LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

QUE DIFERENTE ES SU MUNDO Y QUE MARAVILLOSO VE EL MÍO

Cada día que mi hija pasa conmigo los valores que tengo como invariables sufren ataques terribles. Todo el mundo que nos rodea a ambos es percibido de manera diferente por los dos, una veces las diferencias son mínimas, apenas las que pueden derivarse del vocabulario aún por formar de una niña de seis años; en otras ocasiones vemos cosas diametralmente opuestas. Donde ella observa embelesada una nube con forma de Dumbo, yo veo un hombre con cuernos; donde ella ve un árbol que parece que la saluda al pasar, yo veo un peligro porque va a caerse; si hace sol, aunque estemos a diez grados, es un buen día para ir a la playa pues si no se puede nadar uno puede imaginárselo… sin comentarios.
Me gusta escucharla, oírla razonar, sobre cómo ve las cosas; la importancia que puede tener para ella el mero hecho de que pueda compartir una gominola con otra niña y el escaso valor que le da a la afrenta de algún otro compañero que en un ataque de celos le rompe su hoja de papel. La facilidad para “cambiar de novio” es algo glorioso en estas edades, no recuerdo cómo era exactamente mi mundo a sus años, pero estoy seguro de que no me preocupaba por si tenía novio o no. La influencia de la televisión, de los cuentos modernos, de los viejos revisados… ahora una niña de seis años habla de amor con la misma facilidad (aunque no sepa realmente de lo que habla) que yo de política o deporte.
La importancia relativa de todo hace que yo me plantee mi mundo como un experimento sobre el que le pido opinión; no de todo, obviamente, pero sí de cosas sencillas; sus razonamientos son los que son, simples, directos, al grano. A veces eso te hunde, como cuando le pides opinión sobre unos zapatos que, a ti, te han gustado mucho y te dice de repente que son muy feos, que eran más bonitos unos de Hannah Montana…. Y se te queda esa cara de no entender nada.
Si vamos en el coche y hablan de política, de cuando en cuando me pregunta sobre alguna palabra o frase que ha escuchado con nitidez, y ahí me veo, explicándole a una niña de seis años lo que es una crisis económica en su lenguaje. Exprimiendo la sesera para situar la cuenta de resultados de un banco y la economía mundial, en el contexto de Bob Esponja.
Ella ve mi mundo de manera sencilla, bonita incluso. Hoy me ha preguntado por qué un coche (de autoescuela) llevaba un letrero en el techo. Yo le he contestado que es para aprender a sacar el carnet de conducir. Me miró por el retrovisor y seria me dice: “aún no me han enseñado”, como si se lo fuesen a dar en este curso… lloré de la risa.
Ya llegando a su cole, una pareja de la Guardia Civil me adelanta y se para unos trescientos metros delante de nosotros; al pasar a su altura les mira y me suelta: “sabes papá, parecen Shrek en pequeño”. No pude evitar reír. Está claro que así es como hay que ver el mundo, de manera mucho más impersonal, de una forma alegórica, para qué complicarse la existencia con disquisiciones sobre el sexo de los ángeles si nuestros hijos nos solucionarían el problema en diez o quince minutos.
Son niños, y yo a veces también querría serlo.

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