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viernes, 16 de julio de 2010

LA ESPERA

¿Hay algo que desespere más al ser humano que la espera? Posiblemente sí, pero la desesperación por una espera larga y tediosa puede alcanzar cotas inenarrables.

Pero cuantos tipos de espera conocemos, cuantos somos capaces de soportar, hasta dónde, en qué circunstancias.

La espera por las notas, cuando somos estudiantes, es uno de los momentos más tensos de esa edad, en la que de una apreciación, que nosotros siempre creemos errónea, por parte de un profesor se derivarán no pocas consecuencias, unas buenas otras…

La espera por el primer beso se torna tan eterna como efímero su desenlace, todo los más que alcanzas es a rozar los labios. Sin embargo las consecuencias son terribles para el ser humano, que se vuelve adicto con la sola sensación de contacto. Curioso episodio éste de una adicción magnífica y poco estudiada.

La espera por el test de embarazo mientras rezas cuanto sabes en la puerta del baño, esperando que las rayas del aparatito no den al traste con tus ilusiones o por el contrario te den la mejor noticia del mundo, aquella que esperas con anhelo y desesperación. Los laboratorios no estudiaron, o sí, el grado de satisfacción o dolor que uno de esos “chismes” pueden producir. El terremoto que se produce a continuación, tanto en un sentido como en el otro.

La espera por el que no llega, por el hijo que tarda, por el esposo que no regresa, por el amigo que se ha perdido. Es el momento de las elucubraciones, de ponernos casi siempre en lo peor, porque es condición humana pensar en la muerte o en el dolor. Casi siempre estas esperas tienen final feliz, pues es condición nuestra no tener en cuenta a quien nos está velando en casa, mientras nos divertimos y reímos ajenos a todo.

La espera por los resultados de una enfermedad, aquellos que te sitúan en esa delgada línea que va de la alegría a la tristeza. La incertidumbre suele matarnos a casi todos, la certeza de un diagnóstico puede abrumarte, hacerte fuerte o débil. Mas la espera por unos resultados inciertos puede destruir el mejor de los caracteres, derribar la mente más fuerte.

La espera por el que se sabe no va a volver, por el que un día nos ha dejado y jamás volverá a mirarnos a los ojos, salvo en los momentos oníricos donde nos reconfortará su presencia. Quizá sea esta una de las esperas más difíciles de llevar. Otear un horizonte imaginario con la certeza de no encontrar nada y enfrentarlo a la ilusión de nuestra memoria que lo ve acercarse como si nunca se hubiese ido.

La espera.


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