El continuo trasiego de la
vida, apenas nos da para poder ser conscientes del camino que
tomamos. Desde la más tierna infancia empezamos a elaborar planes de
futuro a largo plazo. Las más de las veces se quedan en meros
recuerdos en apuntes de libreta adolescente. El paso de los años nos
pone blanco sobre negro la distancia existente entre lo planeado y lo
conseguido.
Cierto
es que muchos planes se cumplen, el tesón de cada uno logra que
podamos evitar las barreras que puedan surgir y alcanzar ese plan
anhelado. Pero siempre habrá más de uno que no completemos. Y lo
mejor, no pasa nada. Nuestra adaptabilidad nos empodera frente a las
adversidades y terminamos en otro plan, tal vez mejor.
Siempre
he visto la vida como una red de carreteras, transita uno por una vía
principal sin más preocupación que mirar al horizonte. En la medida
que he ido, primero creciendo y después cumpliendo años, he podido
disfrutar de grandes autopistas y de las mas fabulosas carreteras de
montaña. Y he sufrido, claro que he sufrido, las penosidades de vías
desconchadas, muchas sin asfalto , otras apenas una trocha de cabras
por la que evitar el despeñe.
En
todo este viaje uno se detiene en lugares en los que cree poder
quedarse toda la vida; en los que se aventura incluso a construir un
hogar. Algunos se quedan en ese recodo para siempre (bien por ellos).
Otros, sin embargo, seguimos viaje hasta el siguiente alto en el
camino que nos haga sentirnos bien; y en nuestro interior nos decimos
“esta vez sí”, y tomamos el martillo y los clavos para edificar
una nueva estancia. También esta vez muchos se quedarán (bien por
ellos). Y seguimos adelante, unas veces con los huesos molidos por
tantos baches; otras veces sintiendo el aire en las manos que sacamos
por la ventana...seguimos camino.
Un
día sufrimos una avería, de esas que te dejan destrozada el alma y
con pocos arrestos para continuar; todo se vuelve oscuridad, huele a
barro. Mas cuando más improbable parece que salgas de atolladero
alguien llegar para socorrerte, para impulsarte, para hacerte ver que
es posible la utopía. Los planes a futuro están, de nuevo, más
vigentes que nunca.
Es
el mejor trayecto: comidas, charlas, encuentros, risas… aprietas el
pedal hasta el fondo porque allí, lejos pero más cerca, está tu
destino. A medida que la claridad lo invade todo, hasta parece que
respiramos mejor. Buen vehículo, mejor compañía, asfalto liso. A
toda velocidad te adentras en el último tramo y ahí está. Tienes
delante tu sueño, has alcanzado tu propia utopía, ese plan de
futuro a largo plazo. La majestuosa última parada está delante de
ti. Desciendes casi con miedo, pero feliz. Te acercas a la puerta y
llamas. Cuando ya estás a punto de reventar de la emoción, alguien,
al otro lado, en un susurro te dice: ERA PARA EL OTRO LADO
Te
subes al coche, sonríes, sujetas el volantes y arrancas…. La vida
resulta siempre una caja de sorpresas.
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