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miércoles, 14 de julio de 2010

MISERABLES

Hay varias especies de miserables. Están por supuesto los asesinos, los canallas, los uxoricidas, los degolladores, los verdugos, los envenenadores, los parricidas. Pero hay miserables recónditos, ladinos, furtivos, solapados, que se enmascaran de honestos, se camuflan de héroes, se fingen generosos.

La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque el alma no admite cirugías.

Una loca ambición del miserable suele ser el poder. Aclaro que no todos los poderosos son miserables, pero sí los más encumbrados, los hacendores y financiadores de armas atómicas, los invasores de paisitos, los blancos que discriminan a negros y amarillos, los cazadores de palomas y de liebres, los inventores de calumnias. Hay miserables diplomados, que a veces llegan a ser miserables diplomáticos, y no fallan los que son miserables consigo mismos, esos que le hacen zancadillas a su buena fe, o sea los que se borran de su propia memoria para convertirse en solemnes granujas.

Dicen que Dios creó a los miserables para proporcionar trabajo a los ángeles justicieros. Pero los miserables son capaces de cortarles las alas.

Benedetti.

Abundaría en esto añadiendo a los muchos miserables que teniéndolo todo se quedan con lo de los demás; a los que te birlan el cariño bajo el pretexto más absurdo; a los que no quieren darse por aludidos cuando se les señala por su prepotencia. Miserable es aquel que se aprovecha de otro a sabiendas de ello y estando en mejor condición de partida.

Hay muchos tipos de miserables, todos con un denominador común: su ombligo. Pues es siempre fétido el ombligo de los miserables, ese al que se miran cada día, cada mañana, buscando la aprobación a una conducta grotesca, marcada por el desafecto y la autarquía personal.

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