Quiero que te acerques al balcón de mi ventana para escuchar lo que tengo que decirte, quiero que te acerques a mi vida para ver cómo es por dentro. Que te animes a ayudarme en una idea que tengo. Merodea por mi mente la idea de construir un amor, de hacer una fortaleza donde ese, mi sentimiento más añorado, permanezca de manera perenne.
Así que dime ¿cómo quieres comenzar? ¿Por dónde iniciamos la obra? Mi deseo es que esté llena de aquellas cosas que considero fundamentales, junto con las que tú quieras aportar.
Te propongo que comencemos por añadir experiencia, esa que tú y yo acumulamos de las heridas pasadas, de los desengaños recientes, de la pérdida… a continuación situemos abundante ilusión, aquella con la que comenzaremos nuestra aventura.
Quiero construir un amor de los de verdad, de esos que sueña la poesía, describe la prosa y repudia la religión. Preciso de tu ayuda para situar los andamios necesarios, para situar las diferentes estaciones donde hemos de descansar para ir contemplando nuestra obra.
A lo largo del proyecto es posible que éste sufra variaciones, que se puedan desplomar algunos trozos de techumbre o que suframos desconchados, pero si la masa que mantiene unidos los cimientos es sólida y consistente, soportaremos sin temor las inclinaciones.
Desconocemos el poder de fijación de esta nueva masa que pretendemos hacer, no sabemos cuan resistente puede llegar a ser, mas no existe otra manera de llegar a conocerla que experimentando tanto como podamos.
Por otro lado quiero que sepas que en ese amor del que te hablo tiene cabida casi todo aquello que queramos. No puede haber amor sin poder compartirlo con otros, sin mostrar lo que hemos construido. No es bueno el amor enlatado, el no compartido, el no sometido a crítica.
Ahora ya sabes lo que pretendo, lo que quiero, ¿me ayudarás?
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