Hubo un tiempo, no muy
lejano, en el que las personas nos comunicábamos de una manera
diferente. No nos enviábamos wathsapp, no colgábamos historias en
redes sociales, no teníamos esta comunicación tan impersonal que
ahora nos arrolla.
Eran
tiempos de largas conversaciones cara a cara; de largas esperas para
encontrarse con los amigos y escuchar las historias de unos y otros.
La narrativa era común en todos nosotros. Tratábamos de expresar de
la mejor manera posible aquellas cosas que nos pasábamos o hacíamos.
Con suerte, de alguna de aquellas historias, teníamos una
instantánea hecha por los pocos afortunados que disponían de medios
para ello. Los demás, sentados alrededor del orador, imaginábamos
en nuestras mentes las situaciones que nos contaban. Cada uno, en su
fuero interno, aportaba los colores y olores a lo narrado.
Hoy
día las cosas ya no son así, la inmediatez de la comunicación
elimina la incertidumbre, el factor sorpresa...en dos segundos tienes
colgado en la red aquello que acabas de hacer por nimio que sea.
Buscamos colgar vídeos absurdos, muchos buscando la aprobación de
las redes sociales; para saciar una apremiante necesidad de
satisfacer el ego.
El
avance de la Globalización trae consigo un nuevo modelo social en el
que imperan las necesidades creadas de modo artificial frente al las
sobrevenidas de verdad. En tiempos pretéritos las necesidades para
vivir no eran diferentes a las actuales, prácticamente son las
mismas. ¿Qué ha cambiado? La voracidad. Ese innecesario anhelo de
tener todo lo que tienen los demás, al precio que sea y lo más
rápido posible. ¿Para qué? Para nada.
El
futuro que atisbábamos entonces ha traído avances fabulosos, una
mejora notable en la comunicación y el enterarnos en tiempo real de
las cosas que suceden en el mundo...o no. Porque esta es otra;
arguyen los comprometidos con las nuevas tecnologías de la
inmediatez de las noticias, de que así nos engañan menos, etc. Creo
que no sólo no es así, sino que se magnifican las cosas. Nos
enteramos de las cosas que quieren que nos enteremos. Inflaman las
redes con pseudo noticias sobre catástrofes en éste o aquel país;
sobre guerras en lugares que interesa poner el foco etc. ¿Cuántas
noticias hay de África? Y allí hay epidemias en las que ha muerto
más gente que con el Coronavirus. Y allí se desarrollan más de la
mitad de las Guerras activas en el Mundo. Y allí van todas las
potencias occidentales a esquilmar sus recursos pasando por encima de
quien sea. Mundo Globalizado dicen….no en todos lados.
Seguro
que los tiempos pretéritos tienes muchos agujeros negros, sin duda.
Hace muchos años, cuando existía el Congo Belga y otras lindezas
europeas en África, tampoco nos esterábamos; o sí lo hacíamos era
a tiempo pasado y a través de personas que arriesgaban sus vidas en
informarnos.
Pero
entonces, quizás ignorantes a ojos de un adolescente actual,
vivíamos una vida mejor en el aspecto de relaciones humanas.
Valorábamos la amistad, la lealtad, la palabra.
Hoy
la palabra vale lo que un like en la mayoría de las ocasiones. Una
opinión de “un amigo” de Facebook puede pesar más que la mirada
de entonces de un amigo, con la que era suficiente para darte un sí
o un no.
Me
hago mayor, es cierto, pero echando la vista atrás eso es lo único
que recuerdo con nostalgia: el valor de la comunicación cara a cara.
Creo en el futuro, claro que creo, pero veo en el comportamiento de
mi hija adolescente unas carencias sociales importantes. Hoy los
jóvenes viven su vida en vivo, para todos a la vez, ya no tendrán
el anhelo de esperar al verano para hablar con los amigos que llegan
de fuera y reír escuchando las vivencias de los meses sin verse.
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