LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

SOLTANDO CABOS

Sólo los valientes tienen miedo. Esta frase soltada así sería refutada por muchos y contrarrestada por otros tantos de no ser enteramente cierta. Para poder sentir miedo hay que tener el valor de afrontar el hecho que nos lo infunde. Los cobardes, aquellos que rodean lo que les atemoriza y no le hacen frente, no sienten miedo. Sienten otras cosas, como: temor, angustia, incertidumbre...
Soltar cabos en la vida no es otra cosa que afrontar una situación dolorosa de frente, afrontando el miedo que da el separarse de algo que seguro que te causa dolor y sobre todo desesperanza.
Nunca me he caracterizado por ser una persona a la que le haya sido fácil soltar cabos, no he sido de los que rompe la cuerda sin miramientos, más bien al contrario me he visto representado muchas veces en la figura del ciclista que termina la etapa del día a día haciendo la goma, acercándose y alejándose. Pero, siempre sucede, un día el ciclista se queda rezagado y no vuelve a enlazar; así me he sentido yo cuando he soltado cabos, cuando he sido capaz de dar el siguiente paso a estirar la goma, que es romperla.
En las situaciones personales que afectan a los sentimientos, soltar cabos se convierte muchas veces en un ejercicio de difícil solución, cuando entras a valorar por qué tu cabo te une a algo o alguien; cuando estás en la tesitura de afianzarlo o romperlo, siempre tienes dudas.
Si has de afianzarlo las tienes en el sentido de que cuanto más afianzado esté más difícil será separarlo después y hoy, lamentablemente seguro, todos tenemos claro que los cabos ya no resisten cualquier tempestad.
Si de lo que se trata de soltarlos, de dejarlos caer en el abismo del olvido, ahí la situación se convierte en un billete constante de ida y vuelta. Una ida y vuelta a la memoria reciente, a los sentimientos a flor de piel, al dolor de la pérdida, a la alegría de la decisión tomada, a la incertidumbre de la idea equivocada... mas siempre he creído que uno debe de soltar cabos cuando en el antepenúltimo esfuerzo por mantenerlo asido se da cuenta de que tras ese llegará otro y después nada.
Para qué quemar tus fuerzas en un esfuerzo que sabes baldío. En las relaciones laborales, de amistad, de amor, las situaciones incómodas o malas pueden irse sucediendo y resolviendo una tras otra durante un período de tiempo largo, pero no sine die a no ser que uno quiera perder el sentido de las cosas.
La necesidad económica o afectiva nos hace permanecer en ocasiones donde sabemos que no estamos bien. En el lado económico es complicado dejar un trabajo si este te da de comer, pero algún día deberías valorar si te compensa realmente o no. En el otro lado, en el de los afectos la cosa se complica, pues aunque veamos que nos morimos seguimos intentando sacar la boca del agua para respirar, cuando sabemos (muchas veces) que el lastre es tan pesado que nos arrastrará al fondo.
Soltar cabos es una labor ingente que afecta a todo nuestro cuerpo, desde el punto de vista físico hasta el anímico. Pero cuando se toma la decisión, cuando uno va alejándose ya no caben paños calientes; hay que afrontar la nueva realidad.
Sólo el tiempo nos dirá si fue una decisión correcta o equivocada. A fin de cuentas la vida es decidir y no se equivoca quien no lo intenta.

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