LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 21 de junio de 2010

¿Y AHORA QUE?

Anoche una amiga me dejó un Dvd, con el interesante título de: “Y tú qué sabes?”, tras haberlo visualizado, lo único que puedo decir es ¿y ahora qué? Y me hago esta pregunta porque, en cierto modo, si uno asiste a lo que el vídeo manifiesta, no tiene la menor duda de que las cosas son de una manera y también de la contraria.

¿Por qué podemos recordar el pasado y sin embargo no podernos adivinar el futuro? ¿Por qué nuestros actos presentes influirán en el futuro y no pueden hacerlo sobre el pasado? Las respuestas pueden parecer fáciles, pero no los son. Y no lo son porque desconociendo nuestro futuro hacemos las cosas imaginando como puede llegar a ser, y no somos capaces de poder hacer ningún cambio en lo que ya ha sucedido. Resulta cuando menos contradictorio.

Otra de las reflexiones que conviene hacerse es: ¿Qué vemos en realidad? ¿Lo que perciben nuestros ojos o lo que percibe nuestro cerebro? Así, a bote pronto uno piensa que los ojos son los introductores de los objetos en nuestro cerebro, sin embargo somos capaces de visualizar algo que no estamos viendo, ergo es nuestro cerebro quien ve, quien escucha… No resulta fácil quitarle protagonismo a nuestros ojos, pero al final resulta obvio que son un elemento decorativo, muy bonito en ocasiones, pero que en último caso sirve para dar claridad a los pensamientos encerrados en nuestras neuronas.

¿Vivimos de nuestros recuerdos? ¿Acaso recordamos nuestro presente? Si nuestro cerebro es capaz de ver, es porque en su interior se encuentran elaborados los constructos sobre los que se forman nuestras ideas. Si esto es así, cuando estamos recordando tal vez lo estemos haciendo sobre nuestro presente; sobre todo cuando nuestro futuro tal vez nos pertenezca, pero no depende de nosotros. Qué es por tanto vivir el presente. En mi opinión es adecuar nuestros actos, nuestros afectos, nuestras necesidades, etc., al mismo instante en que somos conscientes de estar viviendo ese momento.

¿Qué percibimos cuando observamos? ¿Es real lo que creemos observar? Es probable que a muchos esta pregunta le parezca de peón caminero, que resulta obvio que percibimos lo que vemos, pero… y si lo que vemos no lo conocemos, cómo lo distinguimos, cómo podemos observar algo que no tenemos identificado, que no forma parte de nuestro vocabulario. Para explicarlo de manera más sencilla habría que recordar a Bonahan cuando en África hubo de explicar a una tribu el argumento de Otelo, y la imposibilidad de los lugareños para situar al fantasma protagonista, toda vez que para ellos no existía ninguna palabra que significase lo mismo, ni tampoco conocían la existencia de una dimensión paralela. Así las cosas, si miro al horizonte y en lontananza observo un claro, ¿puedo ser capaz de percibir algo que desconozco?

¿Por qué miramos hacia arriba cuando nos encontramos un grupo de personas mirando un tejado? Quizá por curiosidad, tal vez por inquietud, pero lo cierto es que lo hacemos. Debería plantearme aquí si lo hacemos porque somos tribales, si lo hacemos por ser grupales, o simplemente por una condición inherente a la educación que nos han dado. En otras latitudes, en otras culturas, ¿mirarían hacia arriba?, es posible que no.

El principio de incertidumbre de Heisenberg hace un flaco favor a todos al situarnos como observadores del todo y partes del mismo. O lo que es lo mismo, no puede ser uno imparcial al ser parte. El observador por el mero hecho de serlo introduce una variable en la realidad que presencia, con lo cual su observancia se hace totalmente subjetiva. Heisenberg fue, sin duda, un genio, pero…cómo la ha liado eh!

¿Hasta dónde puede llegar la fuerza de un pensamiento? En mi opinión puede llegar tan lejos cómo sensible sea el medio en el que dicho pensamiento se propague. Si lo que tratamos de hacer con nuestro pensamiento es construir una realidad diferente de la que puede ver otro, sin duda está conseguido. Si todos salimos a la calle y nos damos un paseo por ella y al final nos piden plasmar en un papel lo que hemos visto y percibido, sin duda será diferente; más diferente si quien observa las mismas cosas llega desde otras culturas.

Pero un pensamiento puede llegar a ser mucho más; un pensamiento es la manifestación de una manera de pensar, que explicada a los demás puede encontrar adeptos que se unan a un único pensamiento, ejemplos tenemos muchos: todas las religiones monoteístas, los discursos de los grandes dictadores…

¿Por qué se producen las reacciones químicas que nos llevan a la excitación? Desde un punto de vista químico y de sinapsis neuronal seguro que un biólogo lo explicaría mucho mejor, sin duda en el proceso químico intervienen elementos que se escapan a mi conocimiento, y qué decir de la sinapsis, un proceso tan complejo como apasionante. Mas de modo mucho menos complejo me aventuro a pensar que no se produce la misma reacción entre un aborigen australiano y yo en presencia de una mujer en minifalda, o de un cuerpo desnudo; convendremos en que las interacciones culturales son las que modifican nuestro pensamiento, nuestra manera de percibir una misma realidad. Por eso en algunas culturas, Japón, son excitantes los tobillos de una mujer y en nuestro país suelen ser una parte a apartar cuando llega el momento. La pregunta sería, ¿Cuál es el desencadenante último de la reacción química que se produce en todos los cuerpos, aun cuando éstos pertenezcan a personas tan diferentes desde el punto de vista cultural y social?

¿Existe realmente Dios? ¿Hasta qué punto lo hemos creado nosotros?, quizá esta sea la pregunta del millón; creer o no creer se sitúa más en la sociedad donde te ha tocado vivir que en la propia decisión de creer o no. Habría que irse a vivir a un lugar apartado, sin contacto con el exterior para descubrir hasta que punto nos preguntamos sobre la existencia de alguien más que nosotros. Acostumbro a creer que uno se pregunta por la existencia de Dios porque, de manera etnocentrista, alguien nos ha situado en su senda. Un ser libre, alejado de toda cultura, posiblemente se haría otras preguntas. Somos fácilmente manipulables y necesitamos alguien (Dios) a quien echar mano en los buenos y malos momentos.

Si el dolor y el placer producen en nuestro cuerpo una reacción sináptica idéntica en términos generales ¿por qué me duele cuando me golpeo y me siento bien cuando me masturbo?... desde luego nuestro organismo es bastante puñetero. En otro sentido que nos duela consigue que nos alejemos de lo que produzca daño. Pero ¿cómo sabe nuestro cerebro que la reacción sináptica es la adecuada y no nos da un día un dolor de la virgen masturbarnos? ¿Qué sucedería si se produce un cortocircuito y fuésemos por la calle a golpes con la cabeza para sentir placer?...inquietante.

Son muchas las preguntas a las que creía que tenía respuesta y que, de pronto, se han convertido en dudas razonables. Así que me queda un largo trecho por delante para intentar encontrar respuestas a estas y otras preguntas.

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