Hace unos días que se instauró en nuestro país el Estado de
Alarma, y con él llegaron las escenas propias de series de reciente
éxito entre adolescentes. La gente se agolpaba en la puerta de los
supermercados como si fuese apremiante llenar las despensas de las
casas. Uno podría incluso pensar que los supermercados no abrirían
al día siguiente.
Alarma
no debe de implicar otra cosa que estar alerta, tendría que
despertar en nosotros un interés por situaciones que, en un momento
dado, pudiesen ser peligrosas. Sin embargo muchas personas entraron
en pánico. De haber decretado el gobierno el Estado de Excepción o
Sitio no sé que habría sucedido en nuestras calles.
Nuestro
enemigo como sociedad son dos muy poderosos: por un lado tenemos un
patógeno que no se ve, pero que está y se manifiesta cuando menos
lo esperamos “el coronavirus” y por el otro lado está el miedo;
tan poderoso como el primero por ser capaz de pervertir los
comportamientos humanos hasta puntos que resultan deplorables. El
miedo es mucho más veloz y peligroso que el coronavirus.
El
miedo es atávico, está con nosotros desde que somos capaces de
reconocernos como especie. Bien enfocado es un activo fabuloso que
nos ha hecho avanzar como especie. Mal enfocado nos lleva a vértices
demasiado peligrosos en los que el ser humano saca lo peor de sí.
Una
sociedad madura es aquella que afronta sus temores de una manera
ponderada, no mostrándose altiva pero tampoco moviéndose al vaivén
interesado de la prensa o las redes sociales. El miedo unido a una
desinformación creciente aboca a la sociedad a los comportamientos
aberrantes que observamos estos días a través de las pantallas.
Por
suerte, una gran mayoría opta por atender a las advertencias de las
autoridades y ser comporta coherentemente. El sentido común suele
ser la mejor arma para enfrentar cualquier problema. Pero somos
españoles, en ocasiones tan tenaces como estúpidos. La historia de
nuestra nación da muestras fehacientes de ello. Y, pese a todo,
somos un extraordinario país.
En
estos tiempos en los que el conocimiento está al alcance de
cualquiera se da una paradoja interesante. Cuando más conocimiento
tenemos a nuestra disposición mayor parece ser la confusión. ¿Por
qué? Pues posiblemente por eso tan español que es “tener razón”.
Aquí nos hemos acostumbrado a que cualquiera opine sobre el tema que
sea, tenga o no la especialidad en el mismo. Tertulianos hablando de
medicina sin haber estudiado nunca la carrera; políticos dando
recetas de cómo hacer las cosas mientras soterran año sí y año
también los esfuerzos en investigación que se llevan a cabo y que
terminan, muchas veces, con el investigador lejos de nuestras
fronteras investigando para otros países.
Este
estado de Alarma debería abrirnos los ojos sobre lo más importante
que tenemos todos y cada uno de nosotros, nuestra salud. Esta
pandemia pasará, y se llevará por delante a muchas personas. Y
habrá días de duelo, momentos de conjura política para hinchar el
pecho o linchar al vecino. A la vuelta de los meses espero que
hagamos una profunda reflexión sobre qué es importante y qué no.
Tal vez sea el momento de pensar menos en tener más autovías o
trenes de alta velocidad y pensar más en Investigación y
Desarrollo. En tener un país verdaderamente preparado en Sanidad y
Educación. ¿Y por qué en Educación? Porque sólo un país formado
podrá exigir a sus dirigentes que centren su labor política en lo
importante. Una sociedad educada y con un buen sistema público
sanitario y universal afrontará el futuro con una base sólida y una
seguridad que es evidente que hoy no tiene.
El
Estado de Alarma debería, también, servir a nuestros dirigentes
para que comprendan de una vez lo frágiles que somos. Lo indefensos
que nos están dejando frente a un Cambio Climático que traerá
nuevas enfermedades y ante las nuevas amenazas que asolarán el
planeta en tiempos nada lejanos. Dicen que la política es el arte
de buscar soluciones a problemas que no existen.
Yo
no creo en los políticos, pero sí en la política. No creo en
dogmas de fe, pero sí en la capacidad que esta tiene para aglutinar
a personas de diferente raza, etnia, clase social…
ALARMA
implica estar alerta, observar y tomar las medidas precisas para
evitar el mal.
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