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martes, 17 de marzo de 2020

ALARMA


Hace unos días que se instauró en nuestro país el Estado de Alarma, y con él llegaron las escenas propias de series de reciente éxito entre adolescentes. La gente se agolpaba en la puerta de los supermercados como si fuese apremiante llenar las despensas de las casas. Uno podría incluso pensar que los supermercados no abrirían al día siguiente.
Alarma no debe de implicar otra cosa que estar alerta, tendría que despertar en nosotros un interés por situaciones que, en un momento dado, pudiesen ser peligrosas. Sin embargo muchas personas entraron en pánico. De haber decretado el gobierno el Estado de Excepción o Sitio no sé que habría sucedido en nuestras calles.
Nuestro enemigo como sociedad son dos muy poderosos: por un lado tenemos un patógeno que no se ve, pero que está y se manifiesta cuando menos lo esperamos “el coronavirus” y por el otro lado está el miedo; tan poderoso como el primero por ser capaz de pervertir los comportamientos humanos hasta puntos que resultan deplorables. El miedo es mucho más veloz y peligroso que el coronavirus.
El miedo es atávico, está con nosotros desde que somos capaces de reconocernos como especie. Bien enfocado es un activo fabuloso que nos ha hecho avanzar como especie. Mal enfocado nos lleva a vértices demasiado peligrosos en los que el ser humano saca lo peor de sí.
Una sociedad madura es aquella que afronta sus temores de una manera ponderada, no mostrándose altiva pero tampoco moviéndose al vaivén interesado de la prensa o las redes sociales. El miedo unido a una desinformación creciente aboca a la sociedad a los comportamientos aberrantes que observamos estos días a través de las pantallas.
Por suerte, una gran mayoría opta por atender a las advertencias de las autoridades y ser comporta coherentemente. El sentido común suele ser la mejor arma para enfrentar cualquier problema. Pero somos españoles, en ocasiones tan tenaces como estúpidos. La historia de nuestra nación da muestras fehacientes de ello. Y, pese a todo, somos un extraordinario país.
En estos tiempos en los que el conocimiento está al alcance de cualquiera se da una paradoja interesante. Cuando más conocimiento tenemos a nuestra disposición mayor parece ser la confusión. ¿Por qué? Pues posiblemente por eso tan español que es “tener razón”. Aquí nos hemos acostumbrado a que cualquiera opine sobre el tema que sea, tenga o no la especialidad en el mismo. Tertulianos hablando de medicina sin haber estudiado nunca la carrera; políticos dando recetas de cómo hacer las cosas mientras soterran año sí y año también los esfuerzos en investigación que se llevan a cabo y que terminan, muchas veces, con el investigador lejos de nuestras fronteras investigando para otros países.
Este estado de Alarma debería abrirnos los ojos sobre lo más importante que tenemos todos y cada uno de nosotros, nuestra salud. Esta pandemia pasará, y se llevará por delante a muchas personas. Y habrá días de duelo, momentos de conjura política para hinchar el pecho o linchar al vecino. A la vuelta de los meses espero que hagamos una profunda reflexión sobre qué es importante y qué no. Tal vez sea el momento de pensar menos en tener más autovías o trenes de alta velocidad y pensar más en Investigación y Desarrollo. En tener un país verdaderamente preparado en Sanidad y Educación. ¿Y por qué en Educación? Porque sólo un país formado podrá exigir a sus dirigentes que centren su labor política en lo importante. Una sociedad educada y con un buen sistema público sanitario y universal afrontará el futuro con una base sólida y una seguridad que es evidente que hoy no tiene.
El Estado de Alarma debería, también, servir a nuestros dirigentes para que comprendan de una vez lo frágiles que somos. Lo indefensos que nos están dejando frente a un Cambio Climático que traerá nuevas enfermedades y ante las nuevas amenazas que asolarán el planeta en tiempos nada lejanos. Dicen que la política es el arte de buscar soluciones a problemas que no existen.
Yo no creo en los políticos, pero sí en la política. No creo en dogmas de fe, pero sí en la capacidad que esta tiene para aglutinar a personas de diferente raza, etnia, clase social…
ALARMA implica estar alerta, observar y tomar las medidas precisas para evitar el mal.

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