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lunes, 28 de junio de 2010

A BENEDICTO XVI NO LE GUSTA LA POLICIA

Al papa de los católicos no le gustan las fuerzas de seguridad, ni las investigaciones, ni los jueces; tal vez sea por el especial conflicto de intereses entre la justicia real y la justicia divina. Bien sabemos todos que la primera puede ser manipulable en algunas instancias y países, la segunda sin duda no existe.

Lo que llama la atención es que alguien como él, que vivió la época en que las SS entraban donde le daba la gana en cualquier punto de la Europa sometida a Hitler, se sienta incómodo por la entrada (con permiso y documentada) de la policía judicial en casa de los obispos belgas. Por suerte para él y para la institución que él representa, ahora no es suficiente conque un párroco señale con el dedo, o con que el representante del Santo Oficio diga que eres malo; Ahora es necesario demostrarlo. Y si han entrado en la Iglesia belga será porque tienen indicios más que suficientes para hacerlo.

No se caracteriza la iglesia por su transparencia, y mucho menos por su colaboración con las diferentes policías, sobre todo cuando va en su contra. Lo de ellos siempre ha sido beneficiarse de su arribismo al poder y a las instituciones armadas.

Ahora que la justicia parece haberse puesto de verdad a servicio del ciudadano y en contra de quien comete este tipo de delitos, se le ha terminado la patente de corso que tenían los clérigos hasta no hace mucho tiempo.

La pederastia es, sin duda, uno de los peores delitos que han cometido no pocos miembros de la iglesia, pero no el único. Cabría recordar el caso del Banco Ambrosiano y su relación con la Mafia; los abusos sexuales de innumerables mujeres en el continente americano y en África...

Benedicto debe tener en cuenta que quien comete esas fechorías son delincuentes y que no es suficiente con pedir públicamente perdón, hay que abrirles las puertas de los centros penitenciarios y que disfruten de su estancia.

Se queja el bueno de Benedicto de la profanación de tumbas y uno no puede menos que quedarse con la boca abierta. Alguien debería explicarle, aunque seguro que él ya lo sabe pues por algo es infalible, que en muchas de sus parroquias, en muchos de sus cementerios, en muchas de sus iglesias, se profanan de manera sistemática tumbas de personas corrientes, arte sacro, se venden nichos, etc. Las prácticas comunes siempre se han vuelto especiales cuando la iglesia se siente afectada.

La Iglesia debe cumplir las mismas leyes que los demás ciudadanos, ninguna Ley religiosa está por encima de una ley civil, al menos no en estos tiempos y no en ningún país occidental. Y eso, cuesta admitirlo

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