LUGARES PARA SOÑAR

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miércoles, 20 de marzo de 2013

FRANCISCO

En estos tiempos de continuos sobresaltos económicos, donde la sociedad vive a salto de mata en función de los arrebatos de uno u otro político, asoma por la ventana el nuevo Papa. El Papa es una figura importante, aun cuando no se es Católico. Es Jefe de Estado, de un país minúsculo en extensión pero de una importancia tremenda para más de mil millones de personas en el planeta. Así pues uno debe de tener en cuenta los posibles actos de este ser humano llamado a ser algo más.. Francisco, así se ha dado en llamar este obispo argentino, tiene ante sí una labor ardua, compleja y, a la vez, trascendental. En sus hombros se va a sostener el devenir de la iglesia de Roma en el futuro inmediato. Los cambios que se avecinan deberían cambiar para siempre la anacronía en la que permanece el Vaticano desde el Concilio Vaticano II. La singularidad de tratarse de un obispo latinoamericano, además de Jesuita, le hace mucho más especial. Por un lado llega del verdadero granero de fieles que el Catolicismo aglutina en el mundo, América; y por otro representa el espíritu Jesuita. ¿cuál es ese espíritu?, aquel que infunde de formación a sus seguidores; el que hace de la búsqueda del conocimiento su piedra angular. La cercanía de la Compañía de Jesús para con su iglesia tuvo un momento álgido durante el mandato del Padre Arrupe. Arrupe, incansable luchador por la defensa de los más desfavorecidos, se alejaba mucho del boato y la opulencia del Vaticano, lo que le trajo innumerables problemas con la Curia. Juan Pablo II pasó de puntillas por asuntos escabrosos como el caso Ellacuría en El Salvador; entonces la Compañía de Jesús cayó en una suerte de ostracismo funcional del que ahora quizá vuelva a salir. A este nuevo Papa uno sólo puede juzgarlo por sus actos recientes. Actos, pocos, que están cargados de simbolismo y que auguran un nuevo rumbo en la Iglesia. De sus palabras “Una iglesia pobre y para los pobres”, se puede deducir que el camino que quiere marcar es la búsqueda de la cercanía con quien lo necesita. Una cercanía de la que la Curia ha huido como alma que lleva el Diablo. Hasta ahora la cercanía o lejanía dependía solamente del cometido de los muchos religiosos que hay en el mundo. No obedecían a una doctrina dada, sino a las convicciones propias. Ahora es tiempo de que esta “cercanía” sea inducida desde el Vaticano, predicando con el ejemplo. La Iglesia del siglo XXI no puede permanecer alejada de la realidad, no debe seguir sujeta a los atavismos que en su día apartaron a la mujer a un elemento meramente decorativo. Uno, que no es creyente, siempre ha tenido en consideración los valores en los que la moral Cristiana ha inculcado. La moralina, ese sucedáneo al que grupos más o menos poderosos (Kikos, Opus Dei, Domus Dei, etc) llevaron a la Iglesia, no hizo sino apartar a muchas personas que vieron en esas nuevas doctrinas una forma de ver la religión elitista y alejada del dogmatismo innato. Francisco llega de un universo donde la necesidad es común; un mundo, el de latino américa, donde el preservativo es una de las pocas armas que tienen las sociedades para evitar que se propaguen enfermedades infecciosas de transmisión sexual. Llega de una sociedad donde las élites se alejaron de la ciudadanía. Unas élites entre las que se instalaron muchos de los religiosos que, en buena lid, deberían haberse situado justo al lado contrario. Espero que el complejo de superioridad, que decía Benedetti, propio de los argentinos, no esté presente en este nuevo Papa. No le haría ningún bien creerse en posesión de la verdad. Quien cree en verdades absolutas suele ser muy peligroso para quienes le rodean. El escepticismo propio de los Jesuitas ha de contribuir a que Francisco tenga los ojos abiertos, los oídos atentos y sepa entender que ha de abanderar este cambio nuevo que todos esperan. Un Concilio Vaticano III no estaría mal.

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