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lunes, 21 de junio de 2010

ABORTO. UN DERECHO, NO UNA OBLIGACIÓN

En estos días nuestro país es un continuo debate sobre la Ley del Aborto. Todos tenemos nuestro punto de vista sobre un tema tan controvertido como es éste. Convendría, no obstante, analizar con detenimiento el caso.

De momento, y mientras nadie demuestro lo contrario, la Ley no se ha modificado, tan sólo se ha lanzado “un globo sonda” para pulsar la opinión de la sociedad de un país democrático y avanzado como es hoy día España. El objetivo fijado, sin duda se ha cumplido.

Lo que se trata de modificar es en realidad un par de supuestos concretos de un derecho, no de una obligación. Una sociedad madura y avanzada es aquella que hace un buen uso de los derechos y obligaciones que le son inherentes por sus diferentes Leyes, en este caso la Constitución. En modo alguno esta Ley obliga a la mujer a abortar, como tampoco la Ley del Divorcio obliga a la separación.

Las posturas de aquellos que se postulan a favor de la modificación “evaluada” que no prevista, son tan defendibles como las contrarias; con alguna salvedad, desde mi punto de vista, como es el que los que, quieres se muestran a favor lo hacen a favor de la instauración de un derecho en sí mismo; mientras que los segundos cuestionan la capacidad de una menor a decidir sobre su propia integridad física. Aducen que el Derecho a la Vida está en nuestro ordenamiento Jurídico, mas también está el derecho a la integridad física. Así pues se ve demasiada demagogia en este sentido, pues también recoge nuestra Constitución el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a un salario, etc. Y todos entendemos que existen coyunturas y momentos sociales.

Finalmente y ciñéndome a la postura defendida por quienes se postulan contrarios, estaría bien preguntarse dónde deberíamos poner entonces los adultos “bien pensantes” la raya que marque el desarrollo intelectual y cognitivo de nuestros hijos. ¿Dónde establecemos el límite a la capacidad de coartar la libertad de nuestros adolescentes? Y si se trata de nuestra hija ¿decidimos nosotros si aborta? Y si ella quisiese tener su hijo ¿la obligamos a abortar porque nosotros sí estamos capacitados para decidir? ¿Podríamos entonces mirarla a los ojos?

Sin entrar en valoraciones personales, teniendo en cuenta nuestra educación, aquí de lo que se trata es de fijar un derecho no una obligación. En nuestra respuesta individual a cada situación particular radicará nuestro triunfo como sociedad.

La historia ha demostrado que la represión de aquellas conductas del ámbito sexual, han tenido como respuesta, casi siempre, el efecto contrario.

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