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miércoles, 1 de septiembre de 2010

EL VALOR DE LOS INTANGIBLES

Vivimos en una sociedad donde a las personas, lamentablemente, se las valora mucho más por lo que tienen de manera tangible (coches, casas, dinero...) que por lo intangible que puede tener.

Se vive demasiado deprisa, se premia el ahora; se obvia lo fundamental y nos quedamos con toda la superficialidad que forma esa pátina de apariencia que da color al mundo.

Aquí no se trata de ser alguien en cuanto a personalidad, formación o méritos; si no de ser alguien a toda costa, de tener cuanto más mejor.

Así las cosas, florecen como setas los nuevos pobres, esos que inundan la prensa rosa o amarilla, pobres que tan sólo tienen dinero. Son personas que sonríen siempre, que se ven forzadas a mantener su statu quo sobre la base de la apariencia.

Con los años, con la experiencia de la vida, observando lo que sucede a mí alrededor, he comprendido el verdadero valor que tienen esos intangibles que nos rodean y que tan sólo valoramos cuando somos capaces de percibirlos. Y no siempre es fácil, pues es fácil caer en el boato, lo brillante...

La lealtad es uno de esos valores que no se ven, pero que son muy importantes. Sin la lealtad de los tuyos y para con los tuyos, sería muy difícil caminar por la vida sin estar pendiente de nuestra espalda, atentos a las puñaladas.

El respeto, otro valor en descenso; cada día, cada nueva información en los medios, es una continua regresión en la importancia que el respeto debería tener para nuestra sociedad, para nuestra vida. A los mayores, nuestros ancianos, se les usa hasta que se los tira; los menores son usados como arma arrojadiza entre padres que son víctimas de sí mismos. Sin respeto, el camino sólo puede conducirnos a la aberración social.

La educación, otro valor definitivamente en desuso. Hasta no hace mucho, pilar sobre el que se habría de asentar una sociedad moderna, ha caído hasta límites insospechados. El alza de la igualdad social ha dado paso a situaciones tremendas, donde adolescentes tratan de igual a igual (cuando no peor) a profesores o adultos, que no están en su mismo nivel. En nuestras televisiones priman los bocazas que, con palabras gruesas, hacen del insulto el arma de defensa de sí mismos. Lo que inevitablemente nos indica el bajo nivel intelectual del que habla así.

Los otros intangibles, como el amor, el afecto, el valor, la osadía, etc., forman parte de todos nosotros, son valores que mostramos u ocultamos dependiendo del grado de seguridad en uno mismo que podamos tener en un momento dado. Sin embargo, sí creo que estos son intangibles que habitan en nuestro interior. Hay quien cree que demostrar amor es mostrar debilidad; yo, por ejemplo, sostengo lo contrario. Pero siempre es algo que pertenece al yo interno de cada uno.

Una sociedad como la nuestra, heredera de más de 2000 años de tradiciones, cultura, sabiduría, errores, etc.; debería ser más selectiva en aquellos valores que, de verdad, importan. No se puede despreciar el dinero en una cultura capitalista, ni se deber pretender situar la igualdad en todos los niveles (entendida la igualdad, no como entre sexos que es impepinable, sino en situaciones más comunes como la enseñanza. El respeto, la educación y otros intangibles deberían ser los verdaderos pilares de nuestra sociedad y de cualquier otra. Está bien luchar por la igualdad entre hombres y mujeres (una diferencia que está marcada sobre todo por la imposición de las diferentes religiones); mas no deberíamos dejar de instruir a las generaciones posteriores en intangibles que tendrían que ser parte de ellos. Si lo conseguimos, las disputas, los debates, los ajustes, etc. Se producirán dentro de un clima muy diferente.

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