Un latigazo ha recorrido mi espalda, el hielo se instaló en mis adentros congelando mi corazón; paralizando mis pensamientos haciéndome sentir desgarrado por dentro. He sentido miedo, creí haberte perdido.
Presiento la alegría de lo próximo, el deseo de lo que va a llegar, quiero pensar que merezco algo mejor y que vendrás para demostrármelo. Y creí que te perdía, incluso sin haberte tenido.
He visto muchas veces el lado oscuro de la vida, he navegado por vericuetos incómodos que me han llevado de un lado oscuro a otro casi tenebroso. Y ahora que por fin he hallado el atajo que me lleva a la luz clara, a la calidez de tu encuentro, casi te pierdo.
No siempre uno es culpable de lo que sucede a su alrededor, son muchos los imponderables y las circunstancias que uno no puede ni sabe controlar. Quizá son quienes menos esperas lo que arruinan tu mejor día. Y eso, no lo puedes controlar.
He sentido miedo, un miedo intenso, un miedo que casi podía masticar, me he visto perdido por no haber sido capaz de controlarlo todo. Quizá las palabras se las pueda llevar el viento, tal vez uno pueda decir muchas cosas que no siente; más cuando lo que sientes hace salir palabras a borbotones, cuando los minutos transcurren a la velocidad del viento, cuando las horas son sólo segundos de tiempo inmaterial, en esos mismos instantes comienzas a ser consciente de lo importante que está siendo aquello que casi pierdes por un avatar del destino.
He sentido miedo, pero ya no lo siento. Y no lo hago porque me has ayudado, porque has estado ahí.
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