementerios, en muchas de sus iglesias, se profanan de manera sistemática tumbas de personas corrientes, arte sacro, se venden nichos, etc. Las prácticas comunes siempre se han vuelto especiales cuando la iglesia se siente afectada.

La Iglesia debe cumplir las mismas leyes que los demás ciudadanos, ninguna Ley religiosa está por encima de una ley civil, al menos no en estos tiempos y no en ningún país occidental. Y eso, cuesta admitirlo

domingo, 27 de junio de 2010

NO QUIERO

No quiero levantarme cada mañana y tener que asumir que todo lo que nos rodea es crisis inmobiliaria, crisis financiera, crisis económica, crisis de valores… la vida es mucho más que esto.

No quiero imaginarme un mundo donde no exista la posibilidad de revancha, esa oportunidad que tendremos todos de revertir aquello que nos ha perjudicad, los actos en los que hemos causado dolor, los momentos donde incomprensiblemente fuimos tan imbéciles.

No quiero asomarme al balcón de mi vida y no ver otra cosa que la nada, quiero poder mirar con tranquilidad y admirar lo hermoso que se avecina, extasiarme con los colores del arco iris que se compondrá delante de mi ventana algún día.

No quiero hundirme en mis miserias, en mis problemas económicos, en mis errores como persona; quiero pedir disculpas a los ofendidos, tratar de mejorar donde he fallado.

No quiero dejar pasar el tiempo sin aprovecharlo, sin vivir intensamente cada instante que deba permanecer en él. Para ello tendré que hacer renuncias; habrá momentos en los que decidir entre el blanco y el negro, quiero hacerlo.

No quiero vivir rodeado de personas que no se impliquen, al menos en su propia vida, que viven porque no les queda más remedio pero no buscan salida a sus dudas, ni horizonte al que dirigirse.

No quiero dejar de intentar encontrar la compañía que necesito, sea esta como sea, el conocimiento de uno mismo sólo llega al final de los días, cuando la perspectiva le permite a uno juzgar.

No quiero un mundo donde mi hija no pueda desarrollarse plenamente, donde tenga que pensar si por el mero hecho de ser mujer, pueda no tener una oportunidad. Haré cuanto pueda por enseñarle que no hay camino sin espinas, ni suerte sin búsqueda.

No quiero dejar de lado a las personas que sé que me quieren, a las que no he atendido como debiera por estar más pendiente de mi propio ego. Mirarse uno el ombligo es un ejercicio tan fácil como fútil.

No quiero levantarme un día, mirarme en el espejo y ver a otra persona que no sea yo. Quiero reconocerme cada mañana, poder tener, al menos, la seguridad de que el que me mira desde el otro lado me tratará como un igual.

No quiero morirme pero es algo que tengo la certeza de conseguir. La vida es maravillosa por eso se que me costará mucho marcharme y que si lo hago no será porque quiera; pero es batalla perdida.

No quiero perder el tiempo manteniendo la mente vacía más allá de lo necesario. Me gusta pensar las cosas, incluso cuando me equivoco. Es un ejercicio que me hace sentirme bien.

No quiero dejar de equivocarme pues es la única manera de aprender. No, no se trata de hacerlo a diario, sino de cuando en cuando. Ensayo y error siempre han sido las mejores maneras de avanzar.

No quiero dejar de plasmar por escrito lo que pienso, pues no siempre tienes a quien contarle por dónde van tus pensamientos, por donde tus sueños. Las letras escritas son algo más que mis pensamientos, son una parte de mí que quiero dejar para otros.

No quiero un mañana sin pasar el hoy, no quiero un minuto que no sea mío, pero puedo compartir mi tiempo con cualquiera

jueves, 24 de junio de 2010

EN EL HORIZONTE

Hace tiempo que me plateo las cosas de manera inmediata, una especie de aquí y ahora. Siempre soñando y elaborando hipótesis sobre lo que podría suceder, lo que querría que sucediese.

Quizá lo mejor sea hacer un ejercicio mental, de realismo pragmático aunado a una ilusión fantasiosa para adivinar que habrá en el horizonte, en mi horizonte inmediato.

Lo cierto es que veo mi horizonte sembrado de muchas dudas aderezadas con bastantes certezas.

Dudas en cuanto a cómo estaré de salud, a cómo será el futuro que espera a mi hija, en qué tipo de sociedad va a crecer, cómo puedo mejorarla o qué debo hacer para no empeorársela.

Por otro lado tengo la certeza de que viviré con alguien, de que disfrutaré de unos años fantásticos; estos que me llevarán desde el final del estío hasta la llamada del invierno una vez traspasado un otoño que confío sea maravilloso.

No sé si esta etapa de mi vida irá acompañada de una persona, de personas, de personas y personitas... no es fácil adivinarlo.

Otra certeza que tengo es que daré tanto como pueda, que ofreceré lo que, hasta ahora, no he ofrecido: mi corazón, mi mente, mi verdad.

Quien ha compartido mi tiempo presente y pasado no ha podido beneficiarse de ello, ha convivido con una parte sesgada de mi persona. Quizá el miedo, la inseguridad, los malos momentos, hayan mermado mis capacidades en este tiempo.

Seguro que en el horizonte próximo seré mejor persona que ahora mismo, y además sospecho que lo seré porque quien entre a formar parte de mi vida privada y pública, aportará mucho, enriquecerá mi mundo y encontrará a una persona más receptiva.

Dejar atrás etapas no es nunca un camino fácil, mirar hacia atrás resulta inevitable cuando se tiene conciencia, aunque algunos no crean que ello sea posible. Sirve, en todo caso, para observar con calma los errores que cometimos y tratar de no repetirlos en la nueva singladura que comienza en breve.

El horizonte es aquel lugar donde quiero mirar en plural, donde lo que pueda construir sea en base dos, incluso tres o cuatro. No quiero perder mucho tiempo mirando los vientos pasados, pues el viento, de vez en cuando, también cambia de aire.

Vivo un momento de transición entre un yo y otro yo; un momento donde el debate interno es cada vez mayor, donde comienza a prevalecer el yo oculto, el que estaba tapado, el que disimulaba, sobre el yo que fingía ser, sobre el yo que no se mostraba.

Freud, Lacan y otros encontrarían muchas explicaciones sobre esta aseveración, encontrarían un sin fin de variables sobre las que anclar mis percepciones. Mis conocimientos, por el contrario, son mucho más parcos y, sobre todo, simples. Creo que una persona va quemando etapas en el devenir de su vida, algunos viven intensamente y en primera persona, cada momento, cada época. Sin embargo hay quien vive en tercera persona o incluso en pretérito, pues la personalidad es algo complejo.

Quiero pues, y estoy seguro de conseguirlo, elaborar un horizonte mental que se confunda con el real. Imagino un horizonte donde el crecimiento y desarrollo de mi hija sea uno de los pilares; donde el amor y la interrelación con mi pareja sea otro de los pilares; donde el encuentro conmigo mismo y con mi persona sea el tercer pilar; dejando para el final un cuarto pilar, el del libre albedrío, ese que convierte en inesperado un acontecimiento futuro...

LA CLANDESTINIDAD DEL BURKA

Se establece ahora en los medios de comunicación y en los núcleos de poder de nuestro país un debate sobre la conveniencia o no, de poder utilizar el Burka en los espacios públicos, edificios e intimidad.

Habría que determinar primero dónde situamos la libertad del individuo y donde primamos la libertad colectiva. Nuestra constitución, en su Título I, garantiza a todo ciudadano español la libertad para vestirse como le convengan entre otras muchas cuestiones como la libertad de culto y demás. Pero la misma Constitución prevé que sean los poderes públicos los que velen por nuestra seguridad colectiva.

Llegados a este punto, cualquier debate, fuera de éstos términos, se vuelve absurdo cuando hablamos de una prenda como el Burka.

Por su propio diseño el Burka atenta contra muchos de mis derechos como ciudadano, vuelve clandestino a quien se oculta bajo sus telas. Como ciudadano quiero saber quien viene de frente a mí por la calle, tengo derecho a identificar, más o menos, de manera clara a la persona que comparte conmigo un espacio público. En su casa puede ir como le da la gana y seré yo, a título individual, quien decida si entro o no en su espacio privado; aceptando por tanto sus normas.

Por otro lado, establecer un debate sobre el posible menoscabo de los derechos de la mujer, o sobre la imposición por parte de los clérigos en el huso de esta u otras prendas; No es más que un ejercicio de etnocentrismo que nos hace tratar de imponer unas costumbres sobre otras; con la premisa de que nosotros creemos que las nuestras son las buenas. Pero...¿quién lo establece así?.

Establezcamos pues una diferenciación clara entre lo que es un derecho individual de uno colectivo, y convengamos que el derecho colectivo debe prevalecer sobre el individual, siempre y cuando no atente de manera clara contra la integridad física de la persona. Si estamos en una sociedad democrática que elige a unos representantes que, después, nos gobernarán a todos, con independencia del color político. Aceptaremos pues que la manera de vivir en sociedad de la mayoría debería ser aceptada, al menos en público por quien no está de acuerdo.

Si por el contrario de los que se trata es de situar en una balanza los beneficios y los prejuicios que este debate conlleva para España; claramente favorece a los que creemos que nuestro país debería dejar de ser un Estado aconfesional para convertirse en un Estado laico. La laicidad haría posible que no existiesen los dobles raseros que tenemos, esos que permiten a una monja llevar hábito y el cuerpo cubierto y a una musulmana no. Pues en nuestro país hay españoles católicos y españoles musulmanes. No caigamos en el error de que la religión gane de nuevo un espacio de poder que tanto les costó perder.

Creo que el Burka debería de erradicarse de la vida pública, pero al igual que cualquier otra manifestación religiosa. Entiendo que la religión, al ser algo totalmente espiritual, ha de estar en el interior de las personas, y circunscribirse a su espacio privado.

lunes, 21 de junio de 2010

LA OPINIÓN DESCONOCIDA

Es aquella que la ofrece una persona que no conoces o bien aquella persona que desconoce el total del tema del que habla. Toda opinión es subjetiva, pues lleva implícita una carga personal muy marcada o al menos diferenciada de las demás.

Cuando opinamos, nos arriesgamos a dos cosas por encima de otras: a errar en nuestra opinión por darla partiendo de un conocimiento parcial del tema que tratamos, o bien acertar, cuando el conocimiento del tema es global.

Las importantes suelen ser estas últimas, las que abordan el tema desde el conocimiento del todo, o las que expresan una opinión totalmente personal desde la óptica del que vive de cerca una situación similar.

¿Qué importancia debemos dar a la opinión desconocida? Creo que la justa, si conocemos al interlocutor; respeto, si no lo conocemos; ignorarla, si parte de alguien que no conoces y además es ofensiva. Cuando quien te da su opinión es una persona que, además de conocerte, sabe a ciencia cierta de que va el tema, entonces debes de ser justo con los comentarios que puedas hacer sobre la opinión vertida. Debes de ser, sobre todo, tolerante con las cuestiones que no te gusten y aceptar la posibilidad de que pueden tener razón y no opinar lo mismo que tú. Si quien expresa su opinión no es conocido por ti, o no conoce de todo el tema, debemos respetar lo que dice, y replicar si no compartimos su opinión o simplemente aceptar lo dicho. Cuando no se conoce al interlocutor y además la opinión es ofensiva, resulta inútil entrar al trapo y discutir. Es suficiente con ignorar lo comentado. El viejo refranero español está al quite “no ofende quien quiere sino quien puede”.

Opinar es un ejercicio sano, libre, ideal para dejar salir nuestras verdaderas convicciones personales; pero también puede ser un ejerció de demagogia barata, donde se pretende sentar cátedra sobre otros, aun a riesgo de ser incongruente con uno mismo.

La opinión ha de ser manifestada desde el propio razonamiento, desde la convicción de que lo que está diciendo es realmente lo que piensa. Pensar lo que decimos y decir lo que pensamos. Muchos opinan de oídas, esos son los más peligrosos, pues su criterio depende de la emisora que escuche, de la cadena de televisión que vea, del equipo de sus amores….

La opinión desconocida es, por otro lado, una fuente de aprendizaje cuando quien la vierte es conocedor del tema que defiende o ataca, cuando en su exposición se manifiesta una idea que parte del conocimiento de lo que dice.

Opinar es gratis, y todo el mundo tiene derecho y debe hacerlo; bueno no todos, pues hay profesiones que al entrar a formar parte de ellas aceptas la renuncia a manifestar públicamente lo que piensas: como por ejemplo los militares en unas determinadas situaciones. ¿Podríamos imaginarnos un ejército donde los soldados opinasen libremente sobre las órdenes recibidas?

TEOLOGÍA

El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.

Han pasado los años. Yo ya no temo ni creso. Y en todo caso, pienso, si merezco se asado en la parilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia.

Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: “no codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno…” Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.

Cuanta razón hay en estas palabras, cuanta manipulación oculta tras las diferentes manifestaciones religiosas. ¿Acaso el hombre precisa en realidad que le manipulen hasta el límite de coartar su natural manera de ser?¿por qué ese empeño de los religiosos de entorpecer el contacto humano y el amor? Tal vez habría que ver qué se esconde en la doblez de las personas que un buen día idearon una manera de manejar a las masas de esta manera.

Galeano termina su texto manifestando que posiblemente Dios condena lo que ignora; yo añadiría que quizá Dios no exista, que es posible que la manipulación llegue de manos, precisamente, de quien conoce de primera mano estos actos y se siente sucio en su conciencia por haberlos hecho. Nada hay de malo en el contacto carnal, nada hay de malo en el carecer de fe, nada hay de malo en obviar uno tras otro unos preceptos, ajados por el paso del tiempo y atados, con nudos de siete vueltas a los miedos atávicos que han sido marcados a fuego con el paso de los siglos.

La religión, que un día Nietzsche denominó opio del pueblo, es necesaria única y exclusivamente porque el ser humano es fácilmente manipulable cuando carece de la cultura suficiente para defenderse de los argumentos fantásticos de quienes dicen poseer una alta formación. La religión, como la conocemos, no es más que el resultado de la manipulación de unas determinadas élites, en otros tiempos, para someter a las masas mayoritarias con el mínimo esfuerzo.

ENCUENTROS

En el largo caminar de la vida nos vemos envueltos en diferentes hechos que marcarán nuestras vidas. Las muescas se van marcando poco a poco en nuestra piel, en nuestra memoria. Y en todo ese trayecto, habrá un común denominador que hará especiales algunos momentos: los encuentros.

Cuando eres un niño pequeño no eres consciente de casi nada, te limitas a engordar a base de biberones o teta; lo suyo es comer y defecar. Poco a poco vas aprendiendo a gatear, mostrándote irredento ante la desesperación de tus padres y abuelos que temen cualquier caída. De pronto, un día te topas con un espejo, es tu primer encuentro. Un encuentro con ese otro niño, que diría Lacan, no te reconoces; ves al niño del espejo y tú quieres ser cómo él; te miras y te das cuenta de que te falta algo, que eres un ser incompleto; te falta la cabeza, el culo..Esas partes que no ves. Ese primer encuentro marca tus primeros tiempos, hasta que un día comprendes que el del espejo eres tú, y para entonces, ya sabes que estás completo.

Más adelante, te adentras en ese período complejo y complicado que va de la pubertad a la adolescencia, donde el encuentro se produce con tu cuerpo, con el cuerpo de sexo que te atrae, sea éste el femenino o el masculino. Y de ese encuentro saldrá buena parte de tu comportamiento futuro, de tu vida sexual de los siguientes años. Son momentos donde nos encontramos con un cuerpo que no es nunca como querríamos, primero nos da vergüenza que tenga bello y después nos quejaremos de que nos falta; cuestión de perspectiva.

El encuentro con el sexo opuesto suele ser diferente, nos convierte en vulnerables, en torpes; más si, como yo, te has educado en una sociedad que transitaba más deprisa en la palabra que en los hechos. Cuando das por sentados ciertos preceptos, el encuentro con otro cuerpo suele ser un bluf. La primera vez que me topé con un cuerpo desnudo fue en un descuido de una vecina, y soñé con aquello los siguientes meses, sin saber muy bien qué habría que hacer con todo aquello, lo cierto es que me producía unas reacciones curiosas.

Tendría apenas 15 años cuando tuve mi primer encuentro con el sexo, con la práctica del sexo; nada más tórrido y feo que aquel día de magosto en el que una compañera de instituto me enseñó otro arte fuera del onanismo. Fue un encuentro frío, feo. Después pasarían unos cuantos meses hasta que se produjese otro encuentro, esta vez mucho más afectuoso y entretenido, que hubo de sacarme de las dudas en las que había entrado tras el primero. Ah los encuentros…

Desde los trece años siempre he trabajado en algo, la vida no me dio la oportunidad de disfrutar demasiado de un hogar estable, de una economía saneada, de lo que hoy tiene un crío; por lo que uno buscaba sus habichuelas donde podía. Con 18 años sí que tuve ese primer encuentro con un trabajo. En ese momento te das cuenta de lo que significa responsabilidad, de lo que implica firmar un contrato, tener unos horarios, etc. Y sobre todo, cobrar tu primer sueldo. Cuando eres joven no eres nunca los suficientemente consciente de lo importante que es trabajar, lo haces para tener dinero para tus gastos y poco más. Con los años comprenderás que es necesario trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Aunque muchos, a más edad, aún no lo hayan comprendido.

El encuentro con el amor adolescente es siempre como un enorme parque de atracciones, de pronto estás en la montaña rusa, como al cabo de un rato estás en un estanque ahogando tus lágrimas por un amor de quince minutos que se terminó en doce. La adolescencia debería durar muchos más años aun a pesar del sufrimiento a que uno sometería a su cuerpo; pues durante esos años se vive con una intensidad que jamás se repite.

Durante nuestra vida adulta, en ese período de tiempo en el que uno debe saber qué no quiere, un tiempo de cierta estabilidad; nos encontraremos cara a cara con la miseria humana, con el dolor, con el placer, con la desesperación, con la alegría, con los amigos, con los que no lo son, con los que odian, con los que odias… y de todos esos encuentros sacaremos lecturas positivas y negativas; todos ellos nos harán crecer como individuos, ellos forjarán nuestro carácter.

Para el encuentro que nunca se está preparado es para el de ser padre, para el encuentro con tus hijos. Puedes haber leído mucha literatura, habértelo mamado en alguien próximo y demás, pero… ese primer encuentro con tu hijo cara a cara, en soledad, sin nadie más. Cuando te das cuenta de que aquel ser es parte de ti, es obra tuya…uff, ese encuentro sí que te marca. Ahí es dónde el amor materno – filial resulta irreproducible para nosotros los hombres. Esa primera vez que tu hija te agarra el dedo de tu mano, ese encuentro entre tu piel y la suya, entre tu calor y el suyo, entre su corazón y el tuyo… tremendo, irrepetible.

Es imposible obviar o dejar de lado los dos encuentros finales a los que quiero referirme, dos sin los cuales es difícil terminar nuestros días, siempre que sea una vida normal.

Por un lado el encuentro con la muerte de un ser querido, ese momento amargo donde el corazón se constriñe apretando nuestro pecho; donde la mente busca respuestas al absurdo de perder a quien queremos. Una muerte es una muerte, no hay nada que hacer, ninguna posibilidad de cambiar las cosas. Este encuentro, este momento duro, curte como el que más, añade un plus a tu vida, te enseña sin querer que todo es efímero, que estamos de paso, que sí, que es cierto que no hay nada más.

Finalmente quiero hablar de ese encuentro maravilloso que te cambiará la vida, que hará de ti otra persona diferente: el encuentro con el amor de tu vida, con esa persona que va a hacer de ti una persona mejor. Uno siempre busca llegar a ese puerto, a veces haciendo muchas escalas en puertos que, de antemano, sabes que no son el definitivo. Cuando te encuentras con esa persona lo sabes; y lo sabes porque dejas de poder controlar tus impulsos, porque el cuerpo te domina, las emociones afloran sin control y la lejanía o el acercamiento hacen que tu respiración sea más fluida o más lenta.

Los encuentros nos marcarán siempre y existen muchos más que no he citado pero en este encuentro con el teclado son los que me han parecido importantes.

LA DESMEMORIA

El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria.

Galeano

IMAGINACIÓN Y FANTASÍA. LA REALIDAD DE UN NIÑO

Los niños son seres excepcionales, personas de carne y hueso con una capacidad de adaptación espectacular, que les hace dignos de la mayor calificación posible.

Observando a mi hija y sus juegos uno puede llegar a imaginar ese universo paralelo al que, de cuando en cuando se trasladan para pasárselo bien.

No es lo mismo la infancia en un lugar que en otro, ni las posibilidades de desarrollo humano, ni otras consideraciones sociales; sin embargo, la imaginación y la fantasía es común a todos ellos. Les hace vivir situaciones que simplemente no están ocurriendo en otro lugar que no sea su cabeza. Eso es lo que debemos proteger, es lo que como padres, como seres humanos, debemos salvaguardar.

Para explicarme nada mejor que una historia, en ella encontramos un razonamiento simple a un comportamiento muy complejo desde el punto de vista sináptico, nervioso, social y psicológico.

- Fue en a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba sólo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó para pedirme que le regalara un lápiz. No podía darle mi lápiz porque era el que estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

- Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que me exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado; había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón.

- Y entonces, en medio de aquel alborozo, un desamparado que no alcanzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en la muñeca:

  • Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima – dijo.
  • ¿Y anda bien? – le pregunté
  • Atrasa un poco – reconoció.

Sobran las palabras….

LA PALABRA – LA VOZ

Siempre me he sentido identificado con las personas que son capaces de transmitir a través de la palabra, de la voz. A mí, que siempre me ha costado hablar en público y expresarme con tranquilidad, me ha sido muy fácil sucumbir a las voces que escuchaba a través de un aparato de radio: Iñaki Gabilondo, Luis de Olmo… y otros.

Opté en su momento por escribir, mucho más adecuado a mi manera de ser, y sobre todo más cómodo para quien suele ponerse nervioso si habla delante de muchas personas.

Nunca he vivido bajo la falta de libertad, nadie me ha impedido exponer lo que pienso, nadie salvo el sentido común; ese que aflora de cuando en cuando y nos obliga a mantener la boca cerrada para no perjudicarnos a nosotros mismos o a otros a los que queremos.

A través de la palabra hemos conocido la historia, descubierto canciones memorables, sabemos de la existencia de otras culturas, etc. Pero es también a través de la voz que dimos el paso adelante al poder tener capacidad de sintaxis y dejar atrás a otros seres vivos que no tienen nuestra cualidad. Por ello, desde el pedestal que nos sitúa en lo alto de la evolución habría que defender siempre a ultranza, la libertad de poder expresarnos.

Hablar, charlar, conversar, comunicarse en una palabra, nada más valioso para el ser humano, nada más importante. Sin comunicación no existimos, no somos nada. Debemos fomentar más que nunca la comunicación entre nuestros hijos, alejarlos un breve espacio de tiempo de la soledad compartida de las video-consolas y trasladarlos a espacios comunes de comunicación verbal, el único espacio conocido de interacción real entre humanos.

Si los dejamos caer por la deriva que llevan, encontraremos un futuro donde sólo lo virtual será real; donde la comunicación y el debate con el otro habrán dejado paso a la imposición.

Hay un texto que quiero compartir que, sin duda, explica a las claras lo que de importante tiene la comunicación. Está extraído de una obra de Eduardo Galeano y dice así:

- Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

- Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:

  • Algunos teníamos mala letra – me dijo - .Otros eran unos artistas de la caligrafía.

- La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.

- Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.

- Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan al boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.

Este maravilloso texto refleja a las claras lo importante que es poder hablar, poder expresar con palabras aquello que sentimos. Merece entonces la pena dejar de hablarse… lo dudo.

Voltaire, decía aquello de que: no compartiendo con usted lo que manifiesta, no tengo más que defender su derecho a decir lo que quiera.

Eso deberíamos hacer todos.

REFORMA LABORAL – REFORMA MENTAL

Llevamos casi dos años con el llamado “Diálogo Social” encima de la mesa, reuniones y reuniones. Y lo único que hemos conocido ahora es que no ha habido manera de que los señores representantes lograsen, ni siquiera, un acuerdo de mínimos. El gobierno, por su parte, tarde y quizá mal toma el mando; y decide situar sobre la mesa su solución para la manida Reforma.

Como no podría ser de otra manera los “grandes negociadores” se revuelven en sus sillas elevando la voz y gritando que aquello no se puede tolerar. Lo que de verdad no se puede soportar es su probada ineficacia, sus malas artes y su dejarse llevar.

José Blanco, quizá el verdadero hombre fuerte del PSOE, ha contestado a su manera, tal y cómo lo hizo con los Controladores Aéreos: “No queréis llegar a un acuerdo, pues esto es lo que hay y no hay más tiempo”, claro, conciso. Equivocado o no, es realmente hacer lo que se precisa. Debería ser ahora el Congreso quien, por medio de las enmiendas, ayude a dar forma a un Decreto que seguro que cojea por algún lado. Entre todos están obligados a mejorarlo y dejarlo bien ponderado.

A la Reforma Laboral, tan necesaria en estos momentos de crisis, donde la caída de la producción ha puesto de manifiesto lo que todos sabían: que así no iríamos a lado alguno. Habría de seguirle una gran Reforma Mental de aquellos que nos dirigen, de los que nos representan y de quienes elegimos a todos ellos. El trabajo no existe sin la empresa y la empresa sin los trabajadores ergo, la buena comunicación entre unos y otros habrá de ser la piedra de clave necesaria para asentar las bases de un futuro empresarial y económico más halagüeño.

No se trata de reducir derechos adquiridos, ni de usurpar poderes que no se tienen, sino de arrimar el hombro, de ceder en momentos de caída para poder exigir en la bonanza. Si todos cedemos un poquito en nuestras posiciones fijas, quizá a la vuelta de un corto espacio de tiempo, comprendamos que el inmovilismo sólo lleva al estancamiento; y este al hundimiento irremediable.

Vivimos en un país y una sociedad donde a muchos les gusta estar a la sopa boba.

ME GUSTAN LOS ABRAZOS

Reflexiones sobre el libro de José Orna y Rosa Blanca Miguel

Este libro presenta con impresiones los diversos tipos de abrazos; sin entrar a analizarlos todos, ahí va mi impresión sobre ellos.

- Los abrazos mojados: en el mar, en el río, en la piscina, en la ducha. Abrazos cargados de erotismo, de afectos, de cariño, son esos abrazos que un día vivimos intensamente como adolescentes y que revivimos cuando tenemos la oportunidad. Llevan implícita complicidad y confianza.

- Los secos bajo un paraguas: Ese pasar la mano por los hombros mientras caminamos bajo la lluvia, o la mano por la cintura. Quizá sólo la amistad nos da para hacerlo, pero también pueden significar cercanía, afecto.

- Los horizontales en un sofá, en una cama; abrazos estos propios de las parejas, menos de los buenos amigos, cuando te abrazas a alguien en una cama, en un sofá, lo haces para sentir el cuerpo del otro, para reconfortarte y reconfortar; por puro erotismo también puede ser, como inicio a un juego que continuará; una manera esencial de dormir dirían otros.

- Los de pésame, esos que nunca has querido dar y menos sentir; son los que te transportan al mundo del dolor y la lágrima. Pero que, a al mismo tiempo, pueden llevarte al enojo y la incomprensión cuando te abraza quien sabes que no lo siente. En todo caso es quizá uno de esos abrazos necesarios, diría que imprescindibles, cuando lo das o lo recibes con sentimiento.

- Los de victorias o derrotas; esos que vemos en los diversos concursos, deportes, actividades varias, donde está en juego la euforia. Los abrazos de los campeones son siempre incontrolados, alborotados por la sobre estimulación, geniales en la improvisación; los de los derrotados son siempre los más sentidos, aquellos que buscan el consuelo en el de al lado sabiendo que la oportunidad se ha perdido. Algunos encuentran en la amargura un modo de encontrar afecto; otros, contra corriente, intentan levantar un ánimo ingrávido y triste.

- Los lejanos, aquellos que te da quien no conoces en situaciones en las que no eres el actor principal; Como en la boda donde alguien que no conoces te abraza y te da la enhorabuena. Esos que te dejan con cara de decir algo y sin abrir la boca, perplejo por tu propia estupidez.

- Los que se dan los abuelos. Estos son los más espectaculares; uno se para a pensar y ve que, después de muchas décadas, hay quien encuentra en el abrazo de su pareja de siempre el acomodo necesario para llegar al día siguiente. Yo quiero llegar así a la vejez, mirar a mi derecha o izquierda y saber que, en cualquier instante, unos brazos rodearán mi cuerpo henchidos de afecto.

- Los que se dan a los árboles. No es que yo haya dado muchos de estos en mi vida, no recuerdo ninguno, pero... los hay, como hay abraza farolas. Debe de ser fantástico abrazarse a un árbol centenario y cerrar los ojos para intentar sentir el paso del tiempo a través de él.

- Los de un reencuentro. Efusivos, cariñosos, fuertes, así es cómo son los abrazos que uno da a otro cuando te reencuentras después de un largo tiempo; sí, ya sé, los habrá tibios, pero esos no cuentan aquí. Aquí cuentan los que se sienten. Los que añoras dar durante muchos años hasta que te encuentras de pronto con quien deseas.

- Los de una despedida. Siempre tristes, siempre odiosos; para mí no hay momento peor que una despedida. Un adiós no significa necesariamente un para siempre, pero sí una hasta.. Esos abrazos en el andén de una vía férrea cuando los hijos, padres, madres... se marchaban en busca de algo mejor; ese abrazo en el muelle mientras zarpa lentamente el barco... tristes momentos sin duda.

- Los que tienen sexo o llevan a él. Esos que te das cuando sitúas a horcajadas a tu pareja; esos en los que te fundes en uno para llegar al todo; dulces abrazos estos que buscan el éxtasis en un juego de frenesí, con una liturgia marcada...

- Los que los niños dan a los muñecos. Tiernos, cálidos, llenos de fantasía, de sueños de colores, donde el abrazado infiere seguridad. Cuando veía a mi hija abrazada a sus muñecos para dormir, no podía por menos que tener cierta envidia de quien ofrecía tanta tranquilidad y sosiego. Cuantos padres han sido víctimas de esos osos, monos, perros, gatos... de peluche.

- Los de los borrachos. Tan sinceros y tan mentirosos; cuando alguien flota en un mar de fluidos que denotan alcohol, tiende a mostrase cariñoso con los amigos, incluso con los enemigos. Un borracho siempre encontrara a otro para apoyarse o para caerse. Nada más afectuoso que un abrazo después de cinco o seis copas de pacharán.

- Los sinceros y los hipócritas. Los primeros se hacen necesarios, se aprecian, se sienten; los segundos merecen desprecio, merecen impasibilidad... lamentablemente hay quien los confunde y quienes no sabe distinguirlos.

- Finalmente están los abrazos que no has dado. Esos abrazos que siempre echarás de menos. A lo largo de mi vida no he abrazado tanto como habría querido y sobre todo tanto como habría necesitado. He precisado abrazos en mi infancia, pero también en mi vida adulta, donde alguna vez he rechazado los afectos de otros por no saber cómo devolverlos y otras porque no los he creído veraces.

Abrazarse es un modo de acercarse al otro, de encontrarse con uno mismo y cara a cara con alguien a quien, sin duda aprecias. Si das abrazos hipócritas conseguirás dos cosas, engañar al otro y a ti mismo. Lo primero puede ser odioso y tener consecuencias negativas con los demás; lo segundo te hace, sin duda, peor persona.

Me gusta abrazar, si es a mi madre cara a cara, si es a mi hija de cualquier manera, si es a mi pareja..Sobre todo por la espalda.

Abrazarse es la mejor manera de no caerse.

¿Y AHORA QUE?

Anoche una amiga me dejó un Dvd, con el interesante título de: “Y tú qué sabes?”, tras haberlo visualizado, lo único que puedo decir es ¿y ahora qué? Y me hago esta pregunta porque, en cierto modo, si uno asiste a lo que el vídeo manifiesta, no tiene la menor duda de que las cosas son de una manera y también de la contraria.

¿Por qué podemos recordar el pasado y sin embargo no podernos adivinar el futuro? ¿Por qué nuestros actos presentes influirán en el futuro y no pueden hacerlo sobre el pasado? Las respuestas pueden parecer fáciles, pero no los son. Y no lo son porque desconociendo nuestro futuro hacemos las cosas imaginando como puede llegar a ser, y no somos capaces de poder hacer ningún cambio en lo que ya ha sucedido. Resulta cuando menos contradictorio.

Otra de las reflexiones que conviene hacerse es: ¿Qué vemos en realidad? ¿Lo que perciben nuestros ojos o lo que percibe nuestro cerebro? Así, a bote pronto uno piensa que los ojos son los introductores de los objetos en nuestro cerebro, sin embargo somos capaces de visualizar algo que no estamos viendo, ergo es nuestro cerebro quien ve, quien escucha… No resulta fácil quitarle protagonismo a nuestros ojos, pero al final resulta obvio que son un elemento decorativo, muy bonito en ocasiones, pero que en último caso sirve para dar claridad a los pensamientos encerrados en nuestras neuronas.

¿Vivimos de nuestros recuerdos? ¿Acaso recordamos nuestro presente? Si nuestro cerebro es capaz de ver, es porque en su interior se encuentran elaborados los constructos sobre los que se forman nuestras ideas. Si esto es así, cuando estamos recordando tal vez lo estemos haciendo sobre nuestro presente; sobre todo cuando nuestro futuro tal vez nos pertenezca, pero no depende de nosotros. Qué es por tanto vivir el presente. En mi opinión es adecuar nuestros actos, nuestros afectos, nuestras necesidades, etc., al mismo instante en que somos conscientes de estar viviendo ese momento.

¿Qué percibimos cuando observamos? ¿Es real lo que creemos observar? Es probable que a muchos esta pregunta le parezca de peón caminero, que resulta obvio que percibimos lo que vemos, pero… y si lo que vemos no lo conocemos, cómo lo distinguimos, cómo podemos observar algo que no tenemos identificado, que no forma parte de nuestro vocabulario. Para explicarlo de manera más sencilla habría que recordar a Bonahan cuando en África hubo de explicar a una tribu el argumento de Otelo, y la imposibilidad de los lugareños para situar al fantasma protagonista, toda vez que para ellos no existía ninguna palabra que significase lo mismo, ni tampoco conocían la existencia de una dimensión paralela. Así las cosas, si miro al horizonte y en lontananza observo un claro, ¿puedo ser capaz de percibir algo que desconozco?

¿Por qué miramos hacia arriba cuando nos encontramos un grupo de personas mirando un tejado? Quizá por curiosidad, tal vez por inquietud, pero lo cierto es que lo hacemos. Debería plantearme aquí si lo hacemos porque somos tribales, si lo hacemos por ser grupales, o simplemente por una condición inherente a la educación que nos han dado. En otras latitudes, en otras culturas, ¿mirarían hacia arriba?, es posible que no.

El principio de incertidumbre de Heisenberg hace un flaco favor a todos al situarnos como observadores del todo y partes del mismo. O lo que es lo mismo, no puede ser uno imparcial al ser parte. El observador por el mero hecho de serlo introduce una variable en la realidad que presencia, con lo cual su observancia se hace totalmente subjetiva. Heisenberg fue, sin duda, un genio, pero…cómo la ha liado eh!

¿Hasta dónde puede llegar la fuerza de un pensamiento? En mi opinión puede llegar tan lejos cómo sensible sea el medio en el que dicho pensamiento se propague. Si lo que tratamos de hacer con nuestro pensamiento es construir una realidad diferente de la que puede ver otro, sin duda está conseguido. Si todos salimos a la calle y nos damos un paseo por ella y al final nos piden plasmar en un papel lo que hemos visto y percibido, sin duda será diferente; más diferente si quien observa las mismas cosas llega desde otras culturas.

Pero un pensamiento puede llegar a ser mucho más; un pensamiento es la manifestación de una manera de pensar, que explicada a los demás puede encontrar adeptos que se unan a un único pensamiento, ejemplos tenemos muchos: todas las religiones monoteístas, los discursos de los grandes dictadores…

¿Por qué se producen las reacciones químicas que nos llevan a la excitación? Desde un punto de vista químico y de sinapsis neuronal seguro que un biólogo lo explicaría mucho mejor, sin duda en el proceso químico intervienen elementos que se escapan a mi conocimiento, y qué decir de la sinapsis, un proceso tan complejo como apasionante. Mas de modo mucho menos complejo me aventuro a pensar que no se produce la misma reacción entre un aborigen australiano y yo en presencia de una mujer en minifalda, o de un cuerpo desnudo; convendremos en que las interacciones culturales son las que modifican nuestro pensamiento, nuestra manera de percibir una misma realidad. Por eso en algunas culturas, Japón, son excitantes los tobillos de una mujer y en nuestro país suelen ser una parte a apartar cuando llega el momento. La pregunta sería, ¿Cuál es el desencadenante último de la reacción química que se produce en todos los cuerpos, aun cuando éstos pertenezcan a personas tan diferentes desde el punto de vista cultural y social?

¿Existe realmente Dios? ¿Hasta qué punto lo hemos creado nosotros?, quizá esta sea la pregunta del millón; creer o no creer se sitúa más en la sociedad donde te ha tocado vivir que en la propia decisión de creer o no. Habría que irse a vivir a un lugar apartado, sin contacto con el exterior para descubrir hasta que punto nos preguntamos sobre la existencia de alguien más que nosotros. Acostumbro a creer que uno se pregunta por la existencia de Dios porque, de manera etnocentrista, alguien nos ha situado en su senda. Un ser libre, alejado de toda cultura, posiblemente se haría otras preguntas. Somos fácilmente manipulables y necesitamos alguien (Dios) a quien echar mano en los buenos y malos momentos.

Si el dolor y el placer producen en nuestro cuerpo una reacción sináptica idéntica en términos generales ¿por qué me duele cuando me golpeo y me siento bien cuando me masturbo?... desde luego nuestro organismo es bastante puñetero. En otro sentido que nos duela consigue que nos alejemos de lo que produzca daño. Pero ¿cómo sabe nuestro cerebro que la reacción sináptica es la adecuada y no nos da un día un dolor de la virgen masturbarnos? ¿Qué sucedería si se produce un cortocircuito y fuésemos por la calle a golpes con la cabeza para sentir placer?...inquietante.

Son muchas las preguntas a las que creía que tenía respuesta y que, de pronto, se han convertido en dudas razonables. Así que me queda un largo trecho por delante para intentar encontrar respuestas a estas y otras preguntas.

LOS ABRAZOS ROTOS

Un abrazo, un simple abrazo, es lo que se necesita en muchas ocasiones para satisfacer nuestros instintos primarios de afecto, para demostrar amor por otros… los abrazos forman parte del ser humano en la misma medida que besarse, tocarse, acariciarse, amarse.

Todos nos hemos sentido, a lo largo de nuestra vida, felices por haber notado el pecho de alguien en nuestro oído, por tener la cabeza de alguien entre nuestros brazos… abrazar a alguien es mostrar un afecto más allá de toda duda. Claro está, no hablo de los abrazos fútiles de quienes los dan de manera tan gratuita como falsa; hablamos de los que se dan de manera sentida.

Son sólo éstos últimos los únicos que pueden ser rotos. Los abrazos rotos sólo pueden ocurrir entre personas que por una razón u otra un buen día dejan de abrazarse, aún sintiendo en el fondo las ganas de sentirlo o darlo.

Quien no ha sentido la necesidad de abrazar a quien no lo quiere; quién no ha sido “agasajado” en algún momento por un abrazo no deseado…todos ellos son abrazos rotos.

A lo largo de mi vida he echado muchas veces en falta los abrazos necesarios para afrontar con valentía algunas decisiones personales, me he sentido sólo y precisado un abrazo cuando las cosas no vinieron bien dadas y sin embargo, que poco he aprendido de ello.

Muchas son las ocasiones en las que he sido remiso a dar un abrazo a quien lo precisaba, la tosquedad de mi carácter ha supuesto en no pocas ocasiones la sensación de soledad por quien esperaba mi afecto. Y cuando me he dado cuenta, cuando he sentido que ese abrazo roto había sido cosa mía….

El ser humano precisa afectos, no nacemos con instrucciones para el desarrollo individual, mas los sentimientos se forjan desde el comienzo y bien distintos son aquellos acostumbrados a los abrazos, de quienes no los han disfrutado. De la misma manera serán los primeros quienes sufran más esos abrazos rotos de los que hablo; para los que no disfrutaron de aquellos brazos rodeándoles desde el comienzo, lo más natural será no hacerlo, así que no lo echarán de menos.

A la vista está que siempre será mejor demostrar los afectos, aun a riesgo de que te partan en alma, que ser parco en ellos y un día despertarse vacíos de sentimientos. Necesitamos abrazarnos más, dejarnos llevar por lo que sentimos. Y cuando los abrazos rotos sean inevitables, entonces ser directo, claro, para no romperle los sueños a quien los percibe como reales.

EL CULO

“El día que la mierda tenga valor, los pobres nacerán sin culo”, esta frase anónima e ingeniosa, revela el valor que desde siempre se ha dado a esa parte de nuestra anatomía tan importante. Parece que la gente no se da cuenta de que es más importante nuestro trasero de lo que queremos creer y sobre todo, de lo que sabemos.

Todos damos por hecho lo inconveniente que puede resultar que no tengas una mano, una pierna, un brazo, pero… y si no tuviésemos culo. Qué sucedería si un día te despiertas y tu culo te ha abandonado?

Sí, ya sé que es improbable que suceda, pero… no tenemos imaginación para pensar que estamos con una mujer impresionante cuando en realidad estamos con nuestros “cinco amigos”. Pues una vida sin culo sería tan difícil como una vida sin corazón, o lo que es lo mismo, se me antoja imposible.

Me explico: Decía Freud, no sin razón, que uno de los mayores placeres que el ser humano puede disfrutar es el control de sus esfínteres. No hay mayor disfrute que poder llegar a tu casa, apurado por el apretón, y poder sentarte en el baño y dejarse hacer….

Esa misma operación sin nuestras posaderas sería imposible, incómoda y, seguramente, a través de un artilugio infernal…

Cuando, hombres y mujeres, caminamos por la calle y frente a nosotros transita un culo que se mueve de manera armoniosa, oscilante, pleno…los ojos, irremediablemente, se posan en esa parte de la anatomía.

El culo forma parte de nuestro universo erótico, para hombres y mujeres por diferentes razones, para heterosexuales y homosexuales por razones diferentes también. Todos nos hemos imaginado recorriendo la anatomía de nuestras parejas y deteniéndonos en ese lugar exacto donde la espalda termina y comienza él, esplendido, rebosante… y detenidos en ese instante comenzamos a sentir calor, tensión, ardor… el culo, siempre el culo.

En el lado negativo están esos culos, peludos y no, que observándolos uno comprende lo que es la falta, cuando no ausencia, de libido. Y aún así, habrá quien los vea hermosos… (Hablamos, en estos casos, de un problema de visión).

DEJARSE LLEVAR

Van pasando las horas, los días y los años y cuando quieres volver la vista atrás te das cuenta que en el camino has dejado muchas cosas atrás, te has llevado otras contigo y en tu horizonte se vislumbran muchas de las que tú mismo te has buscado.
Muchos son los que pasan de puntillas por la vida, dejándose llevar por ella, arrastrados por la corriente hasta que quedan varados en cualquier remanso a la espera de una nueva crecida que les arrastre otra vez.
Otros reman contra corriente toda su vida, en un intento baldío de remontar un torrente cada día más caudaloso, donde rara vez tienes un descanso. Vivir contra corriente es cansado y muchas veces inútil.
Tal vez la mejor manera de transitar esté en dejarse llevar en su justa medida, asirse al remo que de cuando en cuando se nos tiende para poder cambiar de orilla y navegar consciente de los peligros, participante de las mejoras y sintiendo cada instante.

Saliendo del agua y entrando en el terreno personal, no es fácil dejarse llevar por las emociones, manifestar lo que se siente, lo que de padece. En ocasiones nos acechan quienes usarán nuestro muestrario de emociones para valerse de él e intentar utilizarnos. Otros utilizarán sus emociones para arrastrar a su terreno a quienes se dejen llevar. Encontrar un punto de equilibrio nunca es fácil.

Dividiría mis actos en dos: por un lado los que afectan a los sentimientos entendidos como tal y por otro los que interesan a mi modo de vida, al entorno laboral y social.
Soy una persona reflexiva, pero no para todas las cosas. Pienso las cosas cuando con mis decisiones altero mi modo de vida laboral, social, profesional... soy impulsivo y me dejo llevar por mis emociones cuando afectan al corazón.

Es en este segundo caso donde volvería abrir un pequeño paréntesis. En él se verían reflejadas mis dos maneras de actuar de siempre. Por un lado me dejo llevar por lo que mi corazón dice, por lo que mi piel siente, por lo que mis emociones impulsan; y a la par no termino de mostrar abiertamente mis debilidades, de enseñar la profundidad de mis sentimientos. He reparado en ello en diferentes ocasiones, incluso hubo un tiempo en el que me planteaba si realmente “esa” era toda mi capacidad de amar, de querer, de sentir... Y no, tengo mucha más, lo sé.

He oído hablar muchas veces de: “amar hasta el dolor” “partirse el corazón”.... he querido y he sufrido, he herido y lo han hecho conmigo pero... ¿amar hasta el dolor? No creo que eso sea bueno, o al menos nunca me ha sucedido. Cuando quieres de manera tal que pueda llegar a dolerte la ausencia (sin ser por óbito) de alguien, entonces quizá deberías replantearte si en el empeño de amar no te habrás dejado también la capacidad de discernir.

Dejarse llevar por los sentimientos es lo más maravilloso siempre y cuando seas consciente de ello. De lo contrario, puede ser que termines arrastrado por la corriente, y ahogado sin llegar a la orilla.

ENCONTRARSE EN EL CAMINO

Es este una año donde muchos peregrinos harán el camino de Santiago, un camino que muchos harán en busca de ganarse el Jubileo y que otros tantos lo harán por el mero hecho de hacer deporte y vivir una aventura diferente.
Nunca he hecho el camino completo, lo mío se puede resumir en poco más de 250 Km por la Ruta de la Plata, quizá la menos utilizada pero una de las más hermosas.
No quisiera hablar del Camino y de las bonanzas de atravesar España de un lugar a otro caminando, verdadera manera de conocer un país. Si no de lo que nos sucede a todos los que hemos hecho el Camino.
Soy agnóstico, no va conmigo el misticismo cocinado, ni el aprovechamiento económico que se lleva a cabo desde las altas esferas de la iglesia. Hice el camino por la aventura de caminar, por realizar algo que no había hecho antes: enfrentarme a etapas largas de caminata y en solitario.
Y lo cierto es que de esa experiencia saqué conclusiones fantásticas. Algunas de ellas me han llevado años después ha hacer una profunda reflexión sobre mi persona, sobre mis creencias, sobre la soledad.
Uno se encuentra a sí mismo en el camino, y se encuentra porque el transcurrir de los kilómetros, el paso de las horas, logra que nuestro cerebro de una y mil vueltas sobre temas banales, sobre temas importantes, sobre temas transcendentes, sobre.... lo utilizamos realmente todo el rato. El mecanismo que hace que nuestro tedio se convierta en animada conversación interna es lo que logra que las horas no sean tan largas como parecen.
Si además haces el tránsito en soledad, sólo alterada con el saludo de los que se cruzan a tu paso, o por los animales que jalonan tu paso al atravesar un pueblo, entonces tienes tiempo para remover tus adentros, para descubrir lo maravilloso del paisaje, para respirar un aire que no siempre logras encontrar... para sentir.
Me encontré a mí mismo observando, sentado en una piedra en lo alto de un cortafuegos, lo inmenso del horizonte, dándome cuenta de lo insignificante que uno puede llegar a ser cuando atraviesa una espesa arboleda sin más compañía que su sombra. La belleza natural sobrepasa cualquier otra belleza que yo haya podido disfrutar. En cada rincón uno encuentra un color diferente, un olor desconocido, un sonido imposible en otro ambiente.
En lo personal, en el interior, también me encontré con otra persona a la que yo había conocido. Tal vez en compañía de otros es difícil sacar de nuestro interior todas las sensaciones que internamente nos hacen vivir. En apenas diez días pude observarme indolente, ofuscado, alegre, triste, cansado, efusivo, anonadado, preocupado, pude conocerme un poquito más.
Comienzas de manera indolente el viaje pensando que tu capacidad está clara, que nada puede con tu vitalidad, entrega y tenacidad, pero... a la vuelta de no muchos kilómetros no sólo estás cansado, sino que te preocupa el no ser capaz de acometer la tarea que te has auto impuesto. En otros momentos te muestras especialmente efusivo contigo mismo, como cuando logras superar la vertical y ves al otro lado un nuevo horizonte. Casi siempre hay momentos para analizar decisiones pasadas, presentes y futuras. A las pasadas le ves otras alternativas, a los presentes beneficios y prejuicios, a las futuras claridad....
Si, en el camino uno puede encontrarse con muchas personas, con muchos lugares, pero sobre todo es el mejor lugar para encontrarse a sí mismo.
No es lugar para pusilánimes, para quienes no son capaces de afrontar el siguiente paso, si no quieres convertirte en una rémora para nadie, no vayas o hazlo en solitario. Quizás así lo superes mejor.

CALVO

Sostengo la teoría que dice que el calvo está en la punta de lanza de la evolución humana. Hubo un tiempo en el que el hombre estaba cubierto de pelo, en el que la cabeza poblada de un denso pelo era el nido ideal donde se relajaban muchas de las especies que cíclicamente vuelven a los colegios, tal vez de manera interesada.
Desde muy pequeño me di cuenta de que aquellas entradas no eran un extraño pasadizo en mi pelo, sino el camino sin retorno que un día tomarían mis cabellos en busca del sueño de los justos.
Nunca me ha preocupado, ni siquiera he sido consciente del momento en que perdía cabello, más bien creo que en mi caso decidió un día que no volvería a nacer y… aunque también es posible que tantos años de deportes hiciesen que me desembarazase de él sin darme cuenta en los muchos pabellones donde me he duchado.
Y llegó un día en que, mirándome en el espejo, descubrí que ya era inútil pelearse con el cabello para tratar de cerrar aquella raya al medio que se había desplazado irremediablemente hacia los lados. Y decidí llevar el pelo rapado, al uno o al dos. ¿Por qué no rapado del todo? Supongo que por la comodidad de no tener que afeitarme la cabeza cada semana. De la misma manera que un día me dejé barba, por no afeitarme.
Bien mirado, lo del pelo tiene su guasa, por un lado no me nace en la cabeza, por otro lado crece sin remedio en otras partes de mi cuerpo: el pecho, algo en la espalda, los brazos, las piernas… que digo yo que todo está mal repartido no? Que podía haber decidido permanecer en la cabeza y no salir donde no se ve… con las prendas de ahora ya no hace falta, dan calor suficiente.
Dicen que los calvos representan más la masculinidad, el sexo, el deseo…que digo yo que eso lo dijo un calvo casi con total seguridad; no se conforma el que no quiere. A decir verdad, tiene sus ventajas: nos secamos el pelo con suma facilidad, jabón el justo, en peines….no va mal la cosa.
Otra cosa son los que se quedan calvos y no lo asumen; aquellos que dejan el pelo largo, por donde les nazca, para después repartirlo en forma de ensaimada en un tiempo ilimitado ante el espejo. Qué cosas, no tienes pelo y te empeñas en estirarlo para que en un momento dado una ráfaga de aire te deje en situación…triste, muy triste.
Cuando yo era pequeño se decía aquello de: El hombre cuanto más peludo más hermoso”. Hoy, en tiempos donde la depilación brasileña es nación, en una época donde hay menos pelo en el cuerpo que nunca, escuchar una frase así sería imposible.
Los calvos añoran el pelo, y los que tienen mucho por todos lados anhelan desprenderse de él; el mundo al revés.
¿Hasta dónde se lavan la cara los calvos?... quién sabe, hay quien podrá darse la vuelta completa hasta encontrar pelo…

Y me he despertado

Cuando he llegado a la fiesta tú aún no estabas allí; rodeado de mis amigos me sentía cómodo; escuchaba las cosas que Miguel nos contaba de su trabajo, me reía con las ocurrencias de Javier; Rosa seguía como siempre, con sus formas y maneras de hablar y ese lenguaje de locos que usa...y en esas estaba cuando tú, decidiste alterar el normal desarrollo de las cosas.
No era la primera vez que nos veíamos, hacía unos pocos dias que nuestras miradas se cruzaran cerca de nuestro lugar de trabajo, casi ni me miraste... o sí. Fuese como fuese, lo cierto es que desde tu entrada no dejamos de mirarnos. Sonreías a tus amigos, repartías saludos con los osados que iban a conocerte, en un momento incluso te tropezaste con el segundo escalón del comedor. Ese vestido de satén negro que llevabas entonces, insinuaba tu cuerpo en cada pliegue.
Cuando decidiste pasar a mi lado, el corazón comenzó a latir de una manera inusitada, la presión parecía querer salirse de mi cuerpo, fue necesario que me retirase al exterior. Al rato, cuando los latidos se habían vuelto normales, regresé al interior. Y allí estabas de nuevo tú, observándome.
Sin esperar nada por mi parte, mirándome giraste levemente tu cabeza indicándome el segundo piso; con paso lento pero firme te alejaste de tus amigos para emprender el viaje de tu vida. Tan sólo habías alcanzado el cuarto escalón cuando, desde el centro de la pista, comencé un inexorable camino hacia tu encuentro. El vaivén de tus caderas provocaba en mí un ardor que me corrompía interiormente.
Casi al final de la escalera te perdí de vista, en lo oscuro del pasillo no se atisvaba nada, sin embargo allí estabas tú. En el alfeizar de la puerta de una pequeña sala, sin girarte hacia mí, respirando cansadamente por el esfuerzo de la subida.
Mi cuerpo, como un junco en el movimiento del viento y las mareas, se estremecía. Me acerqué a tí, lentamente, hasta situarme justamente a tu espalda. Tu mano derecha alcazó el pelo a la altura de la nuca, apartándolo tu mano me indicaba el camino de una cremallera que habría de bajar.
Mis dedos, otrora torpes, se mostraban hábiles deslizando la cremallera hacia el fondo. Tu vestido, el mismo que hacía unos minutos insinuaba un hermoso cuerpo, se mostraba ante mí con la belleza sublime que no esperaba.
En el interior de la estancia, dos sillas y una mesa; ni un sólo cuadro en la pared. Para enconces te giraste hacia mi señalándome con la mano una de las sillas. Me senté, tu comenzaste ese juego maravilloso en el que tu mano se encontró con mi pantalón, aflojándolo de inmediato y liberando de su opresión a un sexo, el mío, que para entonces apenas era capaz de reposar breves instantes entre fiesta y fiesta.
Con la torpeza de quien se ve nervioso y falto de experiencia, mis manos buscaron tus pechos hasta encontrarlos, mi boca tus lóbulos... girándote y situándo tus nalgas junto a mi sexo comencé a pellizcar ligeramente tus pezones; ya apuntando firmemente al frente.
Entonces, al ritmo de la melodía que podíamos escuchar de fondo, separaste ligeramente las piernas, inclinándote hacia delante hasta que tu hermoso culo, prieto y duro se me ofrecía de manera provocativa. Busqué con mis manos tus nalgas y acaricié una y otra vez tu hermoso culo. Gemías, respirabas a un ritmo elevado; mi cuerpo no soportaba tanta presión, debía salir de dónde estaba.
Volviéndote sobre tí misma y empujándome sobre una de las sillas, me obligaste a sentarme, con el miembro iniesto por el deseo. A orcajadas sobre mí comenzaste un lento trote que derivaba instantes después en un lagro e intenso galope tendido. Hasta llegar al culmen del momento y en los últimos extertores de aquella carrera placentera.
Los latidos de nuestros corazones se mezclaban entonces en una carrera desbocada, donde no había ganado nadie, donde nadie había perdido, donde el olor a sexo se podía mascar. Comencé entonces a buscar un lugar donde descansar horizontalmente, me fuí a la habitación contigua, donde encontré una cama, donde nos quedamos dormidos como niños.
Te buscaba en la cama cuando escuché un golpe fuerte y me he despertado sobresaltado, porque tú no estabas, porque no habías estado nunca, sólo eras mi sueño.

QUIEN

¿Quién es el hombre que en la proximidad de un instante feliz y conociendo la dicha enorme que le podía deparar no ha experimentado al mismo tiempo una angustia indecible de que cualquier cosa imprevista, una simple bagatela, se la pudiera arrebatar aun antes de gozarla?¿Quién no ha tenido alguna vez en sus manos la lámpara maravillosa y, sin embargo, ha visto su gozo esfumado porque se le habían apagado de repente todos sus deseos?¿Y quién, al coger en su mano algo que tanto había deseado acariciar, no la ha sentido alguna vez agarrotada y sin ninguna destreza para deslizarse suavemente sobre la piel amada? Estas son algunas de las preguntas de difícil respuesta que planteaba Kierkegaard en su obra “In vino veritas”
No somos máquinas insensibles sino personas maleables, volubles, fácilmente erosionables por las presiones que nosotros mismos nos ponemos, por la congoja que nos da el tener lo que queremos con deseo y no ser capaces de tocarlo.
Cuantos han tenido la fortuna de ser agraciados con un premio de la lotería y no saben qué hacer con el premio, pese a haber soñado mil y un días con dónde invertir, qué comprar y en qué gastárselo ordenadamente. En el mejor de los casos no lo pierden rápidamente, en el peor son víctimas de su fortuna y terminan peor de lo que estaban.
Quién es capaz de controlar el murmullo interno que invade nuestra realidad cuando ésta se muestra de manera inesperada. Ninguna razón es absoluta, nada es verdad de manera invariable excepto la muerte. Entonces…
Quien es capaz de controlar sus impulsos más primarios, quien puede controlar sus impulsos consumistas cuando tiene con qué permitirse cualquier capricho, quien reprime sus emociones sin aparente dificultad, quien aguanta el dolor más allá de lo soportable, quien…. Todas estas personas, todo este grupo de individuos, son los agraciados de unas capacidades que no siempre están al alcance de todos. Me he preguntado muchas veces en qué grupo podría situarme dentro del universo social que me rodea y lo cierto es que tengo sensaciones contradictorias. Creo ser capaz de disfrutar de un placer físico deseado mucho tiempo, creo que puedo asimilar tener un dinero que no tenía, pero simplemente lo creo…no tengo la certeza.
¿Quién es quién?... ahí está el quid

Vericuetos

Trato de buscar entre los vericuetos de mis pensamientos las realidades y fantasías de mi vida; busco encontrar la manera de salir de esta suerte de sortilegio en el que se ha convertido mi vida en la última década.
Estoy convencido de que en mi interior está la respuesta a las diferentes decisiones erráticas que he tomado a lo largo de este tiempo, aun cuando era consciente de que algunas de ellas tenían un riesgo implícito. Pese a todo no me arrepiento de haberlas tomado, pero he de tratar de no tropezar muchas más veces con la misma piedra o me partiré la crisma.
Es el cerebro humano una de esas áreas del conocimiento donde los científicos y los especialistas se encuentran cada día con novedades que tiran por tierra todo descubrimiento anterior. Somos complejos, tanto que nuestro cerebro está mucho menos explorado y descubierto que los océanos. Por eso no es de extrañar que muchas sean las situaciones incomprensibles en las que nos vemos envueltos.
Pese a todo, seguro que de mis decisiones está prácticamente todo estudiado y estructurado. Imagino que las carencias afectivas de mi niñez son las culpables de la búsqueda permanente de afecto que he tenido en mi vida adulta; lo que resulta curioso es que esas mismas carencias van acompañadas con una cierta dificultad para mostrar abiertamente y hasta el fondo mis afectos.
No suelo dudar cuanto tomo una decisión, aunque me estrelle con ella, pero sí es cierto que una vez tomo un camino y me tropiezo con las dificultades tiendo a recluirme en mis vericuetos mentales y afrontarlas de manera interna, sin hacer partícipe a nadie de ellas. Es como si no quisiese la ayuda de nadie. Muchas veces es cierto que me apaño sólo pero otras….
Pienso que la vida me ha tratado relativamente bien, otros están mucho peor. Tengo una hija a la que adoro, un trabajo estable, amigos que me aprecian, gente que me respeta…. Sí, ya sé, me faltan situaciones que he deseado y no se han dado. No creo navegar en una dirección equivocada así que confío con toparme de bruces con esa realidad ansiada y soñada y poder disfrutarla el tiempo que me quede.
Lo efímero de la vida hace que cien años sean pocos, por eso no quiero desperdiciar demasiado tiempo de mi vida de salvador de causas imposibles. Me cuesta decir que no a muchas cosas, cuando lo hago normalmente es de manera irrevocable, así que habrá que buscar entre esos vericuetos y hallar el equilibrio justo. Siempre es mejor pensar lo que se dice que decir lo que se piensa, si bien suelo ser justo al contrario.

¿Qué es la felicidad?¿Qué hacer para llegar a ella?

Todos nos hemos preguntado en algún momento de nuestra vida ¿qué es la felicidad? ¿En qué consiste?. Cada uno de nosotros encontraremos la felicidad en un lugar diferente, en un modo de estar distinto en el continuo espacio tiempo en el que vivamos. Para uno la felicidad es recuperarse de una enfermedad; para otros superar una crisis matrimonial; Una crisis económica... existen tantas maneras de felicidad como situaciones que nos afligen, seguro que cada vez que superamos una de estas situaciones encontramos esa felicidad buscada.
Para mí la felicidad es un estado de ánimo que dura el breve espacio de tiempo como para añorarlo el resto del tiempo. Felicidad es encontrarte de pronto en situación de no esperar nada más que disfrutar ese preciso instante.
Pero ¿cómo se llega a ella?. Sin duda es una pregunta que me he hecho a lo largo de mis casi cuarenta años un montón de veces. En ocasiones la he buscado con desesperación, otras veces ha sido ella la que me ha atrapado de manera inesperada (sin duda la manera en que más y mejor la he disfrutado).
Quizá lo que deberíamos preguntarnos sería ¿Qué hacemos para alejarnos de ella? Y ahí sí, ahí encontramos muchas respuestas, o al menos yo las encuentro. Puedo enumerar muchas cosas que me alejan de la felicidad: decisiones erróneas, caminos tortuosos, imperativos externos...
Seguro que ser feliz es diferente en un lugar que en otro, en tu cabeza que en la mía. No hay dos seres humanos iguales, no existen dos mentes exactamente idénticas y por tanto la felicidad es algo intrínseca a cada persona. Por lo tanto ser feliz es algo que debes buscar a título individual.
¿Se puede compartir la felicidad? Sin ninguna duda sí. ¿La viviremos de igual manera? No, cada uno puede y debe disfrutar de los momentos felices de manera que se sienta pleno, lleno, henchido de dicha. Cuando un niño nace, normalmente, sus padres se sientes felices y plenos, pero nunca es igual la dicha. Pues, ya sólo el vínculo materno – filial, hace las cosas distintas.
Así las cosas, entiendo que debo buscar mi felicidad en los pequeños momentos que logro sentirme bien con lo que estoy haciendo, con el momento que viva, con la compañía que tenga, con la actividad que desarrolle.
Vivir es, sin ninguna duda, algo por lo que ya merece la pena ser feliz. Se me ocurre que disfrutar de la sonrisa de mi hija también será un instante feliz... tal vez debería hacer una pequeña lista de las cosas que sé que me harían sentirme feliz y buscarlas, las inesperadas tan sólo dejar que lleguen, o al menos no evitarlas.
¿Qué me hace feliz? Un paseo por la naturaleza, observar la exhuberancia de los bosques, él coleteo de un perro cuando se acerca buscando una caricia, el amor de mi hija y todo cuanto la rodea; la mirada de alguien que me llegue, un abrazo, una caricia, poder mirar a los ojos y no temer nada, vivir...

DEBO SALIRME DE ESTE CAMINO

Hace tiempo que vengo dando tumbos por el camino de la vida, tiempo en el que camino de una manera errática de un lado a otro, tomando decisiones equivocadas, acudiendo a puertas que en realidad no quiero abrir, cerrando otras que, por el contrario, querría mantener cerradas... un sendero que me ha llevado a un callejón sin salida donde el único argumento válido para mantenerme sereno es el poder disfrutar de la capacidad de rectificar, de modular de otra manera mi vida.
Siempre he tenido claro lo que deseaba en la vida, lo que no he sabido es tomar el camino adecuado, o mejor dicho, una vez tomado el camino que creía adecuado no dejarme llevar por las dudas. Pues ha sido en esos momentos, desandado el camino, cuando me he topado con la realidad que contemplo ahora desde mi ventana. Esa realidad es el vacío. Y digo vacío sin referirme a que no tenga personas a mí alrededor que merezcan la pena, que me ayuden, que estén conmigo, que me quieran... en ese sentido debería sentirme afortunado. Si no que me siento vacío en mi interior en esos momentos en los qué, pensando en lo que yo querría para mí, me topo con lo que tengo. Y sé que el único responsable de ello soy yo.
Por eso hoy, doce de mayo de este año santo para muchos, voy a dar un giro a mi vida; Un giro importante, quiero ser lo que quiero ser en realidad, alcanzar el objetivo que un día me marqué en el ámbito familiar, personal y afectivo. No es nada descabellado, ni nada que pueda ser un querer y no poder.
Para ello algunas de las decisiones las deberé tomar con valentía, otras con indiferencia, otras con dolor, otras con alivio... pero hoy las tomaré todas. Tal vez en el camino me miren con recelo o ni siquiera me miren; puede ser que alguien no salga bien parado, que se sienta dolido, que crea que yo no merezco la pena... será el peaje que deba pagar por estas, mis decisiones, que debería haber tomado mucho tiempo antes.
Debo salirme de este camino porque me lleva a ninguna parte, ese lugar donde se pierden las ilusiones, donde tras una curva llega la siguiente, donde al dolor le sigue el daño, donde nada merece la pena...
Analizándome interiormente seguro que un buen psicoanalista, psicólogo o psiquiatra encontraría respuestas a ciertos comportamientos míos a lo largo de estos años; incluso yo las he encontrado, las tenía ahí y las observaba con cierto desdén. Hoy tomo la decisión de hacerme cargo de ellas, de ser consciente de que mirar hacia el lado contrario no significa que a tu espalda desaparezcan las cosas. He cometido muchos errores...bien...a ponerles solución.
El mañana quiero que sea limpio, que me permita afrontar el futuro con tranquilidad, que nada me impida mostrar lo que necesito mostrar a quien, de verdad, quiera mostrárselo.
Soy consciente de que a lo largo de mi vida he hecho daño a personas que se han acercado a mí con las mejores intenciones, hay otros que no las tenían y esos me dan igual, a esos sólo me queda pedirle disculpas, si las aceptan bien y si no pues... también.
Tal vez el quid de la cuestión sea el hecho de que más o menos tengo muy claro que es lo que no quiero en mi vida, pero, en ocasiones, me ha costado mucho decirle las cosas a personas a las que sé que haría daño. El resultado ha sido que nos hemos perjudicado todos.
Tengo 37 años, 38 en apenas dos meses; creo que aún estoy a tiempo de salirme del camino que llevaba hasta ahora y comenzar a transitar por uno nuevo; donde, sorteando las piedras que aparezcan, pueda ir trazando de una vez ese sendero que me lleve a dónde quiero.

CARIDAD VS JUSTICIA SOCIAL

En estos tiempos de crisis económica, cuando son muchas las familias que tienen serias dificultades para llegar a final de mes, se pone de manifiesto cada vez más los tremendos desajustes que existen en nuestra sociedad. Se muestra a las claras, se hace más plausible la diferencia entre ricos y pobres, entre los que pueden llegar a final de mes y los que no. Y es cuando aflora la manida caridad, esa suerte de reconfortamiento de quien tiene para con quién no.

Nada que objetar en las formas aunque sí cabría que analizar de manera intensa el fondo y sobre todo el origen. La llamada caridad cristiana no fue más que el resultado del intento de la nobleza y la burguesía para aplacar las necesidades de los pobres en épocas de hambruna, de paso que expiaban sus faltas delante del clero, dominante en buena parte de la civilización tal y cómo la conocemos.

Resulta así, la caridad, una manera de marcar las diferencias entre ricos y pobres; es una manera de exaltar aún más la diferenciación social. Por el contrario, cuando hablamos de justicia social, hablamos del intento de acercar a todos a las necesidades mínimas, sin la mediación de nadie y sin contar con la donación, sino que se busca el derecho fundamental de cualquier ser humano.

La justicia social no sólo es la mejor manera de igualdad, sino la única. No se trata, como algunos pretenden, que todos seamos iguales, que el todo sea para las partes en modo equitativo. Ese sistema está claro que no funciona. No pretende la justicia social eso, tan apegado a lo que muchos consideran comunismo, que tampoco lo es.

Se trata de hacer posible lo que hoy es imposible, que todo ciudadano, todo hombre tenga el derecho al acceso a las necesidades fundamentales, que pueda acceder a ellas. Si tiene lo básico cubierto podrá centrar sus esfuerzos en hitos mayores, pero si para llegar al mínimo debe esperar a la llegada de la caridad, entonces se encontrará en una situación de inferioridad, de agradecimiento perpetuo y sometimiento.

Ya sé que muchos dirán que la caridad cristiana consiste en dar a cambio de nada; pero eso es de cara a la galería, aunque posible en muchas personas. Cuando eres caritativo no esperas o no debes esperar, nada a cambio, pero estás siendo parte del problema en lugar de la solución. Pues si los esfuerzos que haces por llevar una bolsa de ropa o unos juguetes o… los empleásemos en intentar lograr que los receptores pudiesen llegar a poseerlos por sus propios medios, haríamos del semejante un igual a todos los efectos.

Siempre será más efectivo enseñar a construir un pozo de agua, que hacerlo y dárselo hecho. Pues se corre el riesgo de que el necesitado se acomode a esperar y ver. No es mala la caridad, no es malo dar al que necesita, pero es mucho mejor buscar la justicia social que empuje a la sociedad a establecer medios suficientes para que los necesitados alcancen aquello que precisan.

MALOS TRATOS. UN PROBLEMA DE TODOS

Cada día tenemos una víctima nueva, un dato que pasa a engrosar las listas de los telediarios. No es algo nuevo, sino que ha venido ocurriendo desde siempre en esta sociedad, la nuestra, y en otras muchas.

El maltrato físico o psicológico ha sido inherente al ser humano desde que existe sobre la faz de la tierra. Quizá su origen estuvo en amedrentar y someter a la tribu contraria, pero terminó por convertirse en una eficaz manera de sembrar el terror entre los propios y dominar desde la coacción.

Dejando de lado ese mundo tribal de otros tiempos y deteniéndonos en nuestra sociedad actual, tenemos que mirar las cosas desde la óptica de los nuevos tiempos.

En España, nuestro país, el maltrato del hombre sobre la mujer, mal llamado de género, pues debería de ser maltrato de sexo, pues es del sexo masculino sobre el femenino generalmente; ha estado presente siempre. Una sociedad que entró en el siglo XX con la esperanza de profundos cambios que modificasen el rol establecido para la mujer hasta entonces, pronto se vio encaminada hacia una restricción de los pocos derechos ganados hasta entonces y subyugada bajo el peso de báculo de la iglesia, fiel guardián de la alineación de la mujer en su rol.

Durante los años de dictadura que vivió nuestra nación, los casos de violencia sexual doméstica se veían, en el mejor de los casos, en el periódico “El Caso”, demonizado por muchos, pero que era el único medio en el que realmente podías ver los crímenes, eso sí moderados desde el poder.

Con el cambio de poder y la llegada de la democracia, los derechos de la mujer fueron poco a poco ganando el terreno que les correspondía. Dejaron de necesitar la autorización de un hombre para abrir una cuenta corriente, apareció la figura jurídica del divorcio, el aborto...

Con todo, la mujer siguió sometida a una sociedad machista que aullaba cada vez que ésta conseguía respeto social, derechos, igualdad...Igualdad, una quimera sin duda, incluso hoy día. No hace falta ser muy listo ni esperar a las encuestas sesudas de los distintos Estudios de Opinión. Basta con mirar a nuestro alrededor, para ser conscientes de que la desigualdad entre el hombre y la mujer, aun llevando camino de equipararse, está lejos de ese punto de equilibrio necesario. Leyes como la de Paridad aplicadas en política ayudan sin duda, pues son un ejemplo en el que nuestros jóvenes pueden mirarse el día de mañana, pero aun es poco.

Si me adentro en el tema de la desigualdad entre hombre y mujer en nuestra sociedad es porque en ella radica buena parte del maltrato que se da día a día, sea este físico o psicológico. Muchas son las mujeres que llegan a sus casas después de trabajar, incluso cuando son el único sustento en el hogar, y son vilipendiadas, insultadas, ultrajadas y menospreciadas por sus parejas.

Hablan los telediarios, los diarios, la radio, etc, del maltrato del hombre a la mujer, de la agresión al sexo débil. Craso error este de llamar sexo débil a la mujer, pues es una percepción tan sexista como falsa.

En mi opinión es el hombre el sexo débil, es normalmente el que arremete contra otro físicamente el que se sitúa en una posición de debilidad. Obviamente hay que abrir la mente y no centrarse en la fuerza física, sino en todo su conjunto. ¿Quién es el sexo débil? Quién es capaz de engendrar en su interior a un niño, quien es capaz de modular la educación en un hogar, quien llega de trabajar y continúa haciéndolo en su casa, quien soporta el dolor físico y sobre todo el mental infinitamente mejor... ¿Es ese el sexo débil? O lo es quien no es capaz de comer si no se lo hacen, quien no trasciende en la familia nada más que por su ascendencia genética sobre los hijos....

He aprendido a lo largo de mi vida que no es débil quien muestra sus sentimientos y llora, quién se lamenta e intenta mejorar. El débil es el que no es capaz de dejarse llevar por lo que piensa y siente, por culpa del rol que la sociedad ha establecido para él. Entonces se vuelve arisco, empeora su carácter, se sale de sus casillas... es generalmente el hombre el sexo débil.

En el otro lado, a la hora de valorar por qué el hombre maltrata a la mujer, está el tema social; vivimos en un mundo desarrollado donde arrastramos sociológicamente una herencia religiosa nada desdeñable. Todas las religiones monoteístas han sumido a la mujer en el pozo más profundo alejándola de cualquier posibilidad de verdadera representación. Y las sociedades han crecido, se han desarrollado en paralelo a estas religiones. No se trata de demonizar a las diferentes confesiones pero: ¿Realmente sería asumible seguir los preceptos de estas religiones para una mujer? ¿Qué depara para ellas?

La influencia de la religión en los malos tratos daría para mucho, habría que preguntarle a los que gobiernan el clero en nuestro país cómo era y es posible que ante una confesión de malos tratos, recomendasen “aguantar”.

Centrándome en el hoy, en el día a día, resulta curioso ver como nadie se entera de nada, como todos los vecinos son maravillosos, como nadie sospechaba nada...y eso en un país que vive pendiente del día a día de todos. Que se queda embobada delante de una pantalla para aprender como se ponen los calzoncillos los famosos, o cómo se la mete le primo del hermano al cuñado del abuelo... lo que hacemos, no lo neguemos, es mirar para otro lado, no involucrarnos. Y cuando lo hacemos, (Neira) después intentamos beneficiarnos todo lo posible del tema, y no para terminar con la violencia de género como preconiza el profesor, sino para terminar con los bolsillos llenos como dice su cuenta corriente.

La implicación del ciudadano debe ir más allá, no sólo en la intervención física en una agresión, sino en la denuncia a la policía, un día tras otro aunque ellos, los policías, no puedan hacer nada. También con el aislamiento social. Si yo sé que tengo un vecino, un compañero, un conocido maltratador, no lo le dirijo la palabra e incluso le afeo en público. Si todo el mundo hiciese lo mismo, tal vez comprenderían que ese no es el camino.

El maltratador no nace sino que se hace (salvo casos clínicos) y por la misma razón también puede tratarse, encauzarse... tan sólo hace falta que todos queramos remar en la misma dirección.

Hay que aplaudir las leyes que se han implantado, pero es necesario modificarlas, mejorarlas, endurecerlas y sobre todo implementarlas con la dotación económica necesaria como para poder hacerla cumplir. Si un policía tiene a su cargo a veinte mujeres para protegerlas.... el sistema fallará seguro.