LUGARES PARA SOÑAR

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lunes, 9 de agosto de 2010

CONTIGO SEGUIRÉ HACIENDO CAMINO

El verdadero camino no es el de Santiago sino aquel que iniciamos un día en nuestras vidas, cuando somos por fin conscientes de que todo principio tiene un final.

A unos ese conocimiento, esa certeza, les llega a una tierna edad, a otros cuando las huellas de la edad ya van surcando su piel avisándole de la necesidad de tomar ya un atajo.

Creo haber sido consciente de la dirección de mi camino desde siempre, he tenido más o menos claro dónde quería que me llevase, en qué condiciones, etc. No sabía ni el cómo, ni el cuándo, ni el con quién. Por ello me pasé gran parte de mi existencia dando continuos golpes al timón de mi vida. En ocasiones han sido tan intensos que la zozobra se vislumbraba entre las astillas que saltaban tras cada roce con el fondo. Los bajíos de la vida son tan peligrosos como los que jalonan la Costa da Morte desde Vilán a Fisterra.

Ha habido momentos en que, varado en mitad de la nada, no sabía muy bien qué hacer, a dónde asirme, qué decisión tomar. Y en estas, un polizón se introdujo en mi nave. Y así, sin esperarlo, me encontré al gobierno de una nave en la que ya no había un solo timonel y viajero; sino un grumete que apunta maneras y que está llamado a gobernar el barco en un tiempo no muy lejano. Eso sí, será entonces su propia nave.

Así, incapaz de dar con el rumbo correcto, metiéndome en todas las tempestades que encontré a mi paso, haciendo peligrar la viabilidad de la empresa y haciendo aflorar en mí rasgos que no conocía, fue cómo un buen día acudí al puerto que me ofreciste.

No sin dudas, pues al abrigo de esa ensenada corría el riesgo yo, de quedarme encallado sin posibilidad, ni deseo, de salir. Al cabo del tiempo me presté para la aproximación, asomando decidido mi barco sabiendo que sería el lugar donde arriar velas y poner en venta el paquebote.

Un breve encuentro fue suficiente como para descubrir que allí, en aquel puerto comercial, estaba mi parada y fonda. No fue mucho el tiempo que tuve, pero el suficiente para percibir que la continuación de mi camino sería contigo a mi lado.

Asomándome de nuevo al mar, en aquella hermosa playa de arena fina, donde el mar se muestra poderoso; en aquel preciso instante en que mis labios rozaron los tuyos sentí que no daría un paso más sin contar contigo como compañía.

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