LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 21 de junio de 2010

ENCUENTROS

En el largo caminar de la vida nos vemos envueltos en diferentes hechos que marcarán nuestras vidas. Las muescas se van marcando poco a poco en nuestra piel, en nuestra memoria. Y en todo ese trayecto, habrá un común denominador que hará especiales algunos momentos: los encuentros.

Cuando eres un niño pequeño no eres consciente de casi nada, te limitas a engordar a base de biberones o teta; lo suyo es comer y defecar. Poco a poco vas aprendiendo a gatear, mostrándote irredento ante la desesperación de tus padres y abuelos que temen cualquier caída. De pronto, un día te topas con un espejo, es tu primer encuentro. Un encuentro con ese otro niño, que diría Lacan, no te reconoces; ves al niño del espejo y tú quieres ser cómo él; te miras y te das cuenta de que te falta algo, que eres un ser incompleto; te falta la cabeza, el culo..Esas partes que no ves. Ese primer encuentro marca tus primeros tiempos, hasta que un día comprendes que el del espejo eres tú, y para entonces, ya sabes que estás completo.

Más adelante, te adentras en ese período complejo y complicado que va de la pubertad a la adolescencia, donde el encuentro se produce con tu cuerpo, con el cuerpo de sexo que te atrae, sea éste el femenino o el masculino. Y de ese encuentro saldrá buena parte de tu comportamiento futuro, de tu vida sexual de los siguientes años. Son momentos donde nos encontramos con un cuerpo que no es nunca como querríamos, primero nos da vergüenza que tenga bello y después nos quejaremos de que nos falta; cuestión de perspectiva.

El encuentro con el sexo opuesto suele ser diferente, nos convierte en vulnerables, en torpes; más si, como yo, te has educado en una sociedad que transitaba más deprisa en la palabra que en los hechos. Cuando das por sentados ciertos preceptos, el encuentro con otro cuerpo suele ser un bluf. La primera vez que me topé con un cuerpo desnudo fue en un descuido de una vecina, y soñé con aquello los siguientes meses, sin saber muy bien qué habría que hacer con todo aquello, lo cierto es que me producía unas reacciones curiosas.

Tendría apenas 15 años cuando tuve mi primer encuentro con el sexo, con la práctica del sexo; nada más tórrido y feo que aquel día de magosto en el que una compañera de instituto me enseñó otro arte fuera del onanismo. Fue un encuentro frío, feo. Después pasarían unos cuantos meses hasta que se produjese otro encuentro, esta vez mucho más afectuoso y entretenido, que hubo de sacarme de las dudas en las que había entrado tras el primero. Ah los encuentros…

Desde los trece años siempre he trabajado en algo, la vida no me dio la oportunidad de disfrutar demasiado de un hogar estable, de una economía saneada, de lo que hoy tiene un crío; por lo que uno buscaba sus habichuelas donde podía. Con 18 años sí que tuve ese primer encuentro con un trabajo. En ese momento te das cuenta de lo que significa responsabilidad, de lo que implica firmar un contrato, tener unos horarios, etc. Y sobre todo, cobrar tu primer sueldo. Cuando eres joven no eres nunca los suficientemente consciente de lo importante que es trabajar, lo haces para tener dinero para tus gastos y poco más. Con los años comprenderás que es necesario trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Aunque muchos, a más edad, aún no lo hayan comprendido.

El encuentro con el amor adolescente es siempre como un enorme parque de atracciones, de pronto estás en la montaña rusa, como al cabo de un rato estás en un estanque ahogando tus lágrimas por un amor de quince minutos que se terminó en doce. La adolescencia debería durar muchos más años aun a pesar del sufrimiento a que uno sometería a su cuerpo; pues durante esos años se vive con una intensidad que jamás se repite.

Durante nuestra vida adulta, en ese período de tiempo en el que uno debe saber qué no quiere, un tiempo de cierta estabilidad; nos encontraremos cara a cara con la miseria humana, con el dolor, con el placer, con la desesperación, con la alegría, con los amigos, con los que no lo son, con los que odian, con los que odias… y de todos esos encuentros sacaremos lecturas positivas y negativas; todos ellos nos harán crecer como individuos, ellos forjarán nuestro carácter.

Para el encuentro que nunca se está preparado es para el de ser padre, para el encuentro con tus hijos. Puedes haber leído mucha literatura, habértelo mamado en alguien próximo y demás, pero… ese primer encuentro con tu hijo cara a cara, en soledad, sin nadie más. Cuando te das cuenta de que aquel ser es parte de ti, es obra tuya…uff, ese encuentro sí que te marca. Ahí es dónde el amor materno – filial resulta irreproducible para nosotros los hombres. Esa primera vez que tu hija te agarra el dedo de tu mano, ese encuentro entre tu piel y la suya, entre tu calor y el suyo, entre su corazón y el tuyo… tremendo, irrepetible.

Es imposible obviar o dejar de lado los dos encuentros finales a los que quiero referirme, dos sin los cuales es difícil terminar nuestros días, siempre que sea una vida normal.

Por un lado el encuentro con la muerte de un ser querido, ese momento amargo donde el corazón se constriñe apretando nuestro pecho; donde la mente busca respuestas al absurdo de perder a quien queremos. Una muerte es una muerte, no hay nada que hacer, ninguna posibilidad de cambiar las cosas. Este encuentro, este momento duro, curte como el que más, añade un plus a tu vida, te enseña sin querer que todo es efímero, que estamos de paso, que sí, que es cierto que no hay nada más.

Finalmente quiero hablar de ese encuentro maravilloso que te cambiará la vida, que hará de ti otra persona diferente: el encuentro con el amor de tu vida, con esa persona que va a hacer de ti una persona mejor. Uno siempre busca llegar a ese puerto, a veces haciendo muchas escalas en puertos que, de antemano, sabes que no son el definitivo. Cuando te encuentras con esa persona lo sabes; y lo sabes porque dejas de poder controlar tus impulsos, porque el cuerpo te domina, las emociones afloran sin control y la lejanía o el acercamiento hacen que tu respiración sea más fluida o más lenta.

Los encuentros nos marcarán siempre y existen muchos más que no he citado pero en este encuentro con el teclado son los que me han parecido importantes.

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