LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

LA PALABRA – LA VOZ

Siempre me he sentido identificado con las personas que son capaces de transmitir a través de la palabra, de la voz. A mí, que siempre me ha costado hablar en público y expresarme con tranquilidad, me ha sido muy fácil sucumbir a las voces que escuchaba a través de un aparato de radio: Iñaki Gabilondo, Luis de Olmo… y otros.

Opté en su momento por escribir, mucho más adecuado a mi manera de ser, y sobre todo más cómodo para quien suele ponerse nervioso si habla delante de muchas personas.

Nunca he vivido bajo la falta de libertad, nadie me ha impedido exponer lo que pienso, nadie salvo el sentido común; ese que aflora de cuando en cuando y nos obliga a mantener la boca cerrada para no perjudicarnos a nosotros mismos o a otros a los que queremos.

A través de la palabra hemos conocido la historia, descubierto canciones memorables, sabemos de la existencia de otras culturas, etc. Pero es también a través de la voz que dimos el paso adelante al poder tener capacidad de sintaxis y dejar atrás a otros seres vivos que no tienen nuestra cualidad. Por ello, desde el pedestal que nos sitúa en lo alto de la evolución habría que defender siempre a ultranza, la libertad de poder expresarnos.

Hablar, charlar, conversar, comunicarse en una palabra, nada más valioso para el ser humano, nada más importante. Sin comunicación no existimos, no somos nada. Debemos fomentar más que nunca la comunicación entre nuestros hijos, alejarlos un breve espacio de tiempo de la soledad compartida de las video-consolas y trasladarlos a espacios comunes de comunicación verbal, el único espacio conocido de interacción real entre humanos.

Si los dejamos caer por la deriva que llevan, encontraremos un futuro donde sólo lo virtual será real; donde la comunicación y el debate con el otro habrán dejado paso a la imposición.

Hay un texto que quiero compartir que, sin duda, explica a las claras lo que de importante tiene la comunicación. Está extraído de una obra de Eduardo Galeano y dice así:

- Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

- Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:

  • Algunos teníamos mala letra – me dijo - .Otros eran unos artistas de la caligrafía.

- La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.

- Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.

- Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan al boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.

Este maravilloso texto refleja a las claras lo importante que es poder hablar, poder expresar con palabras aquello que sentimos. Merece entonces la pena dejar de hablarse… lo dudo.

Voltaire, decía aquello de que: no compartiendo con usted lo que manifiesta, no tengo más que defender su derecho a decir lo que quiera.

Eso deberíamos hacer todos.

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