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jueves, 9 de septiembre de 2010

VIVIR EN LA OTRA REALIDAD, EL VALOR DE VERDAD

Muchas son las personas que viven una realidad que no les toca vivir, es posible que para muchos su propia vida sea lo suficientemente anodina como para querer sentir como propia, la vida de los otros.

Para una gran parte de la sociedad occidental o “desarrollada” la realidad es aquello que ven y escuchan a través de los medios de comunicación. Son éstos los que les indican de qué deben hablar, en qué momento y cuándo.

Mediatizada por la inmensa influencia de los medios de comunicación actuales, nuestra sociedad absorbe con valor de verdad toda información e imagen mostrada en la televisión, ofrecida a través de un video en youtube, o escuchada en voz de un periodista, de credibilidad indiscutida, a través de las ondas.

En 1898 Herbert George Wells publicaba “La Guerra de los mundos” una gran novela de ficción que significaba un avance imaginativo sin precedentes sobre el mundo que podría llegar de otros lugares. Casi 40 años más tarde Orson Wells, en 1938 sacaba en las ondas americanas su programa radiofónico: “La Guerra de los Mundos”, adaptando la novela de Wells, haciendo coincidir su invasión marciana sobre un lugar determinado de Estados Unidos. Para los oyentes de aquel mítico programa, el caos estaba cerca, se creían invadidos por marcianos, se protegían de ondas indeterminadas con los más peregrinos sombreros, etc. Demostró Orson, que la sociedad es manipulable cuando se otorga valor de verdad a alguien. En este caso, la radio.

Hoy día, casi un siglo más tarde, seguimos en las mismas. Vivimos deprisa e intensamente, pero lo hacemos sobre instantes efímeros, dejando de prestar atención a la realidad que subyace bajo cualquier momento vivido, aparentemente, de manera real.

Nos sentamos a la mesa y encendemos la televisión, que es la que dicta de qué hablaremos en las siguientes horas, sin tener en cuenta qué realidad se oculta tras una noticia. Podemos pasar de sentirnos tristes por el terremoto de Haití a discutir sobre la Crisis económica, sin reparar en que mientras estamos en crisis siguen muriendo en Haití.

Por otro lado, decidimos que una persona u otra tengan sobre nosotros una ascendencia tremenda cuando le otorgamos el valor de verdad. Un hijo no discute, hasta una cierta edad, lo que le dicen sus padres. Para él, lo que ellos digan tiene valor de verdad y no lo tiene que poner en entredicho. Sin embargo sí lo hace cuando crece.

La sociedad, como conjunto del todo, debería madurar de la misma manera y poner en cuestión qué es verdad y qué no, en un mundo donde los intereses de unos pocos terminan por arrollar a muchos. Obviamente el ser humano necesita líderes, encaminados a guiarle por los caminos singulares que encuentra tras cualquier esquina, mas debe aprender de la dicotomía inherente al ser humano que le convierte en un ser errático cuando se dan las circunstancias precisas. A un líder de damos el privilegio de otorgarle valor de verdad, pero no por ello debemos claudicar sin pensar, agachar la cabeza y asentir.

Claro que para ello nuestra sociedad debería dejar de estar formada por seguidistas y convertirse en una comunidad de participación, donde la búsqueda de las interrogantes fuese el verdadero camino hacia el encuentro entre iguales. ¿Utopía? Claro que sí, pero… ¿acaso existe algo más interesante que terminar con la incertidumbre y averiguar la verdad?

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