LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

CUANDO CRECE LA ILUSION

Todos pasamos en algún momento de nuestra vida por momentos de bajón, por estados anímicos que nos hacen ver el lado más oscuro de la vida. Los motivos para llegar hasta ese pozo son variados, dependen de la personalidad de cada uno, de su fortaleza mental, de sus necesidades afectivas, económicas, sociales...

Durante ese tiempo todo lo vemos de un color gris tirando a negro, nos negamos a ver la luz, porque ésta, sin duda está. Yo también he estado cerrado en mis miserias, he recorrido los laberintos opacos de mis malas decisiones, de los excesos de confianza. He visto el dolor de cerca, lo he tocado, he masticado la soledad y sí, también me ha costado dejar abierto un espacio para la claridad.

Pero la ilusión llega un día, sin darte cuenta. Comienza por ese pequeño detalle en el que el lunes no reparas pero el martes se hace visible, llamativo, esperanzador. Te descubres a ti mismo buscando con ilusión algo que no existía, el primer “brote verde” tan de moda en estos tiempos de crisis.

Cuando has pasado por malos momentos, por rachas duras y demás; se te hace cuesta arriba reconocer que puede haber una buena noticia a tu lado. Llevas tiempo esperando que suceda y cuando llega te acongoja, logra que crezca en ti ese nerviosismo aparejado a la incredulidad.

Sin embargo la ilusión va ganando fuerza, aquel momento que no llegaba comienza a instalarse en tu vida, tu pecho se llena cada día con más aire, como si los pulmones fuesen elásticos hasta cotas inauditas.

La ilusión es un estado mental que nos mantiene vivos, genera todo tipo de reacciones químicas en nuestro organismo, hace funcionar tu cerebro de manera acelerada, incluso torpe por la falta de hábito. Sin duda estar ilusionado es un estado de felicidad transitoria, en la que el juego de equilibrios entre el pasado y el futuro hace que el presente sea inestable. Pero, para mí, merece la pena.

Cuando tras una mala racha personal comienzas a ilusionarte con un nuevo proyecto, un nuevo amor, una nueva vida; uno se siente dichoso, feliz de que el día a día vaya pasando, lo que hace unos días era oscuro y tenebroso, se aparece ahora como un arco iris en todo su esplendor.

Si de lo que hablamos es de una nueva relación entonces las cosas se multiplican de manera exponencial. Somos seres que necesitamos compartir, que buscamos instintivamente el calor del otro, la comprensión del igual, el deseo. Cuando nos encontramos en una soledad no buscada la inquietud se va apoderando poco a poco de nosotros, comenzamos a mirarnos demasiado en profundidad para encontrarnos los fallos (a no ser que uno sea demasiado narcisista. Al atisbar la posibilidad de entregar nuestros afectos a otro pasamos, casi sin querer, de poner pequeñas trabas a dejarnos llevar por esa pendiente abisal que es el amor.

La imposibilidad de ser madre, hace que como hombre me contente con la sensación de amor, de felicidad que puedo disfrutar cada vez que estoy con mi hija. Mas también se que ese momento en el que puedes acercarte a la persona que deseas, ese instante en el que todo se detiene y tan sólo son dos personas cara a cara, la ilusión te desborda, sientes que merece la pena estar ahí, que la mala racha es pasado...

Y no conviene caer en la torpeza de no vivir el momento con intensidad, de preocuparse por si volvemos al abismo, no, hay que mirar hacia delante, disfrutar de esta nueva ilusión con todas nuestras capacidades. Si al final volvemos al fondo al menos podremos regocijarnos de lo bien que un día estuvimos. Que detrás del lunes llegará siempre el martes. Siempre, siempre, al final de una larga noche llega el amanecer.

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