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viernes, 25 de enero de 2013

TRASPASAR EL UMBRAL

La toma de decisiones es una constante en nuestra existencia. La capacidad de pensar nos hace ser conscientes de la realidad que vivimos, nos permite abstraernos y meditar sobre el por qué de las cosas y obrar, con ello, en consecuencia. Cambiar nuestro estilo de vida, romper con nuestro pasado reciente, aventurarnos en un incierto futuro, etc. acarrea un estrés interior que, en muchas ocasiones, nos hace mantenernos inmóviles ante una situación que, quizá, no tenga ya remedio. Acercarnos al umbral de la puerta que da acceso a una nueva vida puede llegar a atenazar nuestra capacidad de decisión; cometemos así el error de intentar solucionar una y otra vez problemas que ya resultan sobrevenidos por la situación dada. También la congoja se produce cuando el umbral que debemos pasar es el que nos lleva a una nueva búsqueda de la felicidad. Los afectos son los que motivan que uno deba traspasar más umbrales a lo largo de nuestra vida. Cuando iniciamos una relación nueva se nos agolpan a la vez las sensaciones gratas de lo que está a la vuelta de la esquina, con el pasado reciente que apenas hemos dejado al doblar otra. Los asideros de nuestra memoria nos invitan muchas veces a la prudencia, temerosos de no ser capaces de volver a amar sin prerrogativas previas. Avanzamos en una sociedad que vive a expensas de cambios continuos, atrás quedan los tiempos en los que uno comenzaba un trabajo con 18 años y lo dejaba al jubilarse. Ahora lo normal es cambiar muchas veces, no sólo de empresa, sino de ocupación. Ello engorda nuestro curriculum y mejora nuestras capacidades cognitivas. En las relaciones interpersonales van apareciendo, sin solución de continuidad, nuevos compañeros de trabajo y, por ende, nuevos amigos que añadirán un valor añadido a nuestra vida. El amor ha sido un lugar donde traspasar el umbral ha sido siempre mucho más complicado. Para un persona que hubiese pasado treinta años de su vida con otra iniciar una nueva relación con un tercero suele crear conflictos internos. Por un lado se puede sentir insegura de sus propias capacidades para con el otro; por otro quizá tenga la tendencia, muchas veces sin saberlo, de buscar el mismo estereotipo de persona que ya tenía antes cerca. Hay, sin embargo, quienes no temen dar un paso adelante; quienes son capaces de someter sus temores en aras de esa búsqueda de una felicidad que colme sus deseos. A lo largo de mi vida he traspasado alguna que otra puerta, casi todas las he pasado sin temor a lo que iba a encontrarme. La ilusión ha hecho, en algún caso, que fuese ciego ante ciertas evidencias. Sin embargo nunca me he arrepentido de haber traspasado el umbral. Todo lo más ha sido haberme lamentado de haber pasado de largo en algún que otro portal. Traspasar el umbral supone, cómo mínimo dos cosas: por un lado que somos capaces de decidir por nosotros mismos qué queremos hacer; por otro lado implica asumir que podemos estar equivocados y, por ello, tenemos que ser capaces de mirarnos al espejo en cualquiera de las situaciones. No traspasar el umbral implica quedarse con la duda existencial del qué hubiese pasado, con la incertidumbre, con las ganas... Traspasar el umbral...quién dijo miedo.

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