LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 21 de junio de 2010

ENCONTRARSE EN EL CAMINO

Es este una año donde muchos peregrinos harán el camino de Santiago, un camino que muchos harán en busca de ganarse el Jubileo y que otros tantos lo harán por el mero hecho de hacer deporte y vivir una aventura diferente.
Nunca he hecho el camino completo, lo mío se puede resumir en poco más de 250 Km por la Ruta de la Plata, quizá la menos utilizada pero una de las más hermosas.
No quisiera hablar del Camino y de las bonanzas de atravesar España de un lugar a otro caminando, verdadera manera de conocer un país. Si no de lo que nos sucede a todos los que hemos hecho el Camino.
Soy agnóstico, no va conmigo el misticismo cocinado, ni el aprovechamiento económico que se lleva a cabo desde las altas esferas de la iglesia. Hice el camino por la aventura de caminar, por realizar algo que no había hecho antes: enfrentarme a etapas largas de caminata y en solitario.
Y lo cierto es que de esa experiencia saqué conclusiones fantásticas. Algunas de ellas me han llevado años después ha hacer una profunda reflexión sobre mi persona, sobre mis creencias, sobre la soledad.
Uno se encuentra a sí mismo en el camino, y se encuentra porque el transcurrir de los kilómetros, el paso de las horas, logra que nuestro cerebro de una y mil vueltas sobre temas banales, sobre temas importantes, sobre temas transcendentes, sobre.... lo utilizamos realmente todo el rato. El mecanismo que hace que nuestro tedio se convierta en animada conversación interna es lo que logra que las horas no sean tan largas como parecen.
Si además haces el tránsito en soledad, sólo alterada con el saludo de los que se cruzan a tu paso, o por los animales que jalonan tu paso al atravesar un pueblo, entonces tienes tiempo para remover tus adentros, para descubrir lo maravilloso del paisaje, para respirar un aire que no siempre logras encontrar... para sentir.
Me encontré a mí mismo observando, sentado en una piedra en lo alto de un cortafuegos, lo inmenso del horizonte, dándome cuenta de lo insignificante que uno puede llegar a ser cuando atraviesa una espesa arboleda sin más compañía que su sombra. La belleza natural sobrepasa cualquier otra belleza que yo haya podido disfrutar. En cada rincón uno encuentra un color diferente, un olor desconocido, un sonido imposible en otro ambiente.
En lo personal, en el interior, también me encontré con otra persona a la que yo había conocido. Tal vez en compañía de otros es difícil sacar de nuestro interior todas las sensaciones que internamente nos hacen vivir. En apenas diez días pude observarme indolente, ofuscado, alegre, triste, cansado, efusivo, anonadado, preocupado, pude conocerme un poquito más.
Comienzas de manera indolente el viaje pensando que tu capacidad está clara, que nada puede con tu vitalidad, entrega y tenacidad, pero... a la vuelta de no muchos kilómetros no sólo estás cansado, sino que te preocupa el no ser capaz de acometer la tarea que te has auto impuesto. En otros momentos te muestras especialmente efusivo contigo mismo, como cuando logras superar la vertical y ves al otro lado un nuevo horizonte. Casi siempre hay momentos para analizar decisiones pasadas, presentes y futuras. A las pasadas le ves otras alternativas, a los presentes beneficios y prejuicios, a las futuras claridad....
Si, en el camino uno puede encontrarse con muchas personas, con muchos lugares, pero sobre todo es el mejor lugar para encontrarse a sí mismo.
No es lugar para pusilánimes, para quienes no son capaces de afrontar el siguiente paso, si no quieres convertirte en una rémora para nadie, no vayas o hazlo en solitario. Quizás así lo superes mejor.

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