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jueves, 24 de junio de 2010

LA CLANDESTINIDAD DEL BURKA

Se establece ahora en los medios de comunicación y en los núcleos de poder de nuestro país un debate sobre la conveniencia o no, de poder utilizar el Burka en los espacios públicos, edificios e intimidad.

Habría que determinar primero dónde situamos la libertad del individuo y donde primamos la libertad colectiva. Nuestra constitución, en su Título I, garantiza a todo ciudadano español la libertad para vestirse como le convengan entre otras muchas cuestiones como la libertad de culto y demás. Pero la misma Constitución prevé que sean los poderes públicos los que velen por nuestra seguridad colectiva.

Llegados a este punto, cualquier debate, fuera de éstos términos, se vuelve absurdo cuando hablamos de una prenda como el Burka.

Por su propio diseño el Burka atenta contra muchos de mis derechos como ciudadano, vuelve clandestino a quien se oculta bajo sus telas. Como ciudadano quiero saber quien viene de frente a mí por la calle, tengo derecho a identificar, más o menos, de manera clara a la persona que comparte conmigo un espacio público. En su casa puede ir como le da la gana y seré yo, a título individual, quien decida si entro o no en su espacio privado; aceptando por tanto sus normas.

Por otro lado, establecer un debate sobre el posible menoscabo de los derechos de la mujer, o sobre la imposición por parte de los clérigos en el huso de esta u otras prendas; No es más que un ejercicio de etnocentrismo que nos hace tratar de imponer unas costumbres sobre otras; con la premisa de que nosotros creemos que las nuestras son las buenas. Pero...¿quién lo establece así?.

Establezcamos pues una diferenciación clara entre lo que es un derecho individual de uno colectivo, y convengamos que el derecho colectivo debe prevalecer sobre el individual, siempre y cuando no atente de manera clara contra la integridad física de la persona. Si estamos en una sociedad democrática que elige a unos representantes que, después, nos gobernarán a todos, con independencia del color político. Aceptaremos pues que la manera de vivir en sociedad de la mayoría debería ser aceptada, al menos en público por quien no está de acuerdo.

Si por el contrario de los que se trata es de situar en una balanza los beneficios y los prejuicios que este debate conlleva para España; claramente favorece a los que creemos que nuestro país debería dejar de ser un Estado aconfesional para convertirse en un Estado laico. La laicidad haría posible que no existiesen los dobles raseros que tenemos, esos que permiten a una monja llevar hábito y el cuerpo cubierto y a una musulmana no. Pues en nuestro país hay españoles católicos y españoles musulmanes. No caigamos en el error de que la religión gane de nuevo un espacio de poder que tanto les costó perder.

Creo que el Burka debería de erradicarse de la vida pública, pero al igual que cualquier otra manifestación religiosa. Entiendo que la religión, al ser algo totalmente espiritual, ha de estar en el interior de las personas, y circunscribirse a su espacio privado.

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