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lunes, 21 de junio de 2010

Etnocentrismo, Relativismo, Violencia

El intento de atentado de los últimos días en Detroit viene a poner de manifiesto la repulsa que, en buena parte del mundo musulmán, tiene occidente, representado en los Estados Unidos.

Estados Unidos representa para buena parte del mundo la cabeza visible e impositora de un etnocentrismo abusivo, de un intento por imponer la manera de ser, de vivir, de hacer política... del mundo occidental; y el relativismo moral con el que ven las sociedades que tratan de someter por lo civil o por lo militar.

Está claro que todas las culturas son etnocentristas cuando de lo que se trata es de imponer un modelo de sociedad; y no es menos cierto que todo los que nos llega de otras culturas lo instalamos en el mundo de lo relativo.

La famosa Alianza de Civilizaciones, vilipendiada por muchos, apoyada por muchos, será, sin duda, el punto de encuentro en el que las sociedades occidentales y orientales deberían tener lugares comunes que compartir. No puede ser que no aprendamos nada de la Historia. Imponer siempre ha resultado malo, todo lo impuesto y en todos los órdenes de la vida, termina por revertirse en recelo, en malestar, en odio.

Tenemos, en occidente, la mala costumbre de llevar a lo insignificante hechos que para otros individuos de culturas diferentes resulta dañino, doloroso y, a veces, humillante. Todos los daños colaterales que día tras día los ejércitos occidentales infringen a los pueblos ocupados no hacen sino acrecentar la sensación de sentirse humillados. Desde aquí, desde las poltronas de nuestras casas lo vemos como una imagen del telediario, lo relativizamos, lo instalamos en nuestro subconsciente como un mal menor; desde allí se ve como el daño por el daño, el sometimiento contra voluntad, el dolor, el odio latente se manifiesta después en conductas como la del estudiante – terrorista de Detroit.

Claro que estas sociedades, hoy agredidas por nosotros, infringen dentro de sus propias fronteras el mismo etnocentrismo, con la misma vileza, con la misma fe en que lo suyo es lo válido. Entonces... ¿dónde encontrar el equilibrio, el punto medio? Quizá en el diálogo, tal vez en la razón.

Todo tiene su tiempo, cada pueblo, cada sociedad, cada país tiene su ritmo; no debemos, por mucha aldea global que seamos, tratar de imponernos tiempos unos a otros. Las diferentes sociedades viajan a una velocidad determinada, no por ser más rápidos en los cambios lo vamos a ser en la adaptación. Y las guerras son, casi siempre, germinadas en poblaciones inadaptadas.

Naciones Unidas tiene todo el respeto que se merece una institución que nos representa a todos, sólo tiene un problema y no menor: los que al final toman las decisiones importantes son siete, el resto no somos más que títeres que hemos de bailar al son que nos indiquen, eso sí, bajo el paraguas protector de las resoluciones de esta institución. Que siempre son patente de corso para cualquier tropelía.

Ahora entraremos en una nueva psicosis de seguridad aérea, de impedimentos varios...lamentablemente la violencia siempre se ha saltado las barreras impuestas. Sólo con diálogo los ruines un día entregaron las armas; y ese es el camino.

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