LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

martes, 29 de enero de 2013

CICATRICES

Todos tenemos, a lo largo de nuestra anatomía, las muescas que la vida nos ha ido dejando marcadas. Se trata de las cicatrices, heridas ya curadas que un día surcaron nuestra piel. En el interior de nuestro corazón y de nuestra mente también hay cicatrices, unas más importantes que otras, mas como en el caso de las externas, son heridas ya cerradas. Uno no puede vivir su vida recordando aquello que le ha marcado por más que se lo vea cada día. No podemos afrontar el día a día ni el mañana si nuestra mente se sigue enfangando en los recuerdos pasados. Las cicatrices aportan a nuestro mapa personal etapas especiales, lugares a los que solemos regresar cada vez que las vemos. Pero hay una forma de no regresar a ellas, o el menos intentarlo. Se trata de asumir que somos lo que vemos, que lo que nuestra mente recuerda y ha cicatrizado tan sólo ha de servirnos de acicate para enfrentar el futuro con la experiencia conocida. De mis cicatrices externas tan sólo espero que no sean molestas para quien quiera verlas. Ellas también son parte de mí. De nada me serviría que alguien quisiese estar conmigo si para ello me exigiese tener siempre un sombrero en mi cabeza, cuando es evidente que el pelo hace ya tiempo que se ha ido. Cuando alguien a tu lado tiene el valor de mostrarte sus cicatrices, las externas y las internas, debes de tener claras dos cosas: por un lado gozas de su confianza pues de otro modo no te las habría enseñado; por otro debes aprender a entenderlas como algo más, reparar en ellas lo justo y necesario. Es cierto que puede haber quien, preso de su inseguridad, se vea incapaz de creer que los demás pueden aceptarle tal y cómo es. Y entiendo que puede no ser fácil asumir según que cosas. Sin embargo los afectos no admiten exclusiones. Si quieres, si amas, si deseas..te dará igual. La fealdad es sólo un concepto abstracto en la mente de cada uno de nosotros. Los cánones de belleza sólo han servido para vilipendiar a aquellos que no entraban en ellos. La perfección, además de asustar, tiene un tinte de falsedad que la hace intolerable. Mis cicatrices, mis arrugas, los defectos que pueda tener...todo forma parte de la misma persona. Si alguien quiere acercarse debe aceptarlo en su totalidad. Si pretende cambiar algo...entonces no merece la pena. La auto-aceptación puede no ser fácil en algunos momentos, incluso en algunos casos. Pero sin ella se me antoja difícil avanzar. La seguridad en uno mismo tiene algo mágico, logra que quienes rodean a esa persona se sientan, a la vez, más seguros y cómodos. El liderazgo no se sostiene en otra cosa que en la confianza, en la aceptación. ¿quién traza la línea entre lo que se puede mostrar y lo que no?...

EN MI CAMINO

Dice el Tao que un largo camino comienza con el primer paso. Mi peregrinar por esta vida comenzó ya hace un tiempo. Este largo paseo ha sido en ocasiones un plácido disfrute de sensaciones y en otras un tiempo de lamento, en el que la zozobra amenazaba un barco sin aparente timonel. En mi camino ha aparecido una estela que quiero seguir, una guía que me ha de llevar a un puerto en el que amarrar y del que sólo salir de forma recreativa y siempre con ella. No debería de quejarme de la vida que me ha tocado vivir hasta el momento; las experiencias que he podido disfrutar han ido tachonado mi vida de diferentes marcas. Estantes en los que he acumulado emociones, sinsabores, ilusiones conseguidas, sueños rotos. Siempre he seguido caminando, aun cuando las losas pesaban en mi espalda y el sueño no era más que un barrizal en el que avanzaba con mucha dificultad. He ido llenando armarios de gratas aportaciones de quienes compartieron conmigo un día camino. Por la ventana he tratado de dejar ir a quienes no pretendieron otra cosa que arrastrarme con su propia estupidez. En este instante, cuando todo está todavía por hacer pero que ya hay mucho construido, quiero amarrarme a esta estela. Lo hago porque confío en que mañana será mejor que hoy. Lo hago porque la ilusión por las metas plausibles logran que uno avive el paso. Y quiero caminar deprisa para poder disfrutar lo que pueda este instante feliz que comienzo a ver a la vuelta de la esquina. ¿Y si no fuese así? Uno no debe arrepentirse nunca de lo que ha intentado. Lo imposible sólo no se alcanza cuando no se intenta.

¿QUÉ SOMOS?

Seguro que ésta es una de esas preguntas que alguna vez hemos escuchado o que nos hemos hecho. Las respuestas pueden ser de lo más variadas. Podría ser que fuésemos simplemente lo que vemos cuando nos miramos a un espejo, lo que nos dejaría, francamente, en muy mal lugar. Quiero pensar que somos mucho más. Quiero creer que podemos ser aquello que queramos ser. La locura del hombre pájaro nos trajo el avión, por qué no creer que podemos ser... Los pobres de espíritu dirán que el hombre está limitado a ser lo que es; un animal racional con capacidad para hablar, pensar de forma abstracta y racional. Habrá quien crea que en la locura está la respuesta. Desde mi punto de vista, nada científico, seremos aquello que nos planteemos ser siempre y cuando logremos que los demás nos vean como tal. Uno puede pensar que es guapo, incluso creérselo, pero mientras los demás no lo vean así, no lo será en realidad. ¿Somos materia o, al contrario, somos algo abstracto?, KierKegardd decía que: “el ser humano es una síntesis de lo temporal y de lo eterno, de lo finito y lo infinito”. Si en realidad creemos en la vida eterna tenemos que asumir como cierto que todo permanece, que nuestro modo de pensar perdura en el tiempo, que nuestros actos serán perennes representaciones de lo que somos. Si creemos que todo tiene un fin y por tanto, somos algo finito, convendría dejar un grato recuerdo de lo que fuimos para no terminar en el cubo del detritus. Heidegger decía que: “Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra. Pero en verdad nunca se ha sabido menos qué es el hombre”. Atendiendo a los avances de la ciencia y del pensamiento abierto y oculto uno no puede más que darle la razón, cada día un nuevo método diagnóstico nos dice cómo somos por dentro sin que ninguno de ellos haya podido descifrar, todavía, cuales son los mecanismos que nos llevan a actuar de una determinada manera. Todo lo más les ha permitido aventurarse por caminos pseudo-científicos que son rebatidos en las posteriores investigaciones, o anuladas por nuevos descubrimientos. Todos los pensamientos y afirmaciones que logramos acumular acerca de lo que somos no son más que un camino en otoño, que cuando acabas de barrerlo se vuelve a llenar de hojas. ¿Qué somos entonces? No estoy seguro por lo que continuo preguntado, continúo leyendo y averiguando que piensan los demás. Es posible que encontremos un lugar común en el que responder de una vez a esta pregunta.

viernes, 25 de enero de 2013

TRASPASAR EL UMBRAL

La toma de decisiones es una constante en nuestra existencia. La capacidad de pensar nos hace ser conscientes de la realidad que vivimos, nos permite abstraernos y meditar sobre el por qué de las cosas y obrar, con ello, en consecuencia. Cambiar nuestro estilo de vida, romper con nuestro pasado reciente, aventurarnos en un incierto futuro, etc. acarrea un estrés interior que, en muchas ocasiones, nos hace mantenernos inmóviles ante una situación que, quizá, no tenga ya remedio. Acercarnos al umbral de la puerta que da acceso a una nueva vida puede llegar a atenazar nuestra capacidad de decisión; cometemos así el error de intentar solucionar una y otra vez problemas que ya resultan sobrevenidos por la situación dada. También la congoja se produce cuando el umbral que debemos pasar es el que nos lleva a una nueva búsqueda de la felicidad. Los afectos son los que motivan que uno deba traspasar más umbrales a lo largo de nuestra vida. Cuando iniciamos una relación nueva se nos agolpan a la vez las sensaciones gratas de lo que está a la vuelta de la esquina, con el pasado reciente que apenas hemos dejado al doblar otra. Los asideros de nuestra memoria nos invitan muchas veces a la prudencia, temerosos de no ser capaces de volver a amar sin prerrogativas previas. Avanzamos en una sociedad que vive a expensas de cambios continuos, atrás quedan los tiempos en los que uno comenzaba un trabajo con 18 años y lo dejaba al jubilarse. Ahora lo normal es cambiar muchas veces, no sólo de empresa, sino de ocupación. Ello engorda nuestro curriculum y mejora nuestras capacidades cognitivas. En las relaciones interpersonales van apareciendo, sin solución de continuidad, nuevos compañeros de trabajo y, por ende, nuevos amigos que añadirán un valor añadido a nuestra vida. El amor ha sido un lugar donde traspasar el umbral ha sido siempre mucho más complicado. Para un persona que hubiese pasado treinta años de su vida con otra iniciar una nueva relación con un tercero suele crear conflictos internos. Por un lado se puede sentir insegura de sus propias capacidades para con el otro; por otro quizá tenga la tendencia, muchas veces sin saberlo, de buscar el mismo estereotipo de persona que ya tenía antes cerca. Hay, sin embargo, quienes no temen dar un paso adelante; quienes son capaces de someter sus temores en aras de esa búsqueda de una felicidad que colme sus deseos. A lo largo de mi vida he traspasado alguna que otra puerta, casi todas las he pasado sin temor a lo que iba a encontrarme. La ilusión ha hecho, en algún caso, que fuese ciego ante ciertas evidencias. Sin embargo nunca me he arrepentido de haber traspasado el umbral. Todo lo más ha sido haberme lamentado de haber pasado de largo en algún que otro portal. Traspasar el umbral supone, cómo mínimo dos cosas: por un lado que somos capaces de decidir por nosotros mismos qué queremos hacer; por otro lado implica asumir que podemos estar equivocados y, por ello, tenemos que ser capaces de mirarnos al espejo en cualquiera de las situaciones. No traspasar el umbral implica quedarse con la duda existencial del qué hubiese pasado, con la incertidumbre, con las ganas... Traspasar el umbral...quién dijo miedo.

Y DESPERTÉ

Me di la vuelta...y ahí estabas, tumbada a mi lado con la respiración pausada. Podía ver tu cuerpo tendido de lado, ofreciéndome la espalda, apenas tapadas tus nalgas con una fina sábana blanca. Observándote comencé a sentir una sensación maravillosa entre el deseo y el amor, un sentimiento profundo hacía que en mis sienes notase el latido acelerado de mi corazón. Acerqué mis dedos hacia ti, alcanzando a tocar primero tu pelo lacio, temeroso de despertarte. Lentamente, muy lentamente, me acerqué un poco más para poder deslizar la yema de mis dedos por tus hombros notando tu piel. Tu respiración seguía acompasada sin apenas variación, lo que aportaba más armonía a una anatomía, la tuya, sin duda hermosa. En mi interior el deseo comenzaba a apoderarse de mí, partes de mi cuerpo cobraban vida propia, incitándome a seguir explorando aquel maravilloso cuerpo que estaba junto a mí. Así mis manos buscaron tus glúteos, mis labios tu cuello, ya estaba los suficientemente cerca como para descubrir que tu respiración comenzaba a alterarse. Abracé tu cintura en la búsqueda de tu anatomía; con la necesidad de arrimarme a ti y que sintieses mi cuerpo junto al tuyo. Deslizándome hacia tus pechos sentí como tus piernas entrelazaban las mías, cómo tus manos me buscaban...y me encontraban. Girada ya boca arriba me miraste a los ojos, asintiendo con la mirada, mientras me besabas. Tus labios acariciaron los míos, tu lengua buscó la mía, y por un instante el tiempo pareció detenerse, anclado por el poder que sólo un beso puede tener cuando se da con la intensidad necesaria. Nuestros cuerpos se toparon, y no se encontraron extraños. El juego de caricias fue constante, la búsqueda que mis manos iniciaron al deslizarse entre tus piernas culminaron un un ligero gemido. Un pequeño respingo al que siguió una relajación inmediata al ser mis orejas las que acariciasen el interior de tus piernas. Tus manos, que antes tenían prisioneras a las sábanas, comenzaron a buscar también en mi anatomía, topándose con todo y con todos. Estaba claro que pronto nos miraríamos directamente a los ojos, acompasando nuestros movimientos de un modo tal que daría igual que el mundo girase en uno u otro sentido. Y así fue, como sin dejar de besarnos nos fundimos sintiéndonos el uno parte del otro. Percibiendo el calor de tu interior en el mismo instante en qué tus piernas permitieron que mis caderas se situasen entre ellas. No dejamos de mirarnos, de besarnos, de acariciarnos, de sentir...y desperté. Y al despertar no estabas, pero permanecías. Y sigues estando...

miércoles, 16 de enero de 2013

QUERIENDO SER

Qué complicada puede ser ser la existencia de uno cuando se pasa su vida queriendo ser aquello que no es. Distinguir entre los anhelos de superación de uno mismo y la ensoñación de ser una persona distinta es muy importante a la hora de poder calibrar hasta dónde seremos capaces de llegar. Uno puede darse cuenta un día de que tiene una voz privilegiada y comenzar a soñar con ser un cantante de éxito. Es afán de superación nos debería llevar a un lugar dónde mejorar nuestras capacidades, y más tarde llamar a las puertas correctas. Cuando lo que pretendemos es ser, de pronto, alguien que no somos. Corremos el riesgo de que nos den la oportunidad de actuar en público y, aun teniendo una gran voz, ser incapaces de seguir el compás de la música. En la vida diaria conviene tener claro donde está el límite que podemos mejorar y dónde situar ese otro límite que nos debe indicar que de ahí en adelante, no hay margen de mejora. Todos construimos, en algún momento, un castillo en el aire. Incluso los más responsables lo hacen. La ensoñación sobre algo que estamos viviendo pero que queremos vivir de otro modo, puede llevarnos a llevar una vida alejada de nuestras posibilidades. El batacazo puede ser memorable si descubres que bajo la carrocería de tu flamante limusina se encuentra el motor de un escarabajo. En el otro lado de la balanza se debería situar el efecto positivo que tiene en nosotros el esfuerzo que hacemos para alcanzar lo que queremos ser, aun cuando no lo consigamos. Cuando te planteas estudiar una carrera universitaria es posible que no alcances las cotas que deseas, da igual los motivos que te lo impidan; si en el esfuerzo aprovechas lo que saques en claro es posible que no seas un doctor, un maestro, etc. pero es seguro que tendrás mayores conocimientos que cuando comenzabas. Lo que siempre se positivo. Aspirar a las más altas cotas en la vida es un incentivo para ella misma, siempre que tengas la capacidad de darte cuenta de que: queriendo ser, tal vez no seas.

CAMINOS CRUZADOS

Cuantas veces hemos oído aquello de: “es cosa del destino”. Pero...¿qué es el destino? El destino va en contra de la libertad, socava la capacidad que tenemos de guiar nuestros pasos allí donde queramos que nos lleven. Aceptar el mero hecho de la existencia del destino implica nada más y nada menos que terminar con el libre albedrío. Asumiendo que todo está predestinado asumimos nuestra ineptitud para con nosotros mismos. Y yo, sinceramente, no creo que seamos tan obtusos. En lugar de destinos yo hablaría de caminos; caminos que vamos trazando dependiendo de nuestra capacidad, de nuestras vivencias, de nuestra pizca de suerte individual... unos son caminos rectos, otros serpenteantes meandros que casi logran entrecruzase sobre sí mismos de cuando en cuando. Cada uno, individualmente echa a andar sin más conocimientos que aquellos que va adquiriendo con el paso de los años, con las enseñanzas de los que siguen caminos paralelos y con la observancia del tránsito de los demás. La búsqueda del cruce de caminos es una constante en el ser humano. A pesar de la atracción que la soledad tiene para unos cuantos, lo cierto es que caminar en paralelo suele ser la mejor manera una vez nos hemos cruzado. Dudo que las parejas caminen por el mismo sendero, ni los padres e hijos. Todo lo más que acostumbramos a hacer es seguir nuestra propia senda lo más próxima del otro en función de los momentos, intereses, afectos, deseos... Si uno ha salido alguna vez en grupo a caminar sabrá que saliendo todos a una, cada cual termina haciendo su recorrido, para llegar finalmente, al lugar previsto. No se trata del cómo, sino del cuándo. En nuestra historia personal puede ocurrir que nuestro camino se cruce muchas veces con el de otros y que jamás hagamos caminos paralelos. También puede suceder que una vez encontrados no tengamos otro horizonte que el de seguir a la distancia mínima imprescindible como para no tropezarnos. Finalmente los avatares de la aventura de la vida nos llevan a entrecruzar caminos muchas veces, a caminar en paralelo otras tantas, a alejarnos, a acercarnos...a vivir.

PRISIONEROS DE NOSOTROS MISMOS

¿Qué nos impide ser aquello que queremos ser y que, en realidad, podemos alcanzar? Seguramente nuestra propia inseguridad. Somos prisioneros de nosotros mismos. Las malas experiencias de la vida sirven, en muchos casos, como pesos aparentemente inamovibles, que terminan por cercenar nuestras expectativas. No se trata de tirarnos contra una pared de hormigón, pues esa es seguro que no la derribaremos, pero si por el contrario nos decidimos por intentar tirar una puerta de chapa, seguro que alcanzaremos nuestro objetivo. La peor pesadilla que el ser humano tiene es la de ver que su mente es prisionera de sus experiencias; que no es capaz de avanzar porque la memoria pesa demasiado en la mochila que lleva con él. El optimismo es, sin duda, el mejor algoritmo con el que resolver la ecuación más compleja que la vida nos ponga delante. Las ganas de vivir curan incluso enfermedades aparentemente incurables. Creer, aunque sea en algo tan alejado de mí como puede ser Dios, ayuda a quienes esperan de él su compasión. La búsqueda de respuestas siempre ha sido esa válvula que nos permite exudar los temores internos. Las barreras mentales son mucho más fuertes que las físicas, porque las hemos creado en el mayor de los refugios, nuestro cerebro. Un lugar tan rico en matices que siempre se pueden hallar en él los asideros suficientes como para empujar fuertemente esas barreras que no son reales y que tan sólo obedecen a nuestra propia emotividad. Sin duda que hay quienes serán prisionero de si mismo toda la vida. Las cárceles mentales están mucho más presentes de lo que queremos creer. A nuestro alrededor hay muchos que pasan a nuestro lado, que conviven con nosotros y que son sólo libres cuando olvidan quienes son.

TESTIGOS IMPASIBLES DE ESTA INFAMIA

La necedad está socavando todo aquello que hemos tardado décadas en construir. La infamia política se ha instalado en nuestra sociedad y nosotros somos testigos impasibles de ello. Resulta obvio que hay muchos que, descontentos, salen a las calles a manifestarse por los derechos que estamos perdiendo y que son de todos nosotros. Mas la mayoría se queda en sus casas, pertrechados tras el televisor viendo como la suciedad, que todo lo cubre, se ve más lejos a través de la pantalla. Los medios de comunicación, mal llamados así porque hace tiempo que no comunican sino que sólo trasmiten, tratan de agitar a sus seguidores para convertirlos en acólitos de sus propias causas. Ya no son testigos de la historia, si acaso antes lo fueron, sino el poder de facto que sitúa a sus propias marionetas en los puestos de responsabilidad hasta que le son útiles. Cuando dejan de serlo mueven el árbol para que caigan como fruta madura. Mientras tanto, nosotros, la sociedad; miramos con recelo cuanto acontece a nuestro alrededor pero apenas hacemos algo por evitarlo. Una sociedad que se debate entre lo malo y lo peor, sin apostar por aquello que pueda resultar mejor. Existen, sin duda, nuevas ideas pero no apostamos por ellas porque no se ven reflejadas en los lugares donde todos miran: la prensa escrita, radiada y televisada. Resulta más interesante el vodevil político y social donde unos se echan la culpa de lo que hicieron los demás para desviar la atención de los desmanes que ellos mismos cometen. Al populacho parece interesarle más los seres y estares de una persona sin más interés que la silicona que lleva o los romances que tiene. A este país le falta todavía ese hervor que haga salir a las superficie la mucha espuma que tiene. Cuando seamos capaces de llegar ahí bastará un bues escurridor para desecharla y comenzar a ver todo con otra cara.

miércoles, 9 de enero de 2013

LA EMOCION

Siempre he creído que el ser humano ve determinadas sus actuaciones individuales por las emociones que le embargan en un momento dado. Somos emoción y por ello vulnerables a pesar de todo. La emoción es un fenómeno psíquico y fisiológico que se da sin que el que la padece tenga el menor control sobre ella. Se trata de algo espontáneo y, por tanto, inherente al propio carácter de cada uno de nosotros. Me considero una persona emotiva, capaz de conmoverse por los más diferentes acontecimientos o momentos. A veces me he llegado a sentir un tanto incómodo al emocionarme con cosas que a la mayoría del mundo les parece absurdo. Con el tiempo he comprendido que esos momentos forman parte de mí, de lo que soy. Un día, hace ya mucho tiempo, me sorprendí soltando lágrimas mientras veía un documental sobre un acontecimiento socio-político acontecido en otro país y narrado en otro idioma que sólo pude comprender mediante los subtítulos. Hay personas que se jactan de permanecer impertérritas ante cualquier cosa que suceda a su alrededor. A esas personas no les tengo confianza. No suelo fiarme de quien no manifiesta lo que siente. Creo que la valentía del ser humano está en ser capaz de mostrar las emociones sin temor a que los demás menoscaben por ello su carácter. Al contrario lo que las ocultan creo que pueden llegar a crear, al menos en mi persona, una incertidumbre innecesaria. La emoción permite el que podamos revivirlas con el paso de los años casi con la misma intensidad que cuando ocurren por primera vez. Imagino a una madre cuando rememora treinta años más tarde el nacimiento de un hijo y cómo es capaz de revivir aquellos instantes. La emoción también nos hace correr riesgos, nos impide calcular los peligros que puede conllevar el, por ejemplo, acudir a un acto multitudinario sin tener en cuenta nada de lo que sucede alrededor. Me gusta emocionarme, porque me hace demuestra que sigo vivo.

CARICIAS

Pocas cosas hay que transmitan tanto como las caricias. El mero hecho de poder hacer sentir a otro el afecto que pretendemos transmitir, de una manera tan agradable, debería ser un acicate para que nos pasásemos la vida acariciándonos. Claro que no todas las caricias son iguales. A lo largo de nuestra vida viviremos etapas diferentes que nos harán dar y percibir las caricias de modos diametralmente o puestos, aunque todos placenteros. Cuando uno es niño siente las caricias de sus padres como un modo de afecto cálido, intenso, que nos transmite la sensación de protección. Cuando acariciamos a nuestros hijos lo hacemos embelesados al observar la maravillosa creación que hemos logrado, a la par que damos nuestro amor incondicional. Siendo adultos las caricias cambian, se hacen más fáciles de interpretar. Acariciamos a nuestras parejas en una mejilla o el cuello y perciben la diferencia entre lo que deseamos sólo por la intensidad de las mismas. Esa misma caricia puede significar un: te quiero o un te deseo, incluso ambas cosas. Mas la caricia la percibimos de forma distinta sin que nadie nos tenga nada que decir. En las relaciones personales nada hay más agradable que descubrir a tu pareja recorriendo su anatomía con la yema de tus dedos, observando cómo reacciona cada parte de su cuerpo, cómo se altera la respiración, cómo se mueve bajo la presión de nuestras manos. Las caricias nos hacen sentirnos vivos...

NO SERÁ FÁCIL

No será fácil hacer camino juntos porque a las dificultades de la vida unimos el peso de las mochilas que todos llevamos encima. Tal vez sea el momento de dejar en la repisa de los recuerdos, aquello que supongan un verdadero lastre que nos prive de alcanzar el objetivo último, la felicidad. Te invito a que me acompañes en la aventura de la vida, a que descubras quien soy en realidad. Es posible que incluso yo mismo me sorprenda ya que ninguno de nosotros somos los mismos en cada situación. Creemos que nos repetimos pero no es cierto, respondemos ante la personalidad de quien nos acompañe de un modo u otro, aunque tengamos un patrón más o menos establecido. Quiero alcanzar ese momento de plenitud compartida que tanto se me ha resistido hasta ahora. Pretendo subir al pico más alto y acampar allí arriba. Como la empresa es compleja deberemos confiar el uno en el otro para no despeñarnos colina abajo. Si eso sucediese tenderé mi mano para reemprender el camino. No es cuestión de sucumbir a las primeras de cambio antes las vicisitudes de la vida, no será fácil pero estaremos allí. El reto de vivir como realmente deseamos comienza en el instante en que somos plenamente conscientes del lugar donde queremos estar. Yo ya sé donde quiero estar. Los viajes son siempre más agradables cuando se hacen en compañía, si además el destino es el que deseamos ambos, mucho mejor. Sólo es cuestión entonces de dar un paso tras otro, sin prisa pero sin pausa; retrocediendo si es preciso para tomar carrerilla y superar adversidades. No será fácil. El premio a tanto esfuerzo no es baladí, se trata de poder disfrutar de la felicidad, sea ésta la que sea y en el grado que seamos capaces de asimilarla. No sé si ya te conozco o te voy a conocer, pero si quieres acompañarme...aquí estoy.