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domingo, 29 de marzo de 2020

Y DESPUÉS ¿QUÉ?


En estos días de zozobra para el Mundo tal y cómo lo conocemos se me vienen a la cabeza muchas preguntas, pero sobre todo una: Y después, ¿qué?. Deberíamos detener todos claro que las cosas nunca deberían de volver a ser como antes, o no todas.

Crecí en una época en la que se nos venían las veleidades del sistema capitalista frente a un fracasado comunismo. Tiempos en los que el demonio tenía cara de hoz y martillo y Dios se vestía con una túnica blanca y dólares como decoración.

Estoy seguro de que el Comunismo fracasó. No tengo ninguna duda; no le he tenido nunca. Entre otras muchas razones porque fue aplicado en lugares y comunidades que estaban muy lejos de los expuestos en sus razonamientos fundadores. Pero esa es otra conversación.

Tras la Gran Depresión del siglo XX, llegaron los Acuerdos de Bretton Woods, que sentaron las bases de las nuevas sociedades, del sistema capitalista que nos ha traído hasta hoy. Un sistema falaz que ha sabido articularse con el paso de los años y el correcto adoctrinamiento para traernos a donde hoy estamos. Nos vendieron el libre mercado y la igualdad de oportunidades. Una quimera que jamás nos hubiesen permitido alcanzar.

Ya en la anterior crisis global, y ahora en esta, el Capitalismo a puesto de manifiesto que su único interés radica el la supervivencia de las grandes Corporaciones. Razón por la que los poderes nacionalizan grandes empresas, salvan bancos etc. El hundimiento de las pequeñas industrias, la pérdida de trabajos etc son lo que ellos llaman : daños colaterales.

En esta crisis sanitaria global se han puesto de manifiesto no pocos pecados permitidos por la sociedad. El mayor de todos radica en pensar que somos dueños de nuestras vidas. Es obvio que no. En el mejor de los casos se nos permite decidir sobre temas domésticos. De cuando en cuando nos llevan a las urnas para darnos la falsa esperanza de que con nuestro voto podemos cambiar las cosas.

Está muriendo gente en todo el mundo, y más que va a morir (la gente no es consciente todavía de que van a ser muchos) y uno se da cuenta de lo frágil que es nuestra conciencia de grupo. Siguen manejándonos a través de su arma más eficaz, los medios de comunicación y las redes sociales modernas donde un sólo ordenador en las manos acertadas multiplica por millones las falsas informaciones.

En estos días de confinamiento global uno se da cuenta de la dependencia que tiene de cosas superfluas. Como diría Mujica, perdemos demasiado tiempo en comprar cosas que no necesitamos. Ese ha sido el caramelo del capitalismo.

Nunca habrá igualdad de oportunidades en sentido absoluto, aunque sí pueda darse en sentido amplio en determinados momentos. Cuando Churchill digo aquello de: “sobre el mundo ha caído un Telón de Acero” refiriéndose a las hoces y martillos que estaban del otro lado; era consciente de que el negocio del capitalismo daba un paso de gigante. USA nunca dejó de tener intercambios comerciales con la URSS, tan sólo disimulaba bajo banderas de conveniencia. A ambos lados del Muro les interesaba vender su particular burra.
La primera se desplomó por su propio peso e ineptitud en los 90, la segunda se desplomó en 2008, la salvaron soportando todos nosotros el peso, y ahora se ha vuelto a desplomar. ¿Por qué? Porque está construida sobre una falacia. No eres más feliz cuanto más puedes comprar (dictado 1 del Capitalismo); eres más feliz cuanto menos necesites.
La necesidad siempre será apremiante.

No sé cual es el modelo de Mundo que deberíamos dejar a nuestros descendientes, pero este se me antoja demasiado quebradizo. Eso sí, rompe siempre por el mismo lado.
El mundo está gobernado por poderes que están lejos del alcance de marionetas como Trump o Putin.

Cambiar el modelo no parece tarea fácil, pero se puede hacer. Todo lo que tenemos que hacer es tener pensamiento crítico. Ver qué carencias tenemos y qué estamos haciendo mal. No vamos a poder cambiar el poder que maneja el mundo desde los mercados de cereales capaces de producir hambrunas a tres mil kilómetros, para provocar inestabilidad, hambre y guerra. Pero sí podemos hacer algo para no tener países como Brasil, gobernados por psicópatas que hablan de un virus que mata a miles de persona como si lo hiciesen de un catarro.

Es responsabilidad de todos cambiar las cosas. Ojalá me equivoque, pero no lo haremos. Pasará este tiempo e iremos a los hospitales a decirles que son unos ineptos bien pagados por no atendernos de un corte en un dedo. O iremos a mítines para aplaudir a políticos que nos estarán mintiendo en nuestra cara. La droga que nos han vendido desde aquellos acuerdos en los EE.UU, nos han convertido en verdaderos yonkies del consumismo. Sabemos que un drogadicto, lo será siempre. Consuma o no.


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