En estos días de zozobra para
el Mundo tal y cómo lo conocemos se me vienen a la cabeza muchas
preguntas, pero sobre todo una: Y después, ¿qué?. Deberíamos
detener todos claro que las cosas nunca deberían de volver a ser
como antes, o no todas.
Crecí
en una época en la que se nos venían las veleidades del sistema
capitalista frente a un fracasado comunismo. Tiempos en los que el
demonio tenía cara de hoz y martillo y Dios se vestía con una
túnica blanca y dólares como decoración.
Estoy
seguro de que el Comunismo fracasó. No tengo ninguna duda; no le he
tenido nunca. Entre otras muchas razones porque fue aplicado en
lugares y comunidades que estaban muy lejos de los expuestos en sus
razonamientos fundadores. Pero esa es otra conversación.
Tras
la Gran Depresión del siglo XX, llegaron los Acuerdos de Bretton
Woods, que sentaron las bases de las nuevas sociedades, del sistema
capitalista que nos ha traído hasta hoy. Un sistema falaz que ha
sabido articularse con el paso de los años y el correcto
adoctrinamiento para traernos a donde hoy estamos. Nos vendieron el
libre mercado y la igualdad de oportunidades. Una quimera que jamás
nos hubiesen permitido alcanzar.
Ya
en la anterior crisis global, y ahora en esta, el Capitalismo a
puesto de manifiesto que su único interés radica el la
supervivencia de las grandes Corporaciones. Razón por la que los
poderes nacionalizan grandes empresas, salvan bancos etc. El
hundimiento de las pequeñas industrias, la pérdida de trabajos etc
son lo que ellos llaman : daños colaterales.
En
esta crisis sanitaria global se han puesto de manifiesto no pocos
pecados permitidos por la sociedad. El mayor de todos radica en
pensar que somos dueños de nuestras vidas. Es obvio que no. En el
mejor de los casos se nos permite decidir sobre temas domésticos. De
cuando en cuando nos llevan a las urnas para darnos la falsa
esperanza de que con nuestro voto podemos cambiar las cosas.
Está
muriendo gente en todo el mundo, y más que va a morir (la gente no
es consciente todavía de que van a ser muchos) y uno se da cuenta de
lo frágil que es nuestra conciencia de grupo. Siguen manejándonos a
través de su arma más eficaz, los medios de comunicación y las
redes sociales modernas donde un sólo ordenador en las manos
acertadas multiplica por millones las falsas informaciones.
En
estos días de confinamiento global uno se da cuenta de la
dependencia que tiene de cosas superfluas. Como diría Mujica,
perdemos demasiado tiempo en comprar cosas que no necesitamos. Ese ha
sido el caramelo del capitalismo.
Nunca
habrá igualdad de oportunidades en sentido absoluto, aunque sí
pueda darse en sentido amplio en determinados momentos. Cuando
Churchill digo aquello de: “sobre el mundo ha caído un Telón de
Acero” refiriéndose a las hoces y martillos que estaban del otro
lado; era consciente de que el negocio del capitalismo daba un paso
de gigante. USA nunca dejó de tener intercambios comerciales con la
URSS, tan sólo disimulaba bajo banderas de conveniencia. A ambos
lados del Muro les interesaba vender su particular burra.
La
primera se desplomó por su propio peso e ineptitud en los 90, la
segunda se desplomó en 2008, la salvaron soportando todos nosotros
el peso, y ahora se ha vuelto a desplomar. ¿Por qué? Porque está
construida sobre una falacia. No eres más feliz cuanto más puedes
comprar (dictado 1 del Capitalismo); eres más feliz cuanto menos
necesites.
La
necesidad siempre será apremiante.
No
sé cual es el modelo de Mundo que deberíamos dejar a nuestros
descendientes, pero este se me antoja demasiado quebradizo. Eso sí,
rompe siempre por el mismo lado.
El
mundo está gobernado por poderes que están lejos del alcance de
marionetas como Trump o Putin.
Cambiar
el modelo no parece tarea fácil, pero se puede hacer. Todo lo que
tenemos que hacer es tener pensamiento crítico. Ver qué carencias
tenemos y qué estamos haciendo mal. No vamos a poder cambiar el
poder que maneja el mundo desde los mercados de cereales capaces de
producir hambrunas a tres mil kilómetros, para provocar
inestabilidad, hambre y guerra. Pero sí podemos hacer algo para no
tener países como Brasil, gobernados por psicópatas que hablan de
un virus que mata a miles de persona como si lo hiciesen de un
catarro.
Es
responsabilidad de todos cambiar las cosas. Ojalá me equivoque,
pero no lo haremos. Pasará este tiempo e iremos a los hospitales a
decirles que son unos ineptos bien pagados por no atendernos de un
corte en un dedo. O iremos a mítines para aplaudir a políticos que
nos estarán mintiendo en nuestra cara. La droga que nos han vendido
desde aquellos acuerdos en los EE.UU, nos han convertido en
verdaderos yonkies del consumismo. Sabemos que un drogadicto, lo será
siempre. Consuma o no.
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