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lunes, 21 de junio de 2010

MALOS TRATOS. UN PROBLEMA DE TODOS

Cada día tenemos una víctima nueva, un dato que pasa a engrosar las listas de los telediarios. No es algo nuevo, sino que ha venido ocurriendo desde siempre en esta sociedad, la nuestra, y en otras muchas.

El maltrato físico o psicológico ha sido inherente al ser humano desde que existe sobre la faz de la tierra. Quizá su origen estuvo en amedrentar y someter a la tribu contraria, pero terminó por convertirse en una eficaz manera de sembrar el terror entre los propios y dominar desde la coacción.

Dejando de lado ese mundo tribal de otros tiempos y deteniéndonos en nuestra sociedad actual, tenemos que mirar las cosas desde la óptica de los nuevos tiempos.

En España, nuestro país, el maltrato del hombre sobre la mujer, mal llamado de género, pues debería de ser maltrato de sexo, pues es del sexo masculino sobre el femenino generalmente; ha estado presente siempre. Una sociedad que entró en el siglo XX con la esperanza de profundos cambios que modificasen el rol establecido para la mujer hasta entonces, pronto se vio encaminada hacia una restricción de los pocos derechos ganados hasta entonces y subyugada bajo el peso de báculo de la iglesia, fiel guardián de la alineación de la mujer en su rol.

Durante los años de dictadura que vivió nuestra nación, los casos de violencia sexual doméstica se veían, en el mejor de los casos, en el periódico “El Caso”, demonizado por muchos, pero que era el único medio en el que realmente podías ver los crímenes, eso sí moderados desde el poder.

Con el cambio de poder y la llegada de la democracia, los derechos de la mujer fueron poco a poco ganando el terreno que les correspondía. Dejaron de necesitar la autorización de un hombre para abrir una cuenta corriente, apareció la figura jurídica del divorcio, el aborto...

Con todo, la mujer siguió sometida a una sociedad machista que aullaba cada vez que ésta conseguía respeto social, derechos, igualdad...Igualdad, una quimera sin duda, incluso hoy día. No hace falta ser muy listo ni esperar a las encuestas sesudas de los distintos Estudios de Opinión. Basta con mirar a nuestro alrededor, para ser conscientes de que la desigualdad entre el hombre y la mujer, aun llevando camino de equipararse, está lejos de ese punto de equilibrio necesario. Leyes como la de Paridad aplicadas en política ayudan sin duda, pues son un ejemplo en el que nuestros jóvenes pueden mirarse el día de mañana, pero aun es poco.

Si me adentro en el tema de la desigualdad entre hombre y mujer en nuestra sociedad es porque en ella radica buena parte del maltrato que se da día a día, sea este físico o psicológico. Muchas son las mujeres que llegan a sus casas después de trabajar, incluso cuando son el único sustento en el hogar, y son vilipendiadas, insultadas, ultrajadas y menospreciadas por sus parejas.

Hablan los telediarios, los diarios, la radio, etc, del maltrato del hombre a la mujer, de la agresión al sexo débil. Craso error este de llamar sexo débil a la mujer, pues es una percepción tan sexista como falsa.

En mi opinión es el hombre el sexo débil, es normalmente el que arremete contra otro físicamente el que se sitúa en una posición de debilidad. Obviamente hay que abrir la mente y no centrarse en la fuerza física, sino en todo su conjunto. ¿Quién es el sexo débil? Quién es capaz de engendrar en su interior a un niño, quien es capaz de modular la educación en un hogar, quien llega de trabajar y continúa haciéndolo en su casa, quien soporta el dolor físico y sobre todo el mental infinitamente mejor... ¿Es ese el sexo débil? O lo es quien no es capaz de comer si no se lo hacen, quien no trasciende en la familia nada más que por su ascendencia genética sobre los hijos....

He aprendido a lo largo de mi vida que no es débil quien muestra sus sentimientos y llora, quién se lamenta e intenta mejorar. El débil es el que no es capaz de dejarse llevar por lo que piensa y siente, por culpa del rol que la sociedad ha establecido para él. Entonces se vuelve arisco, empeora su carácter, se sale de sus casillas... es generalmente el hombre el sexo débil.

En el otro lado, a la hora de valorar por qué el hombre maltrata a la mujer, está el tema social; vivimos en un mundo desarrollado donde arrastramos sociológicamente una herencia religiosa nada desdeñable. Todas las religiones monoteístas han sumido a la mujer en el pozo más profundo alejándola de cualquier posibilidad de verdadera representación. Y las sociedades han crecido, se han desarrollado en paralelo a estas religiones. No se trata de demonizar a las diferentes confesiones pero: ¿Realmente sería asumible seguir los preceptos de estas religiones para una mujer? ¿Qué depara para ellas?

La influencia de la religión en los malos tratos daría para mucho, habría que preguntarle a los que gobiernan el clero en nuestro país cómo era y es posible que ante una confesión de malos tratos, recomendasen “aguantar”.

Centrándome en el hoy, en el día a día, resulta curioso ver como nadie se entera de nada, como todos los vecinos son maravillosos, como nadie sospechaba nada...y eso en un país que vive pendiente del día a día de todos. Que se queda embobada delante de una pantalla para aprender como se ponen los calzoncillos los famosos, o cómo se la mete le primo del hermano al cuñado del abuelo... lo que hacemos, no lo neguemos, es mirar para otro lado, no involucrarnos. Y cuando lo hacemos, (Neira) después intentamos beneficiarnos todo lo posible del tema, y no para terminar con la violencia de género como preconiza el profesor, sino para terminar con los bolsillos llenos como dice su cuenta corriente.

La implicación del ciudadano debe ir más allá, no sólo en la intervención física en una agresión, sino en la denuncia a la policía, un día tras otro aunque ellos, los policías, no puedan hacer nada. También con el aislamiento social. Si yo sé que tengo un vecino, un compañero, un conocido maltratador, no lo le dirijo la palabra e incluso le afeo en público. Si todo el mundo hiciese lo mismo, tal vez comprenderían que ese no es el camino.

El maltratador no nace sino que se hace (salvo casos clínicos) y por la misma razón también puede tratarse, encauzarse... tan sólo hace falta que todos queramos remar en la misma dirección.

Hay que aplaudir las leyes que se han implantado, pero es necesario modificarlas, mejorarlas, endurecerlas y sobre todo implementarlas con la dotación económica necesaria como para poder hacerla cumplir. Si un policía tiene a su cargo a veinte mujeres para protegerlas.... el sistema fallará seguro.

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