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domingo, 2 de marzo de 2014

LOS DIAS DIFÍCILES

Tenemos por costumbre arrogarnos los mayores problemas del mundo, incluso los de los demás cuando ni somos parte ni nos afectan. Atribulada nuestra mente en estas y otras diatribas pasamos por la vida sin apenas prestar atención a los días difíciles que se viven no muy lejos de nosotros; pero sí lo suficiente como para que, la mayoría, pasemos de puntillas. Las revueltas sociales de Venezuela y de Ucrania llenan cada día los telediarios y las páginas de opinión de los diferentes medios escritos y digitales. Ambos países viven el desasosiego de una sociedad partida en dos por muchos más intereses externos que internos. Cuando un Estado comienza a mostrar signos de flaqueza y vulnerabilidad en sus dirigentes, todos aquellos que están interesados en su caída o en su continuidad tienden a intentar manipular la opinión pública en su beneficio. Los muertos no hablan; las viudas, los huérfanos o los padres que entierran a sus hijos son lo que, verdaderamente, viven días difíciles. El consuelo, de los más avezados, de que su muerte no sea en vano no deja de ser un canto de cisne de el sueño de una vida que ya se fue. Es cierto que los cambios sociales nunca se han producido sin violencia; mas no es menos cierto que en ciertos lugares y en ciertas comunidades la violencia ha sido siempre una parte más del todo. Y por ello difícilmente cambiará nada. Son días difíciles, sí, pero en muchos lugares del planeta. Algunos situados en puntos tan lejanos que difícilmente los situaríamos en un mapa; otros tan cercanos que buscamos olvidarlos viendo en los telediarios lo que sucede en otros lugares. Cerca, muy cerca, al otro lado de la calle tal vez, vecinos nuestros viven momentos y días difíciles. Días en los que el paro sacude con fuerza los cimientos de hogares construidos sobre el lodo político que todo lo corroe. Son días oscuros de incertidumbre, de búsqueda de recursos para subsistir; días de dolor y depresión, días difíciles. Mientras, los que afortunadamente no los vivimos, tendemos a mirar en dirección contraria. Desde siempre ha sido mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Los días difíciles que estén por llegar tendremos que afrontarlos con optimismo. Es la única receta para afrontar las fatigas de la vida. Una excesiva dosis de realidad tal vez nos acerque todavía más al precipicio. Los días difíciles...

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