LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

DEJANDO ATRÁS LOS VIENTOS

Creo que es el momento de hacer cambios en mi vida, de dejar atrás los vientos que me han traído hasta dónde estoy, que me han acercado hasta el lugar exacto en el que me encuentro.
A estas alturas de la película ya no me veo como un actor protagonista de todas y cada una de las escenas, otros personajes forman parte ya de mi coral película. Por un lado mi hija, por otro lado mi madre, por otro quien sabe.
Normalmente uno, protagonista absoluto de su vida, tiende a ver las cosas desde una única óptica, aquella que le permite desarrollarse en la vida de la mejor manera sin tener en cuenta otras cuestiones. Mas llega un momento en el devenir de la película en la que el actor protagonista se encuentra en una tesitura diferente a la que tenía antes. Ahí es cuando los buenos actores se diferencian de los malos, cuando una película se convierte en una obra maestra o termina en un bodrio de serie B.
Si emprendo el camino recto, sin tener en cuenta a quienes se acercan a mi trazado, puedo caer en el error de hacerme protagonista de un monólogo demencial que termine por dejarme muerto por inanición al contemplar el trayecto repleto de cadáveres que no aporten nada a mi vida.
Por ello debo tener en cuenta la perspectiva de vida que pueda tener mi hija desde sus seis años, quiero ver como se desarrolla, como incoa en mi vida, uno tras otro, recursos contra mis decisiones. He de crecer como individuo, como padre, salpicando su desarrollo con algunos esbozos de lo que, a mí me gustaría de ella y juntándolo con lo que ella espera de mí.
Otra tarea importante será el acompañar a mi madre en su camino hacia el invierno, en hacerle el camino fácil. A lo largo de este tiempo pasado ha permanecido a mi lado, unas veces siendo consciente de su presencia y otras veces pensando que no estaba. Pero lo cierto es que siempre ha pululado en el ambiente. Aprender de los mayores es la labor de los jóvenes, cuidar de quien te ha cuidado es el deber de cualquier persona agradecida, mucho más si se trata de tu progenitora.
Por ello quiero dar un pequeño giro a mi vida, quiero tener presente en cada una de mis decisiones estas dos figuras. No quiero verlas como figuras coercitivas de mi vida, sino como postes a los que poder atar mis dudas cuando éstas se produzcan.
A estas figuras, se unen sin duda otras también muy importantes: la amistad y el amor.
Me veo en la necesidad de diferenciar de una vez por toda quién es importante y quién no, a que opinión le doy importancia y a cual no. La amistad se fragua con el tiempo, con la confianza, con la disposición de ayudar a otro sin esperar nada a cambio. No puedo decir de mí mismo que haya sido una persona que haya cuidado especialmente ese aspecto de mi vida. Siempre he sido muy amigo de mis amigos pero me ha costado mucho demostrárselo en cuanto a los afectos hacia ellos. Siempre que me han necesitado he intentado estar, mas sé que la amistad es más que eso. Sin duda es algo que he de mejorar.
El amor es ese algo incierto que convierte en certeza el desasosiego de no tenerlo. Uno puede no estar enamorado y añorarlo; puede amar y temer ese amor; puede soñar con el amor y despertarse en la más absoluta soledad; el amor es el motor del mundo, aunque muchos quieran revestirlo de otros ropajes más vacíos de contenido. Obviamente no todo es amor hacia otro igual, pero en todo caso el amor a una creencia, también es amor.
En mi caso las creencias nunca han suplido las carencias afectivas. Jamás he sido capaz de protegerme de los desencantos en la creencia de algo místico. Creo en el amor, en el amor fraternal y sobre todo en el amor hacia otra persona; en esa maravillosa e inquietante sensación que produce el estar colgado de alguien.
Esa es una puerta que no termina de cerrarse en mi vida. Los últimos años me he dedicado a dar vueltas a la giratoria de entrada, con más o menos velocidad, haciendo que los pasos por el interior se volviesen tan intensos como las salidas al exterior. Como resultado pocas conclusiones. Tan sólo aromas, recuerdos y frío, mucho frío.
He de plantearme la posibilidad de querer a otra persona dejando que ella pueda quererme. En el fondo creo que lo que más miedo me ha dado siempre es que me quieran. Como si dejarme querer implicase una suerte de entrega de armas hacia la otra persona, como una rendición incondicional a la voluntad de quien me ha querido. Por unas cosas o por otras he alejado de mí a personas que, seguramente, me han querido mucho, que se prestaron a aguantar mi difícil personalidad. Tal vez he sido yo quien no ha sentido la llamada de la selva, esa llamada irresistible que te lleva a entregarte a la aventura del amor sin más reservas que tus propias energías. Quizá no sea capaz de adentrarme en ese safari y deba conformarme con pequeñas excursiones a lugares inciertos llenos de sorpresas, no lo sé. Pero sí tengo claro que intentaré adentrarme en la Sabana de mi vida, haré todo cuanto sea posible para dejarme llevar por los sonidos de la selva...
Dejar atrás los vientos implica muchos cambios, muchas rupturas con el pasado reciente y el esfuerzo de atar lazos con el aire fresco que llega.
Quiero creer que mi horizonte se torna del color de los atardeceres de verano, esos que sabes que te anticipan un día mejor. Estaré aquí para disfrutar ese momento y me dejaré llevar por los sentimientos, quizá por primera vez en mi vida trataré de hacerlo sin escuchar nada más, sólo mi corazón.

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