Suele ocurrir, quizá con mucha frecuencia, que durante el día y, estando perfectamente despierto, mi mente comienza a tener ensoñaciones. A registrar en la memoria deseos convertidos en realidades efímeras que suelen finalizar con el primer toque de claxon o con una pregunta en la oficina.
Y es curioso como estos episodios, habituales, me ayudan a llevar mi vida de una manera más tranquila. Quizá es en momentos poco alentadores cuando estas ensoñaciones se hacen más patentes.
Más allá de hacer ahora referencia al buen o mal funcionamiento de mi sistema límbico, me gustaría dejar constancia del verdadero placer momentáneo que me producen. Imagino que la segregación de endorfinas funciona en estos casos como en otros.
Mentiría si no dejase claro que me gusta que esto suceda, lo busco, me quedo muchas veces absorto en ello, incluso llego a alimentar mis proyectos e ilusiones futuras tomando como punto de partida estas ensoñaciones.
Quiero pensar que no soy único por ello, que la mente humana funciona así en todos; si mi creencia fuese equivocada desde luego serían muchos los que se perderían los placeres que la mente nos depara.
Ha habido momentos, en los que he sido político con capacidad de decisión, con patente de corso para cambiar ciertas cosas; he sido el futbolista avezado que sin duda no soy; entrenador sagaz capaz de conquistar innumerables títulos de la nada; he amado de manera irracional; he viajado y visitado tantos lugares que ya he llegado incluso a cansarme de las horas de vuelo a pesar del corto trayecto de mi casa al trabajo; he sido feliz; me he visto bien… y al final, todo se ha ido en ese preciso instante en el que la realidad que me rodea se muestra tal cual es.
Curioso también resulta ver la cantidad de cosas rutinarias que podemos hacer de manera casi mecánica, teniendo la mente abstraída en otros lugares.
Radio La Colifata tiene razón cuando argumenta en su cabecera aquello de: “el ser humano es extraordinario”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La opinión siempre es libre