Llevo unas cuantas noches tropezándome con ella; no sé si es por casualidad o porque de manera inconsciente voy en su busca, el caso es que llevo unas cuantas noches tropezándome con ella.
Y no le quito ojo, esbozo mi mejor sonrisa y trato de caminar cerca, a buena distancia. No se trata tampoco de pisarle los pies, ni de ser un entrometido, tan solo camino cerca, observando como levita sobre la acera; como ilumina las calles con su luz.
Quizás un día tenga el valor de acercarme un poco más; de entablar una conversación; de proponerle un cruce de miradas, puede que unas sonrisas...a veces cualquiera puede ser un valiente.
Y me despierto y me enfado; ofuscado por haber perdido el rastro y, a la vez, ansioso porque llegue la noche y resgresar a ese encuentro, a ese caminar sereno, a esa inquietud que me mantiene vivo.
Uno de estos días me plantaré frente a ella, la miraré a los ojos y haré lo posible por... seguir respirando...¿y si me sonríe?¿y sí me habla?...tendré que estar preparado, aunque es posible que me despierte y todo acabe de manera abrupta.
A veces, en la madrugada, me despierto sintiéndola cerca, real...y sonrío. Pues como decía Picaso: “todo lo que puedas imaginar es real”
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