LUGARES PARA SOÑAR

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miércoles, 18 de marzo de 2020

VIVIR SIN MIEDO


Levantarte una mañana con los ojos llorosos y sin ganas de nada, con la mente abstraída en los problemas personales...es algo que todos en algún momento de nuestra vida experimentamos.
El fracaso nos acongoja, nos amilana como personas y pone en duda nuestros valores. Esto es una evidencia no científica que todos sabemos. Pocas cosas pueden minusvalorar nuestra valía como hacer frente a un fracaso, sea éste laboral o personal.
Los laborales suelen ser más o menos llevaderos en función de lo que afecten a nuestros bolsillos. Si el daño es grande así será nuestro quebranto. Si, por el contrario, la caja no se resiente mucho, lo superamos con cierta facilidad.
El miedo al fracaso, sin embargo, es mucho más acusado cuando se produce en el ámbito sentimental. Cuando la zozobra inclina nuestro modo de vida de manera incontrolada. Mucho más si afecta a la urdimbre familiar que hemos ido tejiendo con el paso de los años.
He barruntado mucho sobre esto en los últimos meses. Echando la vista atrás me he agarrado a los tablones que flotaban tras la quiebra económica y también he flotado al pairo del viento en el aspecto sentimental. No es fácil erguir la cabeza cuando hierras una y otra vez. No es sencillo mirarte al espejo y ver a una persona que no quieres ser.
Sin embargo, aprendí de pequeño, que uno tiene que vivir la vida sin miedo. Respetando los peligros que la acechan sí, pero sin temor a vivir. Equivocarse forma parte del “encanto” de estar vivos. Nacemos sin manual, y vamos escribiendo día a día la narrativa de lo que será la final de nuestros días el libro de nuestra vida.
Cuando te atenaza el miedo pueden ocurrir muchas cosas: que te quedes inmóvil y no avances; que vayas a salto de mata equivocándote muchas veces; que vivas la vida que otros te digan que hagas; o que aciertes y abras una puerta que te lleve a un lugar tranquilo para empezar de nuevo. Tienes, pues, una cuarta parte de posibilidades de acertar y tres cuartas partes para vivir una vida que no quieres.
Muchas personas optarían por no hacer nada, por no arriesgarse y quedarse varadas allí donde el anterior fracaso les ha dejado. Nunca he creído en ello. Siempre he cerrado una puerta para abrir otra. La vida va en una única dirección, hacia delante. Le manido dicho de: “hoy estás y mañana quién sabe” , resulta tan veraz que tiendo a no tener miedo a vivir.
¿He dejado cosas sin hacer?¿He cerrado puertas que no debería?¿He apartado de mi vida a quién no debía?¿He dejado entrar en ella a malas personas? Sí, claro que sí, me he equivocado muchas veces. ¿Y qué? No soy por ello peor persona. La experiencia dicen que es un grado. Las laceraciones que han quedado en mi interior y las que a buen seguro he dejado en otros están ahí, y estarán. Pero la vida sigue y uno no puede tener miedo a vivir.
Uno cierra el primer libro de una saga y puede sentir pavor ante la apertura del siguiente, creyendo que nada puede superar al cerrado. Y ahí está el error, pues no se trata de que supere al otro, ni siquiera de que sea igual de interesante. Es un nuevo libro, una nueva historia...y así veo la vida. Esperando al próximo tomo.

Vivir sin miedo tal vez sea una utopía, pero la utopía sirve para seguir avanzando.

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