LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 21 de junio de 2010

HABLAR DE LOS DEMAS

Siempre me ha llamado la atención la afición que tenemos en nuestro país de hablar de los demás, de hacer juicios de valor de personas que no conocemos con una absoluta libertad, sin reparar ni un momento en que tal vez, podamos estar equivocados.
Cuando uno escucha hablar de otra persona, sobre todo cuando no tiene el conocimiento directo del sujeto, debería escuchar con la máxima cautela, sobre todo si lo que escucha es hablar mal. Y debe hacerlo por dos razones: la primera es que lo que escucha puede que no sea cierto, que sea mentira; y la segunda, no menos importante, es que uno puede tener razones para con uno y no para el otro.
Aquí interviene lo que se llama verdad de valor, que no es más que el valor que damos de verdad, a cuestiones que nos relatan aquellas personas que nosotros creemos son veraces.
Un chiste lo ilustra fantásticamente:

- Hola Pepe, creí que estabas muerto.
- Pues ya ves Manolo, que estoy aquí, que estoy vivo.
- Eso lo dices tú, pero quien me ha dicho que habías muerto es alguien muy de fiar…

Esto, que es una exageración no es más que la representación de lo que sucede todos los días en la calle. Que creemos lo que nos queremos creer porque a unas personas las tenemos más en consideración que a otras.
Por otro lado está lo que Goebbels llevó hasta el extremo en la época Nazi: una mentira contada muchas veces de la misma manera termina convirtiéndose en una falsa verdad. Pues así consiguió crear la política de la ya triste “Solución Final”.
El difama que algo queda, que se ha instaurado en nuestro país es una vergüenza. No puede ser que lo que se lleve ahora es invertir el sentido común.
Algunos políticos y no menos seudo periodistas se dedican a promulgar falsedades, falacias, mentiras…para argentar acto seguido que: “si no es verdad que salga a desmentirlo”. Cuando lo natural, que además coincide con lo que dice el Derecho, es que quien acuse de algo tenga que demostrarlo.

Sin hablar de temas políticos o temas de famosos, me ceñiré a mi caso particular. Desde hace muchos años, y muchas veces por razones inauditas, mucha gente de mi entorno, otros ni siquiera de él, se han dedicado a decir mentiras, falacias, falsedades, invenciones, etc., sobre mi persona. Uno, que ya tiene una edad, nunca ha hecho caso, ni ha desmentido las muchas barbaridades que se han dicho, porque el tiempo terminar por situar a cada uno en su sitio. Aunque es cierto que en algunos momentos si he tenido que poner el punto sobre alguna i.
Me han visto borracho, cuando no bebo; me han visto esnifando cocaína, cuando estoy en contra de la droga; han dicho que tengo tres hijos, cuando tengo una; que me he casado tres o cuatro veces, cuando sólo lo he hecho una; que era un tío problemático en el trabajo, cuando jamás he tenido problemas con nadie; que soy un tío interesado en lo económico, cuando lo que soy es muchas veces un primo; y otras muchas que no merece ni la pena decir. Ha habido personas que me han juzgado sin haberme visto nunca y sin conocerme en persona. Eso sí, cuando los he tenido de frente, cuando les he preguntado a la cara por qué, la respuesta siempre fue la misma: Me lo han dicho…

Uno puede tener mal rollo con otra persona por las razones que sean, pero eso no implica que el carácter mostrado en ese momento y con ese individuo sea extrapolable al resto de la vida; sin embargo muchos son los que se suben a ese carro. Para mí, las personas que son así, que asienten sin haber visto, que son displicentes con los que le van con el cuento y asienten sin hacerse preguntas, no son más que imbéciles, que crédulos que un día se darán de bruces con su propia inquina.
Hace más de dos mil años, un pensador griego argumentaba lo siguiente cuando alguien de su entorno le iba hablar mal de uno de sus alumnos:

- ¿Conoces a mi alumno, a mi amigo, en persona?
- No – respondió.
- ¿Lo que vas a decirme, sabes si es cierto en realidad?
- No – volvió a responder.
- Y lo que me vas a contar ¿es bueno, o es malo?
- Es malo – sentenció.
- Pues te diré algo, si no conoces a mi amigo, si no sabes si lo que me vas a decir es verdad o no, y si además es malo…entonces no me interesa.

No puedo decir que yo sea un santo, que no tenga defectos, que no haya cometido errores, ahora bien uno no da para tanto.
Lo bueno de todo ello es que alguno después te mira por encima del hombro, o te mira mal sin reparar en su propio fango, sin pensar que tal vez hablar de alguien que no conoces se puede volver en contra tuya.
Hasta la fecha más de una vez me han pedido disculpas, sobre todo en el mercado laboral por haber hecho juicios de valor sobre mi persona y con el paso del tiempo darse cuenta de que estaban equivocados. Mi respuesta para con ellos siempre ha sido la misma…indiferencia. No me interesan las personas que no tienen el valor de preguntar, de salir de dudas y se quedan con la primera argumentación interesada de cualquiera que pase por delante.

Asistimos diariamente a un continuo de falacias que damos como verdades y son intrínsicamente falsas. Pero que no ponemos en duda, simplemente porque quien las dice tiene dice verdades de valor. Un ejemplo lo ilustra muy bien:
Cuando un político sostiene que: “Todos los consumidores de heroína comenzaron con el Hachís” la gran mayoría asienten, cuando en realidad daría igual que dijese: “Todos los consumidores de heroína comenzaron con la leche”… es una falacia. Pero la gran mayoría de la población da argumentos así como válidos.

Cuando uno se encuentra con otra persona, la relación que se produce, la interactuación entre los implicados afecta única y exclusivamente a ese contexto determinado; no puede extrapolarse fuera de ahí. Yo puedo ser muy simpático para 500 personas que me conozcan y para la 501 ser un imbécil. Todo es relativo y en cuestiones personales más.

Sólo me quedaría darle un consejo a quienes se acerquen por aquí y hubiesen llegado hasta este punto: Cuando escuches hablar de alguien, sobre todo si lo que escuchas es malo y puede afectar a esa persona; ten en cuenta siempre que quien te lo cuenta es parte de la historia, que la cuenta desde su punto de vista y que éste no tiene que ser necesariamente el veraz. Uno puede creer lo que ve, lo que escucha de viva voz, lo que sienta… pero pretender ver, escuchar y sentir a través de otro…

2 comentarios:

  1. Cuando en alguien depositamos nuestra confianza, queremos eso confiar.. por eso buscamos la verdad cuando la perdemos o algo en nuestro interior nos dice que falta algo pero en realidad:
    ¿QUÉ ES LA VERDAD?
    1. ¿Qué es la verdad? Se dice que algo es verdadero cuando coincide con lo real. Según esto, verdad es adecuación con la realidad. Pero no es un tema sencillo. En torno a la verdad se habla de tres requisitos:

    Hay un punto de referencia y algo que se compara con él.
    En la comparación, uno de los términos es un pensamiento.
    Hay verdad si coinciden.
    Según donde se establezca la comparación, aparecen los distintos tipos y definiciones de verdad.
    2. ¿Tipos de verdad? Las clases de verdad pueden reunirse en dos grupos, uno trata de la verdad en el conocimiento y en su expresión; el otro se refiere a la verdad en la conciencia y en la acción.
    a) Verdad en el conocimiento y en su expresión. (Comparando la realidad con nuestro pensamiento y nuestras palabras):

    Verdad lógica o del pensamiento.- Un pensamiento es verdadero cuando coincide con la realidad. Así es la definición clásica: verdad es la adecuación de lo entendido -o del entendimiento- con la cosa. En estos casos, la comparación se establece entre lo pensado y la realidad, que es el punto de referencia.
    Sinceridad o veracidad en el lenguaje.- Ahora se compara el pensamiento con su manifestación externa mediante palabras, letras o gestos. Y habrá verdad en las palabras cuando lo expresado coincida con lo realmente pensado, que es aquí la referencia.
    b) Verdad en la conciencia y en la acción. (Se compara el modo de comportarse que los seres reclaman, con nuestro juicio moral y nuestras acciones).
    Autenticidad, coherencia o sinceridad de vida.- Hay verdad en nuestra vida cuando actuamos de acuerdo a lo que pensamos que es bueno. Somos coherentes.
    Verdad en la conciencia.- Lo que pensamos como bueno será en verdad correcto cuando coincida con lo realmente bueno para los seres según su modo de ser establecido por el Creador.

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  2. No estoy muy seguro de la existencia de ningún Creador, por lo cual todo lo referente a lo bueno o malo que se pueda deducir de la, supuesta, conciencia derivada de esa figura la tendría entre paréntesis.
    Si es cierto que hablar de los demás es un ejercio al que nos abandonamos todos en algún momento de nuestra vida.

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