En la vida uno aprende en base a la experimentación propia sobre los
hechos que realiza y por la formación que recibe a lo largo del
tiempo. Siempre teniendo en cuenta que, en la curva del aprendizaje,
no todas las enseñanzas dadas o aprendidas son buenas. Lo que nos va
a diferenciar de los demás no es otra cosa que la permeabilidad que
tengamos hacia todas estas variables.
En
el plano humano vamos superando obstáculos a lo largo de nuestra
existencia y también disfrutando de los placeres que nos depara. Por
suerte el equilibrio, para la mayoría de los seres humanos, se suele
conseguir en algún punto entre en nacimiento y la muerte. De no ser
así el mundo sería un lugar inhóspito.
Cuando
atravesamos un momento malo y sufrimos por ello, nuestra respuesta
cognitiva varía mucho en función de ese aprendizaje previo que nos
ha ido dando la vida. Unos, cuando tratan de mirar al horizonte, sólo
ven nubarrones oscuros ante los que su reacción es cerrar todas las
puertas que dan acceso a su interior. Ven la vida a través de una
mirilla, una suerte de ojo de buey que ofrece una visión
distorsionada de la realidad. Vagan así por la vida lamiéndose las
heridas, impermeables ante cualquier posibilidad de luz, de vida.
Otros, al contrario, miran el horizonte y ven los mismos nubarrones
negros (el daño, al fin y al cabo duele a todos), pero en lugar de
bajar la cabeza y cerrar las puertas, camina…
Y
caminando espera la primera oportunidad para doblar la esquina y
trazar una senda nueva, tal vez sin camino cierto pero...¿quién
tiene certezas en el plano emocional?. Avanzan día a día, con la
piel erizada cada vez que se levanta viento, pero sin cesar en el
empeño de alcanzar un lugar mejor.
De
pronto, sin que nadie lo espere alcanzan una plaza en la que
confluyen muchos otros como ellos. Individuos que todavía no han
arrojado la llave de sus puertas al pozo del olvido pero que caminan
simplemente al lado de los otros, no se miran.
Y
ahí está el reto más importante, el de atreverse a mirar a los
otros; pero mirarlos no con ojos de pasado, sino con el cristalino
brillante por el presente que puede descubrir. Asomarse al alfeizar
del compañero de camino es una tarea dura cuando las laceraciones
internas duelen sólo con moverse, pero merece la pena. Ser capaces
de superar el reto de mirar hacia dentro lleva parejo, muchas veces,
el privilegio de ver el interior de las personas.
¿Están
preparados para ver lo que hay dentro de los demás?¿Serán capaces,
a su vez, de mostrar su propio interior una vez cruzado el umbral?
Otra vez certezas que nadie tiene. Lo único real es el temblar de
piernas a cada paso, la sorpresa al descubrir que sólo por nosotros
mismos podemos valorar a los demás; y la ansiedad por dejar que
otros averigüen cómo somos. El reto de mirar con ojos de hoy es
todavía más importante, ser capaz de apear los conocimientos
aprendidos de oídas para rellenar los huecos con las certezas
descubiertas al ver con nuestros propios ojos, es un privilegio.
En
la vida aprendí que sólo lo que he visto, sentido, percibido...era
real. Todo lo que me habían contado; incluso enseñado, raras veces
se acercó a lo experimentado. Y es para bien o para mal la vida,
sólo es, cuando es vivida.
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